Jornada del 24 de marzo de 2009

Llegada a Katmandú el día 24 de Marzo. Conseguimos estar en el avión a Suketar 36 horas después. Tras varios intentos fallidos, aterrizaje típico, es decir, se ve la pista por casualidad y en cuanto aterrizamos se cierra la niebla y pasa el resto del día lloviendo.

La marcha de aproximación hay que cambiarla por exceso de nieve en uno de los pasos. Volvemos a ir por el Oeste, pasando por pequeños enclaves, arrozales y bosques húmedos hasta llegar a Ghunsa, donde nos nevó bastante. Después de un día de descanso, volvemos a iniciar la marcha hacia Kambachen, a través de un bosque de rododendros y grandes encinas que dejamos atrás para entrar en el duro paisaje de alta montaña.

Crónica de Miguel Bonet (Pol).

El primer encuentro con el Himalaya es el vuelo Doha- Kathmandú.Viajan con nosotros otros alpinistas y el ambiente el completo. Carlos les explica algunas cosas y yo intento meter la oreja estirándome y pareciendo lo poco recio que puedo llegar a ser.

Un ligero dolor estomacal me acompaña durante la primera semana: “Doctora, ¿son los nervios?”

En la ciudad pulula un especie de halo semi-apocalíptico y mientras regatemaos y hacemos gestiones, los cláxones suenan constantemente (curiosísima la merienda en el Ministerio de Turismo, dónde entre seis funcionarios nos entregan el permiso de ascensión. Día y medio después, un vuelo a Suketar. La llegada al aeropuerto, 250 metros de pista pedregosa, entre la mirada de muchos jóvenes nepalís con los que nos iremos familiarizando con el paso de los días; son los porteadores de nuestras 95 cargas. Yo llevo 4 cambios de ropa interior y comemos huevos a tal ritmo, que hay un “porter” que se encarga exclusivamente de llevar las docenas en una rejilla.

Ascendemos poco a poco y cada día el paisaje es más asombroso. Todos dicen que los picos que vemos alrededor son “tachuelillas,” pero cada mañana, cuando amanece despejado, no me puedo creer que estemos encajonados entre tales moles. Con Ghunsa llega el frío. Los porteadores se cambian por yaks, que andan entre las calles como minotauros por un laberinto.

Esto es casi Tibet, y, a pesar de la simpatia que guardo a ese país, las nuevas sensaciones que me provocan la altura y la vista en un día completamente despejado de la norte del Jannu, hacen que se me olvide el contexto. La norte del Jannu entre el sonido de los cencerros de los yaks del Lama de Kambachen. Cuando las ultimas luces dan en la cumbre del pico, me dice Salva: “¿qué temperatura crees que puede hacer ahñi? ¿ 30 bajo cero?”