Diario de Uruguay – Perú

Del 21 de abril al 31 de mayo de 2011

Al entrar en Perú sigo por el gran desierto que se extiende entre los Andes y el océano Pacífico. La carretera panamericana continúa por el interior, alejada de la costa. Cambio algo de dinero en la primera ciudad, Tacna. Mientras atravieso cadenas de montañas determino variar el itinerario que me había propuesto antes de llegar al país.  Decido no ir a Puno, Cuzco ni Machu Pichu.  Después de Arequipa regresaré a la costa, pasaré por Nazca, Paracas, Ica, Lima. Quiero conocer algunos lugares menos visitados por el turismo internacional, algo alejados de las rutas habituales.

Cuando estoy cerca de Arequipa se me ofrecen dos posibilidades para llegar a la ciudad: la panamericana y un desvío, limitado a coches y furgonetas. Buen asfalto y escaso tránsito. Después de unos kilómetros empiezo a dudar que la elección haya sido la acertada. Pronunciada pendiente, largas subidas, curvas cerradas. Paso cerca de una entrada al Cerro Verde, una explotación minera de la que se extraen diversos minerales. En enero se alcanzaron las 30.000 toneladas de cobre. Varios túneles y descenso hasta Arequipa. Paso por algunos barrios industriales. En un giro para llegar al centro, un policía me obliga a detenerme junto a la acera. Tengo que mostrarle toda la documentación, pasaporte, seguro, permiso de conducir y entrada autorizada en Perú del Toyota.

-“Ha pasado con ámbar”.

-“Si usted lo dice no lo pongo en duda. He seguido un camión y detrás de mí han pasado varios coches”.-“Las cámaras han grabado la infracción.

Tengo que multarle porque si no lo hago me penalizarán. Pero claro usted debe estar cansado después de conducir todo el día, querrá llegar al hotel. Podríamos evitar que tuviera que acompañarme a comisaría”.

.-“No se preocupe por mí. El deber ante todo. Haga lo que tenga que hacer. Si hemos de ir a comisaría, vamos”.

Está claro. Extranjero, dinerito extra. No le concedo la menor oportunidad. Al final, después de unos minutos de respetuosa conversación no se atreve a pedirme dinero de forma directa. Me indica el camino para llegar al lugar que me dirijo, olvidándose de la supuesta grabación. El hotel está cerca de la Plaza de Armas. Agradezco los precios peruanos. Alojamiento y comida por la mitad de lo que he estado pagando en Chile.

Mi llegada ha coincidido con las celebraciones de Semana Santa. Multitud de turistas nacionales y extranjeros. Por la noche procesión con banda de música y fieles con velas. Gran animación. Es una fiesta. Los arequipeños han acudido desde barrios periféricos y pueblos cercanos. El centro histórico se ha recuperado del terremoto del 2001. Una de las torres de la catedral se derrumbó y la otra sufrió graves daños. Lograron reconstruirlas en algo menos de dos años. La plaza de armas es una preciosidad. Un cuadrado de 110 metros de lado. En uno de ellos la catedral. En los otros tres, soportales porticados. En el que está frente a la catedral oficinas municipales. En los otros dos, tiendas en la planta baja y restaurantes en las terrazas del segundo piso. En el centro de la plaza, jardines, fuente y altas palmeras.

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