1 de agosto de 2012

Miércoles, 1 de Agosto de 2012: (De compras por Terskol):

Hoy me toca hacer la compra. ¡Sí, lo habéis leído bien! Es lo que ocurre cuando uno viene en plan independiente, organizando una expedición sin ayuda; que entre otras muchas cosas no tienes un cocinero que te haga la comida y se encargue de toda la intendencia relativa al “rancho” montañero. Por lo tanto, tengo que seguir las normas del viejo dicho: “yo me lo guiso, yo me lo como”.

El día de hoy va a ser muy tranquilo, y me lo tomaré en plan relax, dando un pequeño paseo por el valle y comprando la comida. Además el tiempo no acompaña, con muchas nubes, que amenazan lluvia. Me levanto sobre las 8:00, y como sin ganas el mismo desayuno “estilo ruso” que ayer. Desde Cheget me voy andando hasta el pueblo de Terskol, el más grande de la zona, por decir algo, porque son varias casas desperdigadas alrededor de la carretera, con edificios a medio construir, reminiscencia de la anterior época soviética. Como es muy temprano y tengo tiempo de sobra para hacer la compra sin prisas, me voy andando los 2 kilómetros que dista Terskol de Azau, el caserío al final del valle, donde está el teleférico que sube por las laderas bajas del Elbrus. Voy caminando paralelo a la carretera mientras contemplo la belleza del lugar que, en cierto modo, recuerda a los Alpes. Toda la parte baja del valle de Baksan está cubierta por grandes bosques de pinos, y zonas con abedules en las cercanías del caudaloso río, que recorre todo el valle. Por encima del bosque es el territorio de los verdes y floreados prados alpinos, y más arriba grandes paredones de roca perfilan el horizonte, desde donde asoman las bellas cumbres nevadas de más de 4.000 metros, cuyos glaciares cuelgan vertiginosos dando vida a numerosos torrentes. Es un verdadero paraíso montañero, muy bonito y espectacular; pero a diferencia de mis queridos Alpes, aquí los pueblos no tienen alma, y los feos y viejos edificios rusos, desentonan totalmente con el paisaje.

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El valle de Baksan pertenece a la provincia rusa Kabardino-Balkaria, y es una región con constantes conflictos políticos y militares. Al este se encuentran las provincias rusas de Osetia del Norte y Chechenia, que luchan por su independencia, y a pocos metros de aquí está la frontera con Georgia, con quien Rusia ha estado en guerra recientemente. De hecho, el año pasado la ascensión al Elbrus estuvo prohibida por los conflictos existentes entre estos dos países. Sin embargo, este año la situación está mucho más tranquila y espero que no haya problemas.

Tras llegar al pequeño caserío de Azau, donde apenas está el teleférico, algunos hoteles, y varios puestos de venta de artesanía, regreso a Terskol en autostop, en busca de una tienda donde hacer la compra. Todos los letreros están en ruso, en el alfabeto cirílico, y aunque más o menos me apaño en identificar las letras, es muy difícil entender su significado y saber donde hay un pequeño supermercado. Menos mal que el personal de la agencia con la que he contratado el papeleo para venir hasta aquí me recomienda uno, y siguiendo el mapa llego al mismo sin problemas. El supermercado no tiene nada que ver con lo que estamos acostumbrados en occidente. El local es una caseta cutre de color blanco, sin ningún tipo de indicación, muy estrecha y llena de estantes con comida.

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La dueña me atiende amablemente, pero es muy complicado entenderme con ella, pues solo habla ruso. Poco a poco nos vamos entendiendo, y voy cogiendo la comida que me subiré al Elbrus. Compro varios tipos de bollos y galletas para los desayunos, sal, azúcar, sopas, queso, salchichas, salami, latas de atún, pan, etc. En total 40 euros. Desde España ya me había traído la comida más especializada para las cenas, con sobres de arroz, pasta y sobres deshidratados especiales para montaña, así como barritas energéticas y geles. Por lo tanto, entre lo que tenía y lo que he comprado creo que tengo suficiente para aguantar alrededor de una semana a 4.100 metros, en espera de encontrar el día propicio para ascender la montaña más alta de Europa.

Regreso andando a Cheget y de camino compro, en una tienda de material de montaña, tres cartuchos de gas que necesito para poder cocinar con el hornillo de montaña. Como algo en un pequeño restaurante y regreso a la habitación del hotel, donde organizo la mochila con toda la comida para hacer mañana un porteo a 4.100 metros. Una siesta reparadora sienta de lujo, mientras fuera la sempiterna lluvia y la espesa niebla empiezan a dejar una sensación de nostalgia y tristeza en el ambiente, que espero sea pasajera.

 

Juan, “personal shopper” en tierras rusas.

Club Deportivo 7 Cumbres

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