29 y 30 de julio de 2012

Domingo-Lunes, 29-30 de Julio de 2012: (Reflexiones desde Rusia) (Madrid-Moscú-Mineralnye Vody-Cheget):

Han pasado 6 años desde la última vez que pisé tierras rusas, y ahora me encuentro de nuevo, como si de un “deja vú” se tratará, en busca del mismo objetivo que antaño se resistió, el coronar la cima más alta de Europa. Sin embargo, las circunstancias son muy diferentes a esa primera vez. Durante varios años he compartido expediciones a las 7 cumbres en compañía de Pablo Martín, con quién empezé este reto tan bonito y desafiante de viajar por el mundo escalando la montaña más alta de cada continente y haciendo obras sociales entre los niños que viven en los alrededores de esas montañas; y mediante el cual hemos vivido momentos muy intensos y llenos de grandes experiencias. La montaña la entiendo como una escuela de vida, es un reflejo de lo que somos como personas, un espejo donde mirarse a uno mismo y conocerse, un campo de juego donde afrontar retos y tratar de ser capaz de superarlos.

Durante un tiempo compartía esas visiones con mi compañero, pero las experiencias vividas te van mostrando que el camino a seguir debe ser aquel donde uno se siente en plena armonía; y mi nuevo camino es seguir con este reto en solitario. Es una situación que por un lado te provoca muchas dudas; ¿seré capaz?, ¿podré organizar toda la logística de forma independiente, sin ayuda?, y tantas cuestiones que si uno se lo pensara en demasía ni siquiera lo intentaría. Sin embargo, esta nueva situación me la tomo como un acicate que me ayude a madurar como alpinista, como persona, como un catalizador que me ayude a superar obstáculos, solventar dificultades, y lograr objetivos que una vez fueron sueños en mi cabeza, pero ahora se plasman sobre el terreno. Es algo indescriptible y difícil de explicar, pero como me siento capaz de ello, me he dicho, ¿por qué no intentarlo?.

Después de la exitosa ascensión al McKinley (6.194m), en Junio de 2011, me quedaban 2 montañas por ascender dentro del Reto 7 Cumbres Solidarias, el Elbrus y el Everest.

Tras sopesar las opciones y posibilidades me decanté por intentar el Elbrus este verano, entrenando duramente los últimos meses para poder afrontar este nuevo reto, que supone un gran desafío tanto físico como mental. Entre el McKinley y el Elbrus ha pasado un año, y mi vida ha cambiado considerablemente; me casé con Marta, la mujer que amo con locura, y como comentaba anteriormente el proyecto 7 cumbres desarrollado conjuntamente entre Pablo y yo ha finalizado. El Elbrus supone así un punto de inflexión en este proyecto, pues regreso sin mi compañero, pero con los ánimos por todo lo alto, confiando plenamente en mis posibilidades. Además, las casualidades del destino me llevan ahora a la montaña gracias a la cual conocí a mi mujer, cuando ella hacía las narraciones del vídeo de la anterior expedición al Elbrus, en 2006. La voz de mi mujer, que siempre me inspira, será la fuerza que me acompañará en este viaje en solitario.

Estas son unas humildes reflexiones y pensamientos que quiero compartir con vosotros, mientras divago sobre las circunstancias vitales que me han traído hasta esta cafetería del aeropuerto de Moscú, desde donde espero al próximo vuelo que me llevará a Mineralnye Vody, puerta de entrada del Elbrus.

Inicio mi viaje en Barajas, en la madrugada del domingo 29 de Julio. Parezco una mula de todo el peso que llevo: 27 Kg de petate con todo el material de montaña, una mochila de mano de 12 Kg y maletín para ordenador y equipos tecnológicos de 5 Kg. Facturo sin problemas y tras un vuelo cómodo de unas 5 horas llego al aeropuerto principal de la capital rusa.

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En Moscú recojo todo el equipaje facturado y me toca facturar de nuevo. No todo iba a salir de perlas y esta vez me dicen que tengo que pagar sobrepeso. ¡Me paso por solo 4 Kg en el peso máximo permitido para el petate y tengo que pagar 50 euros de multa! !Menudo robo! Al final el agente me permite sacar peso del petate y pasarlo a la mochila de mano, que acaba llena hasta arriba, con 16 kilitos de compañía, pero por lo menos me ahorro pagar.

Tras una larga espera de 8 horas retomo el viaje en un nuevo avión que me lleva hasta Mineralnye Vody en apenas 2 horas. La aerolínea rusa Aeroflot ha renovado su flota de aviones, y ya no te toca viajar en un destartalado Tupolev, donde en otra ocasión he visto como se caía un trozo del fuselaje interno al aterrizar. Ahora, los nuevos Airbus hacen el viaje más seguro, aunque la estrechez de los asientos no los hacen precisamente cómodos.

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Al llegar al pequeño aeropuerto de Mineralnye Vody me recibe la lluvia, la cual me acompañará durante toda la jornada restante. Recojo el petate y un conductor que he contratado me lleva hasta el valle de Baksan, punto de partida para la ascensión al Elbrus. Vamos en un coche muy antiguo, que tiene más años que matusalén, quizás 30 años y sin exagerar. Es un vestigio de la guerra fría que todavía perdura por esta zona. Tengo que andarme con ojo, porque el maletero no cierra bien y incluso se abrió en marcha, teniendo que parar en plena carretera para cerrarlo de nuevo. Además el conductor iba en plan Fittipaldi sacando el máximo partido a su “bólido” ruso. Atravesamos una región muy militarizada, con varios puestos de control en la ruta y donde hasta he visto algún que otro tanque. La cercanía con Georgia, con quien Rusia ha tenido varios conflictos políticos, justifica semejante control. Tras atravesar una zona más llana por una “autopista”, llegamos al inicio del valle de Baksan, por donde se adentra una carretera secundaria rodeada de altas y bellas montañas cubiertas de vegetación, aunque las nubes impiden disfrutar en plenitud del bello paisaje. Hay que tener mucho cuidado con las vacas que campan a sus anchas y cruzan la carretera por donde mejor les conviene.

Por fin, tras unas 3 horas y media desde Mineralnye Vody, llego a Cheget, un pueblecito cerca del final del valle de Baksan, donde me alojo en un hotel con pleno estilo ruso, que parece a medio construir, pero donde por lo menos la habitación está genial, y puedo descansar tranquilamente tras cerca de 24 horas de viaje.

Mi cabeza vuela ya en dirección a un nuevo sueño.

¿Qué me deparará el destino?, !quién lo sabe!. Solo espero poder subir a esta bella cima, la más alta de Europa, y regresar a casa para compartirlo con mi gente. ¿Qué más se puede pedir?

 

Juan, reflexionando desde lo más profundo del valle de Baksan

Club Deportivo 7 Cumbres

E-mail: siete_cumbres@hotmail.com