Crónica 4. Jueves-Viernes, 10-11 de Diciembre de 2015: (Ascenso al Cayambe, 5.790 m)

En los planes iniciales de la expedición quería ascender el Cotopaxi, uno de los volcanes más bellos de la Tierra, pero la montaña entró en erupción en agosto y aún continúa emanando humo y gases desde su cráter, por lo que está cerrada al público. Por ello, decidí cambiar de objetivo y ascender el Cayambe, de 5.790 metros de altura, una montaña mucho más técnica y difícil que el Cotopaxi. El Cayambe es la tercera más alta de Ecuador, después del Chimborazo y el Cotopaxi, y tiene la peculiaridad de ser el punto más alto y el más frío de la tierra por donde pasa la misma línea del ecuador.

Me levanto, termino de preparar la mochila, y desayuno en un pequeño restaurante local cerca del hotel. Un taxi me lleva a una estación de autobuses, donde cojo el bus hacia el pueblo de Cayambe, a unos 65 km al norte de Quito. El trayecto dura alrededor de 1h 30min. y a las 12:00 me reúno con Fernando Iza, un guía ecuatoriano, con el que intentaré subir el Cayambe, debido a lo peligroso que sería hacerlo en solitario. Fernando es el dueño del refugio de los Ilinizas y lo conocí durante los días que fui al Iliniza Norte. Acto seguido cogemos un jeep 4×4 para que nos lleve al refugio del Cayambe (Bergé-Oleas- Ruales), a 4.650 m. Con el día nublado iniciamos la ruta al refugio, sin poder disfrutar de las espectaculares vistas al Cayambe. Desde el pueblo sale una pista que va ascendiendo progresivamente por laderas llenas de pastos, donde las vacas campan a sus anchas. Vamos ganando altura, avanzando por buena pista, pero en la zona más alta la pista empieza a ser muy pedregosa y sólo los 4×4 pueden circular. De hecho en la última parte antes de llegar al refugio hay unas zetas tremendas que suben por una pared bastante vertical.

Tras 1h 30min. alcanzamos el Refugio del Cayambe. El refugio es bastante grande, con tres plantas, caben hasta 50 personas, y está muy bien equipado.

Se  sitúa  en  el  borde  de  uno  de  los  glaciares  que  baja  del Cayambe, que hoy día debido al cambio climático ha retrocedido espectacularmente.  Allí  coincido  con  otros  montañeros:  una pareja de alemanes, tres chicos de Costa Rica y dos ingleses. Por la tarde aprovecho para dar un pequeño paseo alrededor del refugio, pues las nubes empiezan a retirarse y permiten que contemple   en   toda   su   grandeza   el  Cayambe,   emergiendo imponente justo detrás del refugio. Empieza a hacer frío con la caída de la tarde y vuelvo a la comodidad y calor del refugio. A las 18:00 ceno una sopita de quinua muy rica y una deliciosa trucha con patatas. A las 19:00 me voy a dormir, pues mañana toca madrugar.

La ascensión al Cayambe se realiza de noche para evitar subir por el glaciar con el sol calentando la nieve, lo que hace que sea muy peligroso cruzar las innumerables grietas que hay en la montaña. Así, a las 23:00 nos despertamos, desayunamos y nos vestimos de montañeros, abrigándonos adecuadamente para salir al frío de la noche montañera. A las 24:00 iniciamos la ruta. Hace una noche perfecta para subir, con poco viento, sin apenas frío, sin nubes y con un cielo infinitamente estrellado. Al estar en la latitud 0, es curioso poder observar constelaciones del hemisferio norte, como Orion o la Osa Mayor, junto con constelaciones del Hemisferio Sur, como la Cruz del Sur.

Al principio ascendemos por terreno rocoso, subiendo por una pared y por caminos entre rocas, hasta llegar después de 1h 30min al borde del glaciar, a 4.900 metros. Allí nos ponemos los crampones y nos encordamos, antes de entrar en el glaciar. La primera parte del glaciar es mitad hielo, mitad roca. El crujido de los crampones en el hielo es el único sonido que escuchamos, pues avanzamos en silencio, concentrados en la ascensión y en nuestros pensamientos. Subimos en plena oscuridad, tu campo de visión son los metros de alcance de la luz del frontal, y no tienes conciencia de lo que te rodea.

Avanzamos a buen ritmo, sin prisa, pero sin pausa. Tras atravesar la parte del glaciar con hielo, ascendemos por pendientes empinadas, ya con nieve dura. Al rato empiezan a hacer acto de presencia las primeras grietas. Las primeras son pequeñas y se saltan sin problemas, pero más arriba hay grietas enormes que tenemos que saltar por su punto más estrecho o atravesarlas por puentes de nieve que se forman uniendo los dos labios de la grieta. A 200 metros de la cima hay una grieta enorme, que podemos saltar, pero con muchísimo cuidado. Otros años estaba tan abierta que era imposible cruzarla y seguir hacia la cima. Saltar una grieta da mucho respeto y hay que tener mucho cuidado. Te acercas hasta el borde, fijas tu vista en un punto del labio de enfrente de la grieta y sin pensarlo saltas. La adrenalina fluye a raudales, pues un paso en falso te haría precipitarte al fondo, al vacío más insondable. Por ello, ir encordados es fundamental y da gran seguridad, pues si alguien se cae, el compañero puede ayudar para sacarlo de una grieta.

Seguimos ascendiendo por una ladera empinada donde hay que ir muy atento para no resbalar. Por suerte no hay hielo y la nieve está en unas condiciones perfectas. Poco a poco empiezo a notar el esfuerzo y la altura y mi ritmo se enlentece. Cada pocos pasos tengo que parar a tomar aliento. Pero el tesón y la pasión hacen que siga adelante. ¡No contemplo el volverme! Todo éxito conlleva un esfuerzo y ahora estoy pasando mi penitencia. Por suerte, una paradilla a comer y beber algo, hace que reponga energías.

Los últimos metros se hacen interminables, pero por fin a las 6:00 llego a la cima del Cayambe (5.790 m), con las primeras luces del día. Es un momento sublime y me siento muy feliz y dichoso. Me abrazo con Fernando y se me cae alguna lagrimilla. Nunca antes había llegado de noche o amaneciendo a una cima, y es algo indescriptible. De repente el sol empieza a aparecer sobre un mar de nubes, dando un tono rojizo espectacular. Y justo enfrente puedo vislumbrar perfectamente en un día totalmente despejado la Avenida de los Volcanes, con vistas al Antisana en primer plano, el bello Cotopaxi, el imponente Chimborazo en la lejanía, los Ilinizas, y un sinfín de volcanes más. La estampa es bella a reventar.

En la cima estamos apenas 20 minutos, pues hace frío y no queremos bajar muy tarde para evitar los peligros del glaciar cuando los rayos del sol inciden con toda su fuerza. En la bajada puedo ver, ya con las luces del día, los lugares que hemos atravesado a la subida, y realmente es espectacular. Las grietas y las laderas empinadas se muestran en todo su esplendor y puedo ver ahora con  nitidez grietas azuladas,  sin  fondo, algunas tan grandes que cabrían edificios enteros. Con mucho cuidado bajamos por las laderas empinadas, atravesamos el campo de grietas y en 2 horas estamos de regreso al refugio. Llego reventado del esfuerzo y descanso un poco hasta que a las 10:00 nos venga a buscar el jeep para llevarnos al pueblo de Cayambe. Allí me despido de Fernando, y me vuelvo en bus hasta Quito.

Mañana  me  enfrento  a  mi  destino.  En  los  próximos  dos  días intentaré  ascender  el Chimborazo, el objetivo principal de esta expedición. A ver si hay suerte y no pago el esfuerzo hecho hoy en el Cayambe.

 

Juan, celebrando el día internacional de las montañas desde el punto más alto por el que pasa el ecuador.
Club Deportivo 7 Cumbres