Cristóbal Colón, un misterio sin resolver (1492 – 1504)

Dolores E. Pérez

Bibliografía: Boletín 25 SGE. Noviembre 2006

La muerte de Cristóbal Colón en Valladolid, en mayo de 1506 ponía fin a una vida llena de misterios que continúan sin descifrar plenamente cinco siglos después. El protagonista del hecho más trascendental de la historia moderna se rodeó toda su vida de una aureola de misterio que le ha convertido en un personaje polémico, confuso y controvertido. A Colón se le ha tachado de visionario, genio, místico, héroe, cruel y ambicioso, pero también hay quien le ha calificado de mal administrador y empresario sin experiencia. A pesar de todo, es indiscutible que Colón realizó una hazaña extraordinaria y prestó a la Corona un servicio que puso a España a la cabeza del mundo.

Colón murió en Valladolid, el miércoles 20 de mayo de 1506, víspera de la Ascensión, rodeado de sus hijos Diego y Hernando. Con él se llevó la clave para conocer algunos de los secretos que guardó celosamente toda su vida, desde su verdadero origen hasta sus conocimientos de la existencia de América previos al famoso viaje de 1492. Como apunta Anunciada Colón de Carvajal en el prólogo del Catálogo de la Exposición recientemente celebrada en el Museo Naval de Madrid, la documentación que hoy se conserva sobre su nacimiento, infancia y vida antes de 1492 es escasa y los historiadores han trabajado siempre sobre hipótesis y sobre documentos “de autores que conocieron al Almirante, fueron contemporáneos suyos o tuvieron contacto y relación con sus hijos o con sus hermanos, Bartolomé y Diego. Sin embargo, en algunos casos, estos testimonios llegan a ser no coincidentes o contradictorios. Por el contrario, las fuentes documentales posteriores al viaje del descubrimiento nos permiten conocer multitud de detalles sobre la trayectoria colombina, sus intenciones e, incluso, sobre su vida íntima y sentimientos personales. Especialmente valiosa es la documentación privada, abundantísima, si la comparamos con la que se conserva de otros personajes históricos; no en vano sus contemporáneos decían “escribes más que Colón”.

Pese a esta abundante documentación y después de cinco siglos de especulacio nes y estudios, tanto su figura como sus hazañas continúan envueltos en la polémica. Su vida parece una colección de incógnitas sin respuesta: ¿de dónde procedía?, ¿si era genovés, por qué no hablaba italiano?, ¿nació realmente en 1451?, ¿era un simple tejedor?, ¿fue pirata?, ¿tuvo contacto con los templarios?, ¿cómo conocía los vientos alisios?, ¿y la leyenda de Eric el Rojo?, ¿murió realmente sabiendo que había descubierto un nuevo continente?, ¿le confesó el camino a América un piloto moribundo que falleció en sus brazos?, ¿era judío como sostuvo Wiesenthal?, ¿era converso?.

Ni siquiera sobre su muerte que este año se ha conmemorado, hay demasiadas certezas. Murió en Valladolid, de eso hay constancia, pero la historiografía discute si el 20 y 21 de mayo y se ignora el lugar exacto. Consuelo Varela una de sus mejores biógrafas y estudiosas, sostiene que “ni conocemos cuándo fue efectuada la exhumación del cadáver del convento de San Francisco de Valladolid, ni quién llevó el cuerpo hasta Sevilla”. Colón, después de muerto, tuvo también un quinto viaje a América. “Viajó más muerto que vivo”, apunta Eslava Galán, autor de “El enigma de Colón y los des cubrimientos de América”, un libro en el que se resumen de forma muy amena todos los “misterios” en torno a Colón y al encuentro con el Nuevo Mundo.

Hay historiadores muy solventes, como Carlos Fernández Shaw, que aseguran que “hoy día contamos con una cantidad razonable de datos históricos y cuestiones colombinas resueltas –o, al menos, con un estado de la cuestión lo suficientemente definido para saber si se podrá o no llegar a saber más en el futuro–”. También es tajante en esta opinión otro de los biógrafos más autorizados de Colón, el anglo-español Felipe Fernández-Armesto, quien afirma que el personaje se ha convertido en uno de los preferidos por los amantes de lo esotérico y lo misterioso, que han ido tejiendo una aureola de fantasías, la mayor parte sin fundamento. “La atracción entre Colón y los chiflados ha sido mutua, y si una de las numerosas comisiones para conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América ofreciera un premio a la teoría más estúpida sobre Colón, el concurso sería muy reñido”, afirmaba en 1990.

Hay dos textos fundamentales para acercarse a Colón: la biografía conocida como «Historia del almirante» escrita por su hijo Hernando, una joya que se ha reeditado recientemente por Planeta con prólogo de Hugh Thomas, y la “Historia de las Indias” (Alianza), de Bartolomé de las Casas, que trató personalmente al Almirante. Los dos están llenos de lagunas y ni siquiera la biografía de su hijo resuelve el misterio de su origen, a pesar de que viajó por el norte de Italia buscando su rastro.

Sus propios diarios, en los que relata sus cuatro viajes, sólo han sobrevivido parcialmente por copias que hizo el propio De las Casas. En ellos tampoco se pueden hallar certezas. Dicen los estudiosos que el propio Colón quiso ser confuso y no dejar rastro de sus rutas y de su trayectoria vital.

¿DÓNDE NACIÓ?

Se ha dicho que era genovés, gallego, catalán, valenciano, mallorquín, ibicenco, portugués, corso, alemán, inglés, griego, el escandinavo, suizo, vasco y alcarreño. De todas estas teorías, a día de hoy prevalece la tesis genovesa.

Lo que sabemos con certeza es que era un emigrante con aspiraciones de grandeza y por tanto, no quería que se conociera su condición modesta. Consuelo Varela intuye que “Colón se estará riendo y mucho. Porque, al fin y al cabo, lo que quería es que se hablara de él. Era un gran megalómano, pero, a la vez, un enfermo: pensaba que había hecho algo muy grande y le obsesionaba que no se le reconociera”. Al descubridor le cabe, en tanto, un gran mérito: “Quiso y pudo disimular su nombre y emborronar su biografía hasta el punto de que no sabemos si era genovés, pirata, judío, gallego, portugués o alcarreño”, expone Urresti, autor de “Colón. El Almirante sin rostro” (Edaf).

Para la historiadora Anunciada Colón de Carvajal, hermana del Duque de Veragua y descendiente del Almirante, el origen está muy claro: “En la familia siempre se dijo que era genovés, porque así lo aseguró su hijo Hernando y porque hay documentos en los que se describe visitas a familiares al Piamonte”.

En general, parece admitido y probado que Colón nació en torno a 1451 en Génova. Sus padres fueron Domenico Colombo, tejedor que al parecer también debió poner una taberna y vender quesos, y Susana Fontanarosa, hija de tejedores. Tuvo otros tres hermanos, dos de los cuales serían famosos. Sabemos también que estuvo casado primeramente con Felipa Perestrello, hija de un feudatario de la isla de Porto Santo (Madeira), hecho que lo ayudó mucho, ya que le permitió viajar mucho por esa área. Tenía un hijo, Diego, y vivía sin legalizar por la Iglesia con Beatriz Enríquez de Arana, a la que quiso pero con la que no se casó. Con ella tuvo un hijo natural, Hernando o Fernando, primer biógrafo del genovés.

¿CÓMO ERA SU ROSTRO?

El rostro de Colón es otra parte del enigma ya irresoluble. Los expertos han contabilizado al menos setenta cuadros, pintados entre el siglo XVI y XVIII, en los que aparentemente aparece el descubridor. No hay ninguno que se parezca entre sí. Con barba, sin barba, flaco, entrado en carnes, tímido, agresivo, rubio, moreno… No hay ninguna unanimidad. El más cercano a su época es el retrato Giovio, firmado por el pintor italiano Paolo Giovio en 1550: nada que ver con el Colón que imaginamos.

¿FUE EL PRIMERO EN LLEGAR A AMÉRICA?

Hoy se sabe con certeza que antes que él hubo otros, probablemente vikingos. Hay también centenares de teorías sobre los primeros “descubridores” de América, que van desde los fenicios (es fácil que llegasen a alcanzar estas costas en algún naufragio), hasta los templarios, pasando por supuesto por los marinos portugueses. Lo que está probado es la presencia de los vikingos en las costas de Terranova y parece muy probable que antes de 1492 llegasen arrastradas por las corrientes algunas embarcaciones que naufragaran en su rumbo hacia Canarias o hacia la costa africana.

¿CÓMO SUPO QUE LA TIERRA ERA REDONDA?

En 1492, fecha del descubrimiento, los textos escritos por los filósofos griegos eran materia obligada en las universidades de toda Europa. Entre ellos se estudiaba a Ptolomeo de Alejandría, quien aseguraba que los planetas son esféricos y giran alrededor de un eje central en lo que llamó el “Universo Geocéntrico”. Esta teoría la explicaba a sus alumnos con un instrumento de varias esferas al que llamó “esfera amilar”, con el cual se demostraba la rotación de los cuerpos celestes y su forma esférica, incluyendo a la Tierra, la cual se consideraba como el centro del universo. Aristóteles, Eratóstenes o Aristarco eran también materia de estudio. Este último se hizo famoso en el año 240 antes de Cristo, al asegurar que la Tierra tenía forma redonda, gira sobre su propio eje y alrededor del Sol. Sus observaciones demostraron que el Sol se halla inmóvil y rodeado de planetas esféricos, que describen órbitas en un fondo de estrellas muy distantes de la Tierra y entre sí.

El astrolabio es un antiguo invento griego que permitía una reproducción tridimensional de la bóveda celeste para calcular la posición del sol y las estrellas, fue utilizado desde el año 180 por los astrónomos árabes, quienes lo hicieron muy popular en toda Europa durante la navegación. El instrumento basaba sus cálculos en el movimiento circular de los astros, tomando en cuenta la redondez de la Tierra.

El Atlas Farnesio, escultura fechada en Roma en el siglo II, representa al dios Atlas de la mitología griega del siglo VI antes de Cristo, sosteniendo el globo terráqueo… es la mejor evidencia para demostrar que 1.192 años antes del mal llamado “descubrimiento de América”, ya en toda Europa se conocía la redondez de la Tierra.

Por tanto, en contra de lo que se ha venido repitiendo durante siglos, antes del viaje de Colón ya se sabía que la Tierra era redonda y en toda Europa existían mapamundis redondos de madera y representaciones artísticas en las que aparece representada la Tierra como un globo.

¿POR QUÉ ESTABA TAN SEGURO DE LA EXISTENCIA DE LA RUTA A LAS INDIAS?

Cuando se le preguntaba a Colón sobre su seguridad en la existencia de otras tierras más allá del horizonte, lo resumía aludiendo a la Providencia Divina; y con ese argumento, convenció a los Reyes Católicos… Colón decía: “Me abrió Nuestro Señor el entendimiento para navegar de aquí a las Indias, y la voluntad para la ejecución de ello; y con este fuego vine a Vuestras Altezas”… Pero ¿cómo sabía realmente Colón la ruta a seguir…? Lo cierto es que antes del descubrimiento existían muchos mapas de rutas marítimas y Colón tenía como profesión la cartografía, lo que le hacía estar en contacto con muchos marinos aventureros. Un astrónomo florentino llamado Paolo del Pozzo Toscanelli, dieciocho años antes del viaje de Colón, comercializaba un mapa, donde aparece con lujo de detalles de América, incluyendo una región denominada “Antilia” . Está también el famoso mapa del almirante turco Piris Reis, descubierto en 1929, en el Museo Topkapi en Estambul, que parece anterior al descubrimiento de América. En él se muestran detalles geográficos del nuevo continente, con coordenadas casi idénticas a los mapas modernos. Estos mapas demuestran que América era conocida, así como la redondez de la Tierra.