Humboldt y Bonpland (1799-1804)

Josefina Gómez Mendoza

La herencia de Humboldt

Bibliografía: Boletín 20 SGE. Marzo de 2005

La Sociedad Geográfica de Berlín (Gesellschaft für Erdkunde zu Berlin) fue fundada en abril de 1828. Era la segunda después de la de París que lo había sido en 1821 y anterior a la Royal Geographical Society de Londres que no se fundó hasta 1830. La geografía alemana inauguraba así un siglo de esplendor. Sin duda la geografía del siglo XIX debe ser considerada ante todo ciencia alemana; sólo las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y el relevo en el protagonismo por parte de la geografía francesa, la llevaron a un segundo plano.

NACIMIENTO Y ETAPA EXPEDICIONARIA Y COLONIAL

Nada hacía presagiar que el Berlín de la época fuera capaz de acoger una institución de este tipo. Al menos esa es la opinión del gran geógrafo y expedicionario por Asia, Ferdinand von Richthofen (1833-1905), que había de presidir la Sociedad a finales del siglo XIX: “Berlín era una ciudad pequeña, que ofrecía pocas perspectivas vitales y muy estrechos horizontes intelectuales. Los berlineses ilustrados tenían poca ocasión de intercambiar ideas”. Pero el hecho de que Alexander von Humboldt pronunciara en Berlín en 1827 y 1828 sus famosas conferencias sobre el cosmos suministró el impulso necesario para la creación de la Sociedad. Un amigo de Humboldt, el cartógrafo Heinrich Berghaus, aprovechó la ocasión para hacer un llamamiento en pro de la creación de una Sociedad Geográfica (Lenz, 1978 a y b). La otra circunstancia que ayudó a la creación fue que Carl Ritter, considerado, junto con Humboldt, creador de la geografía moderna, ocupara la primera cátedra de geografía en la Universidad de Berlín y en la Academia Militar: fue elegido primer presidente de la Sociedad, y como tal se mantuvo hasta su muerte en 1859, el mismo año que Humboldt.

Aunque tuvo desde el principio socios importantes, la Sociedad de Berlín no consiguió en los primeros decenios el reconocimiento público suficiente y careció de solvencia financiera para sufragar expediciones y proyectos de envergadura. De ello se quejó el propio Ritter.
A mediados del siglo XIX, se iniciaba una nueva etapa de la Sociedad de Berlín, la fase más expedicionaria. Uno de los socios distinguidos, Heinrich Barth, que la acabó presidiendo de 1863 hasta 1865, año de su muerte, había participado en varias expediciones a África Central: de ellas dio cuenta en la Sociedad y, con su mediación, la Sociedad Geográfica de Berlín se convirtió en un centro neurálgico de la tradición expedicionaria alemana. Los exploradores Gustav Nachtigal y Hermann von Wissman dieron cuenta de sus viajes en ella; la Sociedad patrocinó las expediciones polares alemanas (1901-1903) y desempeñó un papel importante en la expansión de las colonias e intereses alemanes en África. Momentos estelares en la vida de la Sociedad fueron las conferencias que en ella pronunciaron grandes exploradores como Sven Hedin (1903), Roal Amundsen (1907 y 1912), Sir Ernest Shackleton (1910), Robert E. Peary
(1910) y Alfred Wegener (1929), entre los más relevantes. La Sociedad de Berlín editaba desde 1868 una revista Die Erde que se sigue publicando en la actualidad.

Otras veinticuatro sociedades geográficas se crearon en Alemania y Austria en el siglo XIX, y ya sólo otras cinco antes de la Segunda Guerra Mundial. Las más tempranas fueron la de Francfort en 1836 y la de Darmstadt de 1845, seguidas de las de Leipzig, Dresde y Münich en los años sesenta, 1861, 1863 y 1869 respectivamente. De los años setenta son las de Dresde, Halle, Hamburgo, Friburgo, Hannover y Karlsruhe y de los ochenta, las de Jena, Lübeck. Königsberg, Stuttgart, Greisswald, Kassel (todas de 1882) seguidas de la de Colonia en 1887. Es el momento de mayor impulso creador.

Todas ellas tenían objetivos similares a los de la de Berlín pero ninguna alcanzó su dimensión (ésta llegó a tener más de 1.300 socios) y esplendor. En todo caso, la mayor parte de las Sociedades enunciadas se mantienen.

LA FASE ACADÉMICA Y CIENTÍFICA DE LA SOCIEDAD DE BERLÍN

En el año 1899 von Richthofen se había hecho cargo de la cátedra de geografía de Berlín, culminando un momento de expansión de la geografía universitaria en Alemania. Se habían creado cátedras de geografía en Leipzig y en Halle en 1871 y 1873 respectivamente (nótese la coincidencia con la fecha de fundación de las Sociedades), y un año después, en 1874, el gobierno prusiano decidía establecer cátedras de geografía en todas las universidades del Estado. Esta iniciativa dio apoyo institucional a los geógrafos y situó en primera línea a Friedrich Ratzel (1844-1904) que había viajado mucho como periodista por Estados Unidos y que ocupó la cátedra de Munich en 1875; también a Ferdinand von Richthofen, conocido por su expedición por el interior de Asia y sus estudios de geomorfología china, lo que le había llevado, a su vuelta a Alemania en 1872, a defender ardientemente la presencia de Prusia en este país asiático. Ocupó la cátedra de Bonn en 1877, luego la de Leipzig y finalmente la de Berlín. En 1914 había veintitrés cátedras universitarias en Alemania, algo sin parangón en los demás países europeos donde o no había o sólo había una universidad con enseñanza independiente de geografía.

La institucionalización universitaria de la geografía alemana la había convertido en un modelo para las Sociedades francesas e inglesas. En el caso francés, la derrota ante Prusia de 1871 había hecho que Alemania fuera considerada el ejemplo que había que seguir. La idea repetida era que “la responsabilidad de la derrota de Sedan correspondía más al profesor de geografía e historia que al militar”, en la medida en que no habría sabido inculcar el suficiente conocimiento del territorio patrio y, por ende, amor patrio. Se citaba en muchos cenáculos la supuesta frase de Goethe sobre que los franceses no sabían geografía.

Al prestigio académico de la geografía alemana, en el Gymnasium y en la Universidad, se sumaba el editorial y cartográfico. El caso más conocido es el del Instituto Geográfico de Justus Perthes en Gotha, de donde salieron entre otros los célebres atlas Stieler Handatlas, además de anuarios estadísticos, mapas murales y revistas como la célebre Petermans Mitteilungen. Todo ello contribuyó a convertir en el último tercio del siglo XIX a la geografía alemana en modélica. En 1899 se había celebrado en Berlín el Congreso Internacional de Sociedades Geográficas.

Sin duda esta reputación estuvo en el origen del acercamiento de las Sociedades hacia la geografía científica y de la discusión metodológica que se produjo. Junto a las conferencias vespertinas dedicadas al gran público, se fueron introduciendo en la de Berlín, sesiones y seminarios dirigidos a un público más reducido y especialista. Como otras veces, en esta inflexión de la Sociedad de Berlín tuvo bastante que ver la influencia de una figura de peso, en esta ocasión la de Albrecht Penck (1858-1945) geomorfólogo de prestigio internacional, catedrático (profesor Ordinarius) del Instituto de Geografía de Berlín, miembro de la Junta de la Sociedad entre 1907 y 1930 y durante bastantes años su presidente. Atrajo a personalidades relevantes pero también a sus estudiantes y discípulos que fueron acudiendo a la Sociedad y tomando protagonismo. De modo que en este derrotero, la conmemoración del centenario de la sociedad en 1928 fue también la ocasión de su consagración científica.

LAS SOCIEDADES ALEMANAS EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y LA CREACIÓN DE LA UNIÓN GEOGRÁFICA INTERNACIONAL

El primer congreso internacional de geografía se celebró en Amberes entre el 14 y el 22 de agosto de 1871. A partir de entonces fueron las Sociedades de Geografía las que se hicieron cargo de la organización de los sucesivos congresos. Era la edad de oro de las Sociedades. De este modo se suceden el Congreso de París de 1875, a instancias de la Sociedad de París, el de Venecia, por invitación de los geógrafos de esta ciudad y aceptación de la Sociedad de París que actúa en todo momento de primun interpares. En agosto de 1889, la serie de conferencias que tuvo lugar con motivo de la Exposición Universal es igualmente reconocida por la Sociedad de Geografía de París como Cuarto Congreso Internacional. A partir de entonces se fue estableciendo la tradición de relevo de las Sociedades y de las sedes para la organización de los congresos, que no pasaban de ser, como ocurría entonces con multitud de otros congresos, asambleas efímeras que no dejaban la huella de una estructura permanente, pese a los votos que se solían hacer para que así fuera. En este sentido en el Congreso de Venecia ya mencionado se había afirmado que era necesario crear una “Oficina Central” que se ocupara de la difusión de las resoluciones del Congreso y de la comunicación entre sociedades. Las siguientes convocatorias fueron las de Berna en 1891, Londres 1895, y bajo la responsabilidad de la Sociedad de Berlín, la de esta ciudad en 1899. En este último congreso del siglo, la oficina central puso de manifiesto la falta de resultados en la toma de contactos intentada con los gobiernos y las sociedades geográficas del mundo. Pese a ese fracaso relativo la organización central se mantuvo, y así se celebraron los congresos de Washington (1904), Ginebra (1908) y Roma (1913).

Es precisamente en Roma en donde surge la iniciativa de instituir una Unión Internacional de Sociedades de Geografía, resolución que firmaron entonces las de Roma, Madrid, Lisboa, Ginebra, Londres, Berlín, Viena, Nueva York, París, San Petersburgo y Copenhague a las que se habían de unir las de Bruselas, Amsterdam, Cristiana, Estocolmo y Budapest. El estallido de la guerra impidió que se llevara a la práctica la resolución y deparó un destino segregado a las sociedades alemanas y más en concreto a la de Berlín.

En el proceso de internacionalización de la geografía llama la atención pues, en comparación con otras ciencias, el papel relevante que habían tenido las Sociedades nacionales o regionales, para difundir la información, actuar como grupo de presión respecto de los gobiernos, consultar sobre las cuestiones que se les plantearan y sintetizar el estado de los conocimientos en los distintos campos.

El modelo de internacionalización que se plantea a partir de la guerra va a cambiar, al restar protagonismo y responsabilidad a las Sociedades y al establecer un boicot de hecho a Alemania y a las Sociedades alemanas (Robic, 1996). La forma definitiva de la Unión Geográfica Internacional (UGI), cuya existencia se planteó ya en el Consejo Internacional de Investigaciones de 1919 (Conseil International de Recherches, CIR) y se ejecutó el 27 de julio de 1922, ratificaba el apartamiento de las Sociedades, aunque los comités nacionales ante la UGI se mantenían con carácter estatal, con lo que en muchos de ellos la presencia de las principales Sociedades estaba garantizada porque esa venía siendo la tradición. El CIR y la UGI son de hecho creación de los Aliados y mantenían la marginación de las potencias centroeuropeas, mostrando la ruptura producida por la guerra entre las comunidades científicas y culturales. En el caso de la geografía, la intención de no abrir las puertas a Alemania, al menos al principio, fue evidente. La voluntad de normalización política que significó el Tratado de Locarno de 1925, con la entrada de Alemania en 1926 en la Sociedad de Naciones, se retrasó en el caso científico: las Sociedades científicas alemanas prefirieron proceder a un contraboicot y en ningún momento admitieron negociar con el CIR. De hecho la situación no se normalizó en el caso de la mayor parte de las ciencias hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Así ocurrió con la geografía con el hecho sobreañadido de la peculiar situación vivida por los geógrafos y sus organizaciones durante el régimen nazi.

LAS SOCIEDADES ALEMANAS DURANTE EL NACIONAL SOCIALISMO

La geografía responde muy bien a la situación descrita. Primero la geografía alemana fue excluida por los Aliados y, luego, algunos de sus responsables vinculados al Nacional Socialismo se opusieron en los años treinta a todo intento de conciliación.

A decir de Carl Lenz (1978), presidente en los años setenta de la Sociedad de Berlín y “biógrafo” de la misma, la Sociedad de Berlín pasó por considerables dificultades durante el periodo nazi. El que se pudieran proseguir las publicaciones se debió en buena medida al último ministro prusiano de Cultura, Friedrich Schmidt-Ott, y al geógrafo Carl Troll (1899-1975), discípulo de Penck y llamado a ser la cabeza visible de la geografía alemana de postguerra y de la reconciliación. En los años treinta Troll era objeto sin embargo de la inquina (por razones desde luego profesionales, probablemente también científicas) de otro gran geógrafo y teórico del paisaje, Siegfried Passarge (1867-1958), este con clara obediencia política hasta el punto de haber sido nombrado Reichsobmann für Geographie (jefe nazi para la geografía). Passarge se opuso frontalmente a la demanda que le hizo Emmanuel de Martonne, presidente de la UGI en 1933 de incorporación a la misma. Troll prefirió refugiar a la Sociedad de Berlín en el trabajo y organizó en 1938 el Congreso sobre Exploración geográfica y fotografía aérea, de reducida trascendencia por las razones comentadas, pero con acierto temático evidente.

En plena guerra mundial se celebró una llamada reunión de geógrafos europeos en Würzburg, a instancias de Schmieder de Kiel y Krebs de Berlín, que se presentaba como alternativa a la UGI, pero que por razones obvias se convirtió de hecho en una reunión germano-italiana a la que asistieron por parte española, Juan Dantín Cereceda y José Gavira.

Es difícil medir la influencia del Nacional Socialismo en la geografía del momento. Se ha dicho que se habría sobrevalorado el papel de la geopolítica sobre el ideario nazi pero sin duda la insistencia sobre el lebensraum (espacio vital), el Volk (el pueblo) y la raza como conceptos centrales de la geografía humana marcaron la continuidad de la época nazi con los fundadores de la geopolítica, Ratzel y Haushofer. La geografía del Nacional Socialismo evitaba la neutralidad científica y se dedicaba a un mundo germanocéntrico.

“La geografía nacional es para nosotros la geografía total, mirar con ojos alemanes y desde el punto de vista alemán a Alemania en el mundo”, insistiendo sobre el papel creativo del pueblo alemán en el paisaje cultural de Europa. (Elkins, 1989).
Hubo censura, autocensura, persecución y diáspora. Carl Troll, una de la figuras más relevantes de la Sociedad de Berlín y de la geografía alemana y mundial, que se había opuesto al Nacional Socialismo antes de la llegada de éste al poder y que no había hecho gestos de aceptación del régimen, aunque tampoco había tenido que salir de Alemania, se encargó de reivindicar la geografía de su país en la inmediata postguerra en un célebre artículo de 1948 sobre la “La ciencia geográfica en Alemania durante el periodo 1933-1945. Crítica y justificación”, publicado por los Annales de la Asociación de Geógrafos Americanos. Se trataba de expurgar la literatura del periodo nazi de falsificaciones y tergiversaciones incompatibles con la verdadera ciencia (Troll, 1948; Gómez Mendoza, 1994). Se trataba de separar en el pasado lo “bueno” de lo “malo”, siendo lo malo lo comprometido con el régimen nacionalsocialista. Depurar, por ejemplo, la verdadera geografía política y los elementos respetables de Ratzel y Haushofer del mal uso que se había hecho de ellos. En la interpretación de Troll, la geografía física se habría mantenido más resguardada de la contaminación política que la humana.

Todas ellas se valen de reuniones y seminarios más o menos especializados y de viajes de los socios y, eventualmente, de apoyo a expediciones. La de Berlín mantiene sin duda la mayor iniciativa. Organiza viajes geográficos, cortos o largos, bajo dirección experta; administra los fondos de subvención Carl Ritter, Ferdinand von Richthofen y Albrecht Penck, creadas todas ellas en el año de la muerte de los mencionados presidentes. En 1959 se creó una nueva línea de subvención Von Humboldt-Ritter-Penck con el mismo objetivo de apoyar la investigación de geógrafos alemanes.

Su última iniciativa ha sido convocar para octubre 2005 un congreso internacional con motivo del Centenario de Richthofen, con el título “Hombre y medio en Asia Central”. En torno a la figura de Richthofen, uno de los primeros geomorfólogos y estudiosos del Asia central, se convoca a expertos de todo el mundo a debatir sobre geoecología, arqueología e historia cultural, historia, ciencias sociales y cartografía asiáticas.