La Colección de Cartografía de la Real Biblioteca comprende unas siete mil descripciones; de ellas, mil seiscientas corresponden a cartografía manuscrita. El proyecto de catalogación, ya concluido, se desarrolló en formato MARC21 (http://www.loc.gov/marc), que incluye campos específicos para la descripción cartográfica. En una una nota local se ha recogido información sobre la ilustración –«de barcos», «Tipos naturales», etc.–, elementos de interés para los historiadores de la náutica o para antropólogos y etnólogos. También se ha normalizado en el campo correspondiente el nombre de los grabadores, dibujantes o ilustradores. El catálogo está en línea, integrado en IBIS (Base de datos bibliográfica de Patrimonio Nacional), y puede consultarse en esta dirección:

El fondo cartográfico comprende una amplia variedad de tipología en sus piezas, con los grandes atlas de los siglos xvi y xvii –Mercator, Ortelius, Blaeu–, cartas naúticas de los siglos xvi y xvii –Riczo Oliva y otras cartas, holandesas, del Seiscientos, por ejemplo–, mapas impresos y manuscritos presentes en los ricos fondos americanistas, gran número de mapas franceses del xviii, plegados y en rollos, mapas y planos de las campañas africanistas de España del siglo xix y principios del xx que los militares hacían llegar a Alfonso XIII, numerosas vistas de ciudades que van desde las clásicas del xvi de Braun y Hogenberg a vistas grabadas o pintadas en el xix, o la amplia colección dieciochesca de mapas y planos de Tomás López, cuya colección palatina –agrupada en parte en map/391-392– es la más numerosa en España junto con la de la Real Academia de la Historia y la Biblioteca Nacional. Asimismo, se ha considerado pertinente la catalogación de representaciones cartográficas presentes en volúmenes de libros de viajes, que además suelen contener descripciones geográficas, y las de impresos de historia militar que cuentan con mapas y planos de batallas o sitios de ciudades. Por lo general, dichas representaciones no son meras ilustraciones sino que tienen entidad cartográfica, siendo verdaderos atlas aunque no apelen a ese término en su título. También se han descrito los libros de cosmografía con representaciones celestes o terráqueas. Se han obviado, en cambio, mapas presentes en libros generales de historia.  El nuevo catálogo del fondo cartográfico de la Real Biblioteca supera, pues, en intención y en número de piezas descritas a la publicación que hasta ahora había servido de guía al investigador: la Noticia breve de las cartas y planos existentes en la Biblioteca Particular de S. M. el Rey (Madrid, 1889), de Cesáreo Fernández Duro, sin duda una referencia bibliográfica imprescindible pero necesitada de actualización y exhaustividad.

Dentro del proyecto de biblioteca digital puesto en marcha para facilitar tanto la conservación de los originales como la consulta y el servicio de reprografía de los fondos de la Real Biblioteca, se ha dado prioridad a la digitalización de la cartografía manuscrita, y especialmente a aquellas piezas que carecían de reproducción previa.Los fondos microfilmados en su día también han sidodigitalizados y están a disposición del investigador que precise tanto su consulta como su reproducción.

Además del acceso a las descripciones a través del catálogo en red de la Biblioteca, Patriomonio Nacional ha editado en papel el catálogo correspondiente a los fondos de cartografía manuscrita. Los dos formatos facilitarán la difusión de la colección cartográfica real, que alberga no pocas piezas de primera magnitud desconocidas de los estudiosos.

Particular cuidado se ha puesto en la identificación de las procedencias de este fondo. Aun siendo muy diversas, es posible asociar algunas con el ingreso de amplias colecciones. Es el caso de varios atlas de Mercator y Ortelius, o el de los Blaeu, procedentes de Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781) según delata su sello. Sus libros debieron de entrar hacia la última década del siglo xviii. También otras piezas singulares proceden de la colección de don Diego Sarmiento de Acuña, I Conde de Gondomar (1567-1626), adquirida por Carlos IV y pagada por Fernando VII de su bolsillo real. Con este ingreso se incorporaron otros ejemplares de los magníficos atlas mencionados, pero asimismo piezas tan sobresalientes como el portulano de 1580, de mano de Joan Riczo Oliva. Con la colección gondomariense entró en la Real Biblioteca un fondo asimismo relevante, el del cardenal Granvela (1517-1586), constituido principalmente por un rico acervo epistolar –en el que se localizan algunas cartas autógrafas de Gerard Mercator, conocidas desde hace décadas–, pero en el que también hay cartografía manuscrita de gran interés, como el map/416. Muy probablemente, los mapas de Giovanni Francesco Camocio y los llamados Atlas Lafreri existentes en el depósito palatino –map/454-455, map/438, map/612-613– tengan a su vez esta procedencia y no sean piezas originalmente reunidas por Gondomar. Estas representaciones preceden al auge de la cartografía de los Países Bajos, al igual que los atlas tolomeos, de los que hay digna muestra en la Real Biblioteca, con algunas piezas incunables incluso (i/8,i/12) que sirvieron de formación a Mercator antes de sus innovaciones. Otras procedencias dignas de resaltarse son las de las representaciones manuscritas que fueron de Manuel José de Ayala, archivero del Consejo de Indias y grafómano impenitente. Son mapas de carácter casi exclusivamente americano que se hallan en la colección Ayala, muy numerosa en volúmenes manuscritos, los cuales se organizan en subcolecciones. Cabe mencionar, por último, que, el raro juego en español del Atlas Maior, completo, pues se tiraron nueve volúmenes de los once previstos, proviene del I marqués de la Regalía, Antonio José Álvarez de Abreu, consejero de Indias.

La cartografía dieciochesca es de particular relevancia en este fondo, una consecuencia lógica dado que hablamos de la antigua Librería de Cámara de los Borbones. Los cartógrafos más reputados del periodo, como los Sanson, los Fer, los Jaillot, los Nolin, los Delisle, Cassini, Chatelein, Du Halde, Bourguignon d’Anville, Buache, los Vaugondy, Buy de Mornas, Bellin, Mentelle, Delamarche y otros menos célebres, han dejado aquí prueba de su oficio.

El siglo xix también está generosamente representado en la cartografía de la colección real, si bien se aprecia un mayor protagonismo nacional gracias a los mapas de Francisco Coello y a la producción en general del Depósito de la Guerra, con series topográficas. Las Guerras de África de las últimas décadas del xix permiten la existencia en la Real Biblioteca de representaciones cartográficas relativas a ellas desde entonces y durante las primeras décadas del xx.  Como no podía ser de otro modo, hay una parte del fondo dedicado a los Reales Sitios, con planos de palacios y jardines en San Ildefonso o Aranjuez, además de las tan conocidas trazas originales de Juan de Herrera para el Monasterio de San Lorenzo El Real, cuya catalogación fue en su día objeto de un proyecto específico.

Por lo que respecta a la colección de planos, en escala inferior a 1:20.000 hay piezas dignas de mencionarse como el ii/1606bis, Plantas orijinales que se an ejecutado en esta corte en proçessiones del Corpus. Contiene un conjunto de planos del Real Alcázar y de arquitecturas efímeras montadas para autos de fe o festejos diversos durante el siglo xvii madrileño, y procede del marqués de Heliche. Igualmente destacables son los planos de fortificaciones de la época de los Austrias y primeras décadas del xviii. Manuscritos, ejecutados con una belleza que incrementa su interés ya elevado como testimonio histórico, son dignos de mención los debidos a Pierre Poivre para los Países Bajos (map/416) y los agrupados en el ii/523, de hacia 1600. De inicios del xviii son los relativos a ciudades italianas (ii/2668), de Giovanni Battista Sesti. Y no podemos concluir este breve repaso a los fondos cartográficos de la Real Biblioteca sin señalar que la misma posee uno de los pocos ejemplares del plano topográfico de Pedro de Texeira de 1656, el roll/109.