Los mercaderes árabes

De cómo el islam pasó de Arabia a África con las mercancías de los veleros árabes.

La relación entre Arabia y África oriental es muy estrecha. Siglos antes del advenimiento del islam, los árabes del sur ya mantenían contactos con la costa oriental de África. Gracias al conocimiento de los monzones, se convirtieron en grandes navegantes. Cada año, con el monzón de invierno, ponían rumbo a la costa africana transportando salazones de tiburón, dátiles, resinas y fragancias de Arabia, que intercambiaban por pieles de animales salvajes, cuernos de elefante, caparazones de tortuga, oro y esclavos. Tras unos meses de calma, los monzones soplaban en dirección contraria y entonces los navegantes árabes regresaban a los puertos de Arabia con su valiosa mercancía. Aprovechaban este mismo monzón para viajar a India en busca de gemas, sedas y fragancias, o incluso hasta la misma China , a donde llegaron a finales del siglo IX.

Con los siglos, los árabes fueron aumentando su presencia en la costa oriental de África. Árabes y africanos mantenían un fructífero comercio en islas apartadas o escondidas entre manglares, para evitar a los piratas o a las tribus hostiles, y del contacto entre bantúes y árabes nació el idioma suajili, de gran influencia árabe. La influencia era doble, porque la presencia de los africanos, fruto de la esclavitud, era importante en Arabia. Ya en la Jahiliya, la llamada era de la ignorancia previa al islam, había poetas y líderes negros en Arabia; incluso Mahoma tenía varios discípulos de origen africano, y el primer almuédano de la historia del islam fue un liberto etíope que se llamaba Bilal Ibn Raba.

Con el califato abasí, se consolidó el dominio del Índico por los navegantes árabes. Las rutas confluían en Basora, y desde el puerto de Simbad las mercancías de todo el Índico llegaban a Bagdad, la Atenas de la época, dedicada a las artes y a las ciencias, cuya prosperidad fue legendaria. Pero en los veleros árabes no viajaban tan sólo fabulosas mercancías sino también las ideas: la civilización del islam. Sin derramar una gota de sangre, los mercaderes difundieron el mensaje de Mahoma por todo el Índico, llegando a los rincones más remotos. De las costas del África Oriental, donde surgieron sultanatos musulmanes importantes como Quiloa o Pate, en la actual e cómo el islam pasó de Arabia a África con las mercancías de los veleros árabes.

Kenya, a Malasia e Indonesia, hoy el estado musulmán más poblado del mundo, pasando por Bengala o la costa de Malabar. En la costa africana del Índico, se produjo una lenta pero imparable emigración árabe. No sólo se trataba de mercaderes: emigraron pequeños comerciantes, músicos, poetas y también los exiliados de las persecuciones políticas y de las guerras civiles; incluso jerifes o descendientes del Profeta se establecieron en los puertos remotos y sultanatos de África oriental.

Cuando en el siglo XIV el gran viajero árabe Ibn Batuta recorrió la llamada “costa de los Zenj”, describió aquellas ciudades del islam como “entre las más bellas y mejor construidas de todo el mundo”. La fama de su esplendor rebasaría el mundo árabe para llegar a Europa. John Milton hablaría del sultanato de Quiloa en “El paraíso perdido”. Pero al mismo tiempo la atracción de la riqueza de los sultanatos de África oriental acabaría siendo su perdición, porque en el siglo XV irrumpieron los portugueses en su búsqueda de la India. Vasco de Gama encontró la manera de explotar en beneficio propio las rivalidades entre los distintos sultanatos musulmanes de la costa de África. En Malindi se ganó la confianza del sultán, enfrentado al de Mombasa, y fue dicho sultán quien le proporcionó al gran navegante omaní Ibn al Majid, que le guió hasta Calicut, el puerto más próspero de toda la India. Aquel error resultó fatal: el más prestigioso de los navegantes árabes precipitó el declive de su supremacía en el Índico. Los árabes perdieron el monopolio de las especias a manos de los portugueses y de los europeos que vinieron a continuación: holandeses, británicos o franceses. Sin embargo, los omaníes, tras expulsar a mediados del siglo XVII a los portugueses de los puertos de Arabia, acudieron en auxilio de sus hermanos de los sultanatos del África Oriental, y se hicieron con un imperio que iba desde Mogadiscio, en la actual Somalia, hasta Cabo Delgado en Mozambique. El islam se consolidaba en la región. La isla de Zanzíbar era la perla más preciada de todo aquel inmenso sultanato, cuyos mercaderes se adentraban en el corazón  de África en busca de marfiles, maderas preciosas, pieles de animales salvajes y esclavos. Los traficantes omaníes se establecieron en el interior del continente africano a lo largo de la ruta de los esclavos, llegando hasta el Zaire, para asegurar así el flujo de la mercancía humana que servía además para portar el marfil hasta Zanzíbar. El islam se hizo presente en los puertos y a lo largo de aquellas rutas que conducían al interior del continente. La riqueza de Zanzíbar era tal que el sultán en 1832 no dudó en trasladar la capital de Mascate, en las costas de Omán, en Arabia, a la isla de Zanzíbar frente a la costa africana. Sin embargo, aquel imperio árabe de ultramar no sobreviviría largo tiempo. A la muerte del sultán Sayed Said en 1861 se dividiría entre dos hijos mal avenidos: Tueni, el nuevo sultán de Omán, y Majid, sultán de Zanzíbar, que se quedó con las posesiones africanas.

A finales del siglo XIX, el sultanato de Zanzíbar y sus posesiones en el continente africano se convirtieron en protectorado británico. Con la independencia de Kenya y Tanganika, los territorios costeros y los antiguos sultanatos pasaron a depender de los descendientes de aquéllos que habían sido tradicionalmente esclavizados por ellos. En 1962 estalló una revolución sangrienta en Zanzíbar que acabó con la masacre de más de doce mil árabes.

El islam es hoy la religión predominante en la costa africana, y el malestar evidente por lo que en tiempos de la independencia fue visto como una anexión a las nuevas naciones, y la crisis económica, han sido caldo de cultivo para movimientos extremistas que son rechazados por la mayoría de los musulmanes de la región.

 

*Jordi Esteva es autor, entre otros libros, de “Los árabes del mar” y “Socotra, la isla de los genios”.
www.jordiesteva.com