Colin Thubron, el último gran viajero

TEXTOS: Pablo Strubell y Lola Escudero

El viajero y escritor británico Colin Thubron, visitó recientemente España invitado por la Sociedad Geográfica Española para participar en el último Mes Geográfico dedicado a la Ruta de la Seda. Fue una ocasión excepcional para conocer a fondo a este auténtico mito viviente de la literatura viajera y charlar sobre su obra y en particular sobre su último libro: “”La sombra de la Ruta de la Seda”.

RECUADRO

Un viajero enamorado de Asia.

Colin Thubron (Londres,1939) está considerado como uno de los grandes escritores de viajes actuales y uno de los últimos viajeros al viejo estilo británico, pluma en mano. Trabajó como cámara por varios países del mundo como Turquia, Japón y Marruecos, y ha escrito una veintena de libros a lo largo de treinta años. En 1988 recibió el prestigioso galardón Hawthornden Prize por el libro Behind the Wall: A Journey through China y en el mismo año también, el Thomas Cook Travel Book Award.

Su obra recobe sus viajes por escenarios como Oriente Próximo, Asia Central y la Repúblicas ex soviéticas, China (en Behind the Wall: A Journey through China de 1987), etc. Su primer libro fue Mirror to Damascus publicado en 1967. Al año siguiente escribió Middle East in The Hills of Adonis: A Quest in Lebanon y en 1969 un libro titulado Jerusalem . Los dos primeros volúmenes están publicados en castellano con el título de Entre Árabes. Las tres obras abordan la problemática del Oriente Próximo en el contexto de la Guerra de los seis días de 1967.

Tardó catorce años en publicar un nuevo libro, trasladando el escenario a Rusia y el centro de Asia, que a partir de entonces ha sido su escenario preferido para viajar. En 1983 escribió Among de Russians o Entre los rusos, una obra sobre la Rusia de la era Brezhnev, al que seguirán El corazón perdido de Asia de 1994, donde narra el viaje a través de cinco Repúblicas ex soviéticas: Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Tajikistán i Kazajstán. 
Posteriormente, en su obra En Siberia de 1999, describe su larguísimo viaje a través de este enorme territorio, comenzando en Yekaterinburg, en los Urales, y acabando en los territorios del Mar de Ojotsk.

Ha explorado muchos otros territorios y ha escrito sobre muchos aspectos de temática viajera. También se ha aventurado en la novela con Hacia la última ciudad de 2002, un grupo de personas de distintas nacionalidades coinciden en un trekking por los andes peruanos.

Su última obra, “La sombra de la ruta de la seda”, publicada en castellano en octubre de 2007 por Península, aborda de nuevo su escenario preferido, el centro de Asia, y describe su viaje siguiendo los caminos de la milenaria Ruta de la Seda.

En su último libro describe su último viaje por el corazón de Asia ¿Con 62 años va y se pone a recorrer la ruta de la seda?

En efecto, he tardado, pero porque creo que es uno de los viajes más ambiciosos que se puedan afrontar en la actualidad. En mi caso, además, contiene todo lo que me ha interesado desde hace más de cuarenta años que llevo viajando: la extinta Unión Soviética y sus antiguas repúblicas, China, Oriente Próximo… hay tal cantidad de culturas diferentes, idiomas, realidades, que lo dejé hasta este momento porque me parecía demasiado intimidante por su dificultad. Y ha respondido a las expectativas: ha sido el viaje más duro y arriesgado que he hecho. Pero a la vez, seguramente, el más fascinante. Asimilar, escribir y plasmar esos ocho meses de viaje también resultó una tarea ardua, casi tanto o más que el viaje en sí.

¿No encontró muchas similitudes entre las culturas de los diferentes países?

Sin duda hay restos comunes a todas las culturas, pero han evolucionado de maneras muy diferentes. Por eso es importante tener el tiempo suficiente para buscar más allá: en el fondo, las diferencias entre los pueblos son notables.

¿Qué se necesita para un viaje así?

Disponer de tiempo, de mucho, es la clave. Es un viaje que puede ser tremendamente duro y frustrante para el impaciente o para el que no disponga de tiempo. Nada es fácil en esos países y todo consume mucho más tiempo del que creemos. Por eso, recomiendo paciencia, apertura de miras y sentido del humor. Los momentos difíciles y frustrantes siempre llegan en un viaje así.

¿Cómo se manejaba con el idioma?

Para mí es imprescindible hablar algo de los idiomas de los países que visito, o alguna lengua franca que me permita comunicarme con la gente. Disfruto hablando con las personas y son una de las mayores y mejores fuentes de información, por lo que empleo mucho tiempo, mientras preparo el viaje, aprendiendo el idioma del país que visitaré. En este caso, ya sabía algo de mandarín y algo de ruso. Puesto que empecé en Xian (China) estos conocimientos me llevaron y fueron útiles hasta Afganistán, pero no más allá.

Había visitado Asia Central tras la independencia, en 1992 ¿cómo ve el auge de los nacionalismos en esos países, que buscan su identidad desesperadamente?

En Asia Central, antes de 1920, no existían los países como tales. Fueron un invento de Stalin. Las naciones, las fronteras, son arbitrarias, una invención de unos gobernantes según sus intereses. Ahora países como Uzbekistán o Kirguizistán, miran atrás, a su historia, y está vacía. Intentan crear su historia y su identidad en base a un mito, a un líder que una a los ciudadanos, que les haga sentirse orgullosos de ser de tal o cual país. Y eso es ridículo: Tamerlán, usado por los uzbecos, ¡ni siquiera era de ese país! Antes nadie sentía la necesidad de definirse como uzbeco o kazajo porque el concepto de país es una idea occidental con la que mucha gente no acaba de sentirse ni cómoda ni orgullosa por su pertenencia.

La raíz de este problema no solo es que estos países no estaban preparados para su independencia sino que no la deseaban. Ni siquiera la clase política o los empresarios, que a priori serían los nuevos dueños del país, la querían: había una incertidumbre total respecto al futuro. Esa búsqueda forzada de identidad de estos nuevos países es un fenómeno interesantísimo ya que hasta hace poco, en un contexto global de la Historia, ni existían.

En sus libros se respira un aire melancólico ¿son los países o es el escritor que tiene una mirada triste?

Ambas. No voy a negar que mi carácter es melancólico, reflexivo y eso se transmite en lo que escribo. Pero en el caso de Asia Central, Rusia… la situación no es como para ser muy optimista, la verdad. Todo lo contrario.

¿Se siente especialmente atraído por países con contrastes, cambios vertiginosos, como la Unión Soviética, China, etc? Siempre que los visita hay cambios…

La verdad es que pura casualidad. La primera vez que fui a Rusia fue en el 81: parecía que nada iba nunca a cambiar, que sería así para siempre. Sólo después de mi regreso, años después, es cuando empezó el cambio político. Lo mismo sucedió con China, pues fue en los ochenta cuando la visité por primera vez, antes de que los grandes cambios económicos empezaran.

¿Y cómo la ha encontrado ahora?

¡Casi ni la reconozco!

¿Y Asia Central?

Allí las cosas solo han ido a peor. Antes había una esperanza por un futuro que podía ser bueno para todos. El tiempo ha demostrado que no sólo no ha llegado sino que la situación cada vez es peor para todos ellos. Las tensiones políticas y religiosas aumentan.

¿Qué le atrae de esas regiones?

Desde que era un niño esos países tenían un magnetismo especial para mi. Eran países demonizados, representaban una amenaza. En cuanto pude, fui a verlos con mis propios ojos. Era vital para mi, y con el paso del tiempo espero haber podido aportar un poco de luz sobre esos países tal y como yo los he visto, tan alejados de los estereotípos que durante decenios se nos inculcaron.

Y ¿no quiere viajar a nuevas áreas del nuestro variado planeta?

La verdad es que aún sigo sintiéndome atraído por China y Asia, por Rusia… Conocer y entender tantos países, culturas e idiomas de esa zona es un gran esfuerzo y una inversión que tiraría por la borda si decidiese, por ejemplo, viajar a África o América. Además, aún siento que no conozco bien esos países a los que ya he viajado varias veces. Asia es tan rica y compleja que es desconcertante cada vez que la visito. Cuando estoy allí, con el tiempo pienso que empiezo a conocerla, pero al regresar me doy cuenta de que tal vez no he comprendido nada de lo que he vivido. Podría estar volviendo allí una y otra vez y seguir sorprendiéndome con sus culturas y sus contradicciones.

¿Es el turismo dañino hacia culturas minoritarias?

No lo tengo claro porque, por ejemplo, puede afectar positivamente a minorías oprimidas dando notoriedad y repercusión a su problema. El problema viene cuando el turismo promueve un desarrollo que se hace sin respetar sus propios valores, tradiciones, señas de identidad.

¿Qué busca viajando?

Creo que en general viajamos en busca del otro, de la diferencia. El problema viene cuando no la encontramos: podemos llegar a aburrirnos, a plantearnos para qué viajar. Es cierto que a muchos de nosotros nos gustaría que las cosas no cambiaran, que muchos pueblos siguieran como hace siglos. Tengo que admitir que hay algo en mí que quiere ver todo tal y como era hace decenios, sin cambios, bien pintoresco y distinto. Pero debemos ser justos, ¿Quiénes somos nosotros para denegar la evolución, el progreso, el avance a quienes aspiren libremente a ello?

Internet, guías, libros ¿todavía hay margen para la sorpresa en el viaje?

Afortunadamente sí. Internet y los miles de libros disponibles nos acercan a culturas, nos las presentan, pero no remplazan el hecho de ir al país a ver la realidad con nuestros propios ojos, a sentirlo. Solo eso nos acerca al conocimiento real de una cultura: está en los olores, en los sonidos, en la gente y sus vidas, el ambiente y todas esas cosas que realmente hacen un país, una cultura. Si todo el mundo viajara, la realidad de nuestro mundo sería hoy muy diferente.

¡Pero Usted prepara a conciencia sus viajes!

Sí, sí. Para mi leer, buscar, investigar es imprescindible: normalmente el viaje que voy a afrontar se forma en mi mente a partir de lo que leo, voy creando mentalmente la ruta, visualizándola, por lo que mi viaje, en realidad, empieza mucho antes de emprenderlo físicamente. Aunque es cierto que puede ser peligroso también pues puede crear en nosotros unos prejuicios con los que viajaremos y que nos impidan ver el país como realmente es.

¿Viaja para escribir o escribe para viajar?

Me considero un escritor que viaja, aunque me gustaría pensar que fuera al revés. A medida que viajo voy sintiendo el libro, veo como va tomando forma, voy escribiéndolo mentalmente y visualizándolo. Me veo desde fuera, pienso en lo que hago y como eso lo escribiré, como aparecerá en el libro. Incluso cuando hablo con la gente soy consciente de que es muy posible que esa conversación la utilice y mientras escucho, voy pensando ¿podré usar esto que ha dicho? Y no me gusta ser consciente de ello, pero con el paso de los años no he conseguido evitarlo.

¿Es imprescindible viajar solo?

Desde luego que sí si el objetivo es escribir un libro. Cuando se va solo es mucho más probable que la gente se acerque a dialogar. También así se puede ser egoísta y hacer lo que realmente nos interesa y queremos, y sacar más provecho al viaje, prestando más atención a todo lo que nos rodea. Se crea una especie de burbuja cuando se viaja con otras personas desde la cual se ven pasar las cosas desde la distancia, sin implicación. Es cierto que se es más vulnerable pero a la vez mucho más sensible a todo lo que ocurre.

¿Quedan aún buenos autores de viaje como Darlymple, Theroux…?

Ahora que se viaja más mucha más gente escribe y en estilos muy diversos, mucho más que antes. Y sí, hay que buscar más, pero se pueden encontrar aún escritores jóvenes con gran calidad.

El escritor de viajes ¿es necesariamente una persona egocéntrica?

Siempre hay el riesgo de acabar escribiendo de uno mismo, regocijándose del valor, del coraje que se ha demostrado. Pero lo importante son los países, las gentes que allí viven y su situación. Hay muchos que tienden a ese egocentrismo que comenta, sí, pero no es casualidad que sus libros caigan siempre en el olvido rápidamente.

¿Busca algo escribiendo sus libros?

Me gustaría pensar que sirven para acercar y facilitar el conocimiento de países lejanos, desconocidos, difíciles de penetrar culturalmente. Pero eso tal vez es más el efecto de escribir, no tanto el motivo por el cuál lo hago, que es por una compulsión egoísta: simplemente porque disfruto haciéndolo. Aunque investigar, soñar el viaje, la ruta y, con ello, el libro es casi más emocionante. Dedico meses a este periodo, probablemente porque es uno de los más intrigantes y fascinantes.

¿Busca situaciones, incluso aunque puedan ser peligrosas, que sean interesantes literariamente hablando?

Sí, he de admitir que tiendo a meterme en situaciones que como un viajero sensato no haría. Cuando viajo siento que voy impulsado por algo a lo cual me debo, como un objetivo: es el libro. Eso me hace despreocuparme de lo que me pueda pasar. Y un escritor muchas veces tiene más miedo a que no pase nada que a que pase algo malo. Desgraciadamente, accidentes, situaciones peligrosas pueden ser deseables desde un punto de vista literario.

¿Qué piensa su familia de estos viajes?

Mi familia es reducida: mi madre y mi novia. A ninguna de ellas les gusta que viaje solo y muchas veces les miento sobre mi situación real, tanto espacial como física. Es cruel tener a la familia preocupada si no pueden hacer nada. Y menos, por ejemplo, a una madre de 95 años aterrorizada sabiendo que su hijo está en Afganistán… algunas veces les tuve que mentir sobre mi paradero real, para evitar que estuvieran preocupados por mi estado.

El viajero, en breve

Un lugar al que volvería

Siria

Uno para no volver

Ninguno, siempre hay motivos para regresar.

Un momento de miedo

En un coche lleno de borrachos en Kirguizistán.

Una buena razón para acompañarle

Se me ocurren muchas para no hacerlo, ¿sirve?

¿Algún amuleto?

Un ratoncito de cerámica

El cielo más bonito

En la tundra.

Un lugar para vivir

El norte de Italia.

Algún sitio en el que estuviera como en casa

Suzhou, en Jiangsu, China.

Su souvenir más preciado

Un águila disecada, de Ávila.

Si no fuera un escritor de viajes sería un…

Novelista.

Ciudad donde se refugia cuando no viaja

Mi casa de Inglaterra

Básico en su equipaje

Una brújula

Un libro para viajar

Guías de conversación

Tomas sus notas en

Una pequeña libreta roja, con rayas en las hojas.

Mantienes contacto con casa…

No suelo hacerlo. En este último viaje sí, por teléfono satélite.