LA CULTURA DE LA MUERTE

2 junio 2022

Por Paco Acedo

Mi visita a las tierras de Sulawesi estaba prevista para el año 2020, teniendo que cancelar todo por la llegada del COVID. Años después, durante los meses de julio y agosto del 2022, decidí que era el momento de afrontar esta nueva expedición en solitario y, con las fronteras recién abiertas, tomé rumbo a recorrer durante las grandes islas de Indonesia. Culturas excepcionales, tribus casi extintas y tradiciones ancestrales únicas en el mundo me esperaban con la misma intensidad con la que yo las esperaba a ellas.

Como ocurrió en todas partes del mundo, la pandemia alteró la vida en Tana Toraja, hogar del grupo étnico “Toraja”, deteniendo sus escalofriantes rituales en torno a la muerte. Durante dos años se suspendieron todos los ritos por las prohibiciones del gobierno ante la pandemia. Es por ello que para mi fortuna, este pasado mes de agosto la muerte y sus celebraciones estaban especialmente presentes en Tana Toraja.

Sin duda fue un poco incómodo al principio asistir a varios funerales Toraja y decir: ‘Bueno, lamento mucho tu pérdida, pero ¿puedo filmarlo todo?”. Afortunadamente la gente de Tana Toraja está muy orgullosa de su cultura y el interés que ésta despierta al mundo, por lo que nada más que sonrisas recibí.

Conocidos por las tradiciones funerarias más complejas del mundo y sus elaborados rituales de muerte, que implican preservar y exhumar a los muertos y sacrificar ganado, los Toraja invierten grandes sumas de tiempo y dinero en los funerales de sus seres queridos. Pasan la vida preparando su propia muerte, hablando de como será su entierro, ya que es más importante que el día de su boda o que un nacimiento. Los niños aprenden desde una edad temprana a reconocer la muerte como parte del viaje de la vida.

La muerte, el principal modo de subsistencia de Tana Toraja, es su fuente de vida. Todo el movimiento en torno a un funeral activa la economía de la región. Las montañas las habitan los muertos y los árboles tienen pequeñas puertas que velan cadáveres de bebés fallecidos prematuramente. Las sangrías públicas son motivo de festejo y alegría y de los ataúdes cuelgan huesos y cráneos desvencijados. Una cultura tan lúgubre como hermosa.

En este rincón del Pacífico los difuntos son momificados y colocados en ataúdes ornamentados y pintados de colores. Los cuerpos expuestos pasan varios meses, incluso años, viviendo en sus propias casas, junto a sus allegados, antes de recibir un funeral y el consiguiente entierro. Los parientes hablan con los difuntos, les ofrecen comida y bebida y los invitan a unirse a las reuniones familiares.

Para los miembros de esta comunidad, la muerte tiene un rol muy importante ya que, para ellos, no es un evento aislando y repentino, sino un proceso que se desarrolla durante toda la vida.

Pese a que son en su mayoría cristianos, sus antiguas prácticas funerarias, que son anteriores a su conversión al cristianismo, persisten. A diferencia de otras culturas, la muerte es apenas una pequeña separación para los habitantes de Tana Toraja, y los muertos nunca son abandonados definitivamente para que descansen en paz.

El ritual Ma’nene’, por ejemplo, es considerado una celebración de vida que se realiza normalmente cada tres años o en ocasiones cada año (según el acuerdo de la familia), pretendiendo ser una manera de honrar a los familiares fallecidos. Ma´nene podría considerarse la continuación de “Rambu Solo”, es decir un segundo funeral cuya traducción literal es “cuidar/encontrarse con los abuelos”

Según la creencia, realizar la ceremonia dará como resultado la protección a la familia por parte del espíritu del difunto desde el más allá y una mejor cosecha al año siguiente. La muerte no representa un final o un adiós, por lo que los indígenas Toraja creen que los espíritus de sus muertos seguirán protegiéndoles si les cuidan tras la muerte. No se trata de una especie de duelo prolongado, sino de una muestra respetuosa de recuerdo a sus familiares y antepasados.

Por lo general, el ritual Ma’ Nene se lleva a cabo simultáneamente con miembros de la familia o incluso en un pueblo entero, siendo muy habitual que muchos familiares regresen desde muy lejos para estos rituales tradicionales.

Cuando salieron en 2009 por primera vez al mundo a través de internet las espeluznantes imágenes de este ritual único en el mundo, la comunidad mundial quedó asombrada por esta tradición ancestral heredada durante generaciones pero oculta al resto del mundo, ya que pocos extranjeros accedían a estas montañas por su inaccesibilidad. A los internautas se les hizo creer que, de alguna manera, los chamanes Toraja poseían el poder de devolver la vida a los muertos, despertando en el mundo occidental todo tipo de leyendas sobre muertos vivientes en estas regiones.

Pese a que los misioneros y la iglesia se encargaron de “demonizar” muchas de las ceremonias más significativas en torno el culto a los muertos y los antepasados, nunca consiguieron su objetivo, y tanto el Rambu Solo (funeral) como el Ma´nene siguen muy presentes en la cultura de estas montañas pese a que en la actualidad la iglesia no ve con buenos ojos este tipo de rituales en torno a la muerte.

Este misterioso ritual se centra en la limpieza de los cuerpos de los ancestros que murieron hace pocos, decenas o cientos de años. Aunque estos rituales rara vez se realizan hoy en día, en algunas áreas del oeste de Tana Toraja como Pangala y Baruppu, todavía los llevan a cabo.

Pero Ma´nene no es sólo un ritual de limpieza del cuerpo y cambio de ropa. Este ritual tiene un  significado mucho más profundo, el cual refleja cuán importante es la relación ininterrumpida entre los miembros de la familia (vivos o muertos) para el pueblo Toraja. A pesar de haber sido separados por la muerte, este “segundo funeral” brinda una oportunidad a que las generaciones más jóvenes de conectarse con sus antepasados y vincularse con el linaje de la familia. No es raro ver a jóvenes compartir un cigarro con sus bisabuelos muertos, o hacerse fotos con sus abuelas momificadas.

Más que en otras culturas, los toraja ciertamente adoptan la creencia de que el difunto en realidad nunca se ha ido. La muerte no se contempla como algo que temer, sino como una etapa natural de la vida que se acepta por completo. Gracias a esto, los hogares no se esfuerzan por mantener vivas a sus personas enfermas durante el mayor tiempo posible mediante métodos médicos modernos, sino que permiten que la muerte se produzca de forma natural.

Paco Acedo

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