Entramos en ARABIA SAUDITA, un país que por fin, tras décadas cerrados al exterior, abrió sus fronteras a los visitantes.
Un año antes de su apertura estuvimos muy cerca. Durante la Ruta Gengis Khan, recorrimos Omán y Emiratos Árabes Unidos en nuestro peculiar y largo regreso desde Mongolia. Llegamos a ver Arabia Saudita pero no a “catarla”, todavía no permitían el paso a visitantes independientes.
Ahora es el momento de tomarnos la revancha. Queremos dejarnos seducir por los más de dos millones de kilómetros cuadrados de territorio (cuatro veces España) que tenemos por delante donde nos esperan montañas, desiertos, oasis, playas, pueblos tradicionales, desfiladeros… civilizaciones milenarias contrastando con una modernidad futurista… y la elogiada hospitalidad de sus gentes. Estamos impacientes y muy ilusionados.
Tras meses de ruta llegamos a Arabia Saudita.
¡Por fin! El ansiado primer contacto con las dunas sauditas.
Adentrándonos en la belleza del desierto de Arabia.
EL GRAN VACÍO.
ARABIA SAUDITA no se concibe sin los inmensos campos de dunas que la cubren. Hemos visto muchos desiertos en los 5 continentes y la verdad… nunca nos cansamos.
Nuestras efímeras huellas rompen las suaves ondulaciones de un nuevo desierto y, como cada vez que llegamos a un océano de dunas, nos emocionamos como en el primer encuentro. Nos resulta imposible no quedarnos absortos y admirar este oleaje terrestre áureo.
Imposible escapar, hemos vuelto a ser seducidos por la llamada del desierto y queremos conocer el desierto saudita en profundidad.
El viento acaricia la arena que se alza entre velos dorados envolventes, hechizándonos. Pero este océano de dunas, como todos los océanos, tiene una “orilla”. Aparecen colosales muros de piedra, emergiendo con toda su abrupta y feroz belleza.
Noches estrelladas de hermosos silencios nos arropan en cada campamento de este infinito territorio salvaje. El sueño nos vence persiguiendo las huellas de caravanas de camellos flotando sobre las cálidas arenas rojas hacia espejismos de oasis esmeraldas… que se hacen realidad cuando el sol de un nuevo día nos invita a seguir sus tentadoras señales.
Los “muros del desierto”.
Dunas
Pero cuando se encuentra agua… ¡aparece un vergel!
Acampada frente a los “muros del desierto”.