Hemos llegado a las montañas SARAWAK, repleta de hermosos valles, seguimos cerca de la frontera con Yemen. Los picos de más de 3.000 m de altitud son nuestros compañeros de viaje, observándonos desde su dominante posición mientras nosotros serpenteamos curva tras curva entre los 2.000 y 2.800 m.
Está salpicado de pequeñas aldeas, pueblos donde las viviendas de barro sobreviven al paso del tiempo y la erosión, poderosos guerreros que dejan profundas cicatrices tras batallar durante siglos con esas históricas construcciones. Pero sus habitantes se están empeñando en retarles y no dejar que caigan en el olvido, restaurándolas para regocijo de las nuevas generaciones presentes y futuras.
Dharan al Janub y Al Jaham (entre otros) son para nosotros dos de sus más hermosos ejemplos. La zona moderna de los pueblos no ha opacado el casco antiguo con sus casas tradicionales. Altas edificaciones de barro fortificadas, con ventanas y puertas pintadas de colores intensos rojos, verdes, blancos, amarillos. Como ojos y labios coquetamente maquillados para seducir, pero fortificadas para arrostrar adversidades. No en vano estas poblaciones se encontraban en una meseta de las montañas Sarawak, a más de 2.000 m de altitud, en el meandro del wadi Kutam y era parada de los peregrinos yemeníes en su camino a La Meca.
Alcanzando los pueblos-centinelas de Arabia.
Ambos cascos antiguos son pueblos fantasmas. Nos paseamos solos, sin más ruido que nuestros pasos y el viento silbando. Caminamos y trepamos por todos sus rincones para conocer cada detalle de estos insólitos supervivientes del pasado.
Al Jaham, pueblo-centinela para nosotros solos.




















