Por las MONTAÑAS SAUDITAS de ASIR, las antiguas torres medievales que salpican las cumbres, vigilan nuestro avance. Solo somos una pequeña anécdota en el agitado pasado repleto de mil y una historias a lo largo de los siglos. Es emocionante recorrer este laberintico camino que conformaron el belicoso Yemen, el pasaje hacia La Meca y las caravanas hacia los puertos del Mar Rojo.
Y un punto en común donde se encontraban todos: la preciosa joya de RIJAL ALMA, con trece siglos de innumerables vivencias. Sus casas fortificadas de hasta 7 pisos, levantadas piedra a piedra con arcilla, cuarzo blanco y madera, tienen un toque que las caracteriza. A las mujeres del pueblo les gustaba usar trozos de mármol blanco geométricamente engarzados sobre las coloreadas ventanas de madera. El pueblo tiene merecidamente ganado su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En el corazón de las montañas Asir… ¡Rijal Alma!
En el corazón de las montañas Asir… ¡Rijal Alma!
En el corazón de las montañas Asir… ¡Rijal Alma!
Para alcanzar el pequeño oasis de THEE AIN avanzamos por una ruta que el hombre ha arañado por las laderas de estos colosales titanes pétreos. Los puentes, túneles y descensos que sortean los abismos que se revelan a nuestros pies, manifiestan la extraordinaria y brutal obra de ingeniería que se ha desplegado en este rincón del mundo. De la talla de carreteras como la Kakakorum Highway entre China y Pakistán, el Altai en Rusia o la carretera por Cachemira en La India, por mencionar algunas de las que más no han impresionado en nuestro deambular por el mundo.
Arte hogareño en las casas de Rijal Alma.
Antes de construir la carretera, los pueblos que salpicaban esta agreste orografía eran aislados nidos de águilas fortificados. Thee Ain no era la excepción, como su rehabilitado pueblo fortaleza pone de manifiesto. Un oasis en un valle generoso donde las palmeras, bananas y una gran variedad de frutas se alimentan de las aguas del río que las riega dadivosamente.
Nos sobresaltan unos furiosos truenos pero no llueve en este generoso oasis a 800 m. La tormenta se ceba con las curvas de la carretera montañosa que dejamos atrás, a más de 2.000 m de altitud. Acampamos entusiasmados en la base del histórico pueblo fortificado, con el oasis a nuestros pies. Confiamos que las tormentas de las cumbres mañana hayan desaparecido.
Ruta a Thee Ain, un zigzagueante “arañazo”.
Thee Ain, un Edén preparado para defenderse.



















