Aventura a bordo de la Nao Victoria

¿Quién dio la primera vuelta al mundo de la historia? ¿Cómo se llamaba el barco? Puede que muchos de los que lean esto lo sepan, pero a principios de los noventa, estas dos preguntas fueron formuladas en más de cuarenta y siete puertos españoles, europeos y americanos entre los más de cuatro millones de visitantes que subieron a bordo de La Pinta, La Niña y La Santa María. En aquellos momentos, la réplica de la Nao Victoria se terminaba de construir en los astilleros de Isla Cristina (Huelva) para ser expuesta en la Expo’92 de Sevilla. En teoría, nunca saldría del Guadalquivir.

Sólo el cuatro por ciento de los españoles preguntados supieron contestar correctamente. Entre los extranjeros, el 0,8 por ciento. El resto desconocía la respuesta o bien otorgaba tal honor al británico Francis Drake. Algo comenzó a gestarse entonces en la mente del constructor de la nave, y director por entonces del programa, Ignacio Fernández Vial: la Nao Victoria debía dar la vuelta al mundo de nuevo para” refrescar la memoria histórica”.

Quince años después de la Expo del 92, el tesón y la constancia de una idea daban sus frutos: la Sociedad Estatal de Exposiciones Internacionales (SEEI) daba su apoyo firme al proyecto “Nao Victoria-España”, para formar parte del Pabellón Nacional en Expo Aichí 2005 (Japón), y dar una nueva vuelta al mundo a vela con dos objetivos: recuperar la Nao Victoria, que languidecía a orillas del Guadalquivir, y homenajear y difundir la ingente labor descubridora de los marinos españoles durante la Edad Moderna.
El 12 de octubre de 2004, tras varios meses de duro trabajo en varaderos y muelles, la Nao Victoria volvía a hacerse a la mar tripulada por una veintena de jóvenes voluntarios decididos a invertir dos años de su vida en esta gran aventura. Con ellos, embarcaban también cuatro proyectos de investigación, una intensa labor cultural y un reto.

A LA PROA, TODO UN MUNDO POR DELANTE

Durante un año y ocho meses, la Nao Victoria cruzó tres océanos y seis mares, navegó junto a volcanes en erupción, esquivó tifones y sufrió las calmas ecuatoriales. No todos los que partieron de Sevilla consiguieron circunnavegar la Tierra. Y es que la vida en la Victoria no fue del todo fácil. No fueron tanto los temporales de fuerza diez vividos en el mar de Japón, la rotura de un mástil en mitad del Pacífico, o las vías de agua en el mar de la China las que pusieron a prueba a la tripulación durante todo este tiempo, sino hechos más cotidianos. Navegar aislados durante meses, maniobrar vergas de 1.500 kilos a brazos, alimentarse como en el siglo XVI, cruzar el océano más grande de la Tierra a 3,7 nudos, en definitiva, acercarse a los marinos de la era de los descubrimientos: esa fue la experiencia y el verdadero desafío.

A pesar de todo, nada puede sustituir la incertidumbre y arrojo con el que aquellos marinos se hacían a la mar, y por ello la Nao Victoria no ocultó ciertas licencias modernas incorporadas a la histórica nave, sobre todo en lo que a seguridad se refiere. “En ningún momento hemos pretendido emular a aquellos marinos, sólo el hecho de saber que en nuestra proa encontraremos tierra lo hace imposible; sino rendirles tributo y divulgar su labor, que tanto esfuerzo costó y tan importante ha sido para la humanidad”, explicaba Ignacio Fernández Víal, director del proyecto en el momento de comenzar la aventura.

Para realizar esta labor, la embarcación se abrió al público en los 23 puertos en los que estuvo amarrada, siendo visitada por más de 600.000 personas; se organizaron conferencias y coloquios en universidades; se proyectaron documentales y se han realizado exposiciones. Todo bajo un mismo tema central: Los marinos descubridores españoles.

Ahora, casi un año después de finalizada nuestra vuelta al mundo y habiendo hecho balance de la travesía y los objetivos, nos sentimos enormemente satisfechos del trabajo realizado. La Victoria es ahora un barco vivo, que recorre los puertos españoles con diversos programas divulgativos y recibiendo a miles de visitantes en cada escala. El museo de historia de Honolulu, prometió revisar su contenido (en el que nada se decía de la presencia española en el Pacífico) abriendo una línea de colaboración con documentalistas del Archivo de Indias de Sevilla, en lo que puede ser un comienzo para que empiece a valorarse la labor de los marinos españoles en aquella parte del mundo. La cadena de televisión británica BBC, realizó un documental sobre Magallanes y Elcano, parte del cual fue rodado a bordo durante nuestra travesía por el Mediterráneo. Recientemente, una productora norteamericana mostró gran interés por la Nao Victoria, ya que están estudiando realizar una super-producción sobre la vida de Elcano y la primera circunnavegación. Se han publicado cinco obras sobre el tema y la investigación continúa sobre la mesa de trabajo apoyada por diferentes universidades. La televisión griega, la panameña y la nipona realizaron reportajes sobre la vuelta al mundo, recogiendo nuestros objetivos en los mismos.

Puede que nuestras aportaciones a la Historia como ciencia no sean relevantes, ya que la multitud de datos recogidos en los cuatro proyectos se limitan a una experiencia única. Sin embargo, a los historiadores de a bordo esta experiencia nos ha ayudado a comprender muchos matices y conductas de la época. Después de haber navegado cerca de 28.000 millas en la Victoria, haber vivido en una nao durante años y sobrevivido a temporales, calmas y tifones, abordaremos sin duda de otra manera las crónicas, manuales y diarios de navegación de la Edad Moderna. Ahora, entendemos muchos aspectos, y cada comportamiento y decisión tomada en el pasado (véase el inexplicable y tan comentado cambio de rumbo de Magallanes en el Pacífico que lo alejó de China) nos lleva a un exhaustivo y necesario estudio de vientos, corrientes, ángulos de braceo y estado de los cascos. Hemos aprendido a navegar, maniobrar y vivir en una nao, y eso nos acerca de una manera diferente a la Historia.

Pero sobre todo hemos reivindicado en el mundo de forma objetiva el papel de los marinos españoles en los descubrimientos geográficos y la apertura de las rutas marítimas y comerciales. No queremos exaltar nuestra historia, al menos en el aspecto marítimo no hace falta, pero tampoco queremos que ésta caiga en el olvido camuflada tras la idealizada y engrandecida historia de otros pueblos marineros.

Antonio Fernández Torres