Un judío andalusí recorre Europa. Ibrahim B. Yaqub (936-973)

J.Ramirez del Río.

Bibliografía: (El viajero histórico- El Legado Andalusí)

Este mercader y diplomático judío nació en Tortosa en el segundo cuarto del siglo x, y apenas contamos con noticias acerca de su vida antes de emprender sus viajes por el norte de la Península Ibérica, Alemania, Italia, Francia y los países eslavos. En esta época la mayor parte de las relaciones del califato con los países cristianos fueron encomendadas acristianos como Recemundo o a judíos, con Hasday b. Sabrut o el mismo Ibrahim b. Yaqub, posiblemente porque la ayuda de la que podía disponer un cristiano o un judío para viajar por Europa en esta época, y para llevar a buen puerto su cometido, era mucho mayor que en el caso de los musulmanes. El interés de las relaciones entre el califato cordobés y los emperadores germanos aumentó durante unos años debido tanto al crecimiento del comercio, como el de los esclavos que los andalusíes compraban en el mercado de Verdun, como a los problemas surgidos alrededor de la fortaleza de Fraxinetum, nido de piratas musulmanes situado en Provenza, que se mantuvo activo hasta sus conquista en el año 975, y cuyo control atribuían los emperadores germanos al califa de Córdoba. Si bien en un principio los gobernantes del Sacro Imperio intentaron llegar a un acuerdo con el califato, el final de esta fortaleza llego tras un pacto de los señores de Provenza con parte de los piratas, que se integraron en la población de la zona y dejaron huellas de su paso que permanecen en la toponimia local hasta nuestros días.

Ibrahim b. Yaqub fue un mercader que recorrió toda Europa buscando oportunidades para sus negocios, aprovechadno las relaciones que enlazaban a los comerciantes y a las comunidades judías, ocasionalmente llevando a cabo misiones diplomáticas que le encomendaban los soberanos cordobeses antes los príncipes cristianos. Junto a algunas narraciones fabulosas encontramos datos relevantes que destacan el interés de este viajero por las mercancías, las ciudades y las rutas comerciales que fue encontrando:

Y en cuanto al país de Bolesias, va desde la ciudad de Praga hasta la de Cracovia, que están separadas por una distancia de tres semanas, y atraviesa la región de los turcos. La ciudad de Praga está construid en pira y cal, y es el mayor centro comercial del país. Llegan para comerciar desde la ciudad de Cracovia hasta Praga los rusos y los eslavos, y también acuden los turcos , tanto los musulmanes como los judíos.

La mirada de Ibrahim es similar en muchos aspectos a la de todos los personajes testigos de los choques entre el Islam y occidente en distintos momentos de la historia, tras vivir largos periodos a espaldas el uno del otro: el egipcio Al-Gabarti ante la llegada de los franceses a Egipto a finales del siglo XVIII o el emir Usama b. Munqidh ante las costumbres de los cruzados en Jerusalén, tan deliciosamente descritas en “Las cruzadas vistas por los árabes” de Amin Maalouf. Ibrahim b. Yaqub, ante las costumbres de los cristianos de Galicia o Asturias, de los germanos o de los eslavos en la Europa del siglo X, no puede ocultar su desagrado o su asombro ante lo que resulta lo opuesto a todas las leyes y costumbres que conocía en paises musulmanes. Todos ellos nos muestran la incomprensión, y el desasosiego que les produjo descubrir un mundo tan diferente al suyo.

Ibrahim b. Yaqub llevó a cabo misiones diplomáticas por cuenta de ‘Abd al-Rahman III ante Otón I (936-973)de Alemania en Magdeburgo y ante el Papa Juan XII (955-964) en Roma, además de recorrer de forma extensa otras zonas de Europa, dominadas en su mayor parte por pueblos eslavos. Cuando describe las grandes ciudades comerciales de su época podemos percibir la mezcla de pueblos que allí concurrían: rusos, eslavos del sur, germanos, italianos o turcos. De forma similar a la de los conquistadores españoles en América, mezclaba la realidad de sus observaciones con la ficción de las narraciones fantásticas, que encontraban su acomodo natural en aquellos países exóticos para un andalusí del s. X. Hacía la segunda mitad del s. X los viajeros andalusies en esta zona acumularon unos conocimientos que fueron reflejados por los geógrafos árabes de Oriente Medio: Ibn al- Jurdadbih, Ibn al-Faqih, Ibn Rusteh, Ibn Fadlan, Al-Mas’udi o al-Muqaddasi. De todos los comerciantes y viajeros que transmitieron noticias acerca de las tierras de los cristianos, la narración que conoció una mayor fortuna fue la de Ibrahim b. Yaqub, e incluso en el s. XIII, cuando ya los contactos con Europa habían sido mucho más intensos,el geógrafo persa al-Qazwini utilizó su narración para descubrir el centro de Europa.

Ibrahim consideraba a los europeos como pueblos completamente opuestos a los andalusíes no sólo desde un punto de vista cultural o social, sino incluso en el físico, sobre todo en el caso de los eslavos (saqaliba). No solo destaca el importante papel que tenían las mujeres en las cortes de sus reyes, algo que le extrañaba mucho, sino también su afición al clima frío:

Y el frío es para ellos muy sano, aún cuando es intenso, pero el calor es fatal para ellos. No se atreven a viajar a Lombardía por el calor que hace allí, pues el calor les vence y mueren. Mantienen la salud cuando el tiempo es muy frío.

Mientras para Ibrahim el clima de la región del norte de Italia ya era frío en comparación con habitual al-Andalus, para los eslavos era de un calor insoportable. Por otro lado no deja de ponderar la riqueza agrícola de las tierras alemanas y francesas, de las que destaca la gran cantidad de alimentos que producían, en algunos casos varias cosechas al año, y la abundancia del agua. En una época en que las sequías eran temibles en al-Andalus y las crónicas nos hablan de algunos años de hambrunas debido a ellas, el comprobar que los problemas les llegaban a los europeos pro los desbordamientos de los ríos y las lluvias torrenciales le inclinaba a considerar a Europa como “el otro2, el opuesto en casi cualquier asunto de lo que se encontraba en Dar al-Islam.

Junto a las descripciones de las ciudades alemanas y de los países eslavos de alrededor, que nos muestran las excepcionales dores de observación de ibrahim, aparecen narraciones fantásticas acerca demitos, que este viajero, de forma similar a marco polo, sitúa en lugares poco más lejanos de lo que él pudo ver. Así sucede con la ciudad de las mujeres, que en el transunto del reino mítico de las amazonas:

Y al oeste de los rusos se encuentra la ciudad de las mujeres: tienen territorios y reinos, que son trabajados por sus siervos, y cuando una de ellas pare a un varón, lo matan. Montan a caballo, se ejercitan en la guerra y tienen valor y bravura … La noticia de esta ciudad es cierta, y me la contó Otto (Otón I), el rey de Rum.

Las leyendas de loa antigüedad clásica pasaban así a la cultura árabo-islámica, y eran incorporadas a las obras geográficas, continuando así una tradición milenaria. En algunas tumbas de Asía Central se han encontrado armas ene. Ajuar funerario de las mujeres, y es posible que el hecho de que algunas mujeres de la época en esa zona manejaran armas contribuyera a mantener vivo este mito.

LAS MISIONES DIPLOMÁTICAS DE IBRAHIM B. YAQUB

Los encuentros de este viajero andalusí con el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Otón I y con el Papa Juan XII son uno de los elementos más llamativos de sus viajes por Europa, pues las crónicas árabes no suelen ofrecer detalles de este tipo de misiones. El hecho de encontrarse con los dos personajes más destacados de la Europa cristiana nos indica la relevancia de este peculiar comerciante, que muy posiblemente tuviera en mente al iniciar sus viajes, como Benjamín de Tudela más tarde, el encontrar el reino judío de los jázaros, que se había convertido en un mito para los hebreos de al-Andalus.

Acerca del encuentro de Ibrahim con el Papa Juan XII en Roma en el año 961, no nos han llegado más que unas breves indicaciones acerca de los temas que trataron, en especial el interés del pontífice romano por hacerse con las reliquias de algunos santos y de algunos mártires, que permanecían en territorio andalusí, como las de una iglesia de Lorca, cerca de la que florecía cada año, el día de Navidad, un olivo cuyo fruto maduraba al día siguiente. Esta narración del olivo maravilloso pervivió en la memoria de los cristianos, y en una obra compostelana del s. XII como Pseudo-Turpin también aparece.

El hecho de que Roma mantuviera algún contacto diplomático con los gobernantes musulmanes de al-Andalus no es extraño, e incluso se conservan algunas cartas de otras épocas.

La misión de Ibrahim ante el emperador Otón I resulta hasta cierto punto más sencilla de comprender, pues los intercambios entre el Imperio y el Califato de Córdoba habían tenido ya hitos como la embajada de Juan de Gorce (949-950), de la que se conserva la narración y por la afluencia de otros viajeros europeos a la capital de al-Andalus, como Hrosvita. La embajada de Ibrahim b. Yaqub tuvo lugar en le año 965, en la ciudad de Magdeburgo, unos dos años antes de volver a Córdoba; de aquella visita contamos con la descripción que Ibrahim hizo de la embajada enviada por el rey de los búlgaros al emperador, que aprovecha para enfatizar la fuerza y la riqueza de este país, cuyos representantes llevaba ropajes cubiertos de oro y plata, además de mencionar hechos que conoció acerca de su historia, por ejemplo que la razón principal de la conversión de los búlgaros al cristianismo fue su contacto, tanto en las guerras como en la paz, con el Imperio Bizantino. También en este viaje pudo Ibrahim b. Yaqub tomar contacto con la realidad política de otros reinos, y así nos describe los cuatros grandes estados en que se dividían los eslavos, a los que se separa de los rusos (rus): el de los búlgaros, el de Boleslas, el rey de Praga, Bohemia y Cracovia, el de Mieszko, rey de Polonia y el de Nakun, en el oeste.

Si bien su misión diplomática no parece haber sido demasiado fructífera, su narración de las relaciones entre los pueblos centroeuropeos fue, durante mucho tiempo, la única referencia que de ellos tuvieron los andalusíes. En la figura de este viajero podemos advertir una serie de características que lo hacen particularmente interesante, como el cuidado por señalar de la forma más fiel posible la realidad de los países por lo que paso, sus conocimientos de otra tradiciones culturales, no solo de su época sino también de la antigüedad grecolatina, y su aspecto de embajador ocasional de los intereses del califato ante los más poderosos monarcas de Europa de aquella época.

Aunque no se conservan menciones a la vida de Ibrahim tras sus embajadas, algún autor ha señalado que muy posiblemente encontró una buena cogida a su vuelta a al-Andalus y que el califa al-Hakam II patrocinó la redacción del relato de sus viajes, que no podían dejar d fascinar a unas gente acostumbradas a considerar como bárbaros a sus vecinos del norte.