Viajeros y diplomaticos. Observadores hispánicos en Estambul (1784-1915)

Tras tres siglos de hostilidades en el Mediterráneo, España y Turquía firmaron las paces en 1782. La óptica ilustrada de los Borbones, unida a la necesidad de los turcos de buscar nuevas alianzas frente a una Rusia en expansión, habían hecho posible el entendimiento entre estas dos naciones portaestandartes cada una de una fe diferente. A partir de este momento se produce un acercamiento entre España y Turquía que, si bien no tuvo demasiada trascendencia, sí dio lugar a toda una serie de testigos que transmitieron información sobre el final del imperio Otomano a los lectores del mundo del español.

A lo largo de los años trascurridos entre las paces del siglo XVIII y la Primera Guerra Mundial se pueden marcar tres periodos en los escritos que llegan a España sobre Estambul, influenciados cada uno por las corrientes literarias de la época. El primero corresponde con el final del siglo XVIII, caracterizado por las formas de la Ilustración, con obras como los cuadros enciclopédicos del Viaje a Constantinopla en el año 1784. En este periodo surgen autores que se convierten en viajeros románticos como el general Miranda o Domingo Badía, los cuales tienen una formación de ilustrados. Se puede apreciar que conocen obras de autores extranjeros, muchos de los cuales no estaban traducidos al español, y aportan una variada información que va desde la sociedad hasta la arquitectura, pasando por la teología o la botánica.

Los textos de viajeros románticos por el Imperio Otomano son escasos y predomina la visión realista de diplomáticos, militares o peregrinos camino de Tierra Santa. Estambul conoce su mejor momento en las letras españolas a principios del siglo XX, momento en que la burguesía europea populariza el lugar en los inicios del turismo. Los cronistas de las revistas ilustradas y diarios encontraron en esta ciudad un espacio donde encontrar la exaltación del yo a través de la contemplación de la belleza, no en vano los viajeros llevaban muchos siglos diciendo que era la ciudad más hermosa del orbe.

Los observadores hispánicos se pueden dividir en dos categorías: los que salían en una misión oficial, fundamentalmente diplomáticos o militares, y los turistas o periodistas que mantenían una postura más independiente de la oficialidad. A raíz de las paces firmadas con la Sublime Puerta en 1782, Carlos III envió una escuadra con regalos para el sultán y su corte. José Moreno fue el encargado de redactar un informe sobre la situación del Imperio Otomano. Esta obra y el Viaje a Oriente de la fragata de guerra Arapiles en 1871-72, de Juan de Dios de la Rada y Delgado, pretenden ser un estudio científico del estado del Imperio Otomano. Ambos tienen una estructura similar: empiezan por un resumen histórico, pasan a una descripción de la sociedad que visitan y terminan con un capítulo dedicado al arte que comprende desde el bizantino hasta el otomano. La característica más importante de estos textos es el punto de vista. El autor de la obra pretende hacer un texto descriptivo de carácter científico del estilo de los textos que ha manejado antes de emprender el viaje. Consciente de su falta de información evita hacer apreciaciones personales, limitándose a los autores estudiados. Otro elemento característico de estos informes militares es la ausencia de las vistas de la ciudad. Las expediciones militares contaban con artistas que realizaron grabados para completar el estudio de la ciudad. Los otros textos de viajeros oficiales son las memorias de diplomáticos: tanto la de los destinados en la Sublime Puerta como Adolfo de Mentaberry, Diego Coello o Antonio de Zayas, como las de los que pasaron por la ciudad rumbo a otro destino como Melchor Ordóñez Ortega, autor de Una misión diplomática en Indochina, descripción del viaje de la legación española al Imperio de Annan y reino de Siam dando en dos años la vuelta al mundo.

MENTABERRY, COELLO Y ZAYAS, TRES EMBAJADORES EN ESTAMBUL

Adolfo de Mentaberry encarna el prototipo del autor romántico que alterna la diplomacia con el periodismo y la literatura de viajes. Vicecónsul en Damasco en 1865, dos años más tarde fue nombrado Primer Secretario de la Embajada Española en Turquía, cargo que ocupó hasta finales de 1868. Otro singular destino fue el de Primer Secretario de Embajada en China entre 1869 y 1870. El resultado de estas dos estancias se publicaría con el nombre de Viaje a Oriente: de Madrid a Constantinoplaen 1873 e Impresiones de un viaje a China en 1876, prologados respectivamente por dos políticos de primera fila: Antonio Cánovas del Castillo y Manuel Silvela. De una manera menos aventurera Adolfo de Mentaberry participó en el panorama intelectual de la segunda mitad del siglo XIX publicando sus opiniones sobre política internacional en las páginas de La Ilustración Española y Americana, La Ilustración de Madrid, La Revista de España y los periódicos El Contemporáneo, La Política, La Patria y El Tiempo. Mentaberry en De Madrid a Constantinopla deja aflorar su yo romántico, explayándose tanto en el tema de los paisajes exóticos, el de las otomanas veladas o los paseos nocturnos por cementerios musulmanes, con las consiguientes reflexiones de rigor. Hay que tener en cuenta que poco antes el imperio Otomano había sido visitado y descrito por autores románticos franceses como Lamartine, el cual había sido traducido y difundo en español.

Diego de Coello de Portugal Quesada era hermano de Francisco, uno de los padres de la cartografía española y fundador de la Sociedad Geográfica de Madrid. Diego había nacido en Jaén en 1821 y estudiado la carrera de abogado en Sevilla donde empezó a publicar artículos en El Corresponsal, El Faro y El Heraldo. Una vez terminados los estudios ingresó en la carrera diplomática en 1844, siendo uno de sus destinos más importantes el de embajador en Turín y Parma en 1858, momento en que Víctor Manuel de Saboya y Cavour estaban comenzando la unificación italiana. La trayectoria de Diego de Coello está bien definida desde su juventud: las relaciones internacionales, la política y el periodismo. Su participación en la arena política data de 1845, fecha en que es nombrado diputado por el Partido Liberal en Jaén. Lo compagina con el periodismo político y funda varios periódicos, siendo el más importante La época en 1849, el diario del Partido Liberal. Su ideología viene expuesta en la necrológica que le dedica La época el 6 de abril de 1897:

“[.] monárquico, dinástico, católico sincero, conservadorliberal y parlamentario” .

Durante su embajada, 1884-1886, envió sus crónicas a La época y a la Ilustración Españolay Americana. Se trata de una interesante descripción del imperio Otomano de Abdül Hamid II en la primera década de su sultanato. El Imperio Diego de Coello. Otomano se reponía de la guerra rusoturca de 1877-1878, tras la cual se habían retirado de los Balcanes. Coello fue testigo de la situación de estos nuevos estados y de las reformas del Tanzimat. A través de sus artículos describe un Estambul cosmopolita donde reinaba la libertad religiosa. De esta manera, a través de la crónica de un Viernes Santo, en el cual los judíos celebran el sabath y los musulmanes sus preceptos, muestra a los lectores hispánicos lo que era una sociedad multiconfesional. Dos de sus mejores crónicas se centran en las fiestas musulmanas del final del Ramadán y el Sacrificio de los Corderos en Estambul. No hay que olvidar que la libertad de culto tiene lugar en España en 1868, a la que eran contrarios los sectores más conservadores de la sociedad como los carlistas, y que sobre los musulmanes y judíos imperaba una imagen negativa, fruto más del mito que de la realidad. La importancia de Coello fue la de ser capaz de trasmitir al mundo en español la imagen del Estambul inmerso de los cambios del Tanzimat , dando una imagen moderna y bien documentada de esta ciudad.

En cuanto a Antonio de Zayas, estuvo destinado en la capital otomana durante 1897-1898 con el cargo de Secretario de Tercera Clase. Se trata de una de las estancias más largas que produce dos textos: Joyeles Bizantinos , la visión poética, y A orillas del Bósforo donde relata sus memorias en la Sublime Puerta. Esta vez no se trata de una persona de ideología liberal sino todo lo contrario. Zayas arremete contra el Islam o la ortodoxia, declarándose defensor del catolicismo. Abdül-Hamid II lleva en el trono tres décadas. Ya no es el sultán amable de Coello sino el responsable de las masacres de armenios y macedonios que habían conmocionado a la opinión pública internacional. A orillas del Bósforo es un texto donde tiene lugar la estética fin de siglo con la crónica política.

LOS VIAJEROS ESPAñOLES EN ESTAMBUL

Volviendo al grupo de los viajeros oficiales españoles hay que destacar a Domingo Badía, quien, disfrazado de árabe con el nombre de Ali Bey, recorrió el norte de Africa, la Península Arábiga, Palestina, Grecia y Turquía, espiando primero para Godoy y posteriormente para los hermanos Bonaparte. Otro personaje reseñable es Carlos Ibáñez de Ibero, que también es un observador oficial atípico. Viaja a Estambul durante la Gran Guerra en 1915, se entrevista con ministros y periodistas y describe la ciudad. Esta obra, destinada a los lectores franceses, no llegó a traducirse al castellano. D’Athènes à Constantinoplees la última visión de una ciudad que está a punto de dejar de ser la capital de un imperio. No es sólo original por describir el paisaje de una ciudad en guerra sino también por el punto de vista adoptado. Carlos Ibáñez de Ibero hace una serie de entrevistas a personas locales cuyas opiniones sobre la situación política en Turquía son el objetivo del texto. La crónica periodística las reproduce permaneciendo el autor en un discreto segundo plano.

El otro grupo de viajeros es el de aquellos que llegan a Estambul por sus propios medios. Uno de los primeros es el venezolano Francisco de Miranda, un general rebelde que se ve obligado a huir de Cuba en 1783, encaminándose primero a los Estados Unidos de Norteamérica y posteriormente a Europa. Miranda llega a Estambul en 1786, coincidiendo con la expedición de Solano, donde permanece un mes antes de partir para Rusia. Otro viajero hispanoamericano es el peruano Pedro Paz Soldán y Unanue, uno de los escritores más importantes del Perú de la segunda mitad del siglo XIX. Este singular viajero hispanoamericano recorrió Europa y el cercano Oriente dejando constancia en uno de los escasos textos de viajeros románticos en español.

Un buen ejemplo de la burguesía de la Restauración es Narciso Pérez Reoyo, un médico burgalés asentado en Galicia, que realizó el Viaje a Egipto, Palestina y otros países de Oriente también en 1875, que finaliza en Estambul. Gran parte del recorrido lo hizo acompañado de José María Fernández Sánchez y Francisco Freire Barreiro, catedráticos de la Universidad de Santiago que publicaron Santiago, Jerusalén, Roma; Diario de una peregrinación a estos y otros santos lugares de España, Francia, Egipto, Palestina, Siria e Italia, en el año del Jubileo Universal de 1875 , no podía ser menos, en la imprenta del Seminario Conciliar de Santiago. El título del libro deja entrever lo que hay dentro: el estado de los principales lugares de peregrinación de los católicos, algunos de los cuales, como Tierra Santa, pertenecían al Imperio Otomano.

Los lectores catalanes también tuvieron a su alcance obras de literatura de viajeros. Josep Pin i Soler estuvo interesado en encontrar a principios del siglo XX los restos del Bizancio que pactó con los catalanes en la Edad Media, siguiendo la obra del historiador valenciano del siglo XVII Francisco de Moncada: Expedición de Catalanes y Aragoneses contra Turcos y Griegos . Pin i Soler fue un intelectual de Tarragona que destacó como novelista con La Família dels Garrigas y en otros campos: como dramaturgo y como traductor de los humanistas, a él se deben las primeras traducciones al catalán de Erasmo y Maquiavelo. Las experiencias de los viajes por Grecia, Rumania y el Imperio Otomano se publicó con el título de Orient, varia .

LA VISIóN MODERNISTA DE ESTAMBUL

Blasco Ibáñez es otra figura polifacética del panorama español del cambio de siglo. En 1907 buscó en Estambul un marco donde situar sus particulares ideas sobre la política, la religión o la sociedad. Antes de publicar Oriente algunos de sus artículos vieron la luz en El Liberal de Madrid, El Imparcial de México y La Nación de Buenos Aires. Un caso similar es el del cronista guatemalteco Ernesto Gómez Carrillo que se interesó también por esta ciudad durante la Segunda época Constitucional en 1911 enviado por el diario El Liberal13 . Será precisamente Ernesto Gómez Carrillo uno de los pocos autores de la Literatura Hispánica que cultiven en profundidad las crónicas de viajes. Gómez Carrillo publicaba en periódicos de Madrid, Buenos Aires y México crónicas de la vida parisina y de otros lugares como Marruecos, Japón, Rusia o el Imperio Otomano. Todos estos espacios están marcados por dos elementos clave del modernismo: el cosmopolitismo y el exotismo. Este dato y la búsqueda de la belleza se encuentran también en los textos de Zayas, Pin i Soler y Blasco Ibáñez. Dos escritores que pertenecen al Realismo literario, costumbrista el primero y naturalista el segundo, que tienen visiones modernistas de la capital otomana. Todos estos autores tienen en común el objetivo de transmitir las sensaciones del viaje, controlando la presencia de la voz del viajero en el texto. Estambul es uno de los lugares adecuados en la búsqueda de la belleza de los modernistas, se plasma en la descripción de los colores y las luces en un mundo cosmopolita y exótico. Haciendo una comparación con el cine, el viaje modernista equivale a un documental artístico donde la mirada del viajero corresponde con la voz del narrador. Así, tras la descripción de la belleza de una puesta de sol en el Cuerno de Oro, el cronista, desde un segundo plano, va introduciendo sus opiniones sobre acontecimientos históricos, políticos o sociales, íntimamente ligados al espacio descrito.

La estética modernista afectó también a otros autores que llegaron a Estambul en los primeros años del siglo: filólogos como Federico Morales Peñalba, interesado por estudiar la legua de Rumanía, cuyo viaje escribe Alfredo Opisso. El hijo del Dr. Pulido, que describe los hospitales, la facultad de Medicina y a los judíos sefardíes, o Francisco Pleguenzuelo, quien en un artículo publicado en La Ilustración Española y Americana sobre el Museo Arqueológico de Estambul, se sorprende de que un sultán esté apoyando esta clase de instituciones. Los textos de estos viajeros son más personales que los de los viajeros oficiales, en el sentido de que no pretenden hacer un estudio científico ni su opinión es la de un representante de España.

Pablo Martín Asuero