En el mes de julio de 1798 Napoleón desembarcaba en las costas de Egipto al frente de un gran ejército con el que viajaban también una legión de científicos y artistas. Con su llegada comenzaba también una revolución en Egipto que nadie había previsto: el turismo. Y es que la fascinación que despertó en Europa el descubrimiento de Egipto y del antiguo mundo de los faraones y su difusión a través de la publicación de la célebre “Descripción de Egipto”, sería el comienzo de una corriente ininterrumpida de viajeros hacia la zona. Primero llegarían los investigadores, luego los artistas y escritores, más tarde los coleccionistas y por supuesto los aventureros en busca de tesoros arqueológicos y por último serían los turistas que no alimentaban más pretensión que satisfacer su curiosidad por este exótico mundo cuyas noticias, aumentadas por la fantasía, llegaban sin parar a Europa. Cuando Napoleón llegó a Egipto, faltaba todavía casi medio siglo para que Thomas Cook popularizara los viajes y comenzara el turismo organizado tal y como hoy lo conocemos, pero antes que el “viaje” fue el “interés por viajar” y se puede decir que éste comenzó por la fascinación oriental.
Viajeros, aventureros, científicos y políticos.
Egipto había sido un destino para viajeros curiosos desde la más remota Antigüedad. Hacia el siglo V a.C. el historiador griego Herodoto de Halicamaso viajó al país, que en aquellos tiempos era frecuentado por mercaderes y navegantes y que ya entonces despertaba una gran curiosidad. La atracción perduró durante los siguientes siglos y en la época romana, Egipto fue casi un destino turístico al que viajaron incluso emperadores como Julio César, Adriano y Septimio Severo. Historiadores como Diocloro de Sicilia o Plutarco de Queronea, geógrafos como Estrabón o naturalistas como Plinio el Viejo. escribieron sobre su historia y su antigua religión que les llamaban poderosamente la atención. Sus dioses fueron exportados al Imperio Romano y en general el país del Nilo ejerció una extraña fascinación en la Antigüedad Clásica.
La llegada del cristianismo y posteriormente la conquista de Egipto por los árabes en el 640 d.C. consiguieron que el país fuera perdiendo progresivamente su identidad y que se fuera aislando del mundo occidental. A partir de entonces los únicos lugares visitados por los viajeros serían Alejandría y El Cairo, nudos estratégicos en dos importantes metas comerciales y etapas imprescindibles para los peregrinos se dirigían a Jerusalén y al monasterio de Santa Catalina en el Sinaí.
En 1517 Egipto fue anexionado al Imperio Otomano y comenzó a ser un país más asequible a los viajeros europeos. Así. en el 1589 un mercader veneciano anónimo remontó por primera vez el Nilo llegando hasta Tebas y Nubia más allá de la primera catarata.
Durante el siglo XVII Egipto continuó siendo un país desconocido, a pesar de los viajes realizados por el padre dominico Jean Michel Vansleb (1635- 1679) y por los franceses André Thevet (1504-1592) y Jean de Thevenot (1633-1667).
Con el siglo XVIII llegaron los primeros viajes de exploración del Nilo hasta el Alto Egipto: el padre Claude Sicard (1677-1726) identificó por primera vez la antigua Tebas y los principales centros religiosos del Antiguo Egipto y tanto el reverendo Richard Poooke (1704-1765) como el capitán de la marina danesa Frederick Ludvig Norden (1708-1742) realizaron largas exploraciones que plasmaron en amplias crónicas ilustradas que dieron a conocer en Europa los monumentos faraónicos.
Europa descubre Egipto. A pesar de la galería de viajeros que visitaron Egipto durante siglos, cuando Napoleón llegó a Egipto, en 1798, el país del Nilo continuaba siendo un mundo misterioso y desconocido. Napoleón no llegó solo al puerto de Alejandría Con él desembarcaron 160 hombres de ciencia que se encargarían de estudiar a fondo el territorio: exploraron los antiguos monumentos, dibujaron templos y tumbas a escala, describieron edificios que ya han sido destruidos hace tiempo y realizaron reconstrucciones imaginarias de los templos con procesiones sacerdotales en solemne procesión.
Europa descubre Egipto
A pesar de la galería de viajeros que visitaron Egipto durante siglos, cuando Napoleón llegó a Egipto, en 1798, el país del Nilo continuaba siendo un mundo misterioso y desconocido. Napoleón no llegó solo al puerto de Alejandría Con él desembarcaron 160 hombres de ciencia que se encargarían de estudiar a fondo el territorio: exploraron los antiguos monumentos, dibujaron templos y tumbas a escala, describieron edificios que ya han sido destruidos hace tiempo y realizaron reconstrucciones imaginarias de los templos con procesiones sacerdotales en solemne procesión.
La mayor parte de la Comisión abandonó Egipto en septiembre de 1801 tras la capitulación militar ante los británicos. Las colecciones arqueológicas fueron cedidas a Francia pero el British Museum adquirió muchísimas obras, entre ellas la más notable la piedra de Roseta.
La publicación de todos aquellos estudios, trabajos científicos y descubrimientos en los 23 volúmenes de la “Descripción de Egipto”, una grandiosa síntesis sobre aquella antiquísima civilización, convirtieron el descubrimiento de Oriente en una obsesión colectiva, en un sueño común para muchos hombres y mujeres de la época que, a partir de entonces comenzaron a mirar hacia Oriente y a copiar su estilo. Fue un fenómeno rápido pero duradero.
En los años treinta del siglo XIX. Europa entera miraba hacia Oriente y encontraba en sus milenarias civilizaciones una fuente de inspiración inagotable. Así por ejemplo, Víctor Hugo escribe sus “orientales” en donde afirma que “Oriente se ha convertido en una especie de ocupación general. Los parisinos de la época se tocan con el fez rojo y las mujeres que quieren ir a la última la moda llevan turbante.
La fascinación por Oriente no se limitaba a Egipto, aunque este país fue el que más interés despertó siempre entre los occidentales. Ya en la primera mitad del siglo XIX los europeos y americanos comenzaron a viajar en gran número por el Cercano Oriente también llamado entonces simplemente “el Oriente” y Egipto en particular se convierte un enigma fascinante que continuamente aporta sorpresas y va dando lugar a una ciencia, la egiptología, que año tras año revela nuevos datos.
Tras la llegada de Napoleón, y antes que los turistas, comenzaron a llegar al país del Nilo aventureros, viajeros y exploradores. También llegaron muchos pintores como los franceses François Casas, Jean Jacques Rifaud, Fréderic Cailliaud, Pascal Coste o Nestor L’Horw, el alemán Luigi Mayer, el escocés David Robert o los ingleses Robert Hay, George Hoskins y Owen Jones. Y por supuesto no faltaron tampoco los escritores, entre los que destacaron Claude Savary (Lettres sur Egypte), René de Chateaubriand (Itinéraire de París a Jerusalem) o Gustave Flaubert (Voyage en Orient).
Tras la llegada de las tropas napoleónicas, hay otro hecho histórico que pondrá definitivamente de moda Egipto en Europa: el descubrimiento de Champollion, que logra desentrañar un mensaje de dos mil años cincelado en la piedra de Roseta, y hace hablar por primera vez al mundo de las pirámides. El enigma de los jeroglíficos queda por fin desvelado y los monumentos y papiros comienzan a arrojar datos sobre los antiguos egipcios, información sobre su historia, su vida cotidiana, sus dioses, sus faraones, su religión y sus creencias. En Europa hay verdadera avidez por conocer los logros de la egiptología. Es un mundo sorprendente e inagotable que atrae hasta el Nilo a miles de investigadores, aventureros, artistas y curiosos.
Los dibujos del británico David Roberts nos muestran a estos primeros viajeros del XIX extasiados ante las ruinas de templos y estatuas, semienterradas por la arena del desierto. Roberts, uno de los artistas más famosos de cuantos visitan Egipto por aquella época, escoge para sus dibujos un punto de vista muy por debajo del acostumbrado y hace que las piedras parezcan vivas. Las personas no hacen más que subrayar el colosal tamaño de las ruinas egipcias.
Los pintores y los escritores orientalistas (Chateaubriand, Flaubert, Goodall, Tissot, Wilkie … ) preceden a los turistas, que no tardaran mucho en aparecer, primero tímidamente y más tarde de forma masiva. Egipto se convierte ya en la segunda mitad del siglo XIX en uno de los primeros grandes destinos del turismo organizado.
Para algunos artistas, Egipto y en general Oriente, se convierte en una obsesión e incluso los que no viajan hasta allí, se inspiran en él, como Goethe, que aunque nunca estuvo en Oriente, lo imaginó.
Thomas Cook revoluciona los viajes.
Y mientras que se suceden los descubrimientos arqueológicos que atraen cada vez a más turistas, se están produciendo también cambios políticos importantes en la zona, que a su vez tendrán su repercusión en la llegada de visitantes. El más trascendental es la llegada al poder en 1854 del Jedive Said, amigo del tenaz Ferdinad De Lesseps, que finalmente concede su aprobación para unir las aguas del Mediterráneo con las del mar Rojo.
Quince años más tarde, en 1869, el canal está construido y abre un nuevo camino hacia la India y hacia el Lejano Oriente, que pasa necesariamente por Egipto. Esta apertura supuso también un hecho trascendental: la agencia de viajes Thomas Cook comienza en ese mismo año de 1869 a vender viajes organizados desde Londres a El Cairo. En 1870 Cook publica la primera guía turística de Egipto, antecedentes de las guías actuales. Estamos en el momento de máxima expansión de esta agencia de viajes, la primera creada en el mundo, que en esos años comienza en operar a otros rincones del Imperio Británico, como China, India o el Mar Rojo.
Aunque los viajes de Cook son los primeros paquetes turísticos a Egipto, lo cierto es que desde el descubrimiento de Champollion no habían dejado de llegar a Egipto centenares de viajeros, estudiosos, aventureros y artistas así como otras dos grandes expediciones científicas que publicaron en Europa amplios volúmenes sobre las ruinas de Tebas.
En este segundo tercio del siglo se producen otros hechos decisivos para la popularización de los viajes: el desarrollo del vapor ha ido facilitando los viajes y abaratando su coste, se implantan los billetes impresos y con ello se simplifican, se construyen nuevos y lujosos hoteles en Egipto, como el Domergue de El Cairo o el Winter Palace de Luxor que sustituyen a las antiguas posadas nativas (khans) y lo más importante: se desarrollan las agencias de viajes, la primera de todas ellas, la agencia de Thomas Cook, que no sólo se ocupan de todos los complicados trámites) preparativos que implica el viaje. sino que además protegen al viajero contra los engaños y contra el impacto que puede significar el encuentro con una cultura tan opuesta a la occidental. Surgen también en esta época las guías de viaje al estilo actual, con consejos prácticos, direcciones y datos útiles para el viajero de clase media. La primera será la de Thomas Cook, en 1870, y más tarde la famosa Guía Baedecker en 1878 y el “Manual para viajeros a Egipto de Sir Gardner Wilkinson”, en 1887. Estas guías sirvieron para que miles de turistas de clase media viajaran al país del Nilo con una fe ciega en sus consejos.
Thomas Cook considerado el padre del Turismo. merece algunas líneas antes de seguir la evolución del turismo en Egipto. Nació en una familia muy humilde en 1808 en el condado de Derbyshre (Inglaterra). Quedó huérfano a los cuatro años y a los diez tuvo que dejar la escuela para trabajar, primero como tornero y más tarde como misionero y agente de una Asociación Baptista que le encargó la difusión de Biblias en el Condado de Rutland. En 1841 se le ocurrió la idea de organizar un tren especial entre Leicester y Loughboroug para llevar el mayor número de fieles a un Congreso Antialcohólico que tenía lugar en Leicester. Así nació el primer viaje organizado de la historia. Fue el 5 de julio de 1841 y llevó a 570 viajeros, ida y vuelta. por un chelín por cabeza. Tras esta experiencia Cook siguió organizando trenes completos con ocasión de congresos similares pero también para excursiones de placer. Así, en 1851 ya organizó el viaje a la exposición de Hyde Park para 165.000 clientes. Rápidamente, junto con su hijo, comenzó a extender su negocio en Inglaterra y desde 18.55 por toda Europa. abriendo oficinas en París, Bruselas, Colonia, Maguncia, Frankfurt. Heidelberg, Estrasburgo. En 1872 organizó el primer viaje “todo incluido” a Estados Unidos para 35 personas y en 1872 organizó la primera vuelta al mundo, que duraba 22 días. Ese mismo año abría su primera oficina permanente fuera de Europa, en Nueva York.
El gran mérito de Cook es haber creado una serie de instrumentos y de elementos del viaje que perduran hasta hoy: el itinerario impreso para los clientes (1845), los contratos con proveedores (1846), las excursiones con guías (1846), los pagos retrasados a los proveedores al regreso del cliente (1850), el bono de hotel (1867), o el traveller’s check.
Cuando Cook murió en 1892, su agencia era la más importante del mundo, pero ya existían casi 500 agencias de viajes que seguían su camino y que habían puesto en marcha por todo el mundo a una legión imparable de turistas curiosos, ávidos de experiencias y a veces impertinentes. El mundo ya nunca sería igual.
Excursiones, expediciones y cruceros.
Loa primeros viajes organizados desde Europa a Egipto son los que Cook organizó el mismo año que se abre el Canal de Suez, en 1869. Es además una fecha que marca una nueva Era en el imperialismo británico ya que Egipto se convierte en un lugar estratégico y clave en el mapa geopolítico del mundo. Thomas Cook consolidó rápidamente su posición como pionero en la zona y pronto se deshizo de cualquier competencia, de tal forma que incluso llegó a ser acusado por su principal competidor Heruy Gaze de prácticas poco éticas. Sólo unos meses después de organizar su primer viaje a Egipto, Cook ya había desarrollado completamente sus tours guiados y un ágil sistema de billetes y bonos.
En aquellos primeros tiempos del turismo, la mejor ruta a Egipto. y también la más económica, era la que atravesaba Europa en tren hasta Briodisi y desde aquí en vapor hasta Port Said. Cook ofrecía este viaje por 150 guineas y el público abarrotaba sus oficinas. Además Cook ofrecía también excursiones por Egipto para aquellos británicos que iban de camino hacia las colonias de la India y el Extremo Oriente, a los que ofrecía la oportunidad de hacer una escala y pasar unos días visitando los monumentos egipcios que en ese momento centraban la atención de los ingleses debido a los continuos descubrimientos de los arqueólogos británicos que por entonces llenaban las páginas de los periódicos. Por otro lado, Cook y posteriormente sus competidores, ofrecían a un gran número de británicos la posibilidad de hacer un viaje único y específico para visitar las maravillas de este nuevo destino turístico.
El viaje turístico más habitual en aquellos tiempos a Oriente Próximo generalmente incluía un tour por Tierra Santa, una región que a Thomas Cook le gustaba especialmente por sus connotaciones religiosas. El principal problema en estos países solía ser la inexistencia de hoteles y de cualquier medio de transporte adecuado, pero Cook, con la ingenuidad y la determinación que siempre le caracterizaron, comenzó a crear él mismo el transporte y el alojamiento que sus clientes requerían.
Uno de sus mejores inventos fueron los lujosos campamentos para viajar con grupos de entre treinta y cuarenta turistas. Estos “campamentos” se desplazaban por los desiertos de Egipto o de Palestina atendidos por un ejército de muleros, criados y guardias, y acompañados por guardias locales que administraban los campamentos con mano fume. El inventario del equipamiento para estas expediciones al desierto incluía; 11 tiendas para dormir, dos salones para cenar. una tienda-cocina, 35 caballos, 42 mulas de carga y 50 burros. Los animales de carga eran necesarios porque había mucho material y provisiones que Cook consideraba esencial llevar para asegurar que sus clientes se sintieran seguros y cómodos. La mayoría de los turistas de Cook provenían de la tranquila clase media urbana y viajaban por primera vez a través de desiertos.
En Egipto la situación era muy diferente y Thomas Cook encontró el destino perfecto para ofrecer exotismo, comodidad y seguridad al mismo tiempo. Para ello Cook contaba con su propia flota de barcos de cruceros en los que la clase media encontraba todo el confort y el lujo imaginable. Era un medio de transporte cómodo y rápido y a la -vez un alojamiento de lujo desde el que cada día los turistas desembarcaban para ver templos y tumbas. para volver a sus cómodos camarotes donde podían relajarse alejados de las “fétidas” ciudades egipcias llenas de enfermedades y plagas. Nada más comenzar sus operaciones en Egipto, Cook anunciaba sus cruceros como “Exclusivos Cruceros fluviales por el Nilo con la autorización del Jedive”. Los precios de sus viajes al Cairo con salidas desde Londres eran de 80 libras en primera clase y 75 libras en segunda. El precio incluía 15 días en hoteles europeos y diez días en hoteles egipcios, así como traslados. Alquiler de burros, guías y el pago de los porteadores.
A pesar de que los turistas eran de las clases sociales más educadas, no faltan los grafitis en los monumentos egipcios que delatan su paso. Había en aquellos momentos un escaso control en los yacimientos arqueológicos y monumentos debido a los constantes descubrimientos y era relativamente fácil adquirir piezas como souvenirs turísticos. Se vendían desde gatos, pájaros y otros animales momificados como amuletos, hasta cerámica e incluso había algunos que adquirían sarcófagos para adornar sus jardines. Allá por 1880 el turismo hacia Egipto está en pleno auge. Prácticamente todos los occidentales que quieren viajar al país lo hacen a través de la agencia de Cook que es la que domina el tráfico de cruceros por el Nilo. Su libro de firmas, que se ofrecía a todos los pasajeros importantes, es un auténtico “Who is who” de finales del siglo XIX. En él aparecen miembros de la realeza y la nobleza británicas. comerciantes, artistas, empresarios. al Zar y su Corte, el príncipe alemán, las familias reales de Dinamarca, Brasil Persia, Suecia, Prusia y Austria, varios maharajas indios, el Arzobispo de Canterbury o diversos personajes célebres como los políticos Richard Chamberlain, Cecil Rhodes o los escritores Rider Haggard o Rudyard Kilpling.
Por aquella época Cook organizaba 742 cruceros anuales por el Nilo hasta marzo, que era el final de la temporada, ya que la mayor parte de los turistas viajaban a Egipto durante el invierno buscando un clima menos riguroso que el de Inglaterra, Rusia, Alemania o Norteamérica. A comienzos del siglo XX Egipto ya es el gran destino turístico por excelencia, y eso que todavía no se ha descubierto la tumba de Tutakamon. El profesor norteamericano W. Dunning, que viaja en 1903 al país del Nilo comienza el relato de su experiencia diciendo “Egipto se ha convertido en la actualidad en el gran resort de invierno del mundo”. La naturaleza le ha proporcionado el mejor clima invernal y sus gentes construyeron hace muchos siglos los grandes templos y tumbas que hoy atraen al visitante y agradan e instruyen al viajero educado. En los primeros siglos de nuestra era, (estos monumentos) eran ya más antiguos de lo que son ahora nuestras catedrales, y numerosos viajeros griegos y romanos venían a verlos y admirarlos. En la Edad Media y hasta el viaje de Napoleón viajar a Egipto no resultaba nada cómodo ni estaba de moda. Pero con la llegada del ejército francés en 1798, comenzó una nueva era para los turistas y los investigadores. Una bandada de sabios acompañaron al ejército, y nosotros estamos en deuda con ellos por el interés que ellos despertaron y por la gran oportunidad de información que aportaron”.
La moda Tut invade Europa.
Pese a los esfuerzos de Cook y su particular “conquista” del país, a comienzos del siglo XX la moda de viajar a Egipto no había hecho más que empezar. Estaba todavía por suceder el gran acontecimiento que desataría la fiebre turística por Egipto: el descubrimiento del más fabuloso tesoro del Antiguo Egipto, conservado intacto durante tres mil años bajo las arenas del desierto.
En noviembre de 1922 Howard Carter descubrió la rumba de un faraón desconocido de la XVIII dinastía, culminando así sus 30 años de búsqueda obsesiva en el Valle de los Reyes. Se trataba del más brillante descubrimiento de la egiptología y con la apertura de aquella olvidada tumba de un desconocido faraón de nombre Tutankhamon comenzaba la gran pasión por el mundo egipcio en Occidente. La moda “tut” invadió todos los ámbitos culturales y artísticos en los años veinte: muebles, joyas, vestidos, decoración… y despertó, como nunca hasta entonces, el interés por viajar a Egipto.
Howard Carter había llegado a Egipto con 17 años en 1893, como integrante de una misión arqueológica británica. Trabajó durante los primeros seis años como dibujante de las esculturas e inscripciones que se iban encontrando en el templo de la reina Hatsepsut. en la antigua Tebas. En 1902 descubrió la tumba de Hatsepsut y la de Tutmosis IV y cinco años después conoció al coleccionista Lord Carnarvon, quien le encargó la supervisión de las excavaciones del Valle de los Reyes donde culminaría sus trabajos con el descubrimiento de la famosa tumba. Los diez años siguientes los dedicarla a trasladar los tesoros de Tutankamon. Falleció en Londres en 1939. El descubrimiento el tesoro de Tutankamon tenía todos los ingredientes para convertirse en un éxito de la arqueología pero también en un reclamo turístico insospechado para Egipto. Era una novedad por la inmensa riqueza atesorada y conservada milagrosamente intacta después de treinta y dos siglos de expolio continuado de tumbas. El descubrimiento tenía también un incalculable interés científico e histórico, aportaba belleza y originalidad pero sobre todo, por si fuera poco todo lo anterior, ofrecía misterio y pronto incorporó una leyenda sobre su maldición que fue rápidamente difundida por la prensa de la época. Los europeos y americanos de los veinte recibían con apetito todo tipo de novedades relacionadas con lo exótico y misterioso y así comenzó la tutankamonmanía, un fenómeno que no se agotado aún después de 80 años. Todavía hoy, los turistas abarrotan las salas del Museo de El Cairo donde se exponen los tesoros de su tumba.
En los años veinte y treinta. los turistas adinerados y de clase media, europeos y americanos, viajan ya a Egipto masivamente en viajes que les organizan las principales agencias de viajes. El viaje incluye normalmente el viaje en tren (con vagón cama) o en vapor. desde diferentes puertos europeos hasta Alejandría o Port Said, el hotel. generalmente “Grand Luxe”. el viaje en tren de Alejandría o Port Said a Assuan y el crucero por el Nilo. En aquellos años, anteriores a la Segunda Guerra, Thomas Cook cuenta ya con oficinas en Cairo, junto al hotel Shepherard el gran hotel de la época, en Alejandría, Port Said, Luxor, Assuan y Jartum. En sus folletos promocionales de la temporada turística 1926-27, se explican con todo detalle las condiciones del viaje a Egipto. La temporada alta se extendía desde octubre a abril, aconsejando noviembre y diciembre como los mejores meses para el viaje por el Nilo, ya que el río todavía está bajo en la Isla de Filé y ésta no permanece sumergida, como pasa más tarde. En estos folletos se explica: “Desde Inglaterra. el viajero debe hacer el viaje completo por mar, o pueden también utilizar una de las rutas transcontinentales más cortas. Desde los principales puertos europeos hay frecuentes comunicaciones en vapor con Port Said y Alejandría. El viaje por mar puede ocupar más tiempo que cualquiera de las rutas transcontinentales y significa entre 9 y 12 días de viaje en mar, contra dos a cinco por tierra”.
Los folletos son la mejor fuente de información para saber cómo se desarrollaban realmente aquellos primeros viajes turísticos organizados. Uno de los apartados importantes era el de la información de los barcos de crucero, que eran exactamente como los que describe Agatba Christie en su libro “Muerte en el Nilo”. Hacían el trayecto entre El Cairo, Luxor y Assuan. Una vez pasada la exclusa de Assuan se podía conectar con otro barco para recorrer “la parte más fascinante del Nilo”, un trayecto que suponía otros siete días de viaje desde Assuan a la segunda catarata y volver. Los folletos describen con todo lujo de detalle los camarotes, las cubiertas y los servicios a bordo, en los que no falta el piano para escuchar música y bailar. Las agencias ofrecían también la posibilidad de hacer los cruceros en vapores privados o navegando a vela en los Dahabeahs (falucas) de lujo, que aconsejaban como el más antiguo estilo de barco conocido en el Nilo, remontando su origen a la época de los faraones, pero ahora adaptado y modificado para la navegación moderna.
Los españoles de clase alta también participaron de esta corriente. En los años veinte del siglo XX se vendían en España cruceros por el Mediterráneo, como los del Stella Polaris, que salían del Puerto de Barcelona. En general, todos los folletos de viaje, en particular los de los cruceros por el Mediterráneo son extensos en detalles. Un folleto de cruceros de invierno de Favre Line de 1926 describe por ejemplo la visita a El Cairo, con una estancia aproximadamente de 69 horas, tras un recorrido en treo desde Jerusalén atravesando el Canal
de Suez en El-Kantara. En él están previstas las visitas de todas “las curiosidades de la ciudad” y “todos los vestigios de una grandiosa Antigüedad”. Se proponía una excursión facultativa a las ruinas de Men6s y de Saleara (40 km ida y vuelta) para seguir rumbo a Alejandría, a tres horas en tren. De aquella fiebre por viajar a Egipto quedan también muchas novelas ambientadas en el país. Las más populares de ellas son sin duda las de Ágata Christie, -Muerte en el Nilo, El Asesinato de Nofret- que describe el mundo de los turistas británicos durante sus viajes a Egipto y la pasión que el mundo antiguo despiertan entre sus compatriotas.
Egipto no ha dejado nunca de estar de moda como destino turístico. La llegada de la aviación comercial lo único que ha hecho es convertir el país en un destino de masas. En un punto geopolítico tan conflictivo como el que ocupa, las crisis han sido inevitables y frecuentes, pero su impacto en el turismo ha sido siempre puntual y la recuperación ha sido rápida. incluso en los casos más graves y directos como los atentados a turistas de hace algunos años. El poder de fascinación del Antiguo Egipto y la magia del Nilo, han resultado tener más fuerza que las crisis políticas más graves.
Lola Escudero
Boletín 13 SGE