INUITS, VIDA SOBRE EL HIELO
El explorador polar Ramón Larramendi conoce bien a los inuits. Ha convivido con ellos durante años, habla su lengua y ha explorado a fondo sus inmensos territorios cubiertos por el hielo. Los inuits, conocidos por nosotros como esquimales, han defendido a ultranza la vida salvaje, la biodiversidad y el entorno natural del que se sienten parte integrante. Pero la modernidad ha entrado en el Ártico con toda su crudeza, unida al calentamiento global que amenaza con eliminar del mapa su hábitat natural. Los inuits tratan ahora de preservar su cultura, enfrentándose al desarraigo y la pérdida de referencias.
Mi primera entrada en Alaska se produjo por la frontera del océano Ártico entre Canada y Alaska, posiblemente la frontera menos vigilada de los Estados Unidos de America. Alaska era mi último tramo dentro de la Expedición Circumpolar, un largo viaje que comencé en Groenlandia y continué a través del Ártico canadiense en trineo
de perros y kayak entre 1990 y 1993. Llevaba más de dos años y medio de viaje Ártico, cuando desde el erosionado poste geodésico que marca esta frontera, pude contemplar una de las visiones menos conocidas pero más reales de Alaska. Una tundra plana y desolada que se extiende hasta el infinito. Era Alaska, mi tierra prometida. Alli comenzaba un largo viaje de un año y 4000 km por sus rincones más remotos en kayak, raquetas de nieve y trineo de perros a través de todos los territorios Inuits.
La enorme extensión de tundra de toda la costa norte de Alaska es una llanura casi perfecta, que durante unos dos mil kilómetros apenas levanta dos o tres metros sobre el nivel del mar. Allí éste cubre únicamente un palmo durante kilómetros, imposibilitando la navegación costera. Son millones de kilómetros cuadrados casi despoblados, donde se encuentra una de las mayores reservas de aves del mundo en el conocido Alaskan National Wildlife Refuge ANWR,bajo cuyo suelo se encuentra una de las mayores reservas de petróleo de Norteamérica, no muy lejos de la explotación petrolífera de Prudhoe Bay. La costa norte posee intercaladas unas pocas poblaciones Inupiaq, además de ocasionales instalaciones militares de control de misiles, integradas en la llamada DEW line, o red de estaciones de alerta temprana.
La pequeña población de Kaktovik es el primero de los pequeños pueblos de origen Inupiaq que componen el llamado North Slope Borough o cuenca norte de Alaska, y como el resto de poblaciones árticas, no pasa de ser una suma de casas prefabricadas, ordenadamente colocadas, que forman una ínfima mancha en un océano de tundra en verano y de nieve en invierno. Al llegar, la visión que uno puede llevarse de los nativos americanos resulta chocante: potentes coches en una población sin carreteras, y dentro de algunas casas las más modernas televisiones de plasma con pantalla gigante vía satélite. Un despliegue de recursos y de riqueza que convive con algunos restos inupiaqs tradicionales, en forma de una abundante artesanía y elaborados diseños que algunas mujeres, generalmente mayores aun realizan, simbolizados por la elaborada, hermosa y omnipresente parka Inupiaq. Esa impresión de riqueza se ratifica cuando uno visita Point Barrow, la población más septentrional del continente americano, punto alcanzado por primera vez en 1826 por el británico Beechey cuando intentaba explorar el paso del noroeste, un lugar hostil en medio de la tundra costera, bañado por un clima frio y duro incluso en pleno verano, y que destaca por ser la población con mayor proporción de vehículos por habitante de los Estados Unidos, producto de la inmensa lluvia de recursos que proceden de la explotación petrolífera en Prudhoe Bay. Es un gigantesco mar de pozos petrolíferos establecidos alrededor de Deadhorse, su capital, que nutre a los Estados Unidos de un importante porcentaje del petróleo que necesita y que mediante el oleoducto que atraviesa toda Alaska, envía el crudo hasta Valdez, donde es cargado en petroleros con destino a los “Lower 48” (los 48 de abajo,) como son llamados en Alaska el resto de estados continentales de los Estados Unidos.
La costa norte es la Alaska desconocida de la que depende el resto del país, con el que contrasta básicamente en todo: es poco espectacular, nada glamurosa, despoblada e inmensamente rica. Es el corazón de Alaska, que hace latir al país sin ser visto. En mi viaje alrededor de la costa alaskana que realicé con motivo de la expedición Circumpolar, tuve el privilegio de descubrir el país desde sus más remotos rincones, charlando con personajes que definen el país y que ayudan a comprender
su alma, tales como Bob Curtis, un sorprendente hombre de origen inupiaq que, con casi cincuenta años es un enérgico feligrés de la iglesia quáquera establecida en Kotzebue, en la region norte de la península de Seward. Hijo de cazadores y tramperos, estudió durante los años setenta en Anchorage, donde pasó una década, como él dice, de borrachera en borrachera y de cama en cama. Durante los ochenta, gracias a su viva inteligencia, fundó una red de supermercados en diferentes poblaciones de Alaska en una sorprendente y poco usual iniciativa empresarial. A comienzos de los noventa vendió todos sus negocios y se integró firmemente en la iglesia para combatir desde la política local el alcoholismo y la falta de futuro y perspectiva que él afirma que hay en la vida fuera de Dios.
Charlé también con personas como Elsie Adams la encantadora abuela Inupiaq de Kotzebue, viuda de uno de los últimos tramperos y cazadores Inupiaq de la zona, que nos acogió como a unos nietos que regresan de un largo viaje y nos obsequió con algunos de sus elaborados manteles. O como Joe Kaleak, el abuelo de Kaktovik y orgulloso Umialik, amistoso, hospitalario y activo, que nos invitó a su casa impregnada de sabor tradicional y un cierto olor a grasa,
bastante desordenada, con las paredes llenas de fotos y dibujos, todo amontonado, inclusive barbas de ballena, nada realmente limpio o más bien sin preocuparse por el brillo y la estética, en vivo contraste con la presencia de numerosas televisiones en todas las habitaciones y en alguna incluso dos, que son observadas por un enjambre de niños berreantes semidesnudos cuya relación de parentesco no acabamos de aclarar.
O como Roger Henry, un esquimal inupiaq que, como muchos otros, tuvo que combatir en la guerra de Vietnam, fue condecorado por valor y nos enseñó algunas fotos a torso desnudo en la selva con una mezcla de orgullo y desdén.
Esta es la Alaska que no se ve, prácticamente no tocada por el turismo, la Alaska que llaman del Bush, (es la zona de bosque y vegetación baja y por extensión a todas las zonas salvajes, nada que ver con el presidente americano!!) donde no hay carreteras, las poblaciones viven aisladas y la comunicación se realiza tan solo por barco, motonieve o avioneta.
Los esquimales* de Alaska (que realmente no se denominan a sí mismos ni Esquimales ni Inuit, sino Inupiaq en el norte, Yupik en el oeste y Sugpiaq en el sur) presentan una notable diferencia con sus parientes de Canadá y Groenlandia, desde el idioma, el yupik y el sugpiaq que no son inteligibles con el inupiaq y el resto de dialectos inuit de Canadá y Groenlandia (que si son mutuamente inteligibles entre sí y con el Inupiaq).
Tradicionalmente han estado mas influenciados por los indios por la proximidad y el frecuente contacto, y diferenciados de sus parientes del Este por la mayor riqueza de recursos, entre ellos la madera, procedente de sus bosques o de la deriva en toda la costa del océano Ártico, por un clima por lo general más templado y con más recursos animales y sobre todo por la caza de grandes ballenas, realizada en todo el norte y noroeste de Alaska, y que a diferencia de otras regiones Inuits del este, generaba una cierta acumulación de riqueza pues con la caza de varias ballenas podían vivir algunas comunidades durante todo un año y permitir una relativa concentración urbana estable, como Point Barrow o Point Hope. También presentan diferencias por la técnica de caza en sí, realizada con Umiaks o barcos de remos y piel de bastante tamaño, hasta quince metros de largo, desde donde una tripulación dirigida por un capitán o Umialik realiza esta caza decisiva para toda la comunidad, en cuyo arrastre y despiece participan aún hoy en día toda la población, en lo que representa la tradición y fiesta más importante del año.
En la actualidad las comunidades Inupiaq, Yupik y Sugpiaq han corrido una suerte muy diferente. Los Sugpiaq del sur de Alaska, que habitaban la isla de kodiak y zonas adyacentes, y muy parecidos a los indios, tienen la curiosidad de ser el unico grupo “Inuit” encontrado por los exploradores españoles en la época de la exploración, durante la expedición de Salvador Hidalgo de 1790. Sufrieron los efectos más negativos de la etapa rusa y su historia posterior, al estar en la zona más accesible, ha sido similar a la de los grupos indios de las que es más próxima.
Los Inupiaq del norte, habitantes de las zonas más remotas, han permanecido poco alterados hasta la llegada de la onda expansiva del terremoto que supuso el
descubrimiento de los yacimientos petrolíferos del Norte de Alaska, que les han convertido en probablemente el grupo nativo más rico y con mayores recursos por habitante del mundo.
Los Yupik, más aislados en la costa oeste de Alaska alrededor del inaccesible delta del rio Yukón, no han sufrido ni el contacto tan intensivo de los Sugpiaq con rusos y americanos, ni la revolución total del petróleo. Posiblemente por ello es en esta región donde prevalece el idioma esquimal mas hablado de Alaska, el llamado Yupik central general, hablado alrededor del delta del Yukon, con cerca de veintemil parlantes.
La búsqueda de identidad y de referencias, el apego a los orígenes y la continua influencia de la cultura americana, han sido una pugna constante para una generación de nativos alaskanos nacida entre dos mundos. Sus padres, cazadores y tramperos vivieron una Alaska en las que los nativos formaban la mayoría de la población y realizaban las actividades tradicionales, pero cuyos hijos han pasado a formar una minoría en su propia tierra gracias a la masiva emigración que se ha producido desde el sur tras la guerra mundial. Estos a su vez han dado paso a una nueva generación de jóvenes, totalmente modernizados, adaptados a la tecnología, atrapados entre la fascinación por las modas y mensajes que llegan sin cesar del sur, pero a la vez más conscientes de sus diferencias lo que les hace mirar al pasado en busca de respuestas ante un incierto futuro.
*El término “Inuit” que en el Ártico oriental significa “ser humano”, fue introducido en la Conferencia Cirumpolar Inuit de 1977 como denominación de toda la raza esquimal, en sustitución del término (esquimal) al que se le achacan connotaciones peyorativas, que por otro lado no están tan claras. En la practica los inuits o esquimales se denominan a si mismos de diferentes maneras, Inughuit, Inuvialuit, kalaaleq, Inupiaq, Yupik y, solo en algunas zonas, Inuit. En castellano ambas palabras son correctas y son utilizadas indistintamente en el texto