La expedición continúa hacia el Tchad
Una vez revisitados los poblados, nos pusimos en viaje hacia el Tchad. Paramos en Maradi a reponer víveres para la siguiente etapa y seguimos unos 120 Km. para acampar ya de noche pasada Tessaoua. Al día siguiente paramos en la histórica Zinder, para visitar su barrio antiguo y el palacio de su Sultán, aún en activo. Nos agradó especialmente la visita a los niños de la escuela coránica. Tomamos algunas fotos y seguimos en dirección a N´guigmi. A partir de Zinder ya no hay gasolineras regulares y el combustible se compra de estraperlo, a precios cada vez más altos. Hicimos noche antes de N´guigmi y al día siguiente tuvimos que hacer una parada logística para preparar la dura travesía por el desierto que nos separa de N´djamena.
Contactamos con el General Kellei, un buen amigo de Javier Nart, que a través de la Sociedad Geográfica y el Director de expediciones Javier Alonso-Iñarra, nos prepara unos contactos para pasar la frontera y luego atravesar los controles militares hasta la capital.
La primera noche, que pasamos antes de llegar al Tchad, fue dura, pues tomamos por error la pista de camiones en vez de la de coches y tuvimos que pelear con la arena y sobre todo con unas semillas tipo cardo, de cuyo nombre no quiero acordarme.
De mañana llegamos al primer puesto de Tchad y es la primera frontera en la que nos dejan pasar, ofreciéndonos además unos refrescos para aligerar el viaje. Se lo agradeceremos siempre a Javier Nart y a su antiguo camarada de armas, el General Kellei.
Tomamos un guía para evitar despistes, como los de la noche anterior, pero con escasa fortuna. Nuestro experto se mareó con los baches, posiblemente por ir en ayunas debido a la cuaresma.
Como debía ser muy fundamentalista no quería tragar la saliva. Os recuerdo que la cuaresma impide comer, beber y parece que a algunos incluso tragar la propia saliva, que como nuestro guía, escupen constantemente. El caso es que pasó el trayecto abriendo y bajando la ventanilla y vomitando. Afortunadamente, cuando llegó al agotamiento, se quedó dormido y todos descansamos.
Afortunadamente, aunque había muchas pistas, todas conducían al mismo destino. Y así llegamos hasta el cruce que lleva hasta Bol, donde por fin se quedó, después de quejarse de que no había podido parar para bajar a hacer sus oraciones.
A buena hora aún llegamos a Ndjamena, desde donde os escribo. Desde aquí fuimos hasta el lago Tchad, donde estuvimos una noche de finales del Ramadán en una de las muchas islas habitadas, para después regresar a N´djamena y acompañar a Malén y Alfredo a tomar su avión de regreso, vía París.