Crónica Segunda
Entrar en China ha sido lento y difícil para los expedicionarios que íbamos al Everest. La periodista Elizabeth Hawley dijo que China estaba terminando de limpiar de muertos el Everest, los que debió ocasionar la ascensión a la cumbre del Fuego Olímpico el pasado año. No sé lo que habrá de cierto.
Esperamos dos días en el Kodari, viviendo en las casas colgadas del precipicio sobre el río Shun Khosi. China ha edificado una verdadera frontera entre Nepal y Tíbet. Cruzar a China tiene ya el formalismo que requiere entrar en un país poderoso y exigente. Ya no se pasa de cualquier forma como años atrás. Yo paso con miedo ocultando el teléfono Satlink vía satélite que está terminantemente prohibido.
Todo ha cambiado mucho en estos dieciocho años de ausencia. Ya no están los muchachos tibetanos con coletas negras que gritaban ¡Dalia Lama! El Tíbet es más China y menos Tíbet. Hay multitud de chinos venidos de los rincones del imperio para colonizar estas tierras desérticas llenas de futuro. Hoteles, comercios, restaurantes… Zhanmu y Khasa son ahora casi ciudades en las infinitas vertientes del Himalaya. La vida ha cambiado mucho. Hay que reconocer que los hospedajes son mejores y las condiciones generales de vida también. Una gigantesca carretera que costará muchas vidas va abriéndose camino…
Ayer llegamos a Kaylan a casi 4.000 metros y nos hemos entrenado subiendo a una montaña de 5.000 cada vez que subo me doy cuenta de lo mucho que cuesta subir, paso a paso, coordinando el ritmo del corazón y de la respiración con las piernas, sintiendo el esfuerzo, y ese pequeño dolor de cabeza de la altitud con el fuerte viento que golpea sin cesar. Hoy también me he repetido: “¿Si subir a 5.000 metros me exige tanto esfuerzo, que será a los 8.000?”
En Nyalam la mayoría de sus habitantes son chinos. Se percibe un cambio social, más limpieza, niños bien equipados escolarizados, mientras los aborígenes quedan relegados en un barrio marginal, con sus estandartes coloristas y los excrementos de yak pegados en la fachada de sus casas para secarlos y que sirvan de combustible como tantos siglos antes. Voy subiendo cansado por el esfuerzo y me doy cuenta de que no estoy tan en forma como creía, desanimado y entonces pienso que el Everest puede ser un objetivo superior a mis condiciones. No me arrepiento de haber llegado hasta aquí, pero pienso en que puedo fracasar y en el riesgo que ya casi inevitablemente voy a correr.
De pronto descendiendo la montaña una vieja melodía surge en mi recuerdo y me siento rejuvenecer. Surge del fondo de mí y escuchándome me llega la imagen de tantos amigos de la montaña, unos vivos y otros muertos: Pirinoli, el Berzas, M.A. Herrero, Pepe Arias, Ramón Blanco, Alandi, Tecglen… pasado inevitable lleno de sentimientos.
Ello me ánima. Mañana estaremos en Tingri después de haber atravesado un alto collado de 5.300 metros, lleno de banderas de la oración. Esta nueva carretera evita pasar por lugares que me parecieron memorables, como Shegar, en donde está el famoso Dzong, la gran fortaleza y templos lamaísta arrasada por la revolución cultural china.
Dentro de tres días llegaremos a Rongbuk, y pasando el monasterio veremos como el Qomolangma domina todo el paisaje. Allí comenzaran las subidas y las bajadas. Allí estará la verdad para los que deseamos llegar a la cima del mundo. Un cordial recuerdo desde el Himalaya.