Jornada del 10 de febrero de 2012
Bahía de Cenderawashi (Papúa occidental). Viernes 10, 2.50 h.
Tras abandonar las inmediaciones de Manokwari, la goleta Ondina ha puesto rumbo al sur de la Bahía de Cenderawashi. Navegamos toda la tarde noche del miércoles y, a las 6.00 h. del jueves amanecimos en aguas del Parque Nacional Taman Cenderawashi Teluk. Tras examinar las cartas náuticas del capitán decidimos comenzar las prospecciones en varios bajos y arrecifes de las pequeñas islotes que rodean Pulau Pulup, la isla principal, lugares completamente inexplorados y que esperamos que nos guarden muchas sorpresas… agradables. Por lo pronto, al habernos alejados de las grandes poblaciones, el agua aquí ya se nota más limpia y, al menos, en superficie no flota la basura que vimos en Manokwari. Abraham, el director de crucero, junto a algunos de nuestros buzos de apoyo –instructores de Buceo Canarias- hacen siempre una inspección preliminar en apnea, valorando el punto de inmersión (corrientes, perfil del arrecife y fauna marina) y tras el correspondiente breefing, el resto de la expedición, desplegados en tres grupos diferentes, inician la exploración del lugar. A lo largo de la jornada realizamos tres inmersiones –a las que bautizamos con nombres tan exóticos como “Cacatúa reef”, buscando siempre referencias en el entorno-. Los arrecifes aquí presentan un aspecto muy saludable, con abundancia de coral duro de gran tamaño como cerebros, mesas, cuernos de ciervo, orejas de elefante y enormes gorgonias de varios metros de longitud, aunque también encontramos algunas zonas, pocas, afectadas por el blanqueamiento que produjo hace unos años el calentamiento de las aguas que originó el fenómeno del niño. En cuanto a fauna, predomina la vida tropical pequeña, pero también es posible ver animales de gran tamaño como napoleones, barracudas, pequeños tiburones, grupos de grandes loros gibosos y hasta mantas diablo. Nada que ver con Manokwari, decididamente, la vida marina está mejor lejos de la humanidad.
Al final de la tarde levamos ancla y pusimos rumbo al sur, en dirección a Nabire, también bajo la protección de la reserva marina. Llegamos al amanecer y fondeamos junto a dos bagans, unas especies de plataformas donde viven pescadores y que se dedican a la pesca de anchoas. Sobre las siete de la mañana, el grupo se dirigió hasta una de ellas y los buceadores comenzaron a lanzarse al mar, literalmente cayeron sobre dos tiburones ballena que en ese momento se encontraban chupando las redes de pesca, en busca de restos de krill y anchoa para alimentarse. Aquí, a estos hiu (tiburones en indonés) les llaman Durango bintang, es decir “tiburones estrella”, haciendo referencia a los característicos lunares blancos que estos peces tienen en el lomo. Fue un encuentro extraordinario, ya que, lejos de asustarse de nuestra presencia, las dos hembras se mantuvieron junto a nosotros. Mientras la mayor (unos seis metros) sacaba su enorme boca del agua para tragar las anchoas que los pescadores les arrojaban de la bagan, la pequeña (cuatro metros) no hacía más que curiosear nadando lentamente entre los buceadores, dando vueltas una y otra vez, durante más de una hora. He visto tiburones ballena en bastantes lugares del mundo pero nunca en estas circunstancias. Este fenómeno que ha unido al hombre y al pez más grande del planeta no se produce en ningún otro lugar.