Pasaje de Drake
En lo que se refiere a la jornada de Francis Drake, aunque podríamos considerarla en cierta manera una expedición real, desde el principio vemos que será, a su vez, una iniciativa pirática en plena época de paz con España, aunque no todos los miembros de la tripulación estaban de acuerdo, y que la autoridad, más que la reina, la ejercerá Drake. La expedición zarpa de Plymouth el 15 de noviembre de 1577 y debe volver por temporales y con pérdidas a puerto, para zarpar otra vez el 13 de diciembre.
Son cinco barcos pequeños, el más grande, el Pelican de 150 toneladas, y 164 hombres. Sigue el tradicional uso pirático en la costa africana y se dedica a capturar barcos de pesca y alguna nave portuguesa de más valor, como la Santa María, que, renombrada Mary, y junto con su piloto Nuño da Silva, engrosa la expedición. También toma un barco español de 50 toneladas a su capitán, dejándole a cambio el pequeño Benedit de 15. A las otras naves les permitió marchar por falta de hombres para retenerlas, tras coger lo que quiso de su cargamento, y los cautivos portugueses, por su parte, los dejó a su suerte en una pinaza a la deriva con agua y algunos víveres. Thomas Doughty fue el nuevo capitán de la Mary, donde, según el relato de John Cooke, Thomas Drake, cometió algún robo de su valiosa mercancía, de lo que fue informado Drake por el pobre Doughty, que solo consiguió la ira del marino por dudar de su hermano. La persecución de Drake a Doughty, que fue acusado de ladrón, brujo, vilipendiado repetidamente y al final acusado de amotinamiento, fue desde entonces implacable.
En abril de 1578, la flota se reúne en cabo Santa María, actual Uruguay, que Drake rebautiza Cape Joy. En mayo, en cabo Tres Puntas, en el sur de Argentina, que cristiana Cabo Hope, se abandona el Swan y se le prende fuego. Poco después se abandona a su vez el Christopher y Drake prohíbe a Doughty leer nada que no esté en inglés, por si ensaya algún conjuro en latín. Invernará en puerto San Julián y aprovechará entonces para juzgar a Doughty por amotinamiento. El acusado pide la orden real por la que Drake tiene esa autoridad, la que no existe, y también ser juzgado en Inglaterra, pero poniendo de su lado a los marineros, consigue imponer la decapitación y tras ella cogerá la cabeza en su mano, desafiante. Ordenó a toda la tripulación confesarse al sacerdote Francis Fletcher y comulgar, en busca de información que sacaría al religioso, pero no tuvo noticia de ningún amotinamiento.
Cuando zarpa el 17 de agosto la flota ya solo se compone de tres barcos, Pelican, Marigold y Elizabeth, pero ya cerca del estrecho de Magallanes, el segundo desaparece en la tormenta el 30 de septiembre. Tras atravesar el Estrecho y ya próxima su salida, separará un nuevo temporal a los dos restantes y se pierden en la noche. John Winter, capitán del Elizabeth, esperará a Drake tres semanas en la entrada pacífica del Estrecho, y después, en lugar de seguir hacia las Molucas, optará por deshacer el camino y volverse a Inglaterra, quizás obligado por la marinería, que se negó a seguir bajo el mando de Drake, que había amenazado con ejecutar a 30. O eso alegó a su vuelta, lo que fue aceptado. En todo caso, Winter y el malogrado Doughty eran amigos, igual que éste lo había sido de Drake. Al regreso de John Winter a Inglaterra, el gobierno inglés difundirá el bulo de que había regresado sin volver a pasar por el estrecho de Magallanes, lo que era falso, aunque posible dada la cartografía española que ya dibujaba la Patagonia rodeada al sur por agua. Tras la información de que Winter habría regresado por el sur de la Patagonia, el gobierno español abrió una investigación, concluyendo que, por supuesto, era posible.[1]
Pero volviendo a Drake y su navegación, el Pelican fue arrastrado hacia el oeste y el sur al entrar en el Pacífico, antes de reemprender el camino del norte, y pudo haber vuelto por Winter mientras este esperaba, pero no llegó al mar de Hoces. Aunque Drake, y los relatos posteriores, insistirán en que sí llegó a verlo, -lo que en todo caso no incidiría en la anticipación del avistamiento español- John Drake, Williams Hawkins, Thomas Blacollar y Thomas Hood, que estaban con
Drake a bordo del Pelican, coincidieron en afirmar que ellos no llegaron a divisar mar abierto. [2] El Pelican no bajó tanto, pero ya andaba Drake e Inglaterra previamente a la caza del “hallazgo”. En todo caso este barco, tras haberse quedado con toda la jarcia de los barcos sucesivamente abandonados, conseguirá volver a Inglaterra con grandes ganancias tras circunnavegar el globo en solitario. Drake será entonces nombrado caballero a bordo por la Reina en 1581, iniciándose su transformación en mito nacional. Pero nadie se creyó sus patrañas de que había navegado el mar de Hoces o descubierto el pasaje de Drake. Al año siguiente, 1582, John Drake, Williams Hawkins, y los citados pilotos Blacollar y Hood, se embarcaron con Edward Fenton otra vez rumbo al Pacífico, y al preguntarle éste cómo esquivar los fuertes que acababan de erigir los españoles en el estrecho de Magallanes tras el paso de Drake, le respondieron que la única solución era el cabo de Buena Esperanza. Nadie habló del pasaje de Drake.[3] En la Inglaterra isabelina fue descubierta la artimaña del marino, diseñada ex profeso para atribuirse tal gloria: los mapas presentados por Drake eran sospechosamente parecidos a los mapas españoles ya existentes sobre la zona del Estrecho. Así escribirá el reverendo Richard Madox: “Estoy convencido de que lo más probable es que nuestro Drake hallara algún tipo de mapa portugués o español y le añadiera pequeños comentarios suyos.” Así, no le dan crédito ni los cartógrafos españoles, ni los europeos tampoco, como Mercator.[4]
Pero, pasada la mala prensa, muertos ya los protagonistas, en 1628, un sobrino del difunto pero afortunado Drake, también llamado Francis, publica The World Encompassed by Sir Francis Drake. Recoge el manuscrito de Francis Fletcher, el citado sacerdote de la expedición, pero con anotaciones a posteriori, e incluso algunos corta y pega de las descripciones de Antonio Pigafetta, o referencias a la reciente travesía por ese paso de los holandeses, y reconstruye así el viaje de Drake insistiendo en el descubrimiento del pasaje, que queda unido al mito del marino inglés. Pero del mismo modo que no llamamos a la bahía de La Coruña, bahía de Drake porque la haya rotulado así, o al cabo Santa María, Cape Joy, o al de Tres Puntas, Cape Hope, no llamemos a este trozo de mar pasaje de Drake. El marino ni lo descubrió ni pasó por ahí, por muchos esfuerzos que, empezando por el propio Drake, se hayan hecho por vincularlo con tal descubrimiento. Llamémoslo mar de Hoces, y recuperemos, en nuestra búsqueda de la verdad histórica, la toponimia de éste y de tantos lugares descubiertos por nuestros ancestros.
[1] Esto era conocido hace tiempo. No sólo por el testimonio de la carabela
San Lesmes, sino por posteriores expediciones. Unos años después, en 1539, zarpara Alonso de Camargo desde Sevilla para explorar y poblar el estrecho de Magallanes, llegando a los 56º de latitud sur, logrando describir la zona que da al Pacífico con bastante precisión. Sus crónicas permitieron determinar al cartógrafo real Alonso de Santa Cruz con total certeza que Tierra del Fuego “es indudablemente una isla”. Santa Cruz también anuncia que no hay noticia del continente sur imaginario, es decir, de la Antártida. Harry Kelsey,
Sir Francis Drake, el pirata de la reina. Ariel, Barcelona 2002, p. 170.
[2] Harry Kelsey, Sir Francis Drake, el pirata de la reina. Ariel, Barcelona 2002, pp. 178, 179.
[3] Harry Kelsey, Sir Francis Drake, el pirata de la reina. Ariel, Barcelona 2002, p. 168.
[4] Harry Kelsey, Sir Francis Drake, el pirata de la reina. Ariel, Barcelona 2002, p. 73.