Iniciativa

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José Mijares ha sido un trotamundos durante la mayor parte de sus cuarenta  y pocos años, tanto por trabajo (comenzó siendo guía turístico), como por afición. Ha recorrido gran parte del planeta a pie, en bicicleta, con esquís, navegando, etc. No obstante, a pesar de haber visto tantos lugares para comparar, sigue siendo un apasionado de las regiones árticas, hasta el punto de haber cambiado su Palencia natal por el Cabo Norte, en Noruega, donde reside nueve meses al año.

Escalador y alpinista de alto nivel, ha realizado un gran número de expediciones principalmente en los Andes, coronando desde el Chimborazo al Aconcagua, pero también EE. UU (ha hecho cumbre dos veces en el McKinley), Nueva Zelanda, Europa y África. Ha hollado la cima de cinco de las llamadas Siete Cumbres (los picos más altos de cada continente). Su historial deportivo también recoge más de 2.000 km. de travesías en hielo, entre las que se incluyen varias en Laponia, cruzar Groenlandia, y atravesar el mar Báltico en invierno, cuando éste se congela.

La Expedición Translaponia con su viejo amigo Lonchas

“He recorrido más de 2000 km a pie o con esquís por Laponia. En otoño, invierno, primavera y verano. Solo o acompañado.

A menudo se piensa que una travesía polar es sólo tirar de un trineo, y en realidad es mucho más complejo. Cuanto más entrenas y mejor conoces tus posibilidades, más rápido avanzas. Hay que aprender muchos trucos y estos sólo se aprenden escuchando consejos de expertos y poniéndolos en práctica una y otra vez, hasta que tú mismo te conviertes en un experto.

Ahora mismo hay varios grupos en la Antártida camino del Polo Sur. Los noruegos avanzan a una media de 30 km diarios o más. Es una metáfora que este año que se celebra el centenario de la llegada al Polo Sur, los noruegos sigan haciendo sencillo viajar por las llanuras polares y el resto…no tanto. A mi me apasiona la aparente sencillez con que es posible desplazarse por los entornos helados. Eso sí, hay muchísimas variedades de terrenos polares y cada lugar tiene sus dificultades añadidas y sus especificaciones. El reto es ser solvente en toda clase de terrenos.

En mis travesías laponas he ido de las montañas a la tundra, de los ríos y lagos, a veces congelados, a la banquisa del Mar Báltico. He cruzado con esquís los más grandes lagos de Laponia, las llanuras más salvajes del norte de Europa y los grandes Parques Nacionales. He seguido los caminos más importantes de esta bella región y en general he visitado casi cada pueblo o ciudad importante de las Laponias noruega, sueca y finlandesa.

Pero cuando abro mi ajado mapa del norte, me parece que aún me falta tanto por conocer…  No he visitado la Laponia rusa, no conozco la península de Kola, no he viajado nunca durante la noche polar, no he subido la montaña más alta de Finlandia (Halty) ni la de Suecia (Kebnekaise), no he atravesado el glaciar mas grande de Laponia, el Svartsisen (350km2). No he recorrido el Parque nacional de Padjelanta, ni la vieja ruta postal, la que va de Gargia a Kautokeino. O sea: que cuando pienso que conozco tanto, sólo tengo que abrir mi gastado mapa para darme cuenta que soy un “aficionado” con buenas intenciones.

Este año las cosas van a cambiar. Con el mapa sobre la mesa me di cuenta que uniendo rutas, lagos y ríos helados sería posible recorrer una gran distancia a través de Laponía. Así que he “diseñado” un bonito y largo viaje, que de una manera lógica me va a llevar a recorrer desde la Peninsula de Kola (Laponia Rusa) hasta la ciudad de Bodo en la costa atlántica noruega, a más de 1.500 km de distancia.  Empezaré a finales de noviembre en Murmansk, recién estrenada la noche polar y lo haré en bicicleta hasta Ivalo. 320 km a través de una pista helada (los rusos lo llaman carretera), con un único pueblo intermedio. Un tramo que promete mucha soledad y mucho frío. En este primer tramo me acompaña una amiga, Ainhoa Aldalur. En Ivalo me encontraré con mi fiel amigo Lonchas y desde allí, los dos solos, yo con esquís y él con sus patas, pondremos rumbo a Bodo. Ahí comienza todo. Un viaje se sabe como empieza; como acaba siempre es un misterio.

En mi ruta voy a encontrar muchas cabañas y algunos pueblos. Por otro lado, es más “fácil” una travesía así usando un perro, que puede tirar de la mayor parte del equipo, y pudiendo avituallar cada semana o 10 días. Que nadie imagine una hazaña para superhombres; es sólo un gran viaje a través de Laponia. Y eso es lo que más me gusta en el mundo.  En un principio la elección de fechas fue forzada por las circunstancias. Soy consciente de que sería más vistoso en primavera con luz y la nieve bien asentada, pero sólo dispongo de lo más crudo del invierno. Sin embargo, luego empecé a pensar que también sería una oportunidad y una experiencia formidable zambullirme solo, acompañado por mi perro Lonchas, en la noche ártica durante 3 meses. Al fin y al cabo nunca he viajado a través de ella. Su comienzo y final dependen de la latitud. Lo que está garantizado es que me comeré 45/50 días viajando sin que el sol asome por el horizonte. Aunque no he viajado a través de la noche polar, sí que la he vivido, y no es tan oscura como la gente se imagina. Hay que ver sus colores, sus matices, sus auroras boreales…un mundo diferente y onírico.

El plan está muy bien amueblado en mi cabeza, y en él caben todos esos lugares que aún no he visitado, esas zonas que sólo veo en los mapas y que me están llamando desde hace años. Los detalles, el resto, es una incógnita; si los lagos están congelados, perfecto. Si no, me internaré en los bosques. Lo que sí es seguro es que las vivencias y sensaciones serán inolvidables. Uno no es el mismo antes y después de un viaje como éste. La ruta, si todo sale bien, se alargará entre 80 y 90 días. Ya tengo mucha experiencia en mi vida en viajes largos, y son mis favoritos. En 1991-1992 hice una expedición que a la que llamé Trans-Andes. Estuve 13 meses recorriendo Sudamérica, y subí las principales montañas andinas (Bolívar, Colón, Cotopaxi, Chimborazo, Misti, Coropuna, Huayna Potosí, Illimani, Licancabur, Aconcagua, Mercedario y un montón más), recorrí los trekkings más importantes y metí la nariz en todos los garitos que prometían sorpresas. Lo hice con 4 duros. Tenía 24-25 años.  En el 1993 volví otros 6 meses a Sudamérica a rematar lo que me faltaba y durante los inviernos del 96, 97 y 98 anduve 6 meses en cada uno viajando y mochileando por el sudeste asiático, Australia y Nueva Zelanda. Subí montañas en Borneo (Kinabalu), Sumatra (Kerinci), buceé en la gran barrera de Australia, subí el monte Cook en Nueva Zelanda, el Monte Ossa de Tasmania, la Pirámide de Carstenz (imaginaos la paliza que les di a los organizadores que acabaron invitándome, ¡no tuve que pagar un duro por subirla!). En la Carstenz coincidí con Leszek Cichy, el polaco que hizo la invernal del Everest de 1980.

Pude compaginar esa vida con mi trabajo de guía turístico por Europa. Viajaba gracias a eso. Y a que me ponía el mundo por montera. Luego expediciones, travesías polares, de los hielos continentales, mi hogar en Cabo Norte, en donde regento el Artico Ice Bar junto a Gloria, mi mujer (gracias a ella puedo hacer este viaje…este año se responsabiliza de mi parte en la construcción del bar a principio de temporada…)

Tengo muchas incertidumbres, pero me tranquilizo al saber que conozco casi la mitad de la ruta, que sé moverme en este clima y que Laponia me resulta un escenario familiar.  Al fin y al cabo, es mi hogar.

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