Las ladies viajeras en España

La España romántica del siglo pasado atrajo a un buen número de mujeres británicas que vieron en nuestro país una parte del mundo oriental, cargado de exotismo, como tantos otros países mediterráneos. En este artículo sobre Las ladies viajeras en España.

Por Lola Escudero

Bibliografía: Boletín 9 especial Grandes viajeras

“España es el país más romántico vivo y peculiar de Europa”, así describía Richard Ford nuestro país en 1846. en su manual para viajeros por España y lectores en casa, una de las más curiosas y apasionadas guías de viaje escritas en el siglo XIX que suscitó en su época el interés de sus compatriotas por un país que imaginaban “romántico y exótico”. El éxito de su hand-book. que se publicó en Londres en dos volúmenes fue enorme. como el de La Biblia en España publicada por su amigo y compatriota Ceorge Borrow, que recogió las peripecias y reflexiones de sus tres viajes por la geografía española realizados entre 1836 y 1840.

Las obras de Ford y Borrow formaban parte de una moda, la de los libros de viajes, que a mediados del siglo XIX generaron una corriente de interés hacia los países más exóticos del Mediterráneo, entre los que se incluían desde España hasta Turquía. Y no sólo entre los hombres. Las mujeres más ociosas y cultas de la sociedad victoriana eran también ávidas lectoras de este tipo de literatura que despertó en ellas un creciente interés por el viaje como forma de escapar de sus monótonas y aburridas vidas. Algunas se limitaron a leer las aventuras de otros. Pero también surgieron las primeras mujeres viajeras, y entre éstas, las primeras escritoras viajeras.

España a no fue nunca un objetivo prioritario para las viajeras europeas. Realmente encontramos pocas mujeres viajando por un país que a los ojos de los británicos y de otros europeos aparecía como primitivo y lleno de peligros. Animadas sin embargo por los consejos de Ford y otros escritores viajeros que publicaron sus peripecias, aparecen algunas aristócratas del 1mperio Británico que se deciden a visitamos. a veces de paso hacia lugares más exóticos, a veces como destino final. Pero ¿qué razones podían animar a una mujer que vivía cómoda y ociosa en Inglaterra a emprender la aventura de recorrer una España pobre, atrasada e incómoda? En primer lugar su natural curiosidad e inquietud se satisfacía en buena parte con este tipo de viajes que las sacaba del tedio de sus salones y jardines. Viajando podían además demostrar su capacidad artística e incluso intelectual, plasmando con bastante libertad sus andanzas en libros que en principio se publicaban para su difusión entre las amistades, con la acotación ”sólo para circulación privada”. pero que irán tomando cada vez más proyección pública.

¿Turistas o viajeras? En realidad las ladies británicas que nos visitaron en el XIX fueron casi sin excepción viajeras de placer, pertenecientes a una clase social, la aristocracia, que hacía del ocio una virtud, o son peregrinas, misioneras, ni esposas de militares o comerciantes, ni emigrantes, sino un nuevo tipo de mujer con iniciativa e inquietud intelectual que sólo viajando puede demostrar sus capacidades. Son mujeres sin obligaciones, con tiempo libre para viajar, cultas, que participan de las corrientes intelectuales de su tiempo.

Las inglesas que viajan por España, como Elizabeth Mary Gosvenor, Louisa Tenison, Sophia Dumbar, Matilda Betham Edwards o Frances Minto Elliot, vienen en busca de una experiencia que les proporcionará una cierta “autoridad moral” para narrar lo que han visto y lo que han sentido en un mundo que está fuera de su contexto habitual. En el viaje se encontrarán en una posición de superioridad (por dinero, educación y por su condición de británicas que les permitirá opinar libremente sobre lo que ven, sobre lo que ven y sobre la gente que encuentran. La literatura de viajes se convierte para estas mujeres en una forma de escapar y de ser más libres; sus libros de viajes están llenos de descripciones y observaciones ingeniosas. de opiniones sobre religión, sexo y política que ellas pueden expresar mucho más libremente que los hombres. Las mujeres incluso pueden permitirse el lujo de confesar sin pudor sus temores ante los peligros a los que se enfrentan, algo que los exploradores y viajeros casi nunca hacen. Las viajeras británicas que visitan España a lo largo del siglo XIX pertenecen a un tipo de mujer que tampoco espera ganarse la vida como escritora, aunque en ocasiones sus libros alcanzan cierta popularidad, como los de Lady Morgan sobre Francia e Italia, o la señorita Pardoe sobre Turquía. Sólo Louisa Costelo llegará a ganarse la vida escribiendo sus viajes, abriendo camino a una generación posterior de viajeras eruditas e investigadoras, que con sus textos llegarán a ejercer gran influencia política e intelectual y se codearán con sus colegas del sexo masculino casi en igualdad de condiciones (Freya Stark, Gertrude Bell, Alexandra David Néel…).

Los relatos de las aristócratas británicas que visitan España en el siglo XIX continúan una tradición iniciada en siglos anteriores por otras viajeras aristócratas, como la francesa Mme D’Aulnoy, que nos deja en su Relación del viaje a España una obra llena de curiosidades sobre nuestro país en el siglo XVII a modo de cartas escritas a sus amigos de París. O, aJgo más tarde, la visión del siglo XVIII de Lady Holland en su diario The Spanish joumal of Elizabeth, Lady Holland, Londres 1910, que relata el viaje que realizó con su marido por España en 1809. Lady Holland vivió en Madrid, muy bien relacionada con la alta sociedad española, y su testimonio resulta muy interesante para comprender la época, aunque sus diarios no se publican hasta más de un siglo después (su marido había publicado sus propios diarios en 1851).

Con una mirada diferente a Lady Holland o Mme D’Aulnoy se presentan en nuestro país las primeras aristócratas viajeras del siglo XIX. La pionera de estas “ladies viajeras”, fue la Marquesa de Westminster, Elizabeth Grosvenor, que organizaba sus viajes a lo grande: siempre viajaba en yate o en calesa, acompañada por su marido, sus criados, la tripulación y abundantes provisiones. Para su crucero por el Mediterráneo que la llevará a las costas españolas, elige un yate de más de doscientas toneladas, equipado con una tripulación de veinte marineros, doncella, mayordomo y un confortable baño. Durante su periplo, que duró más de un año, pasó la mayor parte del tiempo sentada cómodamente en cubierta con un cuaderno de dibujo. A pesar de ello, lady Grosvenor se considera “aventurera” y en cierta forma lo era, o lo hubiera sido de haber nacido en otra época, dada su inmensa curiosidad por cuanto ve a su paso. Su interés por el mundo se aprecia en los libros de relatos viajeros que escribió, en los que se pueden ver deliciosas e ingenuas descripciones sobre todo lo que va encontrando en sus viajes, en especial en Narratíve of a yacht voyage in the Mediterranean during the years 1840-1841, publicado en Londres, en 1842. Unos años más tarde de esta fecha visita nuestro país Louisa Tenison (1819-1882), viajera culta, inteligente y aficionada al dibujo, que vivirá en España durante dos años y nos dejará un libro, Castile and Andalucía, aparecido en 1853, ilustrado con preciosos dibujos propios y del artista sueco Mr. Egron Lundgren, que vivía en Sevilla cuando ella llegó a la ciudad. La Tenison entró en España en octubre de 1850 por Gibraltar y luego siguió hasta Málaga en un vapor que hacía la línea Cádiz-Marsella y que se había convertido ya en aquellos tiempos en una especie de crucero turístico. Louise Tenison venía en busca de un clima suave para su salud, pero desde Málaga, al llegar la primavera, comienza un recorrido por pueblos y ciudades andaluzas, prosigue por Madrid y sigue hacia el norte para visitar Burgos, Valladolid y León. Ahí llega el frío del invierno y vuelve hacia el sur por Valladolid, Segovia, La Granja, El Escorial y Toledo. Continúa a través de Andalucía deteniéndose en Córdoba y en Sevilla. En sus dos años de periplo, esta singular británica apenas consulta ningún libro, excepto crónicas locales, y su relato está lleno de curiosas y personales descripciones de las costumbres españolas, los modos de transporte, las ventas y posadas y en general sobre la idiosincrasia del país.

Sophia Dumbar es otra de las aristócratas que escribió sobre sus viajes por España. Es otro modelo de viajera, más turista en el sentido moderno de la palabra. Viajará en diligencia y en tren acompañada por su familia y por una criada española que hace de intérprete. Sus andanzas quedan reflejadas en la obra. publicada en 1862: A family tour round the coasts of Spain and Portugal during the winter of 1860-61.

A partir de esta fecha comienza a aparecer un tipo de viajera que ya no pertenece a la aristocracia, sino a la clase media, como Mathilda Barbara Betham Edwards, nacida en 1836 y prima de Amelia Edwards, la pionera en las exploraciones de Oriente. Mathilda Betham- Edwards había sido institutriz y cuando comienza su viaje en tren por España era ya una prolífica novelista y había publicado también versos y cuentos para niños. Recorrerá nuestro país con la excusa de acompañar a una amiga a su casa de Argel y buscando material para sus libros. Su enfoque del viaje es peculiar: se enorgullece de no seguir las guías de viaje (aunque lee todo lo que encuentra por el camino) y de no alojarse nunca en hoteles. Su curiosidad es insaciable y tras recorrer España, viajará también por Argelia y África occidental, recorriendo en sus libros todo tipo de anécdotas. Durante sesenta años escribirá novelas, cuentos para niños y nueve libros de viajes por España. Se trata de una auténtica escritora viajera, para la que el viaje es la excusa para escribir y la escritura será un pretexto para el viaje. Su viaje por España quedará reflejado en su libro Through Spain to the Sahara, editado en Londres en 1868, en el que recomienda a sus lectores que viajen en tren. A ser posible en vagón de primera clase, que no duden en llevar consigo muchos baúles y hasta una bañera portátil y vestir de forma elegante. Es una actitud frívola y algo excéntrica ante los viajes. Que era, por otro lado, lo más habitual entre las escritoras británicas.

Un poco más tarde que Mathilda visitaría España Marguerite Tollemarche. una estudiosa del arte que viaja acompañada por una amiga y que dedica buena parte de su relato del viaje Spanish Towns and Spanish Píctures publicado en 1870, a describir cuadros de grandes museos. En 1983 llegará a España otra artista, la poetisa Jane Leck, que viajará durante siete semanas por el noroeste de la Península y publicará sus impresiones en la obra Iberian Sketches (1984) con dibujos de Mr. Robert Gray que la acompaña en este viaje junto a su hermana y otro caballero.

Con Frances Minto Elliot, escritora de viajes consagrada que viaja por España en 1S83, llegamos a la auténtica escritora viajera. En 1884 publica el Diario de una mujer ociosa en España. que forma parte de una serie de obras que con el mismo título (Diario de una mujer ociosa en… ) recogerá las impresiones de sus viajes por Italia, Sicilia y Constantinopla. Sus libros son una especie de guías escritas para mujeres ricas y aburridas, amantes de la buena vida y el confort. En sus víajes por España recorrerá Madrid, Toledo, El Escorial, Andalucía, Valencia y Murcia. Sus relatos están llenos de curiosas observaciones, descripciones ingeniosas sobre los riesgos de viajar en los ferrocarriles españoles, los robos, las incomodidades y, en general la mala atención del personal. La conclusión que se extrae de su lectura es que “viajar es interesante pero no hay nada como Inglaterra” Las ciudades españolas no son las únicas que describe de forma despectiva: Málaga es “detestable”,  Madrid es “fea y corrupta” y la gente de Valencia “la más estúpida del mundo”.

El resto de las ciudades europeas reciben también ácidas críticas: Roma es una ciudad “moderna de tercera clase” y en Sicilia “hay demasiados turistas y malos hoteles”. Son obras que impresionan a la gente mediocre y poco aventurera que las lee cómodamente sentada en sus salones. Pero ¿qué imagen transmiten a sus compatriotas estas viajeras románticas y excéntricas sobre nuestro país? Lo cierto es que todas viajan siguiendo unas ideas preconcebidas sobre España como escenario romántico de aventuras épicas, un mundo “oriental”. Lleno de tópicos, sobre todo acerca de la ignorancia y negligencia de los españoles. Al recorrer el país, muchas sienten que los esquemas previos que traen no coinciden con la realidad  y terminan siendo bastante críticas con las ideas que se les han inculcado. A la hora de expresar sus experiencias, su visión es mucho más personal e inmediata que la de los hombres. Se dejan llevar y afectar por lo que ven y expresan sus sentimientos, contando las cosas como algo personal un lujo que los viajeros masculinos de entonces no podían permitirse. Las viajeras aristócratas aportan una voz diferente a un género ya inventado, añadiendo ideas poco convencionales, opiniones disonantes sobre los tópicos generales y sintiendo el viaje c:omo una experiencia absolutamente personal que plasman por escrito con la intención de que el lector simpatice con ellas.

Ellas, al contrario que los hombres, no tienen por qué ser estrictamente objetivas. Lo suyo es un divertimento sin ánimo de lucro, sin ambiciones científicas o prácticas. Lamentablemente, no existen traducciones al castellano de las obras de estas viajeras que es necesario consultar en sus versiones originales, de difícil acceso. El creciente interés por las mujeres viajeras nos acercará sin duda en los próximos años unas obras singulares y divertidas que aportan una visión sorprendente sobre nuestro propio país, complementaria de la de los viajeros.