El viaje del ruso Miklouho-Maclay a Canarias

Por Sociedad Geográfica Española

Bibliografía: Boletín SGE Nº 69 – Fronteras

 

Nikolai Miklouho-Maclay pasó más de un año explorando Nueva Guinea, Australia, Oceanía y el sudeste asiático. Su mala salud, la falta de dinero, los muchos peligros y la falta de comodidades no lo detuvieron: su pasión por viajar era más fuerte. Una pasión que nunca se habría despertado si, en sus años de estudiante, hubiera rechazado la invitación de su profesor, Ernst Haeckel (el más notable evolucionista alemán) para formar parte de una expedición científica a las Islas Canarias.

 

Nikolai Miklouho-Maclay tenía gran talento en muy distintos campos: el dibujo, las ciencias naturales, la etnografía y la antropología. Pero se le reconoció a nivel mundial por sus viajes. Dejó más de 700 dibujos de lugares que visitó, y escribió alrededor de ciento sesenta artículos científicos, y notas de viaje muy minuciosas, donde describe con detalle las características de la vida animal en las islas tropicales, reuniendo además colecciones etnográficas únicas. Pero su gran descubrimiento lo hizo en su primera expedición.

A finales de marzo de 1866, el profesor Ernst Haeckel decidió realizar un viaje científico al Mediterráneo, y pensó en contar con la colaboración de dos de sus estudiantes favoritos: Hermann Fol y Nikolai Miklouho-Maclay. Inicialmente, su objetivo era estudiar la fauna marina mediterránea en Messina, pero la presencia del cólera en esa zona le hizo cambiar de planes. Así, decidió dejar atrás su primer objetivo, pensando centrarse en el mundo subtropical de las Islas Canarias.

Fue en ese viaje cuando Haeckel quedó impresionado por la pasión de Miklouho-Maclay, y por la consistencia y la originalidad de su pensamiento, razones por las que el profesor le propuso el puesto de asistente. Y en sus cartas lo calificó como “un asistente diligente y servicial” y “uno de mis estudiantes favoritos”.

En realidad, debido a sus problemas de salud, Miklouho-Maclay se habría sentido mucho más cómodo convirtiéndose en un científico de gabinete, pero su deseo de viajar le hizo superar todo tipo de limitaciones. Aunque justo antes de comenzar el viaje se sintió enfermo, y su amigo Fol dudó de si podría ir de viaje, y así se lo comunicó al profesor: “Miklouho todavía está conmigo, pero probablemente, él no irá con nosotros, aunque su salud es mejor que cuando llegó a Ginebra” Pero la enfermedad no pudo detener al investigador novato, y decidió unirse al viaje: así se lo comunicó a su maestro y así lo hizo.

 

LLEGADA A TENERIFE

El 22 de noviembre de 1866, los viajeros llegaron a la ciudad de Santa Cruz. Haeckel tenía la intención de subir a la cima del volcán Teide, a 3.718 metros de altura, ya que deseaba repetir el logro del naturalista Alexander Von Humboldt. Pero, en noviembre, el volcán estaba cubierto de nieve y hielo en algunos lugares, y, cuando los exploradores se acercaron a su base, dos de ellos prudentemente se negaron a subir. Miklouho-Maclay, a pesar de sentirse mal, no se arredró, y le hizo compañía a Haeckel. El joven viajero no calculó sus energías: después de unos cientos de metros tuvo que regresar al campamento. De todos modos, la estancia de los investigadores en Tenerife no fue demasiado larga y tuvo sobre todo carácter informativo.

Después de hacer varias excursiones a lo largo de la costa norte, decidieron escuchar los consejos del cónsul francés Berthelot, un famoso naturalista de la época, quien les recomendó trasladarse a la isla más oriental de Canarias, Lanzarote.

 

ESTANCIA EN LANZAROTE

Miklukho – Maclay sufría de mareos crónicos, pero esto no le impidió hacer largos viajes a Nueva Guinea o a Indonesia, El hecho de que no pudiera nadar tampoco le detuvo, y en sus expediciones posteriores, Miklukho- Maclay viajó repetidamente en canoas y frágiles botes locales.

Así, en Lanzarote, los exploradores salieron al mar todos los días para obtener muestras de la fauna atlántica. Haeckel recordó que un día una gran ola golpeó el bote, que comenzó a hundirse, y, con gran dificultad, fue posible llegar a tierra firme. Y contó cómo Miklukho- Maclay se puso a achicar con gran calma, y, sin embargo, su compañero, el científico Gref, que sabía nadar, cayó en un ataque de histeria. En Arrecife los científicos alquilaron una casa que les sirvió tanto de vivienda como de laboratorio. Todas las mañanas iban a la bahía a recoger los materiales necesarios para el trabajo de investigación: crustáceos, medusas, y todo tipo de seres vivos. El botín tenía que ser trasladado al laboratorio, situado en el segundo piso de la casa. Pero Miklouho-Maclay prefirió no arrastrar los recipientes de vidrio y los cubos de agua a lo largo de la escalera empinada y algo inestable, y adaptó un sistema de bloques para irlos subiendo. En cualquier caso, dejarlo en el piso de entrada era imposible, ya que los ratones y las ratas recorrían la casa, repleta de insectos, mosquitos y pulgas, convirtiendo el espacio en un campo de lucha en la que no ayudaban a los habitantes humanos las medidas de higiene y los polvos repelentes. Como verdadero científico que era, Haeckel contó el total de pulgas que los miembros de la expedición tuvieron que exterminar en enero de 1867: había más de seis mil. En su artículo sobre la expedición canaria, escribió: “Debido a su sed de sangre insaciable, estos insectos se han convertido en un verdadero desastre para nosotros”. Debido a ese problema, el profesor acortó su estancia en Lanzarote a un mes.

 

TAREAS DE INVESTIGACIÓN

La tarea de cada uno de los miembros de la expedición era estudiar un determinado grupo de organismos marinos. Miklouho-Maclay se dedicó al estudio de esponjas y peces, principalmente tiburones. Fue entonces cuando realizó su primer hallazgo científico: descubrió un nuevo tipo de esponja de piedra caliza, a la que bautizó como Guancha Blanca, en honor a los guanches de las Islas Canarias. También compraba pescado a los pescadores locales y, basándose en sus estudios de investigación, escribió trabajos sobre el cerebro y la vejiga natatoria de los tiburones. En otoño de 1867 apareció su primera publicación en el Jena Journal of Medicine and Natural Science. Posteriormente publicó dos trabajos científicos más: “Materiales para el conocimiento de las esponjas” y “Sobre la anatomía comparativa del cerebro”. Hay que señalar que la mayoría de los lugareños estaban convencidos de que los recién llegados eran hechiceros poderosos, que sabían curar enfermedades y preveían el futuro. Así, se les pedía constantemente ayuda y predicciones.

La población en Lanzarote era mixta desde un punto de vista antropológico: convivían negros y mestizos hispanos, algunos de los cuales eran descendientes de los antiguos guanches.

Miklouho-Maclay se interesó por primera vez en la investigación etnográfica, y comenzó a estudiar sus tradiciones y su historia, un interés que determinaría su futuro profesional, dedicado a la etnografía.

 

HACIA MARRUECOS Y ESPAÑA

El 2 de marzo, los viajeros salieron de Lanzarote hacia el puerto de Mogador (hoy Essaouira) en el barco “Greatham Hall”. Una vez allí, los estudiantes se separaron de su profesor, ya que Miklouho-Maclay persuadió a Fol para que se quedara con él en el Sultanato de Marruecos. Contrataron a un intérprete y viajaron a Marrakech. Más tarde visitaron varios puertos marroquíes. Miklouho-Maclay se interesó intensamente por la cultura árabe y bereber: su forma de vida, el comercio de caravanas, su arquitectura ligada a la tierra y sus tradiciones. De esa manera su interés por la etnografía fue creciendo cada vez más.

Desde Marruecos, los estudiantes fueron a España. Los amigos visitaron Málaga, Granada, Córdoba, Sevilla y Madrid, donde Miklouho-Maclay decidió pasar la no-de Mikhail lo recordaba así: “Al otro lado del río había un campamento gitano, y quería pasar la noche con ellos”. La aventura terminó relativamente bien: los gitanos no le tocaron, pero después de esta noche al raso se enfermó de un resfriado, y no pudo recuperarse durante mucho tiempo.

 

YA EN RUSIA

En 1868 y ya en su país, Nikolai recurrió al cartógrafo alemán August Peterman, fundador de la revista geográfica “Petermanns Geographische Mitteilungen” con una solicitud para incluirlo en la expedición polar que estaba formando. Tras haber sido rechazado, intentó ingresar en el equipo del explorador sueco del Ártico Nordenskjöld, pero tampoco tuvo éxito.

En 1869 se embarcó solo para explorar la fauna marina en el Mar Rojo y luego regresó a Rusia para preparar una expedición a las islas tropicales. En 1870, a través de la Sociedad Geográfica Imperial de Rusia, el viajero recibió un pasaporte extranjero a nombre del “noble Miklouho-Maclay, enviado en una misión con un propósito científico”. Sus siguientes palabras dan fe de su trayectoria y su dedicación:

“La única manera es contemplar todo con los propios ojos, y a continuación dar cuenta por escrito de todo lo visto. Hice mi trabajo, por el bien de la ciencia y solo por ella, por lo tanto, cualquier simpatía, alabanza o censura no podría cambiar el programa que me propuse … Con el tiempo, si no ahora, las personas competentes descubrirán que no perdí el tiempo ni la oportunidad …” De una carta de Nikolai Miklouho-Maclay al Gran Duque Nikolai Mikhailovich (Sydney, junio de 1881).

En la actualidad, el nombre de Miklouho-Maclay está asociado a uno de los premios más destacados de la Sociedad Geográfica Rusa: la Medalla de Oro, que se otorga por logros conseguidos en el campo de la antropología y la etnografía. Y la fecha de nacimiento del científico, el 17 de julio se celebra extraoficialmente en Rusia como el Día del Etnógrafo.