El viaje de un veneciano por la España de Carlos V

Por Javier Gómez-Navarro

Bibliografía: Boletín SGE Nº 44

 

Andrea Navajero es conocido por haber escrito uno de los mejores libros de viaje por España en la primera mitad del siglo XVI. Llegó en 1525 a la Corte de Carlos V para conseguir un tratado de paz entre la república veneciana y España. Viajó desde Barcelona a Toledo y después se sumó al largo viaje que hizo la Corte por Andalucía. En diciembre de 1526 se trasladó a Valladolid pero allí consideró terminada su misión y regresó a su patria en 1528. De su viaje nos dejó un relato pormenorizado que nos muestra una perfecta instantánea de la península en el siglo XVI, sus paisajes urbanos y sus gentes.

 

Navajero vino a España como embajador de la Republica de Venecia ante el Emperador Carlos V en los momentos más complicados de las luchas entre Francia y España, entre el Emperador y Francisco I, Rey de Francia. Era el momento de máximo esplendor de los turcos, que amenazaban a todos los países del sur de Europa, y por otro lado, los diferentes estados italianos mantenían una lucha continua entre ellos, con permanentes intrigas internas por el poder.

El Renacimiento había llegado a su culmen y la cultura griega y romana había llegado a Italia, pasando por los árabes españoles y la escuela de traductores de Toledo. El latín era todavía la lengua culta de Europa y al mismo tiempo, la imprenta generaba una nueva clase de impresores y eruditos que se esforzaban por publicar la obra más correcta con la traducción más fiel al original.

Venecia lideraba este espacio cultural, y dentro de Venecia era Aldo Manucio y sus prensas las que publicaban los mejores libros, con el apoyo continuo de los intelectuales y literatos más importantes de toda Italia. Dentro de esa élite los miembros más destacados eran el Cardenal Bembo, el geógrafo Juan Bautista Ramusio y nuestro Andrea Navajero.

Navajero, que era cronista oficial de la ciudad y bibliotecario de San Marcos, recibió el encargo del Senado de escribir la historia de la República veneciana en latín. Menéndez Pelayo dice de él que era un exquisito, quizás en exceso, imitador de Cicerón y muy poco prolífico. El viaje a España y las cartas que le envió sobre el mismo a su amigo el geógrafo Juan Bautista Ramusio son parte de lo más selecto de su producción. En España, el veneciano ejerció una importante influencia sobre Francisco de la Torre, miembro del Consejo del Emperador y su Embajador en Venecia, y sobre Boscan.

 

Embajadores con doble juego

Los venecianos en ese momento desconfiaban y temían a Carlos V y por eso enviaron como embajador a un hombre de letras y no a un político, pues no pretendían realmente llegar a acuerdos, sino ganar tiempo para seguir el devenir de los acontecimientos entre España y Francia y, complementariamente, Turquía. Navajero tenía que llevar a cabo un doble juego aparentando interés por parte de Venecia en mejorar las relaciones con España, mientras al mismo tiempo formaba parte de la Liga con Francia y el Vaticano. Esto influirá en el tono del relato de su viaje, que será claramente descriptivo y entra muy poco en los acontecimientos políticos que se desarrollan simultáneamente.

El viaje por España de Navajero comienza el 24 de abril de 1525, cuando llega en barco a Palamós, y finaliza el 29 de mayo de 1528 cuando sale por la frontera de Fuenterrabía. La primera edición del libro no se publica hasta 1563: Navajero le envía el manuscrito a su amigo Juan Bautista Ramusio, geógrafo y editor de la primera compilación de viajes conocida y en la que se incluye la primera edición de “La descripción de Africa” de León el africano”. Ramusio se lo cede a su hijo y este se lo enseña años después al editor Domingo Farri que finalmente lo publica.

 

Barcelona, Zaragoza, Guadalajara

Navajero es nombrado por el Senado de Venecia embajador ante el Emperador Carlos V el 23 de octubre de 1523 pero no parte de Venecia hasta el 14 de julio de 1524. Cuando está a punto de embarcar camino de España se declara la guerra entre Francia y España en la que el ejército francés sería derrotado desastrosamente en Pavia (en octubre de 1524) y el rey Francisco I caería prisionero.

Estos acontecimientos retrasaron aún más la salida hasta el 6 de abril de 1525, fecha de su embarque Genova, para emprender un viaje que resultará espantoso por una gran tormenta que les obliga a hacer una escala en Calvi (Córcega).

Al fin, desembarca el 24 de abril en Palamós y se encamina entonces hacia Barcelona, a donde llega el 1 de mayo. Navajero descubre Barcelona: “Barcelona es una bellísima ciudad magníficamente emplazada y con gran número de bellísimos jardines en los que hay naranjos, mirtos y cedros. Las casas son buenas y cómodas, construidas con piedra y no con tierra como en el resto de Cataluña. Está junto al mar, pero carece de puerto. Tienen un arsenal donde otras veces solía haber buen número de galeras, pero ahora no hay ninguna. No hay mucha abundancia ni de pan ni de vino, pero sí gran cantidad de frutos de todas clases; la causa está en la falta de hombres en el campo, lo que dicen se debe a la guerra que tuvieron con el Rey Don Juan, por motivo de su hijo Don Carlos, Príncipe de Viana. Están sujetos a la Corona de España, pero de tal modo que ellos gobiernan sus tierras con tres Cónsules y el Consejo, y tienen tantos privilegios que es muy poco lo que el Rey les puede ordenar. De estos privilegios y costumbres que tienen, la mayoría no son, en verdad, muy honestos; por ejemplo, los bandos que tienen entre ellos o la costumbre de que, quien lleva vituallas a la Ciudad, aunque haya matado a un hombre, puede entrar impunemente; y, como estos, otros muchos que demuestran su abuso de la libertad que tienen. Hacen pagar grandísimas cantidades por cualquier cosa , sin perdonar a persona alguna, ya sean Embajadores o similares, e incluso el mismo Emperador. A las naves que tocan en su puerto, aunque no descarguen la mercancía, las hacen pagar por todo cuanto llevan dentro. Y cuando va allí la Corte, se hacen pagar los alquileres de las casas, lejos de toda razón. Y en todo lo demás hacen lo mismo, de suerte que, estando allí la corte, el dinero que dan al Emperador allí se queda.”

Continua viaje hacia el sur el 12 de mayo llegando a Zaragoza el 25 de Mayo y de ella dice: “Zaragoza fue llamada por los antiguos César Augusta, y se trata de una bellísima ciudad situada en las orillas del Ebro, con bellísimas casas construidas todas con ladrillos y, entre sus calles, una, sobre todo, magnífica; junto a dicha calle se halla, entre muchas otras iglesias, la de Santa Engracia, con su bellísimo monasterio construido por el Rey Católico y por la Reina Isabel que, entre otras cosas, tiene trabajos de yeso bellísimos; es de los jerónimos. Son también muy bellas las Catedral y algunas otras. Fuera de la cuidad hay un palacio, casi castillo, fabricado por los Reyes moros (La aljafería) donde habita el Virrey.”

“Guadalajara es una magnífica población y tiene casas bellísimas, entre otras un palacio que fue del Cardenal Mendoza, Arzobispo de Toledo, y uno del Duque del Infantado que es el más bello de España. Viven allí muchos caballeros y personas de cuenta, y también el Duque del Infantado, que, aunque la tierra sea del Rey, puede considerarse señor del lugar. Este Duque vive con grandísimos gastos y, a pesar de tener unos cincuenta mil ducados de entrada, los gastos son superiores. Tiene una magnífica hueste de doscientos infantes, muchos hombres de armas y una capilla de excelentes músicos, mostrando ser muy liberal en todo. El día 6, saliendo de Guadalajara, cruzamos el río Henares por un bello puente de piedra con una torre en medio y fuimos hasta Alcalá de Henares, a cuatro leguas (dieciséis millas). En Alcalá hay un Estudio de Artes fundado por Fray Francisco Ximénez (Cisneros) Arzobispo de Toledo y Cardenal, el cual embelleció mucho a dicha población: edificó el Estudio en el que se leen las lecciones en latín y no en castellano como en los otros Estudios de España.”

 

Toledo, Sevilla, Granada

El viaje del embajador veneciano continúa hacia el sur: “El día 11, después de caminar dos leguas (seis millas), hicimos la entrada en Toledo, donde se encontraba el César con la Corte. El Cesar envió en busca mía, a la entrada de Toledo, al Almirante de las Indias, hijo de Colón, y al Obispo de Avenea, viniendo, además de ellos, gran parte de los Embajadores de Italia. La ciudad de Toledo se levanta sobre un áspero escollo rodeado, casi por tres partes, por el río Tajo; por donde no pasa el río es fuerte también por la inclinación del monte, pelado y áspero, pero tiene por delante, y en su parte baja, una llanura que se llama la Vega. Por todas las demás partes, pasado el río, hay collados y montes asperísimos, más altos que aquel en que se eleva la Ciudad, de modo que, aunque esté en alto, por verse dominada casi por todos lados por montes mayores, se halla tan oprimida y tan cerrada que en verano hace un gran calor; en invierno es muy húmeda por no darle mucho el sol.” (…) En Toledo estuve con la corte desde el 11 de junio de 1525 hasta el 24 de febrero de 1526, esto es, más de ocho meses. Después, habiendo el César libertado al Rey cristianísimo, y hechas las capitulaciones de paz en Madrid, determinó trasladarse a Sevilla, para donde yo partí el día 24 de febrero por el camino de Nuestra Señora de Guadalupe.”

Y por fin, Navajero llega a Sevilla el 7 de marzo.

“La ciudad de Sevilla se extiende por una llanura situada en la margen izquierda del Betis, que ahora llaman Guadalquivir, y puede tener de cuatro a cinco millas de perímetro; se asemeja mucho más que ninguna otra ciudad de España a las italianas, tiene calles anchas y bellas, pero las casas, en general, no son muy buenas. Hay, sin embargo, algunos Palacios tan buenos que no los he visto ni mejores ni más hermosos en toda España. Tiene muchos jardines dentro y no pocos solares, como ciudad no muy habitada y con poca población. Tiene algunas soberbias iglesias, sobre todo la Catedral, que es bellísima y mayor que la de Toledo, aunque no esté tan adornada ni sea tan rica. Rodeando todo este claustro y la Catedral por la fachada principal y por uno de los lados exteriores hay un enlosado de mármoles bastante ancho, todo cerrado con cadenas, del cual se desciende a la calle por algunas gradas. Allí se reúnen todos los días muchos gentilhombres y mercaderes a pasear, y es el reducto más bello de Sevilla, al que llaman las gradas. En la calle y plaza que se extienden delante acostumbra a haber también mucha gente, haciéndose allí muchos engaños y habiendo una especie de mercado. Esta plaza es bastante ancha por ambos lados, como he dicho, y por uno de ellos bastante larga. (…)

Navajero permanece en Sevilla hasta el 21 de mayo y parte para Granada, siempre siguiendo a la Corte y al Emperador. “La Ciudad de Granada se halla parte en alto y parte en la llanura, pero la parte alta es la más importante; se extiende por tres colinas, todas separadas entre sí, y de las cuales una se llama Albaicín, porque allí fueron a habitar los moros de Baeza cuando les quitaron sus tierras los cristianos; la otra se llama la Alcazaba, y la tercera, Alhambra, más separada de las otras dos que aquéllas entre sí, porque entre ella y las otras hay un pequeño valle en el que no abundan las edificaciones y por el que pasa el Darro. La Alhambra está amurallada y es como un castillo separado de la ciudad, a la que domina casi enteramente. Dentro del recinto hay gran número de casas, pero la mayor parte del espacio está ocupado por un bello palacio que perteneció a los Reyes moros, muy hermoso, en verdad, y construido con gran suntuosidad tanto de mármoles finos como de cualquier otra cosa; los mármoles no se hallan en los muros, sino en los suelos; hay un gran patio a la manera española, muy bello y grande, rodeado todo él por las edificaciones, y tiene, a un lado, una torre singular y bellísima, que llaman la Torre de Comares, en la que hay algunas salas y cámaras muy buenas, con las ventanas hechas muy gentil y cómodamente y con labores moriscas excelentísimas tanto en los muros como en los techos; parte de ellas son de yeso con muchos dorados, y parte de marfil y oro incrustado; todas, en verdad, son maravillosas, pero sobresalen los techos y muros de la sala baja. El patio está completamente embaldosado con finísimos y blanquísimos mármoles, habiendo algunas losas de gran tamaño; por medio corre una especia de canal, alimentado por el agua de una fuente que entra en Palacio y que pasa por todas partes, incluso las habitaciones. (…)

Navajero hace una amplia descripción de la ciudad pero también de sus gentes: “Los españoles, tanto en esta región de Granada como en el resto de España, no son muy industriosos, y no plantan ni trabajan a gusto la tierra, sino que se van de mejor gana a la guerra o a las Indias a adquirir fortuna. Aunque en Granada no hay tanta gente como en tiempo de los moros, sigue siendo populosísima, y tal vez no hay otra región en España que lo sea tanto; los moriscos hablan su antigua lengua nativa y son pocos los que quieren aprender el castellano. Son cristianos medio a la fuerza, y están poco instruídos en las cosas de la fe, pues se pone poco cuidado en ello, ya que es más ventajoso a los curas que sean así. Por dentro, o son tan moros como antes, o no creen en nada. Son muy enemigos de los españoles, que, en verdad, no les tratan muy bien. Cuando el Rey Católico conquistó este reino concedió que no entrase allí la Inquisición durante cuarenta años; éstos se cumplieron estando nosotros en Granada, y, justamente el día antes de partir yo, hicieron su entrada en ella los inquisidores. Esto podrá arruinar fácilmente la ciudad si inquieren y proceden severamente contra los moriscos.”

El veneciano parte de Granada el 7 de diciembre y llega a Toledo el día 21. Allí pasa las Navidades con el Emperador y sale el día 1 de enero hacia Segovia, ciudad en la que queda maravillado sobre todo ante su antiguo acueducto “que es esbeltísimo, sin que yo haya visto ninguno que se le puede parangonar ni en Italia ni en ningún otro sitio; trae el agua a la parte alta de la ciudad desde una milla de distancia, agua que viene todavía, y surte a aquella parte que está sobre la cresta, y también, como es natural, al resto de la población; está hecho de piedra suelta rústicamente labrada, como el anfiteatro de Verona, al que de lejos se asemeja muchísimo por el grosor de los pilares y la altura de los arcos.”

 

Navajero en Castilla

Continúa después hacia Valladolid donde llega el 10 enero y donde permanece con la corte hasta el 27 de agosto de 1527.

“Valladolid es la mejor población de Castilla La Vieja; tiene abundancia de pan, de vino, de carne y de todas las demás cosas necesarias para la vida del hombre, tanto por ser su terreno muy bueno como porque tiene alrededor muy buenos pueblos, todos en campo feraz, que suministran a Valladolid cuanto necesita. Tal vez ésta es la única ciudad de España en la que no se encarece ninguna cosa con la llegada de la corte; está situada sobre la orilla izquierda del Pisuerga. Hay en Valladolid infinidad de artesanos que hacen trabajos finísimos de todas clases, sobre todo de plata, habiendo más plateros que en dos de las más importantes ciudades de España juntas. Esta abundancia de artesanos tal vez se deba a que suele estar casi siempre allí la Corte, por lo que viven continuamente muchos nobles y señores, bastantes con magníficas casas, por ejemplo el Conde de Benavente que tiene un palacio bellísimo. Además de los artesanos hay muchísimos mercaderes, tanto del lugar como forasteros, por la comodidad de la vida y porque están muy próximos a los lugares de Castilla donde se celebran ferias, como son Medina del Campo, Villalón y Medina de Ríoseco, ninguno de los cuales dista más de ocho leguas de Valladolid.”

La corte abandona Valladolid por la peste y marcha a Palencia, al no poder acoger esta ciudad toda la corte envía a los embajadores a Paredes de Nava donde permanecen hasta el 15 de octubre. Durante este tiempo viajan con frecuencia a Palencia para tratar con el Embajador temas de su Embajada. Al no amainar la peste en Valladolid el emperador decide desplazarse a Burgos a donde le sigue toda la corte y los embajadores. De esta próspera ciudad castellana nos deja también una amplia descripción, en la que destaca su carácter triste y melancólico: “En general, tiene buenas casas, pero las calles son estrechas, sobre todo una, que es casi la principal, donde habitan todos los mercaderes, que se llama la calle Tenebrosa por lo oscura; el resto de la población tampoco es alegre, y hay pocos sitios que no sean melancólicos. A esta melancolía contribuye admirablemente la del cielo, que está casi siempre triste y nublado, siendo muy raro ver allí un sol claro, por lo que no venía mal el dicho de Don Francés de que «Burgos llevaba luto por toda Castilla, y que el sol, al igual que las demás cosas, viene a Burgos de acarreo ». Hace mucho frío, es abundante en nieves y heladas que duran mucho, aunque su breve verano es, a veces, calurosísimo, por lo que dicen en España que en Burgos hay diez meses de invierno y dos de infierno. Llueve muchísimo y en su parte baja hay un valle por cuyo centro transcurre un río llamado Arlazón; el valle es muy verde y está lleno de árboles, sobre todo infinitos sauces, lo que sería ciertamente muy hermoso y agradable si se hallase en lugar donde apeteciese el fresco. (…) 

De su estancia en Burgos, apunta en sus cartas que “todo este tiempo anduvimos en negociaciones para lograr la paz entre el Rey y la Liga. Los Embajadores de la Liga presentes entonces en Burgos” eran: el del Papa, el Rey de Francia, el Rey de Inglaterra, el Duque de Milán y la Señoría de Florencia.”

“Tratadas largamente todas las cuestiones relativas a la paz por todos los Embajadores citados, y no encontrándose el modo de venir a conclusión, o no queriendo Dios hacernos gracia todavía de la tan deseada y necesaria paz, acordamos todos obtener licencia del César y regresar a nuestros países como teníamos órdenes de hacer de no ajustarse la paz. Fuimos todos juntos a solicitar esta licencia; a la tarde siguiente fue enviado Don Lope Hurtado de Mendoza a decirnos, a los Embajadores de Francia y de Florencia y a mí, que al César le placía que dejásemos la Corte, lo que deberíamos hacer al día siguiente, pero que quería que estuviésemos en un lugar llamado Poza, situado a ocho leguas de distancia, mientras sus Embajadores en Francia y en Venecia eran avisados de que partiesen a su vez, y que de ello se tuviese alguna respuesta. El día que partimos, que fue el 22 de enero, los Embajadores franceses e ingleses conjuntamente, que los heraldos de sus Reyes, fuesen solemnemente con sus hábitos de heraldo a declarar la guerra al César, lo que se realizó en la mañana de dicho día 22. Al marchar el César de Burgos a Madrid un mes después, esto es, el 20 de febrero, envió también a Poza a los Embajadores ingleses ya citados y al del Duque de Milán. Fuimos tratados bien por Lope Hurtado. El día 23 de abril, al salir el César de Madrid para Valencia, tuvo noticias de que su Embajador en Francia estaba ya de vuelta en España y había llegado a Bayona, por lo que acordó dejarnos partir a nosotros.”

Partieron de Poza el 19 de mayo, recorriendo el norte de la provincia de Burgos entrando en el País Vasco por Vitoria, Navarra y llegando a Guipúzcoa, donde queda sorprendido por la lengua, el vascuence, y también por la caprichosa forma de arreglarse de las mujeres: “En esta región las mujeres llevan un arreglo de cabeza muy caprichoso: se envuelven ésta con una tela casi a estilo turco, pero no en forma de turbante, sino de capirote, y van adelgazándolo tanto que le tuercen después la punta y hacen que resulte muy parecido al pecho, cuello y pico de una grulla; este mismo tocado está extendido por toda Guipúzcoa y dicen también que en Vizcaya, y no varía de una mujer a otra sino en que con aquella especie de cresta hacen mil formas caprichosas, haciéndole semejar cosas diversas.

La lengua de Guipúzcoa y de Vizcaya es la misma, llamada vascuence, sólo que en una parte de habla más correcta y elegantemente que en la otra y es la más nueva y extraña que yo hubiese visto ni oído nunca; exclusivamente suya, sin palabra alguna semejante a la lengua castellana ni a ninguna otra, de modo que fácilmente se puede pensar fuese ésta la primitiva lengua de España antes de que viniesen los romanos; no la escriben, pero quien quiere hacerlo aprende castellano y escribe en esta lengua por lo que la mayor parte de los hombres de esta región sabe el castellano, y las mujeres ninguna otra fuera de la suya natural; éstas son bastante bellas y blancas. (…)

(…) La riqueza de esta tierra es el hierro y el acero, del que obtienen tanta cantidad que se me ha dado como seguro que entre Guipúzcoa y Vizcaya obtienen cada año ochocientos mil ducados. Muchos dicen que ambas regiones han sido en los tiempos antiguos de los cántabros; pero otros creen que Guipúzcoa fue vasca. Guipúzcoa tiene bastantes puertos de mar, de los que el más próximo a Francia es Fuenterrabía; luego están los Pasajes, San Sebastián, Orio y Deva, comenzando seguidamente Vizcaya. La ciudad más importante de Guipúzcoa es San Sebastián, a la que sigue Tolosa, en Vizcaya la mejor es Bilbao.”

El día 29 de mayo se intercambian en Fuenterrabía los Embajadores francés y español y cruzan todos a Francia por Hendaya, San Juan de Luz y Bayona. Así concluyen las cartas de Navajero, que en su conjunto son un fresco relato de los paisajes y gentes de la España de Carlos I.