11 de septiembre de 2006
Día lluvioso, camino o senda que asciende o desciende para salvar precipicios que caen sobre un río atronador. A todos sorprende la violencia y turbulencia de su corriente, que levanta montañas de agua de varios metros de altura al chocar contra gigantescos bloques de piedra, cuya compañía no nos abandonará en los próximos días. En ocasiones el sendero, serpentea entre los peñascos de grandes derrumbes –deslizamientos, corrige nuestro geólogo- y en un descenso por tan veleidoso terreno, una porteadora tropieza, se voltea hacia delante, y………. una cuba con el equipo completo de un expedicionario sale dando saltos hasta ser tragada por las aguas del río. Por suerte, el accidente no provoca daños personales.
Sigue lloviendo, el paisaje de vertiginosas laderas boscosas, por el que penetran aquí y allá jirones de niebla, la fuerza brutal de las aguas y el desarrollo del sendero por el que avanzamos, nos tienen sobrecogidos. Al final acabamos instalados en una escuela elevada unos metros sobre el nivel del río, en un pueblo disperso entre terrazas de cultivo de arroz.