7 de junio de 2006
Día Dos.- 7 de junio de 2006. Selva de Yucatán. (México).- La primera noche en la selva ha sido larga e incómoda. Hemos notado demasiado excitados a los monos araña y aulladores y hemos tenido que asegurar todo el equipo que se quedaba fuera de las tiendas de campaña. Los aluxes (duendes mayas) no son los únicos seres traviesos que habitan estas tierras.
A primera hora de la mañana el primer equipo de buzos se dispuso a entrar en el Cenote Pedrín, un río de agua dulce subterráneo que discurre caprichoso bajo las entrañas de la Península de Yucatán y cuya formación se remonta al Cuaternario, a hace 2,5 millones de años. Sólo nuestro guía mexicano, Pepe Esteban, y el Equipo Nautilo han entrado antes en él. El Pedrín es lo que por aquí llaman “un virgen”, con el peligro que eso entraña.
Las aguas transparentes del cenote nos transportaron a un mundo de ensueño, intrincado y laberíntico, pero cálido y acogedor, a su vez. Lo primero que llama la atención es el blanquecino color de sus innumerables estalactitas y estalagmitas, dispuestas de forma caprichosa por todos los túneles y salas que nos encontramos. El suelo, por el contrario es negro, pero, en realidad, se debe a una finísima capa de limo que lo cubre todo y que se levanta y dispersa por la caverna al mínimo movimiento de nuestras aletas, dificultando nuestra visibilidad. Sin embargo, vuelve a caer muy pronto y las aguas vuelven a recuperar su transparencia. Tanto las retorcidas columnas, como las estalactitas y estalagmitas tienen aspecto frágil y, algunas de ellas caen a nuestro paso con el sólo roce de nuestras burbujas.
Todos hemos oídos unos sonidos lejanos, como rugidos, como el estremecer de la tierra, que es probable que se deban a algunos derrumbamientos. Esto nos ha hecho extremar las precauciones. Sólo los espeleobuceadores más expertos se han internado a explorar las cavidades más profundas. El resto del equipo se ha quedado examinado las cavidades más cercanas a la boca del cenote.
El escenario que ofrece el Pedrín es el de un mundo mágico e imaginario, misterioso y enigmático. Es el laberinto de los sueños.
Al acabar la jornada, contabilizamos hasta cuatro inmersiones en el cenote.
El equipo apenas ha tenido tiempo de comer y nos esmeramos en una tempranera cena antes de que caigan los últimos rayos de sol. Mañana nos queda otra dura y larga jornada.
Saludos desde la selva.
Chano Montelongo
Jefe de Expedición