Última crónica
Nuestro periplo por tierras chiapanecas termina visitando la península del Yucatán cuna de leyendas e historias de piratería, de tesoros escondidos y sobre todo del esplendor maya. La ciudad de Mérida nos transporta al mundo colonial y la vida de los criollos comerciantes con la Península Ibérica y con China con épocas de esplendor social donde imaginamos las calles con gentes ataviadas con lujosas vestiduras y edificios con los estilos más refinados de la época.
Escribimos esta crónica sentados al borde de un cenote (oquedad formando una laguna en el fondo, provocada por el hundimiento de la caliza que se ha ido disolviendo por el agua). Un sentimiento de privilegio al gozar no sólo del paisaje, sino de la sensación del frescor a una temperatura de casi 40 grados y una humedad relativa de solo un 86%.
Acampados al lado de este accidente natural, vivimos en una palapa o cabaña típica maya en donde descansamos sobre hamacas al lado de las ruinas de Ekbalam recomendadas por la epigrafista Ana Gª Barrio.
Después, volvemos a España, contentos del modo que ha transcurrido la expedición y de los resultados que hemos obtenido. Llevamos con nosotros la memoria de Don Diego que transmitiremos fielmente a nuestros vecinos en Ciudad Real procurando que su gesta no se olvide. Un grano de arena más para llenar nuestro reloj de arena en el tiempo y la historia.
PS.: Hemos tenido conocimiento en esta expedición de la existencia de otro lugar con el nombre Ciudad Real que estuvo situado entre las ciudades de Mérida y Valladolid. Investigaremos cuál de las localidades actuales fue aquella ciudad, sabiendo que fue fundada por Luis de Mazariegos, hijo de D. Diego.
Esta aventura del siglo XXI nos ha permitido rememorar la gesta de un puñado de valientes hombres que, sin conocer lo que iban a encontrar se aventuraron a salir de la Mancha una tierra de caballeros andantes en una España que comenzaba a forjarse como uno de los pueblos que cambiarían la visión de nuestro frágil planeta. Estos pioneros, encabezados por Don Diego de Mazariegos llevaron a miles de kilómetros sus costumbres, sus defectos y virtudes, pero fundamentalmente su lengua, el español, gracias al cual hoy cientos de millones de personas en todo el mundo soñamos y reímos en una misma lengua como camino de encuentro y no de olvido.
Y que mejor, para acabar este periplo que recordar el primer escrito oficial que se realizó en el nuevo Ciudad Real americano:
“Hecha esta diligencia tan importante, que sin ella no tenía ser aquella comunidad y republica, levantaron reales, sin quedar ninguna persona en aquel sitio y a los treinta y un días del mes de Marzo de este año de mil quinientos y veinte y ocho: estando en un campo llano e grande que los indios llaman Gueizacatlan, que es dos leguas e media, poco más o menos, del pueblo de Cinacantlan hacia el Oriente, cerca de un río que por ahí pasa, adonde al presente está, e tiene asentado real con la gente de su ejercito, el muy noble señor Diego de Mazariegos, Capitán General, e Teniente Gobernador de las Provincias de Chiapas e los llanos, e las otras a ellas comarcanas, e justicia e Teniente de Gobernador de la Villareal, por el magnifico señor el Tesorero Alonso de Estrada Gobernador de esta Nueva España por sus Majestades: e estando con él juntamente los señores Justicia e Regidores de la dicha Villareal: Conviene a saber, el señor Pedro de Orozco Alcalde, e Pedro de Estrada, e Francisco de Lintorne, e el Bachiller Alonso de Aguilar, Regidores. Por ante mi Gerónimo de Cáceres, escribano publico, e del consejo de la dicha Villareal, dijeron que por cuanto la dicha villa se fundó, y asentó primeramente en la Provincia de Chiapa, porque a la sazón no se había calado ni sabido la tierra, ni los asientos donde se podía, e convenía asentar la dicha villa, para que en ella concurriesen las calidades necesarias para la salud de los pobladores e para el servicio e sustentación de todos, en comarca mas conveniente para tener la tierra en paz e sosiego, e que los naturales fuesen mas sojuzgados al servicio de Dios nuestro señor, e al dominio e servidumbre de sus Majestades. El cual asiento se hizo en protestación de mudar el sitio de ella, cada e cuando que hallasen otro mejor asiento, e conveniente para lo susodicho, e para que la dicha villa permaneciese. E que después de estar así asentada la dicha villa en la dicha provincia, de Chiapa, el dicho señor Capitán e los dichos señores Justicia e Regidores de la dicha Villa, juntamente han buscado en esta comarca lugar e asiento para la dicha villa, adonde mas sano e conveniente sea para los vecinos e pobladores. Por que les pareció que en la dicha Provincia de Chiapa, no convenía estar la dicha villa asentada, por ser tierra caliente e de algunas ciénegas, e muchos mosquitos e murciélagos enferma para los pobladores, e por estar entre los indios que recibirán perjuicio. Por lo cual conviene mudar el asiento de la dicha villa a otra parte donde las dichas causas no hubiese: e habiéndose visto los términos e asientos de estas comarcas, les pareció que en este campo de Gueyzacatlan, hay e concurren las calidades necesarias para la dicha población, por ser la tierra fría, e en ella haber el río e fuentes de muy buena agua e prados, e pastos e aires, e la tierra e sitio para la dicha villa enjuto, alto e sano al parecer del Medico que al presente se hallo, e tierra para ganados e montes e arboledas e comarca cercana e conveniente, e en el comedio de toda la tierra e términos de la dicha villa, y en ser mas sin perjuicio de los naturales. Por tanto que el dicho señor Capitán, e los dichos señores Justicia y Regidores de la dicha villa juntamente unánimes y conformes dijeron: Que mudaban y mudaron el asiento de la dicha Villareal, que así esta poblada en la dicha provincia de Chiapa, a este dicho campo de Gueizacatlan, a donde el dicho señor Capitán esta con la gente de su ejercito, e vecinos e pobladores de la dicha villa, e tiene trazado la plaza e calles de la dicha villa, e la iglesia de Nuestra Señora, e la casa de Cabildo, donde los dichos señores Justicia e Regidores se han de juntar con él a las cosas tocantes al servicio de Dios, e de su Majestad e a la buena gobernación de la dicha villa, e bien e pro común de los vecinos y pobladores de ella. E así mismo las casas de los señores capitán e de algunos vecinos de la dicha villa: e mandaron a poner en la dicha plaza a un lado de ella la picota, donde se han de ejercitar las cosas de justicia. Y así mesmo mandaron a poner la horca en un cerro alto que está junto al dicho asiento, de la dicha villa, a la parte Oriente. Con lo cual dijeron había e hubieron por asentada en la dicha provincia de Chiapa. De todo lo cual es como lo proveyeron e mandaron pidieron a mi el dicho escribano, lo asentase en este libro de Cabildo, e lo diese por fé, e testimonio en manera de hiciese fé, cada e cuando me fuese pedido, e firmáronlo de sus nombres, o fueron testigos de este auto Juan de Orduña e Miguel Quintero, e Juan de Porras de Mazariegos. El Bachiller Alonso de Aguilar, Pedro de Orozco, Pedro de Estrada, Francisco de Lintorne.”