Jornada del 13 de mayo de 2009
Última crónica
Intentaremos explicar un poco cómo ha sido este viaje en Svalbard. Creo que ya han pasado los días de rigor como para poder analizar con calma los hechos.
(Jose) La isla de Spitzbergen es la mayor de un archipiélago Noruego llamado Svalbard, situado entre los 76º y 80º Norte. Un isla preciosa y salvaje con casi 600 km de N-S y que ha sido recorrida en contadas ocasiones (4 creo) y siempre con avituallamiento y perros. Los perros se han usado para ayudar a tirar de las pulkas y hacen una gran labor protegiendo el campamento de los osos polares.
Hilo y yo pensábamos que sería posible efectuar ese recorrido sin avituallamientos ni perros.
Aquí cometimos el primer gran error. No es una travesía polar al uso puesto que transcurre por diferentes zonas: glaciares, mar congelado, montañas y mesetas a 1200 mts de altura. En consecuencia, se ha de salvar mucho desnivel, pasando de un lugar a otro.
Posiblemente nuestra idea pueda llevarse a cabo, pero nosotros nos dimos cuenta muy rápido que no seriamos nosotros, al menos de momento.
Yo recorrí el casquete polar Groenlandés E-O (600 km Kangerlosuaq-cercanías de Isertoq) avanzando a 23 km de media, el Parque Nacional de Sarek en Suecia con Hilo a ritmo de más de 30 km diarios y juntos también el Campo de Hielo Norte en 26 días N-S, en autonomía y acarreando 30 días de comida y combustible. Con José M. Naranjo crucé el Báltico por el paralelo 65º (de Suecia a Finlandia) en sólo 10 días. Cualquier travesía polar en la que me he aventurado lo normal era hacer 20-25 km diarios y en Groenlandia llegamos a hacer más de 40 km. Y nunca hasta hoy usé velas o cometas, sólo esquí. En todas esas travesías había un factor que no teníamos ahora en Svalbard: FRÍO EXTREMO, así con mayúsculas, frío del que te congela en minutos.
Nos resultaba imposible avanzar 20 km al día y a eso se unían los osos polares, preparar la cerca cada noche y dormir medio en vela.
Para avanzar por el plateau glaciar contábamos con velas de tracción porque el viento sopla generalmente N-S. Pues contra todo pronóstico durante estos días vino siempre del S, de donde vienen las tormentas y el mal tiempo. Eso significaba que no podíamos usar las velas, con las que hubiéramos recorrido 50 km en cuestión de horas.
En vez de eso tuvimos que soportar viento en contra cada día.
Cuando entendimos que las cosas estaban así, decidimos replantearnos mapa y hacer algo más realista. Y lo peor de todo, y lo cuento sin ánimo de drama, es que Hilo empezó con problemas de frío en pies que iban en aumento, hasta que sencillamente me di cuenta que se estaba congelando, que se había congelado, mejor dicho.
(Hilo) En medio de la ventisca de un día hace unas dos semanas, llamábamos al servicio de rescate de Longyarbien. Llevábamos 17 jornadas en el hielo luchando cada día para ganar unos míseros kilómetros, todas nuestras raciones de comida nos resultaban insuficientes y al acostarme me dormía pensado en grandes comilonas y desayunos. Tenía algún dedo del color de un grillo y la paranoia constante de osos rondando por los alrededores de la tienda. Por estas y otras razones esperábamos la llegada del helicóptero en lo alto del plateau abrigados con toda nuestra ropa y dentro de la tienda a medio desmontar. En ese momento escuchamos un rotor en la lejanía y el cielo se abrió.
Tres noruegos grandes como ascensores y con sonrisas de oreja a oreja nos ayudaron a subir todo el material al vehículo. Luego nos dispusieron en el interior con una manta sobre las piernas como si fuésemos ancianos en silla de ruedas. EL ruido de los motores anuló cualquier tipo de comunicación y todos nos abstrajimos en nuestros pensamientos.
Por la ventana se podía ver como volábamos a la altura de los picos más altos de la isla, por primera vez en mucho tiempo disfrutábamos de la claridad del cielo y de la luz del sol. En seguida el paisaje montañoso se terminó y sobrevolamos kilómetros y kilómetros de banquisa. Cuarenta minutos después aterrizábamos en el aeropuerto desde donde una furgoneta nos llevó al hospital.
El chequeo duró menos de veinte minutos. En ellos un señor mayor con los ojos claros y vidriosos por ser mayor y por ser noruego me escrutó en el silencio más absoluto. Después de darme unas indicaciones que fui incapaz de comprender pero que me tranquilizaron por el tono de sus palabras nos marchamos en un gran taxi furgoneta en dirección al bar más cercano, y además el único.
En líneas generales las cosas han sucedido de esta manera, pero hemos luchado sin descanso cada uno de los 16 días que hemos estado en marcha. Cuando sientes que los has dado todo, te queda al menos la satisfacción de que no podías hacer más.
Personalmente entiendo los viajes polares del siglo XXI desde la óptica de los Noruegos de hoy en día. Os acordáis de Scott tirando del trineo y de Amundsen, mucho más práctico, dejándose llevar por los perros? Uno no sabía nada y tiraba porque no encontraba mejor solución (le fallaron los motores, los caballos manchúes, etc.) mientras que el otro estaba tan adaptado al medio que conocía las soluciones más prácticas (venia de vivir 3 años en el ártico canadiense con los inuits). Hoy en día es lo mismo. Arrastrar una tremenda carga cuando se puede aliviar con velas de tracción, no aporta nada.
Viajar por el Ártico ha de ser “divertido”. Luchar y dejarse la piel sí, pero no a lo tonto.
Lo único que puedo decir es que ya estamos pensando en el próximo. Queremos hacer algo largo por Laponia y después regresar a Svalbard… con perro. Lo importante es llevar muchos kilómetros recorridos.
Volveremos a intentarlo. De momento aquí en Cabo Norte sigue nevando y mañana me esperan los esquíes y la vela.
Los fracasos y los éxitos son pasajeros y cambian rápido de mano.
Con los pies dentro de una palangana de agua caliente me siento a escribir de nuevo en este blog que tengo un poco abandonado en las últimas semanas. La vuelta a la vida normal y a las comodidades siempre es fácil, con los tiempos que corren resulta increíble lo rápido que se puede pasar de una situación extrema a una placentera.
Las situaciones cambian a una velocidad increíble: A las seis y media de la tarde de ese día José encendía el teléfono satélite para solicitar una evacuación a casi 80º de latitud norte. A las nueve se nos caía la baba delante de dos hamburguesas igual de grandes que los rescatadores, estábamos sentados en la barra de un bar decorado al más puro estilo trampero y bebíamos jarras de cerveza mientras comentábamos las jugadas más interesante del viaje.
Hoy, sumergido en la primavera madrileña y en un baño de agua con yodo para restablecer mis dedos lesionados, escribo sobre lo pasado con recuerdos llenos de cariño y buen humor. Es increíble lo rápido que cambian las situaciones.