Viernes y Sábado, 15 y 16 de Enero de 2010 (Nos vamos para el Paine)

Ya habíamos cumplido con las dos partes imprescindibles de nuestro “Proyecto 7 Cumbres Solidarias”, y todos nuestros propósitos y compromisos habían dado su fruto. La cima del Vinson y la Obra social en Punta Arenas fueron completadas con éxito; ¿y ahora qué?

Por miedo a que el Ilyushin no pudiera volar de regreso a Punta Arenas dentro de los días previstos, habíamos sido cautos y cogido el vuelo de regreso a España con un amplio margen de tiempo. ¡Suficiente habíamos tenido ya con la quiebra de Air-Comet! Así, teníamos ahora una semana por delante y algunas ideas en las que poderla invertir. Punta Arenas se haya relativamente cerca del Parque Nacional de las Torres del Paine (Patagonia Chilena); con lo que hemos decidido ir a visitar esta emblemática zona, ya al margen de nuestro proyecto. ¡Uno nunca sabe cuándo podrá volver por estos parajes!

Sin apenas pensarlo, el viernes hemos madrugado, hecho nuestras mochilas con lo estrictamente necesario y partido en autobús hasta la localidad de Puerto Natales, unas tres horas más hacia el norte de Punta Arenas. El trayecto no nos ha sido muy pesado, los parajes que se iban abriendo a nuestro paso nos iban cautivando con su belleza. Cuando llegamos a Puerto Natales, una casera nos ofrece su hospedería. No estamos muy por la labor de andar buscando la mejor, más céntrica y barata. Estamos cansados y queremos celeridad en nuestros trámites. Dado los altos costes que ha tenido la expedición hasta el momento, nuestro presupuesto es bajo y se ajusta al precio que nos ofrece el hostal. Pronto vimos el porqué. La casa prefabricada parece que se vaya a desplomar al mínimo movimiento, pero solo pasaremos ahí una noche. No buscamos muchos lujos, esperemos que no se desplome.

Después de acomodarnos, hemos ido a buscar un lugar donde poder alquilar un vehículo a buen precio. La idea es recorrer durante unos 4 días la Patagonia por cuenta propia en coche alquilado. Nos hemos visto prácticamente todas las casas de alquiler de Puerto Natales. Al final hemos encontrado un sitio donde por unos 50 euros al día, nos dan un Nissan, que aparenta ser de época de la guerra. Nos aseguran su buen estado y aunque algo reticentes, accedemos a su alquiler. Ya veremos hasta donde llegamos con ese trasto.

La mañana del Sábado 16 hacemos por madrugar un poco. Nos acercamos a la casa de alquiler y entre risas recogemos aquel viejo trasto. Viendo la línea le echaríamos cerca de unos 25 años. Sin embargo sólo tiene 2 años y 75.000 Km; y parece que su motor suena bien. ¡No perdamos más tiempo, la Patagonia nos espera!

Como Carlos Sainz y Luis Moya; o más bien, como el Vaquilla y el Lute, partimos en nuestro bólido, devorando kilómetros de asfalto dirección hacia la Patagonia. Bueno, asfalto más bien poco, porque aproximadamente, a los 15 Km de nuestra partida, se terminan las carreteras y comienzan las pistas de arena. Al principio no están en muy mal estado, pese a estar llenas de graba, ser amplias y bien señalizadas; aunque quizás no sean lo más adecuado para este tipo de vehículos, más aun cuando tenemos por delante cerca de 1000 Km. ¡Veremos haber hasta donde llegamos!

Nuestra primera parada la hacemos en la cueva del Milodón. Fue en este lugar donde se encontraron restos de este saurio que vivió por estos alrededores hace 10.000 años. Después de la visita y vislumbrar en la lejanía el bello lugar al que nos dirigimos, seguimos pista adelante dejando atrás una inmensa rodera de humo a nuestro paso.

A mediodía, inmensos lagos de color turquesa se nos abren paso en el camino, y empezamos a ser conscientes de la cercanía de nuestro destino. Al fondo, entre las nubes se vislumbran las bellas montañas que hacen de este lugar uno de los más encantadores de la Patagonia. El tiempo nos ha permitido una ventana para poder disfrutar de su vista. El aire azota con fuerza, zarandeando nuestro vehículo de lado a lado de la pista hasta que por fin llegamos a la entrada sur del Parque. Allí abonamos nuestro permiso por tres días y continuamos nuestro camino. El mapa no hace justicia al enorme lugar. Las distancias son muy grandes y recorrerlas en nuestro “vehículo” por estas pistas, donde ir a más de 70 Km/h es casi un suicidio, hace que nuestro avance sea muy lento y cansado.

Por fin llegamos a la primera bifurcación, donde decidimos ir primeramente por el desvío de la izquierda hacia el glaciar y lago Grey. Ante nosotros llevamos tiempo observando las imponentes y majestuosas formaciones de los Cerros Cuernos del Paine, que se alzan impresionantemente ante nuestras atónicas miradas. Pronto llegamos al lago Grey. El emplazamiento en donde se encuentra es difícilmente insuperable. Algunos icebergs de imponentes tamaños flotan en su lucha por no derretirse en la azulada agua del lago. Hay un barco que te acerca hasta el mismo pie del glaciar, allí donde se desquebrajan y desparraman inmensas porciones de hielo que, como icebergs flotantes, terminan por deshacerse con el tiempo. El precio vertiginoso de la excusión, nos echa un poco para atrás, pero cómo no hacerlo estando ya aquí. Finalmente accedemos al elevado coste y embarcamos con un oleaje que nos pega más de una gélida ducha poco agradecida. Tras una hora de navegación, conseguimos llegar al frente del mismo glaciar y estupefactos ante el escenario que se abre ante nosotros, hacemos cientos de fotos. El guía nos invita a una refrescante copa de licor, enriquecida con hielo milenario del mismo glaciar. La experiencia es curiosa.

Esquivando cientos de icebergs a ambos lados del barco, vamos navegando paralelos al frente del glaciar, mientras observamos las caprichosas formas del hilo azul, que como un castillo de naipes, amenaza en desprenderse contra el lago. Después de la impresionante excursión, regresamos nuevamente a puerto. Alegres por la recompensa que nuestros ojos se han llevado, llegamos al coche con ganas de continuar con el Rally. Cuál es nuestra sorpresa cuando al llegar vemos que la batería ha muerto del todo. Lamentablemente las luces se quedaron puestas y ningún aparato del vehículo nos advirtió de ello: -Vaya, pronto empieza a darnos problemas. ¿Y ahora qué? Probamos a tirarlo por una ligera cuesta abajo empujándolo para intentar arrancarlo “a capón”. la batería está tan baja que ni con esas arranca. Pedimos ayuda a un hombre del cercano hotel, el cual propone arrastrarnos con una cuerda con un inmenso pick-up. La idea parece buena. Pablo, al volante, intenta todo lo posible hasta terminar rompiendo la cuerda. Definitivamente la batería está a cero. Ahora en mitad de la pista, barajamos otras nuevas posibilidades hasta que finalmente aparece un paisano que casualmente tiene pinzas aunque no son compatibles para su vehículo. Nos las presta mientras sigue su curso. Nosotros, ya con pinzas, sólo estamos a falta de un coche al que poderlas conectar. Finalmente aparecen unos italianos con un coche de alquiler, algo mejor que el nuestro, aunque para eso no haga falta mucho. Muy amablemente conectamos ambas baterías y en pocos segundos nuestro coche resurge de las cenizas.

Es hora de continuar con nuestra aventura. Ya casi está anocheciendo y ahora prima el encontrar un lugar donde poder dormir. Los alojamientos son escasos y los pocos que hay tienen unos precios prohibitivos. Probamos en un camping, que no por ser así es más barato. Nos abruma el alto precio de todo y pese a llevar con nosotros nuestros sacos con los que sobrevivimos a las bajas temperaturas antárticas, no llevamos tienda de campaña y el cielo cada vez amenaza más con lluvias.

Aprovechamos para cenar en el camping, donde el precio de la comida no era tan abusivo y después retomamos nuestra búsqueda de un lugar para dormir. Finalmente, después de unas cuantas búsquedas frustradas, encontramos una casetilla en un embarcadero a orillas de un lago Ésta cuenta con un ínfimo porchecillo, el cual creemos que nos podrá proteger de una posible lluvia. Sin más pensarlo, después del agotador día, extendemos las esterillas en el porche, desplegamos nuestros sacos y nos metemos en su interior intentando pasar una apacible noche bajo un impresionante manto de estrellas.

Juan y Pablo, durmiendo en un hotel de un millón de estrellas.