Viernes y Sábado, 8 y 9 de Enero de 2010 (Patriot Hills, el oasis de hielo)

La llegada a Patriot Hills ha sido todo un lujo, saboreando aún en nuestros paladares el aroma de la victoria. Este campamento situado en mitad de la nada, es un claro ejemplo de la buena gestión logística de la empresa que lo gestiona. Se trata de un campamento efímero que se monta y desmonta cada temporada. Está compuesto enteramente por carpas y tiendas de distintos tamaños: la carpa comedor, los baños, la tienda del médico, el barracón meteorológico, la tienda de telecomunicaciones, distintos almacenes y talleres y las destinadas a dormir. Cuál es nuestra sorpresa cuando nos muestran la que ocuparemos durante nuestra estancia y comprobamos su equipación. Dos camas con colchones y una mesilla. Para nosotros todo un lujo al que ya no estábamos acostumbrados. Pese a no tener calefacción, las 24 horas de luz reflejando la tienda, hacen que su temperatura interior no sea inferior a los 5ºC.

La carpa comedor es un túnel de unos 50 metros de largo, donde el personal de la base y expedicionarios, nos congregamos la mayor parte del tiempo. Revistas, juegos, ordenadores y libros componen esta sala. Contamos con bebidas frías y calientes a nuestra disposición en todo momento y los desayunos, comidas y cenas son un claro ejemplo de la exquisitez y profesionalidad de los cocineros de la base. Patriot Hills cuenta con tres pistas para los distintos aviones; la avioneta que vuela al campo base, otra de mayor tamaño que es la que cubre los vuelos al polo sur y la inmensa pista de hielo donde aterriza el gigantesco “Ilyushin”.

Pese a contar con prácticamente todo lo necesario, la base no da para mucho más. Por un lado emerge desafiante la cordillera de los Patriots, que a su vez sirve de parapeto del viento. Hacia otro lado, la vasta e infinita planicie antártica.

En el día de hoy hemos pedido a una de las personas del campamento que nos mostrase la cueva de hielo. Conocíamos de su existencia por distintos documentales y nos picaba bastante la curiosidad. Ahí es donde se almacenan todos los alimentos y sirve como un más que efectivo congelador. Excavada a mano bajo unos 7 metros de hielo, mantiene una temperatura continua de -22ºC. Sus distintos pasillos iluminados por diodos de bajo consumo, almacenan las reservas para toda la temporada.

La tarde del día 8, la hemos dedicado a hacernos fotos por las cercanías del campamento. Después de hacer las rigurosas y selectivas fotos para los distintos patrocinadores amigos y demás, hemos regresado a la tienda comedor a degustar nuevamente de una exquisita cena y de ahí a la tienda a intentar dormir de nuevo.

Para nuestro infortunio, andamos con los biorritmos un poco perdidos a casusa de las 24 horas de luz. Siempre nos levantamos con la sensación de no haber dormido lo suficiente, con lo que después del desayuno, regresamos nuevamente a la tienda a continuar por donde lo dejamos antes de que sonase el despertador. Por la tarde, después de comer, en medida de lo posible, intentamos tener algo más de actividad, pero cuando llega nuevamente la hora de dormir, nos suele costar horrores volver a conciliar el sueño. La tienda está totalmente iluminada por los continuos rayos de sol y pese a que nos tapamos los ojos con antifaces, en ocasiones nos dan altas horas de la madrugada bajo el sol eterno, sin poder conciliar el sueño. Eso sin contar cuando de repente te da un feroz ataque de gula y necesitas comer en mitad de la noche. Por mucho que estemos intentando ceñirnos a unos horarios, andamos algo necesitados de algo de oscuridad, una ducha y unas vestimentas más cómodas entre otras cosas.

El día 9 de Enero, una vez más sin nada que hacer, aprovechamos la tarde para salir a dar un pequeño paseo por las cercanías. El tiempo estaba apacible e invitaba a ello, por lo que sin pensarlo, cogimos un rumbo y empezamos a caminar. A un par de kilómetros de Patriot Hills encontramos una base militar chilena semienterrada en la nieve. Como curiosos y entrometidos que somos, merodeamos de un lado a otro intentado encontrar una posible entrada. Nos llevó su tiempo pero finalmente conseguimos dar con ella y entre un; “Entra tú, no tú primero”, nos metimos en su interior. El silencio absoluto junto con el ambiente de misterio que rodeaba el entorno hacia que anduviésemos con pies de plomo, esperando que en cualquier momento saliese del lugar menos esperado algún tipo de alienígena devorándonos al instante. Desde luego que el lugar invitaba a ello. Era lo más parecido a cualquier escenario de una película de dicho género y aunque nos reíamos de ello, no descartábamos esa posibilidad. Anduvimos por los silenciosos pasillos y nos metimos en los diferentes barracones enterrados bajo metros de nieve. La visita cuanto menos nos sirvió para salir de la monotonía, desentumecer los cuerpos y echar alguna que otra risa.

Mañana supuestamente es el día acordado para que el “Ilyushin” venga a por nosotros y nos lleve de regreso a Punta Arenas. Sin embargo, tras revisar los partes meteorológicos empezamos a concienciarnos de que quizás no sea posible. Para que este gigante ruso pueda tomar tierra en la inmensa pista de hielo, hace falta que haya unas condiciones óptimas de tiempo y nada de viento. De lo contrario, a nada que una pizca de viento le azotase lateralmente al avión mientras circula por la pista, conllevaría un fatídico desenlace. Las previsiones auguran rachas que superan con creces las admisibles para el eficaz aterrizaje. Con lo que empezamos a concienciarnos de que quizás nuestro día de regreso pueda llegar a posponerse. Nos aterra la idea de pensar que en algunas ocasiones, el fuerte viento ha hecho que este vuelo se retrase hasta 12 días.

Juan y Pablo, en Patriot Hills, un oasis en mitad de un desierto de hielo.

Club Deportivo 7 Cumbres

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