De vuelta en España

Noviembre de 2012

” Han sido varias semanas de exploración por la selva baja amazónica detrás de las huellas de las antiguas culturas que se atrevieron a adentrarse en la espesa selva. Las leyendas y las historias siempre han estado ahí y parece que siempre se han quedado en eso, en meros cuentos, pero no he cesado de buscar porque sé que todavía queda mucho por explorar y descubrir.
Cuando uno se encuentra inmerso en un periplo de estas características, nada es fácil, y sobre todo, nada es cómodo. Hemos tenido que recorrer zonas inexploradas de las que nadie tenía información, sin saber qué demonios nos ibamos a encontrar a la vuelta de la esquina. Hemos remontado hasta la cabecera de ríos sin nombre, para adentrarnos en la espesa selva donde los pasos son lentos. La mitad del equipo, machete en mano, trataba de abrir camino mientras el resto esperaba para poder avanzar con el pesado equipo. Una paupérrima cuerda que pensabamos llevar para nada, se convirtió en indispensable para salvar grandes caidas de arcilla y agua que nos cortaban el paso.
Finalmente ante nosostros se abrió una laguna. Una laguna presidida por una cascada. Aquel era el lugar del que me habían hablado algunos nativos. Al día siguiente pudimos coronar aquel mágico lugar y se presentó ante nosostros un imponente rostro, una cara con claros rasgos andinos. La imágen miraba al este, hacia el inti, el sol naciente, y se asentaba encima de esa cascada, presidiendo ceremonialmente esa mágica laguna que habíamos encontrado en medio de la selva.  En seguida pregunté a uno de mis compañeros amarakaeri, ¿cómo se diría cara inca en tu lengua?, por un instante meditó, y enseguida me dijo, “Incacok”. Y así denominamos a aquel rostro.
Aparentemente se presenta como un capricho de la naturaleza, pero son demasiadas las casualidades. La orientación al este, el lugar presidencial en el que se encuentra… no es la primera vez que se encuentra algo así. Serán los especialistas, si es que alguna vez llegan hasta ahí, quienes determinen el origen de tan fantástico lugar, se ha de explorar en profundidad la zona en busca de elementos arqueológicos asociados.

La tregua que nos había dado el clima finalizó, y las tormentas comenzaron a precipitarse sobre nosotros durante más de 24 horas. Durante varios días quedamos aislados en un pequeño reducto de barro. El retorno lo realizamos por ríos, que como autovías fluviales nos sacaron del lugar. La vuelta se convirtió en una odisea caótica a merced de las corrientes. Nos lesionamos y perdí varios equipos fotográficos. Finalmente cuando el cauce del río llevaba suficiente agua conseguimos hacer una pequeña balsa para proteger todo el material y nosotros utilizamos algunos troncos sobre los que cabalgar a modo de flotador.

Quizá todo esto suene a película, pero ahora, varios días después de mi llegada a España, trato de ver lo vivido con cierta perspectiva. No soy ningún experto alpinista, ni un gran atleta y pienso que hubo muchas situaciones que se nos fueron de las manos. La seguridad que me daban los buenos de mis compañeros nativos, acostumbrados al duro trabajo y a vivir en la selva, se resquebrajó al escucharles decir que estaba siendo demasiado duro.

A veces las historias de aventuras son reales, y una cara de piedra encima de una cascada, indica el camino a seguir.”