Jornada del 14 de febrero de 2012
Yaur, a 12 millas de Nabire (Papúa occiental). Martes 14, 16.00 h.
A la excitación lógica por haber encontrado “a la primera” los tiburones ballena de Nabire, le siguieron 8 horas de frustación. Los gurango bintang–los “tiburones estrella”- hicieron gala de su aureola de seres mágicos que tienen por aquí y desaparecieron bajo la luna llena de febrero, como hemos descubierto que ocurre todos los meses. Como el tiempo se acababa, el grupo decidió seguir rumbo al norte en busca de otros arrecifes inexplorados donde realizar nuevas prospecciones. En el entorno de la la isla Pulau Ruun, en el distrito de Yende, hallamos arrecifes con buena salud, aunque en muchos lugares había huellas del uso de dinamita por parte de los pescadores. No obstante, las inmersiones estuvieron llenas de sorpresas con encuentros con tiburones de tamaño medio, loros gibosos, rayas de puntos azules y, entre todo esto, un avión militar hundido, probablemente de la Segunda Guerra Mundial, del que sólo quedaba un confuso perfil, ya que el coral se ha encargado de engullirlo y convertirlo en refugio para pequeños peces tropicales. También exploramos los fondos marinos de unas montañas submarinas localizadas en la zona central de Cenderawashi. Algo parecido a los otros lugares: las zonas altas, destrozadas por la pesca con explosivos, pero según se bajaba de cota, la vida surgía con fuerza. Mucha vida, mucho coral y muchas posibilidades para el futuro. Sin embargo, a pesar de estas sorpresas agradables, algo corroía las entrañas del grupo y, repentinamente, todos decidimos dar media vuelta y volver a Yaur en busca del tiburón. No nos podíamos ir de Papúa sin rematar nuestros objetivos. Cinco días después del primer avistamiento, con la luna llena en el olvido, los gurango bintang habían vuelto a chupar las redes de las bagans de los pescadores. En sucesivas inmersiones pudimos comprobar lo extraño del comportamiento de estos grandes peces, nada que ver con sus congéneres de otras partes del mundo. Se han acostumbrado a la comida fácil, han cambiado sus hábitos alimenticios (ahora ya no les interesa el plácton, sino peces, incluso algunos de tamaño medio) y han olvidado sus costumbres migratorias, ya que viven permanentemente en esta bahía, donde el único depredador que podrían tener (el hombre) les venera y les alimenta esperando de ellos sólo que les den buena suerte en sus faenas pesqueras. Pronto volveremos a la sucia y desordenada Manokwari, a la “civilización” y al caos. Lo bueno se acaba pronto.
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