2ª etapa: Old Crow – Ramparts – YukonRiver

Old Crow

Old Crow es el núcleo de población más importante de todo el territorio Gwich´n, etnia perteneciente al grupo lingüístico atabascano. El río Porcupine por el que ahora navegábamos es su espacio vital y coto de pesca y caza. Todo los años, durante el mes de septiembre se produce, en esta zona,  una de las mayores migraciones de mamíferos de todo nuestro planeta. En ella se desplazan  millones y millones de caribús cruzando el río Porcupine y convirtiéndose en fuente de alimento y provisiones para el invierno de los Gwich´n.  Nosotros disfrutamos de su hospitalidad y de sus guisos de caribú. Las casas de Old Crow se caracterizan por la cantidad de cuernas de cérvido que ostentan sus tejados y vallas como símbolo de que en ellas habita un gran cazador. El pueblo, sorprende a su llegada por una enorme carpa de lona blanca visible desde la lejanía: es la pista de hockey más septentrional de la  Tierra.

El tramo que separa Old Crow del río Yukón es el más famoso y espectacular. Corresponde con los llamados Ramparts y es un cañón de gran altura flanqueado por paredes de las que cuelgan árboles  en vertiginoso equilibrio. En una parte concreta del desfiladero, y coincidiendo con la frontera con Alaska (meridiano 141) se encuentran los restos de Rampart House, poblado de principios de siglo XX donde convivieron comerciantes blancos con religiosos y familias Gwich´n. Actualmente está deshabitado pero una partida de trabajadores del lugar acude todos los veranos para rehabilitar sus casas. Hasta ahí llegamos tras una larga jornada desde Old Crow. A los pocos días de cruzar la frontera tuvimos el primer y mayor susto al chocar nuestra embarcación contra unas piedras y abrir una vía de agua en el casco de la misma. Tras mucho ingenio y media jornada de de reparaciones conseguimos taponar la fractura y continuar nuestro camino. De esa guisa llegamos a uno de los puntos más interesantes de nuestro periplo, la cabaña de J. Un trampero de la zona que nos ofreció techo, comida y descanso durante unos días. Aprovechamos esas jornadas para ayudar a J. en su labor de recoger la pesca cada mañana, donde recuperábamos de sus redes hasta una docena de salmones diarios. También mejoramos nuestra reparación y al cabo de tres días, abandonamos la cabaña de nuestro amigo con las reservas de comida llenas y la embarcación como nueva.   Unos días más tarde río abajo las aguas se oscurecían con el color marrón blanquecino del inmenso río Yukón.