2 de agosto de 2012

Jueves, 2 de Agosto de 2012: (Porteo de comida a 4.075 metros):

Hoy día voy a empezar la aclimatación y ascensión en el Elbrus, propiamente dicha, después de los 2 días anteriores por los alrededores. Llevo tanto peso entre equipo montañero, tecnología y comida, que decido hacer la subida hasta unos pequeños refugios, que hay a 4.075 metros de altura, en dos fases. Hoy subiré la comida en una mochila, que dejaré allí, para luego volver al valle. Mañana subiré definitivamente a los refugios con el resto de equipo, y no volveré a bajar a la civilización hasta que haya conseguido la cima. !Eso espero!

El día amanece con un sol brillante. Nada que ver con la lluvia y niebla de ayer tarde. !Me tendré que ir acostumbrando a estos cambios de tiempo tan bruscos!. El desayuno, para qué contaros, más de lo mismo. Está visto que la comida rusa no es de lo más exquisito, aunque su ensaladilla si que ha conseguido traspasar fronteras. Un taxi me lleva hasta Azau, al final del valle, donde se encuentra un teleférico que sube por las laderas del Elbrus. Es el segundo teleférico más alto de Europa, después del de la Aiguille de Midi, en los Alpes, pero las infraestructuras no tienen nada que ver, pues aquí predomina el ya familiar estilo ruso, tan cochambroso y viejuno. !Pero bueno, mientras funcione, no hay por qué quejarse!. Estoy a 2.350 metros de altura y subiré hasta los 3.700 metros en 3 tramos. Primero, me monto en un viejo telecabina rojo, junto con varios turistas, y ascendemos progresivamente por las laderas más bajas del Elbrus. En pocos minutos llegamos a los 3.000 metros, desde donde ya se divisa al fondo las cumbres gemelas del Elbrus, de un blanco inmaculado. El paisaje ha cambiado radicalmente y desde aquí en adelante la roca volcánica es la dueña de las laderas de este volcán, el más alto de Europa. Un nuevo telecabina nos sube ahora hasta los 3.450 metros, en el segundo tramo de la ascensión. Al llegar al mismo, y mientras voy de camino a coger el siguiente tramo, unos turistas rusos, a los que por lo visto les debo de llamar mucho la atención por mis “pintas” montañeras se hacen una foto conmigo. El tramo final se sube en un telesilla, ya con unas vistas imponentes del altivo Elbrus, donde me monto agarrando con cuidado la mochila para que no se caiga. Tras unos 10 minutos alcanzo los 3.700 metros, sin apenas haber andado nada desde los 2.350 metros del valle. !Menudo ironía! Pero justo a esta altura me olvido de cualquier medio mecánico, y la montaña la subiré a pata, pasito a pasito.

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Muy cerca del final del telesilla están los famosos refugios llamados “Barrels Hut”, que son varias cisternas de camión, pintadas con la bandera de Rusia, y que están muy bien acondicionadas. Aquí me alojé en la anterior expedición, hace 6 años. Sin embargo, esta vez prefiero dormir más alto, en unos refugios que hay a unos 4.100 metros, para acortar en la medida de lo posible el gran desnivel de ascensión del día de cima.

Cargado con unos 15Kg de mochila, llena de comida, inicio la ascensión. Los primeros pasos siempre cuestan bastante y es de esos momentos en los que te preguntas por qué demonios no te gustará la playa y tumbarte vuelta y vuelta al sol.

Pero cuando vas cogiendo el ritmo, las sensaciones cambian radicalmente y, a pesar del cansancio, vas sintiéndote mejor. Los alrededores de Barrels Hut no son muy agradables. Es un estercolero con mucha basura tirada por doquier, y además están las fastidiosas“orugas mecánicas” ó “snowcats”; unos engendros mecánicos, como los que se utilizan para allanar las pistas de esquí, que contaminan la belleza del lugar con su ruido infernal. La gente las utiliza principalmente el día de cima, para subir sin esfuerzo alguno hasta alrededor de los 4.600 metros de altura, que es adonde pueden llegar antes de que la pendiente se haga más empinada. Hace 6 años, junto con Pablo, formaba parte de un grupo y aunque me negaba a montarme en ellas, finalmente pasé por el aro, y las utilizé en el día de cima. Fue algo de lo que me arrepentí profundamente, y me alegré internamente de no haber conseguido la cima, pues entonces tenía una excusa para regresar y esta vez subir sin su ayuda, por mis propios medios. !Y ahora no pienso ni tocarlas!

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La ascensión es progresiva y voy lento, a mi ritmo, sin forzar. Se trata de aclimatar, para que tu cuerpo se vaya adaptando a la altura. Voy caminando por amplias lomas de nieve y hielo mientras avanzo con ganas. El tiempo es bueno, pero cada vez las nubes van cubriendo el cielo, y a ratos no se ven ni siquiera las dos cumbres de Elbrus. Hago una pequeñas parada tras 1 hora de marcha para beber algo, y retomo la ascensión. Al fondo se divisan dos grandes hileras de rocas en posición paralela. En la de la izquierda es donde está el refugio al que voy. Mientras voy ascendiendo, voy alucinando con el brutal cambio que se ha producido en la zona. Hace 6 años todo la ruta estaba completamente cubierta por un espeso manto de nieve, y ahora la nieve no es tan profunda como antes, y se observan por todos lados pequeños regueros provenientes de la fusión del hielo. Incluso en la zona central de las hileras de roca, se divisan muchas rocas sueltas. El cambio climático ha hecho estragos en la parte baja de la montaña.

Asciendo la última pala de nieve, justo entre las dos hileras de roca, y en 1:45 tras subir casi 400 metros, alcanzo el refugio, a 4.075 metros de altura. El refugio está compuesto por 5 casetas grises de madera, con varias literas cada una, y que no tienen muy mala pinta. Una de las casetas es la caseta comedor, bastante bien acondicionada, con 2 mesas alargadas y sus correspondientes asientos. En el refugio conozco a dos chicos turcos, de Estambul, muy majos y charlamos amigablemente mientras bebemos té. Hoy tienen pensado subir a la cima. Les deseo suerte.

Me quedo alrededor de 1:30 en el refugio, para así ayudar a la aclimatación y sobre las 14:30 inicio el descenso, tras dejar la mochila en la caseta de los chicos turcos, que me la cuidarán. Sin nada de peso, bajo todo lo rápido que puedo, pues observo que se aproxima una tormenta, y en apenas media hora he llegado a Barrels Hut. Me monto en el telesilla justo cuando empieza a nevar. La tormenta ha avanzado rápidamente y la tengo enfrente de mis narices, sobre la ladera opuesta al Elbrus. La nieve cae con fuerza, mientras poco a poco me voy empapando. De repente, un rayo cae en la montaña de enfrente y el trueno llega ipso facto. !menuda tormenta, está justo encima! Pero lo peor llega acto seguido cuando, para colmo, el telesilla se para. El panorama es de película: me encuentro en una silla metálica, parado, con el suelo a unos 15 metros, sin poder hacer nada, mientras arrecia la nevada y los rayos caen por doquier enfrente tuya. Trato de tomarme la situación de forma tranquila, pero no os miento si os digo que pasé miedo pensando en que pasaría si cae un rayo justo en toda la estructura metálica del telesilla. Para más intriga no sabes cuándo va a arrancar, si ha sido un fallo mecánico o lo han parado para evitar males mayores. Mientras, poco a poco, me va cubriendo un pequeño manto de nieve, y tiritando cubro las cámaras para evitar que se mojen más de la cuenta. La espera se hace agónica, con varios rayos y truenos retumbando con fuerza. Por fin, la tormenta va pasando, deja de nevar, y tras unos 20 minutos el telesilla vuelve a ponerse en marcha. Solo pienso en bajar cuanto antes al valle y pegarme una ducha reparadora.

Parezco un autómata bajando los dos tramos de teleférico que quedan para llegar al valle. De vuelta al hotel, una ducha calentita que quita todos los males.

Mañana subo definitivamente a 4.075 metros, y ya no tendré internet para enviaros las crónicas diarias, por lo que os las iré enviando cuando regrese. Ya os iré informando de cualquier novedad.

 

Juan, recuperado después de la tormenta.

Club Deportivo 7 Cumbres

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