Crónica 5. Sábado-Domingo, 12-13 de Diciembre de 2015: (Ascenso al Chimborazo, 6.310 m)

¿Cómo empezar a escribir la crónica que estabas esperando? ¿Cómo plasmar tus sueños e inquietudes por conseguir un reto mayúsculo? Es difícil, pero comencemos en un lugar determinado a 6.000 metros en las laderas del Chimborazo.  Hace  frío  y  el  cansancio  empieza  a  hacer mella, mientras subo por una empinada pendiente helada donde hay que ir muy concentrado para no resbalar. La cima queda lejos y mis dudas empiezan a aflorar, ¿lo conseguiré? ¿podrá mi mentalidad de arrojo y esfuerzo sobrepasar a la mente que evita el riesgo? Es un momento crucial, de lucha interna por alcanzar un reto soñado. Me acuerdo del lema que llevo marcado a fuego en la vida, las ”5 Ps”: pasión, perseverancia, prudencia, planificación y paciencia. Son ingredientes básicos para hacer realidad un sueño, y mi mochila está llena de ellos a rebosar. Sin dudarlo sigo hacia arriba…

El día amanece soleado en Quito. Un taxi me lleva a la estación de autobuses Quitumbe, donde a las 7:45 cojo un bus  dirección  a Riobamba,  a  unos  180  Km de  Quito,  y punto de partida para la ascensión al Chimborazo. Durante el trayecto las nubes cubren las montañas que afloran a ambos  lados  de  la  carretera  Panamericana,  en la denominada avenida de los volcanes. Sobre las 11:00 llego a Riobamba y allí me reciben Alexandra y John, dueños de la agencia Andean Adventures, con la que trataré de ascender el Chimborazo. John es el administrador y dueño de los 2 refugios que hay en el Chimborazo, el refugio Carrel a 4.800 m y el refugio Whymper a 5.000 m. Cúal es mi sorpresa cuando me dice que el refugio Whymper está cerrado y que la ascensión se hace desde el refugio Carrel. Además la primera parte de la ruta normal (hasta 5.500 m) no se puede hacer porque la montaña tiene poca nieve y hay un gran peligro de caída de rocas. Como resultado, hay que dar un gran rodeo por la parte izquierda de la montaña, hasta alcanzar un gran torreón de roca llamado El Castillo, a 5.500 m. Esto me deja un poco estupefacto y con dudas sobre afrontar una ascensión de 1.500 metros de desnivel, que será más dura de lo esperado.

Sobre las 12:00 inicio el viaje desde Riobamba (2.800 m) hasta el refugio de Carrel, al que es posible llegar en coche.

John  me  acompaña  y  subiremos  en  apenas  1h  30min.  unos 2.000 metros de desnivel. Ir ya aclimatados es fundamental para sobrellevarlo lo mejor posible. La primera parte de la ruta es muy bonita con laderas herbáceas y con muchos pastos llenos de vacas. Conforme se gana altura el terreno se vuelve más árido y a partir de la entrada al parque a 4.300 m, circulamos por una pista arenosa que se adentra en la montaña en un paisaje lunar, con apenas vegetación donde viven miles de vicuñas que han sido reintroducidas con éxito hace años. El cielo está muy nublado y a pesar de tenerlo enfrente nuestra, el imponente Chimborazo se oculta de mis ansiosas miradas. A las 13:30 llegamos al refugio Carrel, bien acondicionado  con  comedor,  cocina,  y  dos  habitaciones  grandes con  literas  para  unos  50 montañeros.

Al llegar, dejo mi mochila y doy un paseo por los alrededores. Hay un pequeño lugar con placas de conmemoración a personas fallecidas en el Chimborazo. Una gran nube se ha plantado en la parte cimera de la montaña impidiendo ver su cumbre. Aún así la inmensa pared oeste, de color rojiza, me sobrecoge. A las 17:00 ceno una rica sopa de quinua y pollo con arroz. Es la rutina antes de ascender cualquier montaña por la noche, se cena muy temprano. Después de la cena, salgo fuera y observo atónito que ha despejado. La vista es impresionante con los últimos rayos de sol incidiendo sobre  la  pared  oeste  del  Chimborazo.  Veo  la totalidad  de  la montaña  por  primera  vez,  con  toda  la  ruta claramente  marcada  y  me  quedo  atónito.  Sin embargo, mi visión dura poco, pues no me puedo regodear con las vistas. Mañana, o mejor dicho esta noche, será una jornada muy larga y necesito descansar algo. A las 18:00 me meto en el saco a dormir.

La nueva jornada día empieza a las 22:00. Es el día más esperado, por el que llevo luchando mucho tiempo. Estoy a apenas unas horas de alcanzar un nuevo sueño, pero será muy duro. Me encuentro con Segundo, que será mi guía en la ascensión. Es un tipo muy majo que vive en los alrededores  del  Chimborazo,  y  que  será  un  grandísimo compañero durante toda la subida. Desayuno muesli con yogur y mate de coca y a las 23:00 inicio la ascensión. La naturaleza nos regala una noche espléndida, con un cielo estrellado lleno de constelaciones del hemisferio sur y norte.

La primera parte de la ruta implica llegar hasta el torreón rocoso El Castillo, a 5.500 m. Ascendemos  progresivamente  bordeando  la  montaña  por la  izquierda  y  avanzando  por  un sendero arenoso y rocoso bien marcado a un ritmo pausado. Paso a paso nuestros pasos nos van llevando más alto. Nuestros frontales y el del resto de montañeros son la única luz en la oscuridad. El silencio es sobrecogedor, solo roto por el ruido de nuestros pasos y los pequeños comentarios que vamos haciendo, ¿estás bien? ¿cómo vas?. La ruta alcanza el filo de una ladera y en su parte final vamos justo por debajo de unas inmensas paredes de roca (El Castillo), donde hay que andar con mucho cuidado para no caer al vacío y para que no te caigan piedras de arriba. Subimos muy concentrados hasta alcanzar El Castillo a unos 5.500 m, tras unas 2 horas de ascensión.

Paramos a comer y beber algo y retomamos la subida. Ahora caminamos por una aérea arista de tierra, que debido al frio reinante está congelada y muy dura. Hay que pisar muy fuerte para evitar resbalarse. Continuamos por unos metros más o menos llanos hasta encontrarnos con una zona más  empinada.  El  terreno está  tan peligroso que  nos  ponemos  los crampones  y nos encordamos. Un traspié sería fatal. Son momentos delicados, hay que ponerse los crampones en un sitio muy reducido, bastante inclinado y con frío. Continuamos ascendiendo por la arista arenosa,  ya  pisando  más  firme  con  la  ayuda  de  los crampones, y al rato llegamos a uno de los pasos clave de la ascensión, una pequeña pared de unos 6 metros que hay que escalar. Un paso en falso y te enfrentas a una caída de varios cientos de metros. Muy concentrado y con ánimo enfrento esta escalada que la solvento sin dificultad.

Sobre los 5.600 m alcanzamos el glaciar. Esta segunda parte de la ascensión implica subir por un largo y empinado glaciar, que se hace eterno, hasta los 6.268 m de la cima Veintimilla, una cima secundaria del Chimborazo, antes de llegar a la verdadera cumbre, a 6.310 m. Los primeros metros de ascensión por el glaciar van viento en popa. No hace mucho frío y avanzamos a buen ritmo. El principal problema son las innumerables placas de hielo que nos encontramos, donde hay que ir con muchísimo cuidado para no resbalar.

La pendiente tiene entre 30 y 40 grados de inclinación y un paso en falso nos haría resbalar. El sonido que hacen los crampones al clavarse en la nieve y el hielo son una sinfonía maravillosa en medio de la oscuridad. Sabes que son tu pasaporte hasta la cumbre. El ambiente es espectacular, estás muy alto en medio de un lugar desolado y frio tratando de llegar a lo más alto. Seguimos subiendo por la empinada pendiente que no te da un minuto de respiro. Alcanzamos los 6.000 m y poco a poco voy notando el esfuerzo. ¡Nadie dijo que esto fuera fácil, y lo estoy empezando a notar en mis propias carnes!. El cansancio hace mella en mí, y doy 4 ó 5 pasos y tengo que pararme a respirar y recobrar energías. Mis dudas sobre si podré hacer cima empiezan a pasar por mi cabeza. Pero soy bastante  cabezón, y  no  pienso  en  renunciar.  Saco  fuerzas  de flaqueza y sigo hacia arriba, a pesar del frio y el viento.

El amanecer, sobre las 6:00, nos pilla cerca de la cima Veintimilla. Las primeras luces del día me permiten contemplar la empinada ladera por la que venimos subiendo. Queda poco para llegar a Veintimilla, pero se hace muy pesado y duro. Cuesta respirar, hace mucho frío y el viento nos azota sin piedad. Aún así, no me rindo fácilmente y sobre las 6:30 pisamos la cima Veintimilla. Para mí, es solo una cima secundaria, un hito en el camino, pues la verdadera cima la tenemos justo enfrente. La gran mayoría de escaladores se queda en esta cima y no avanza hasta la verdadera cumbre, pues el terreno que las separa no es nada fácil. Segundo me dice que ya es suficiente y que nos bajemos, que hemos hecho cima. Yo le digo que no, que la cima que  tenemos  enfrente,  la  cima  Whymper,  es la  verdadera cumbre, y que tengo suficientes energías y ánimos como para subirla, a pesar de lo cansado que estoy. Es por lo que he estado soñando mucho tiempo y el tenerla tan cerca me da ánimos para seguir adelante

Para llegar desde Veintenilla a Whymper primero hay que bajar a un pequeño collado y luego subir por una pendiente. La distancia es corta, pero nos encontramos con unos de los puntos clave de la ascensión. Todo este trayecto está lleno de unas formaciones denominadas penitentes, formadas por la acción conjunta del viento y el deshielo, que no sé si las llaman así porque parecen monjes penitentes rezando, o por la penitencia que pasa uno al tratar de atravesarlas. Es verdaderamente un infierno en medio de la nieve. Es casi imposible avanzar y tienes que ir buscando la ruta entre estas extrañas formas que no te dejan seguir un rumbo. Es como  si  miles  de  pequeñas  pirámides  de  nieve  estuvieran colocadas una junto a otra y tuvieras que atravesarlas. A pesar de las dificultadles avanzamos sabiendo que tenemos la cima tan cerca. Al llegar al collado toca ascender por la pendiente y poco a poco nos acercamos a nuestro objetivo.

Por fin, a las 8:00 y después de 9 horas de actividad alcanzo la cima del Chimborazo. Es algo indescriptible y me siento muy orgulloso de poder haber pisado su cumbre. Mis lágrimas caen por las mejillas mientras contemplo su cima, el punto de la Tierra más alejado del centro del planeta o el más cercano al sol. Es un detalle más de esta bella montaña que me ha brindado la oportunidad de llevar mi cuerpo al límite, de disfrutar, de sufrir, de conocer, de soñar. Soy inmensamente feliz, me abrazo a Segundo, que más que un guía ha sido un compañero de ascensión, con el que he compartido algo indescriptible y maravilloso. Me  acuerdo  de  todos  los  amigos  que  me  han apoyado y me han mandado mensajes de apoyo estas semanas. Sus ánimos me han dado alas para volar por encima de las dificultades y alcanzar la cima, para hacer realidad un nuevo sueño y conseguir un nuevo reto.

En la cumbre apenas estamos 20 minutos. Hace muchísimo frío y viento. Saco las fotos de rigor mientras contemplo maravillado los grandes volcanes de Ecuador, que brillan en la lejanía. Iniciamos la larga bajada, siguiendo la misma ruta de subida. Con las luces del día observo claramente por donde hemos subido, el largo glaciar de empinada pendiente y cubierto de hielo, las aristas arenosas, la pared de escalada, los peligrosos senderos debajo de El Castillo. Un sinfín de lugares que ahora son  parte  de  mis  recuerdos.  5  horas  después,  ya  a  salvo  de cualquier peligro llego al refugio. Un nuevo sueño se ha hecho realidad.

 

Juan, desde el punto de la Tierra más cercano al sol.
Club Deportivo 7 Cumbres