El Atlántico Norteamericano
Vázquez de Ayllón (1524 – 1526)
Texto: Pedro Páramo
Casi un siglo antes de que los peregrinos del Mayflower llegaran a Norteamérica, el toledano Lucas Vázquez Ayllón ya había explorado estas costas y fundado el primer asentamiento europeo en los actuales estados de las Carolinas. Fue un explorador diferente y atípico, cuyo nombre pasa desapercibido en los libros de Historia, uno de esos exploradores empequeñecido por la sombra de sus contemporáneos más ilustres y por la falta de relatos directos de sus hazañas.
Lucas Vázquez Ayllón fue uno de los exploradores españoles de las costas de los actuales estados de las Carolinas.
Se cree que llegó hasta la bahía de Chesapeake y que fundó el primer asentamiento europeo en los Estados Unidos en 1526, casi un siglo antes de la llegada de los peregrinos del Mayflower a América. Introductor de esclavos negros en el continente, fue un explorador-conquistador atípico: era juez de la Audiencia de Santo Domingo, en la isla Española y a la vez comerciante, pero jamás se puso una coraza ni manejó una espada, según el testimonio de uno de sus contemporáneos.
No tenemos información completa de sus andanzas porque, al contrario que otros exploradores y conquistadores españoles de éxito, murió durante la expedición y no tuvo oportunidad de hacer relación de sus descubrimientos para demandar posesiones y honores, ni quedaron escritos relatos directos de sus acompañantes. Tampoco los investigadores de los testimonios y documentos sobre Vázquez Ayllón y su expedición han podido trazar con precisión el recorrido por tierra de los expedicionarios, ni localizar sin discusión los accidentes geográficos reseñados por los primeros historiadores de la presencia española
en América. Pero estos obstáculos, que han dificultado que el viaje de Lucas Vázquez Ayllón tenga la relevancia histórica que se merece, no debe impedir que sea considerado como uno de los grandes exploradores españoles.
Uno de los primeros en América
De su vida se sabe que nació en Toledo hacia 1470, donde su padre fue regidor. Cuando en 1511 se creó en el Nuevo Mundo la primera Audiencia, o Tribunal Supremo, con sede en Santo Domingo, Lucas Vázquez Ayllón figuraba entre los primeros jueces de la isla y se sabe que aprovechaba su cargo para comerciar en las tierras recién descubiertas, principalmente con perlas y esclavos. En las discusiones que plantearon inmediatamente después los misioneros sobre los derechos de los indios, Ayllón formó parte de los colonos que trataron de obstaculizar los propósitos y los avances de los religiosos en defensa de los nativos.
De hecho, él financió algunas expediciones a otras islas caribeñas, a la caza de “caníbales” (los indios que no se sometían a los españoles), autorizada por un decreto del rey Fernando el Católico de 1511, que permitía esclavizar a los que se resistían a ser cristianizados. Mientras en España se discutía el trato que debían recibir los indios, el juez Ayllón opinaba que era mejor que los indios fuesen “hombres siervos que bestias libres”.
En 1520, Lucas Vázquez Ayllón aparece en México con una misión de extraordinaria importancia. Hernán Cortés, que estaba en Tenochtitlán gozando de la hospitalidad del emperador azteca Moctezuma, había desatado la ira del gobernador de Cuba y socio suyo, Diego Velázquez, porque estaba realizando la exploración y conquista de México informando directamente al rey sin pasar por él. Decidió entonces Velázquez enviar a Pánfilo de Narváez al mando de mil hombres para someter a Cortés a su autoridad. Enterados en la Española los monjes jerónimos que, de hecho, regían la isla ante la ausencia temporal
del gobernador Diego Colón, enviaron al regidor Lucas Vázquez de Ayllón a que convenciera a Diego Velázquez de lo insensato de aquella expedición sin oír el parecer del rey, pues pondría en peligro la evangelización de los nuevos territorios explorados, tan poblados y tan ricos. Al ver Ayllón que Velázquez no daba su brazo a torcer, decidió embarcarse con Pánfilo Narváez hacia México, confiado en que podría servir de mediador entre Cortés y Narváez antes de que se produjera un enfrentamiento entre españoles que incitara a los indígenas a la rebelión y echara por tierra lo conseguido hasta entonces por los conquistadores en tierras mexicanas.
Vázquez Ayllón, después de oír a los emisarios de Cortés y las riquezas que éste envió al campamento de Narváez, se convenció de que era un terrible error detener los avances de Cortés en la dominación de unos pueblos tan avanzados y ricos y se enfrentó a Narváez. Éste lo hizo prender, lo metió en un barco y lo envió de regreso a Cuba. Sin embargo, Ayllón o logró atemorizar a la tripulación o la sobornó; el caso es que regresó a su Audiencia de Santo Domingo y contó todo lo que había visto en México, con lo cual dañó seriamente el prestigio de Diego Velázquez. En México Pánfilo Narváez fue derrotado por Cortés en Cempoala y el conquistador mexicano lo retuvo en prisión durante tres años.
A la caza de esclavos
Durante la segunda década del siglo XVI la población indígena de la Española y Cuba descendía de forma alarmante debido al exceso de trabajo de la población indígena, al colapso de la agricultura tradicional, destruida en gran parte por el ganado europeo que pastaba libremente en la isla, y las enfermedades llevadas por los pobladores españoles. Los colonos, entre ellos Vázquez Ayllón, financiaban expediciones a las Lucayas (Bahamas), a las islas de Barlovento (Aruba, Curacao y Bonaire), Trinidad y el norte de Venezuela en busca de caníbales que esclavizar para compensar la merma de la población autóctona. En 1513, Juan Ponce de León, gobernador de Puerto Rico, navegó por las costas de Florida, pero fue recibido a flechazos por los indígenas que mataron a todos los españoles de la expedición, excepto a siete,
entre ellos el propio Ponce de León. El Inca Gracilaso de la Vega, en su obra sobre la Florida, escrita a finales del siglo XVI cuenta que pocos años después de la expedición fallida de Ponce, un piloto llamado Diego Miruelo, que comerciaba con los indios “dio con tormenta en la coste de la Florida, o en otra tierra, que no se sabe a qué parte, donde los indios le recibieron en paz, y en su contratación, llamado rescate, le dieron algunas cosillas de plata y oro en poca cantidad, con las cuales volvió muy contento a la isla de Santo Domingo”.
Al mismo tiempo, siete comerciantes ricos de Santo Domingo, entre los que se encontraba el juez Lucas Vázquez Ayllón, se asociaron en 1521 “y armaron dos navíos –cuenta El Inca–que enviaron a por entre aquellas islas a buscar y traer los indios que, como quiera que les fuera posible, pudiesen haber, para los echar a labrar las minas de oro que de la compañía tenían”.
La expedición navegó hacia el norte por las costas de Florida y, como cuenta Francisco López de Gómara en su “Historia General de las Indias”, publicada en 1552, “fueron a una tierra que llamaban Chicora y Guadalupe, la cual está en treinta y dos grados y es lo que llaman ahora cabo de Santa Elena y río Jordán”.
Los españoles al saltar a tierra se encontraron con unos indios pacíficos que se asombraron al ver unos hombres que llevaban barba y usaban vestidos y que salían del vientre de unas casas flotantes que ellos jamás habían visto. Se intercambiaron regalos y, los españoles, después de cargar el matalotaje, leña y agua, invitaron a los indios a subir a bordo. Cuando ya tenían 130 indígenas en las bodegas, los españoles levaron anclas y se hicieron a la vela en demanda de Santo Domingo. Uno de los dos navíos naufragó, pero el que llevaba a la mayoría de los indios consiguió llegar a la Española. Los indios cautivos se dejaron todos morir de tristeza y hambre. Todos, menos uno que habría de jugar un papel importante en la expedición de Vázquez Ayllón de 1524.
En busca del paso al Pacífico
El relato de Diego Miruelo y lo visto por los expedicionarios financiados por él y sus socios, su experiencia de México, como testigo del éxito de Cortés ante una civilización tan avanzada, animaron, sin duda, a Lucas Vázquez Ayllón a intentar por su cuenta el descubrimiento y exploración de aquellas tierras al norte de las Grandes Antillas, donde además, podría encontrar un paso en el Norte entre el Atlántico y el Pacífico. Pero antes quiso asegurarse de que la empresa merecía la pena. En 1522 el juez envió una nueva expedición a aquellas costas comandada por Francisco Gordillo que alcanzó el cabo Fear, en la costa de Carolina del Norte.
En 1523 el juez viajó a España con su esclavo Francisco de Chicora, el superviviente de los indios capturados en la expedición anterior, a pedir al rey Carlos la conquista y gobernación de los territorios de Chicora.
El indio Francisco de Chicora, que se había bautizado y había aprendido bien el castellano, con el fin de volver a su tierra, alimentaba la imaginación y la codicia de Ayllón y de cuantos le escuchaban, aunque algunos, como el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, entonces en España, desconfiara de tantas riquezas y tantos prodigios. Decía Chicora que en su tierra los indígenas eran blancos, que los reyes y las reinas eran gigantes, porque les alargaban los huesos con hierbas cuando eran niños, que hacían queso con la leche de sus mujeres, que poseían rebaños de ciervos y se adornaban con perlas, oro y plata.
Fernández de Oviedo escribió al conocerlo: “e creí que aquel indio mentía en cuanto le había dicho, e que el deseo de volver a su patria, le hacía decir todo aquello […] me le loó tanto, que conoscí que le creía como si fuera evangelista”.
El monarca autorizó el proyecto de Ayllón y le dio la potestad sobre el territorio que descubriera entre los 35 y los 37 grados ”en que la dicha tierra está, e la relación e noticia que vos, della, tenéis, se cree e tiene por cierto, ser muy fértil, e rica, e aparejada, para se poblar; porque en ella hay muchos árboles e plantas de las de España, e la gente es de buen entendimiento, e más aparejada para vivir en policía que la de la Isla española, ni de las otras islas que hasta hoy están descubiertas”. En 1525 Vázquez Ayllón envió a Chicora en una nueva expedición de dos carabelas al mando de Pedro de Quexos, que, al parecer, llegó a las costas del hoy estado de Delaware y le confirmó la bondad de los nativos y de aquellas tierras norteñas.
Un año después, Ayllón se sintió preparado para iniciar su gran aventura: fletó seis navíos (el Inca Garcilaso dice que fueron tres, grandes) y reclutó a 500 españoles, entre colonos y sus mujeres, marineros, médicos y misioneros dominicos, que fueron acompañados por cien esclavos africanos y 83 caballos. En 1510, ante la despoblación de indígenas en las Antillas y por sugerencia de algunos religiosos defensores de los indios, el rey Fernando había autorizado la introducción de 200 esclavos negros en las Indias, abriendo así las puertas al comercio de africanos en América. Con estos preparativos, Ayllón dejaba definitivamente la Española con la intención de descubrir las tierras ignotas que se extendían desde el norte de la Florida hasta la Tierra Nueva de los Bacalaos, mencionada por Sebastián Caboto, sobre las que ejercería su autoridad. Llevaba como piloto a Diego Miruelo, que no supo encontrar la tierra que él había visitado años antes y “cayó en tanta melancolía que en pocos días perdió el juicio y la vida”, según cuenta el Inca Garcilaso de la Vega.
La primera colonia europea en EEUU
En el momento de su partida, los documentos nos muestran un Vázquez Ayllón muy diferente al que se había manifestado años antes en relación con los indios. En primer lugar, su expedición no sería una razia más sino que, desde el principio, tuvo una clara voluntad pobladora y colonizadora, y en segundo término, la capitulación con la Corona deja claro que es Ayllón quien le dice al rey qué trato han de recibir los indígenas. “Nos suplicastes –dice el monarca en el texto de la capitulación– que pues los indios no se pueden con buena conciencia, encomendar, ni dar por repartimiento, para que sirvan, personalmente, y sea visto por experiencia, que desto se ha seguido muchos daños ya asolamiento de los indios, y despoblación de la tierra, en las islas e partes que se ha hecho, mandase que en la dicha tierra no hubieserepartimiento de indios, ni sean apremiados a que sirvan en servicio personal, si no fuese de su grado e voluntad, e, pagándoselo como se hace con los otros, nuestros vasallos libres e la gente de trabajo en estos reinos; mando, que así se cumpla; e que vos tengáis dello, e del buen tratamiento de los dichos indios, mucho cuidado”.
La flota de Ayllón partió en junio de 1526 de Puerto de Plata, en la Española, costeó los actuales estados de las Carolinas hasta llegar a la desembocadura de un río, que algunos creen que era el llamado Jordán que López de Gómara sitúa en los 32 grados al contar la expedición de 1521, financiada por Ayllón, pero en la que él no viajó. López de Gómara, que da una detallada información de los indios de Chicora, no cuenta el viaje de Ayllón en su “Historia General de las Indias”. A partir de estas afirmaciones de la latitud de Chicora en los 32 grados, algunos autores norteamericanos sostienen que el contacto de Ayllón con los actuales Estados Unidos tuvo lugar en la bahía de Wyniah y el río Jordán corresponde al Santee, en Carolina del Sur, que se hallan en los 30º de latitud cerca de la hoy ciudad de Georgetown; otros lo
identifican como el río Pee Dee que discurre por la zona. No faltan los que lo ubican más al sur, en Sapelo Sound, al sur de Savannah. El historiador J. G. Johnson, de la Universidad de Georgia, sostiene que se trata del río Cape Fear, ya que es la única corriente de gran caudal que desemboca en el mar cerca de esa latitud. Pero existen testimonios escritos y gráficos de los años siguientes a la aventura de Ayllón que apoyan la presencia de Lucas Vázquez Ayllón, más al norte, en la bahía de Chesapeake, a la que dio el nombre de Santa María, como indica el mapa de Diego Ribero, de 1529, en el que aparece Chesapeake y la zona circundante, denominada Tierra de Ayllón. Otro mapa, de Diego Gutiérrez, realizado en 1562, repite los topónimos. Por su lado, J. Gilmary Shea, investigador de la historia de Estados Unidos, defiende
que la bahía en la que entró la flota de Ayllón es la actual Chesapeake y que el río por el que se internaron los expedicionarios -y que ellos denominaron Salado- en busca del mejor emplazamiento para su fundación es el actualmente denominado James.
Al embocar ese gran río a mediados de agosto de 1526, naufragó la nave capitana. Aunque lograron salvarse los tripulantes y los pasajeros, se perdieron abundantes provisiones, semillas y herramientas. Allí mismo Ayllón ordenó que se hiciese una gabarra para transportar los enseres rescatados. Como el río que desemboca en la bahía era conocido por los nativos con el nombre de Gualdape, la comunidad española fundada río arriba, al parecer, cerca de la actual Jamestown, se llamó San Miguel de Gualdape (también aparece en varios escritos como Guadalupe y Guadalpe) por haber sido inaugurada en la festividad de ese arcángel. “El oidor –cuenta el Inca Gracilaso– entendiendo que todo era suyo mandó que saltasen en tierra doscientos españoles y fuesen a ver el pueblo de aquellos indios, que estaba tres leguas tierra adentro.
Los indios los llevaron, y después de los haber festejado tres o cuatro días, y asegurándolos con su amistad, los mataron una noche, y de sobresalto dieron al amanecer en los pocos españoles que habían quedado en la costa en guarda de los navíos”. La colonia se estableció en la peor época del año. Las tormentas otoñales que azotan las costas atlánticas, la imposibilidad de cosechar aquellas tierras a las puertas del invierno, la falta de víveres, pues buena parte de ellos se habían ido a pique, y los vientos glaciares propiciaron la aparición de enfermedades en aquellos colonos acostumbrados a los calores
del trópico. El indio Francisco de Chicora desapareció, sin duda para unirse a los indígenas. Los esclavos negros que habían ayudado en la construcción del poblado, acuciados por el hambre seguramente, se amotinaron y huyeron.
La moral de los pobladores de la incipiente colonia decaía conforme aumentaban los cadáveres que había que enterrar. Lucas Vázquez Ayllón no tardó en enfermar y murió el 18 de octubre. Los que sobrevivieron decidieron entonces abandonar San Miguel y volver a Santo Domingo. De los 600, sólo regresaron 150.
El primer poblado europeo en los que hoy son los Estados Unidos apenas duró tres meses, los supervivientes dejaron escaso testimonio de su trágica aventura, la ausencia de restos de aquella población y la confusión que las distintas expediciones financiadas por Lucas Vázquez Ayllón han introducido entre los historiadores –los de entonces y los actuales– han robado a este descubridor buena parte de la fama que le corresponde.