Cristóbal Colón y el mito colombino (1492 – 1504)

Luisa Martín Merás

Bibliografía: Boletín 25 SGE. Noviembre 2006

La exposición recientemente celebrada en el Museo Naval de Madrid ha conmemorado los quinientos años de la muerte de Colón en Valladolid el 20 de mayo de 1506. Su título, “Cristóbal Colón y el mito colombino” respondía a su intención de examinar la figura y los hechos de Cristóbal Colón a la luz de las distintas acepciones que tiene la palabra mito. Para ello se han expuesto exclusivamente los abundantes fondos que sobre el tema posee el Museo Naval y sus museos periféricos.

No cabe duda de que el proyecto presentado por Colón a los reyes Católicos era, de forma deliberada o no, un mito, es decir, un relato o noticia que desfigura la realidad, y le da la apariencia de ser más valiosa o más atractiva. Iluminado por este mito, el marino genovés intentaba llevar a cabo su plan de llegar a Oriente por Occidente, a las tierras de Cipango, y visitar los lugares gobernados por el gran Khan de Marco Polo. Mientras los turcos cerraban a los venecianos y genoveses la ruta mediterránea de las especias, y los portugueses descubrían otra ruta mucho más larga para llegar a Asia, Colón aseguraba que, aceptando la esfericidad de la Tierra y la existencia de alguna isla que pudiera servir de escala, era posible alcanzar la India por una ruta occidental que evitaría el peligro de los turcos y no colisionaría con los intereses portugueses, establecidos en los tratados firmados entre las dos monarquías ibéricas.

A pesar de lo erróneo de sus cálculos, los descubrimientos científico-técnicos aplicados al desarrollo de la navegación y el apoyo económico-político de la nomarquía de los reyes Católicos, hicieron posible comprobar que sus teorías, contaminadas por ficciones tardo medievales y religiosas, eran erradas, pero resultaron tan afortunadas que cambiaron el futuro de la Humanidad.

Si el plan de Colón estaba inmerso en el mito, también su figura fue mitificada a lo largo de los siglos y especialmente en el XIX, auspiciada por el movimiento romántico europeo, una de cuyas manifestaciones fue el auge de la novela y la pintura histórica. Efectivamente, la revitalización romántica de la figura de Colón en la literatura fue iniciada por Walter Scott, seguido por Washington Irving, Fenimore Cooper, Angelo Sanguinetti, Alphonse de Lamartine y un largo etcétera. En los mismos años en que Washington Irving estaba en España trabajando en sus obras, “Vida y viajes de Cristóbal Colón”,publicada en 1827 y “Viajes y descubrimientos de los compañeros de Colón”, publicada en 1831, el marino y académico de la Historia Martín Fernán dez de Navarrete es taba inmerso en la publicación de su inmensa obra, “Colección de los viajes y descubrimientos que primer tomo apareció en 1825.

LAS TRES FACETAS DE CRISTÓBAL COLÓN

La exposición celebrada en el Museo Naval dividió sus fondos en tres ámbitos para explicar tres facetas distintas del personaje. El primero, denominado, “El entorno cortesano de Cristóbal Colón”, daba una visión de Colón en la Corte de los Reyes Católicos y de su bagaje profesional como marino, tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico, mostrando una serie de embarcaciones y artillería de la época junto con documentos y personajes con los que se relacionó.

En el segundo, dedicado a “Cristóbal Colón y el mito romántico”, se pretendía mostrar las distintas representaciones, conmemoraciones e interpretaciones de la figura de Colón, realizadas durante el siglo XIX bajo el prisma y las características del movimiento romántico, y que tuvieron su cenit en la celebración del IV centenario de su hazaña. En ella podemos destacar el expediente del traslado de los restos de Colón, de Santo Domingo a La Habana, con motivo de la cesión de una parte de la isla a Francia en 1777, y el expediente del segundo traslado desde La Habana a Sevilla en 1898 junto con un modelo del aviso Giralda que los remontó por el Guadalquivir hasta Sevilla. La importante colección de medallas conmemorativas de Colón que conserva el Museo Naval y de dibujos interpretando su vida, también fueron reunidas en esta segunda zona de la exposición.

Por último, bajo el título “Tiempo de descubrir”, se agruparon los fondos que conserva el Museo Naval sobre la materialización de su plan y su llegada a las que consideraba las Indias, error que nunca abandonó. En ella se expusieron los tres modelos de las carabelas en las que realizó su primer viaje, utensilios que conformaban la vida a bordo de las tripulaciones, artefactos similares a los que encontraron en sus intercambios con los indios, instrumentos náuticos, mapas y cartas náuticas que facilitaron su navegación y confirmaron sus ideas geográficas. Entre todas estas piezas, la carta de Juan de la Cosa de 1500 donde se describen gráficamente las tierras descubiertas, constituyó el eje central de la exposición, ya que muestra un posible mundus novus en abierta discrepancia con el mito geográfico que movió a Colón.

La exposición del Museo Naval forma parte de los numerosos actos que se han venido realizando con motivo del V Centenario de la muerte del Cristóbal Colón. Al estar formada por piezas pertenecientes a los fondos del Museo, y a sus museos periféricos, permitirá a quienes se interesen por el tema, acercarse al tema del mito colombino en otro momento, una vez finalizada la exposición. Un amplio catálogo recoge las principales piezas expuestas, así como un interesante trabajo de Anunciada Colón de Carvajal sobre la peripecia vital del descubridor y otro de la bibliotecaria del Museo Naval, Nieves Rodríguez Amunátegui sobre los fondos bibliográficos colombinos conservados en este centro. Además, se añade como apéndice una relación de los fondos documentales sobre el tema, tanto bibliográficos como manuscritos e iconográficos que posee el Museo Naval, hasta 1900.

La muerte de Cristóbal Colón en Valladolid, en mayo de 1506 ponía fin a una vida llena de misterios que continúan sin descifrar plenamente cinco siglos después. El protagonista del hecho más trascendental de la historia moderna se rodeó toda su vida de una aureola de misterio que le ha convertido en un personaje polémico, confuso y controvertido. A Colón se le ha tachado de visionario, genio, místico, héroe, cruel y ambicioso, pero también hay quien le ha calificado de mal administrador y empresario sin experiencia. A pesar de todo, es indiscutible que Colón realizó una hazaña extraordinaria y prestó a la Corona un servicio que puso a España a la cabeza del mundo.

Colón murió en Valladolid, el miércoles 20 de mayo de 1506, víspera de la Ascensión, rodeado de sus hijos Diego y Hernando. Con él se llevó la clave para conocer algunos de los secretos que guardó celosamente toda su vida, desde su verdadero origen hasta sus conocimientos de la existencia de América previos al famoso viaje de 1492. Como apunta Anunciada Colón de Carvajal en el prólogo del Catálogo de la Exposición recientemente celebrada en el Museo Naval de Madrid, la documentación que hoy se conserva sobre su nacimiento, infancia y vida antes de 1492 es escasa y los historiadores han trabajado siempre sobre hipótesis y sobre documentos “de autores que conocieron al Almirante, fueron contemporáneos suyos o tuvieron contacto y relación con sus hijos o con sus hermanos, Bartolomé y Diego. Sin embargo, en algunos casos, estos testimonios llegan a ser no coincidentes o contradictorios. Por el contrario, las fuentes documentales posteriores al viaje del descubrimiento nos permiten conocer multitud de detalles sobre la trayectoria colombina, sus intenciones e, incluso, sobre su vida íntima y sentimientos personales. Especialmente valiosa es la documentación privada, abundantísima, si la comparamos con la que se conserva de otros personajes históricos; no en vano sus contemporáneos decían “escribes más que Colón”.

Pese a esta abundante documentación y después de cinco siglos de especulaciones y estudios, tanto su figura como sus hazañas continúan envueltos en la polémica. Su vida parece una colección de incógnitas sin respuesta: ¿de dónde procedía?, ¿si era genovés, por qué no hablaba italiano?, ¿nació realmente en 1451?, ¿era un simple tejedor?, ¿fue pirata?, ¿tuvo contacto con los templarios?, ¿cómo conocía los vientos alisios?, ¿y la leyenda de Eric el Rojo?, ¿murió realmente sabiendo que había descubierto un nuevo continente?, ¿le confesó el camino a América un piloto moribundo que falleció en sus brazos?, ¿era judío como sostuvo Wiesenthal?, ¿era converso?.

Ni siquiera sobre su muerte que este año se ha conmemorado, hay demasiadas certezas. Murió en Valladolid, de eso hay constancia, pero la historiografía discute si el 20 y 21 de mayo y se ignora el lugar exacto. Consuelo Varela una de sus mejores biógrafas y estudiosas, sostiene que “ni conocemos cuándo fue efectuada la exhumación del cadáver del convento de San Francisco de Valladolid, ni quién llevó el cuerpo hasta Sevilla”. Colón, después de muerto, tuvo también un quinto viaje a América. “Viajó más muerto que vivo”, apunta Eslava Galán, autor de “El enigma de Colón y los descubrimientos de América”, un libro en el que se resumen de forma muy amena todos los “misterios” en torno a Colón y al encuentro con el Nuevo Mundo.

Hay historiadores muy solventes, como Carlos Fernández Shaw, que aseguran que “hoy día contamos con una cantidad razonable de datos históricos y cuestiones colombinas resueltas –o, al menos, con un estado de la cuestión lo suficientemente definido para saber si se podrá o no llegar a saber más en el futuro–”. También es tajante en esta opinión otro de los biógrafos más autorizados de Colón, el anglo-español Felipe Fernández-Armesto, quien afirma que el personaje se ha convertido en uno de los preferidos por los amantes de lo esotérico y lo misterioso, que han ido tejiendo una aureola de fantasías, la mayor parte sin fundamento. “La atracción entre Colón y los chiflados ha sido mutua, y si una de las numerosas comisiones para conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América ofreciera un premio a la teoría más estúpida sobre Colón, el concurso sería muy reñido”, afirmaba en 1990.