El Tornaviaje Andrés de Urdaneta (1564-65)
Carlo A. Caranci
Durante más de dos siglos los barcos españoles cruzaron el Pacifico desde Méjico a Filipinas, manteniendo abierta una ruta de importancia fundamental para el Imperio español, en particular para el comercio y las relaciones con el Asia oriental y del sudeste y con las posesiones españolas del Pacifico occidental.
L a existencia de rutas comerciales es algo obviamente necesario en el entramado de un imperio, y en esto el español no fue una excepción. La preocupación por el establecimiento de rutas terrestres y marítimas fue una constante en la América española y en el Atlántico, y lo será en el Pacífico.
El reino de Castilla (que ya comenzaba a llamarse “de España”) estaba ansioso por participar en el comercio europeo con el Oriente –iniciado por los portugueses—e igualmente por aumentar sus posesiones incluyendo, nolens volens, a otros pueblos, y, por añadidura, ampliar los limites de la Cristiandad y reducir los del Islam.
Ir y volver.
Desde el momento en que Castilla alcanza Insulindia –-concretamente las Molucas y luego las Filipinas- se hizo necesario establecer una ruta que llevara desde la Península Ibérica a esa parte del Pacífico occidental. Hasta comienzos del siglo XVI, la ruta habitual para alcanzarla era la que, inagurada por los portugueses, partía de la península, salía al Atlántico, rodeaba África, salvaba el cabo de Buena Esperanza, entraba en el océano Índico, superaba el subcontinente indio y llegaba a lo que es hoy Malasysia e Indonesia, y a las Filipinas.
Ya la expedición del equipo formado por Magallanes y Elcano de 1519-1522 (es decir, la que iba a efectuar realizar la primera vuelta al mundo, emprendida por ambos y completada por el segundo), permitió pensar en alcanzar Asia por occidente, cruzando el Atlántico, buscando un paso hacia el oeste por el continente americano (que será el estrecho de Magallanes), salir al Pacífico y cruzarlo hasta alcanzar Asia. Cuando España penetra en México occidental y en el Perú, es decir, al instalarse en las costas del Pacifico, fue cuando parecía estar al alcance de la mano la posibilidad de llegar a Asia cruzando el Pacífico desde América. Cruzándolo y retornando, claro está.
Pero esta ruta va a presentar algunas particularidades. Una ruta comercial no puede ser de dirección única: a ser posible — si no se quiere realizar un interminable viaje de circunvalación de la Tierra– debe tener vuelta por el mismo camino o por uno mas o menos paralelo o, al menos, de una longitud semejante. Pero la ruta Nueva España (o México) aInsulindia no la tenía: la vuelta debía hacerse por la ruta alternativa que hemos mencionado antes, por el océano Índico, el cabo de Buena Esperanza y el Atlántico, lo que alargaba mucho el recorrido. Por eso, establecer una ruta de ida y vuelta, es decir, con tornavíaje, por el mismo Pacifico, era una tarea prioritaria.
Ya los polinesios hablan hallado diversas rutas que cruzaban el Pacífico en varias direcciones, de oeste a este, de sur a norte y a la inversa, principalmente, primero en sus migraciones más antiguas, de “poblamiento”, hacia el centro del océano, provenientes de lo que hoy se llama Insulindia; y, lueqo, durante los viajes posteriores, de poblamiento secundario, llegando hasta Rapa Nui (hoy Pascua) y hasta las Hawai. Pero esto no lo sabían los castellanos en el siglo XVI, cuando no se hablan producido aún contactos significativos entre europeos y oceanianos.
Así, ya desde el viaje de Magallanes y Elcano se plantea el retorno a América (y por tanto a Europa) por el Pacífico. Cinco fueron los intentos que se saldaron con otros tantos fracasos. Sólo al sexto se consiguió, con Urdaneta.
LOS INTENTOS DE TORNAVIAJE
EL PRIMER INTENTO
Durante el viaje de Magallanes y Elcano, un hecho circunstancial –el que una nave, la Trinidad , necesitase largas reparaciones en Tidore (Molucas) y no siguiese a la otra, la Victoria , en su viaje de vuelta por el oeste– hizo que su capitán, Gonzalo Gómez de Espinosa, para no retrasarse más, intentara volver a Panamá dirigiéndose hacia el este, atravesando el Pacífico.
La neve Trinidad reinició su viaje de vuelta el 6 de aril de 1522, tocó dos islas de las Carolinas que los europeos no conocían, siguió hasta el paralelo 40º, casi, precisamente a la altura de la ruta que más tarde se adoptaría para ir de Filipinas a México. Pero los vientos contrarios, las tempestades y las numerosas muertes por escorbuto, le decidieron a volver a Tidore, donde fue capturado, junto con otros españoles, por los portugueses, que se habían instalado en esa isla de las Molucas. La intentona había fracasado.
EL SEGUNDO INTENTO
Lo realizó cinco años más tarde, en 1527, Álvaro de Saavedra. Éste habia sido encargado por su primo Hernán Cortés de hallar las expediciones de Loaysa y de Caboto y de llevar refuerzos con una flota desde México –sería la primera vez que salían de allí–, a los castellanos que habían conseguido instalarse en algunas de las islas Molucas y estaban en conflicto casi permanente con los portugueses.
En Junio de 1528 Saavedra salía de Tidore en la nave Florida con la intención de volver con refuerzos, y trató de retornar a México por el este. Pasó por algunas de las islas melanesias próximas, por el norte, a Nueva Guinea, luego se dirigió hacia las Carolinas; pero las corrientes contrarias, las calmas y las tempestades lo forzaron a retroceder por las Marianas y las Filipinas y volver a Tidore en noviembre del mismo año.
EL TERCER INTENTO
Lo va a protagonizar también Saavedra. En Tidore repara el Florida y en mayo de 1529, en contra de la “opción oeste” para el tornaviaje, del gobernador español de las Molucas, levó anclas otra vez y se dirigió a México. Y de nuevo tempestades y calmas lo detuvieron semanas y meses, pero consiguió llegar a las Carolinas orientales y quizá se acercó también a Wake y a las Hawai. Pero Saavedra murió, y aunque la tripulación prosiguió el viaje, pronto, al llegar al 31º de latitud, el barco estaba en tan malas condiciones y el mar y los vientos hicieron el resto. A fines de 1529 el Florida ha de dar la vuelta hacia Gilolo, en las Molucas. Es el tercer fracaso.
EL CUARTO INTENTO
Sólo en 1544 se insistirá en el tornaviaje. En 1542 el virrey de la Nueva España , organiza una expedición desde el puerto de Navidad, en la costa mexicana del Pacifico. La manda el malagueño Ruy López de Villalobos, pariente del virrey.
Después de alcanzar el archipiélago filipino, y tras diversos contratiempos, decidió pedir ayuda al virrey de México. Para ello encargó a Bernardo de la Torre que con el navío San Juan tratase de llegar a América por el este. Salió el marino desde la isla de Sarangán, en Filipinas, en agosto de 1544. Se dirigió al noreste, hacia las islas de los Ladrones (luego llamadas Marianas) y alcanzó la isla de Kazan Rettó, del archipiélago de las Bonin -hoy Japones-; pero más al norte una fortísima borrasca lo obligó a volver sobre sus pasos.
EL QUINTO INTENTO
Mientras tanto, Villalobos, con los barcos y las tripulaciones muy maltrechos, buscaba refugio y ayuda en las Molucas portuguesas: los portugueses los ayudaron a reparar las naves, en particular la San Juan , con la que Iñigo Ortiz de Retes debía realizar un nuevo intento de volver a México por el este para pedir ayuda. En mayo de 1545 inicia la nueva búsqueda del tornaviaje: pasa por diversas islas próximas a Nueva Guinea y por la costa norte de esta isla, de la que tomó posesión (obviamente nominal), en nombre de la Corona española, en junio de 1545.
Pero a partir de agosto, las borrascas y el descontento de las tripulaciones forzaron el regreso a Tidore, en octubre. Tras este nuevo fracaso, pasaron algunos años antes de que los castellanos intentaran de nuevo volver del Pacífico occidental a América por el oriente.
URDANETA
Parecía una maldición: algo aparentemente tan simple como volver de un viaje, por muy largo que fuera el recorrido, estaba resultando imposible. Se había convertido en un obsesión de la Corona y de los virreyes de la Nueva España.
Pero hubo que esperar todavía veinte años, hasta la expedición de Miguel López de Legazpi a Filipinas (1564-1565), para que se vuelva a plantear la búsqueda de una ruta de tornaviaje a través del Pacífico.
Para este cometido la selección del hombre adecuado no se presentaba fácil pese a que el reino de España poseía un gran número de hombres y tripulaciones expertas en viajes transocéanicos –y podía contar con otros provenientes del extranjero, también de gran experiencia y conocimientos–. Competentes capitanes, pilotos y cosmógrafos han fracasado en sus intentos. Pero se hace perentorio hallar una ruta que permita acortar el tornaviaje.
Cuando se proyectó la expedición de Legazpi uno de los problemas es encontrar un experto que pudiera responsabilizarse del tornaviaje. La elección recayó sobre Andrés de Urdaneta, veterano ya en aventuras americanas y oceánicas y superviviente de la expedición de Loaisa.
EL COSMÓGRAFO URDANETA
Urdaneta es una de las fiquras más completas de la historia de la penetración colonial española en América y en el Pacifico. Fue un hombre serio, competente, en el que se podía confiar, y de un nivel profesional notable.
Nació en Villafranca de Oria (Pais Vasco, integrado ya en el Reino de Castilla), en 1508 o 1510; su padre era alcalde de la localidad. Estudió durante un tiempo filosofía y teología.
Inició sus viajes muy joven: a los diecisiete años formó parte, como hemos mencionado, de la expedición de García Jofre de Loaysa a las Molucas, como criado y asistente del ya veterano piloto mayor Juan Sebastián Elcano –el primero que habia dado la vuelta al mundo–.
La expedición proyectaba repetir el viaje de Magallanes y Elcano de unos años antes. En abril de 1525 parte hacia las Molucas (pero también quería llegar a Cipango, o Japón). De los siete barcos que la componían la expedición, sólo uno llegó a Tidore el 1 de enero de 1527. El propio Urdaneta nos ha dejado unaRelación que presentó al emperador Carlos V , que cubre de 1525 a 1535 , en la que nos cuenta las terribles aventuras de las tripulaciones; murieron cuarenta hombres, entre otros el propio Jofre de Loaysa en julio, y luego Elcano en agosto de 1527.
En 1524 había estallado la guerra entre Portugal y Castilla por las Molucas, donde había cuatro reinos principales:Ternate, Gilolo (hoy Jailolo, o Halmahera), Tidore y Bachan (hoy Bacan). Portugueses y españoles alegaban que el archipiélago se incluía en “su” hemisferio, fijado por el Tratado de Tordesillas de 1494. Ambos reinos, ya desde los tiempos de Magallanes, pretenderán apoderarse de las islas, con suerte alterna, por medio de acuerdos con los gobernantes locales, o por la fuerza, e interviniendo en la política y las guerras entre los gobernantes moluqueños.
En plena guerra, Urdaneta se había quedado en Gilolo, con otros supervivientes de la expedición, para dedicarse a la reparación de algunas naves y la construcción de otras, participando en algunos combates contra moluqueños y portugueses.
En las Molucas castellanos, vascos, andaluces y otros vivían cerca de la población local, y no son pocos los que cometieron desmanes, fuerzaron a las mujeres(muchos hijos que de muchas negras tenían”) y semiesclavizaron a los hombres. Algunos eran meros delicuentes. El propio Urdaneta participó de todo esto: uno de los mestizos era hijo suyo.
Durante los once años que Urdaneta vivió en las Molucas adquirió conocimientos sobre las poblaciones y geografia del área y sobre la navegación por esa parte del mundo, haciendo acopio de experiencia administrativa, política, náutica y militar (obtendrá algunos éxitos en conseguir la firma de tratados con algunos pequeños gobernantes locales de Gilolo y Tidore, y en tratar con los portugueses; elaboración de cartas marítimas de algunas Molucas, que luego serán de utilidad para la expedición de Legazpi de 1564). Y adquirirá rudimentos de lenguas locales.
Cuando llegan a Tidore los restos de la flota de Saavedra, 1528, Urdaneta está todavía en las Molucas. Con los refuerzos, los caste11anos pueden contrarrestar los intentos portugueses hasta 1529: en este año Carlos V, por el Tratado de Zaragoza, vende los derechos sobre las Molucas a Portugal por 350.000 escudos. Los Castellanos, con la avuda portuguesa, acabarán evacuando las islas y volviendo a España por la ruta occidental (1532 y 1533), es decir, por la del sur de Asia, rodeando Africa. Urdaneta permanece en la zona hasta el año 1535, en que se dirige a Malaca y, de aquí, a Cochin (en lo que es hoy la India ), llegando en 1536 a Lisboa –y dando también él la vuelta al mundo–, donde los portugueses le confiscan escritos, libros y material diverso que había reunido o elaborado durante esos años, en los que recorrió el archipiélago malayo.
Así, pues, en 1536 Urdaneta estaba en España, de donde, en 1538, pasó a México, a petición de Pedro de Alvarado, para preparar una expedición por el Pacifico, que se malogró por la muerte de este último.
En México, donde vive casi treinta años, ocupa cargos en la administración virreinal con el virrey Antonio de Mendoza, en la administraci6n de justicia, y es corregidor en varios pueblos– y participa en algunas operaciones militares. En 1553, estando Urdaneta en México, parece sufrir una “crisis espiritual” y decide abandonar “la vida que llevaba ” e ingresar en los Agustinos, quizá influido por sus relaciones, durante sus viajes, con misioneros de esta Orden. En el convento será, gracias a sus conocimientos, maestro de novicios.
URDANETA Y LA EXPEDICION DE LEGAZPI
En los años siguientes al último fracaso en la búsqueda del tornaviaje, existía la firme creencia de que era prácticamente imposible volver a América por el este. Pero, en 1559, Felipe II aceptó la sugerencia del virrey de Nueva España, Velasco, de enviar una expedición hacia el Pacífico occidental, con el fin de -abandonadas ya las Molucas- intentar la penetración en el archipiélago de San Lázaro, más tarde llamado, en honor al rey, de las Filipinas.
Para organizar la expedición, el propio virrey sugirió asimismo a Felipe II que contase con un experto cosmógrafo, con la experiencia de viajes anteriores y conocedor de Insulindia, que se hallaba en México: Andrés de Urdaneta. Éste ya había manifestado su interés por el tornaviaje, había madurado la idea, y creía firmemente que era posible la vuelta. Se le había oído decir que “él haría volver no una nave, sino una carreta” de las islas de Poniente. También creía Urdaneta que entre América y Japón había islas habitadas por hombres “blancos” muy ricos y amistosos, lo que era una auténtica fantasía.
Urdaneta, decía el virrey, podría encargarse si no de mandar la expedición –pues era fraile– si de planificarla, de organizar la travesía y proponer la ruta. En México se construirían las naves, y mexicanos serían también los componentes de las tripulaciones.
La finalidad de la expedición, además de la conquista de nuevas tierras, era, como expresó el rey en una carta al virrey, “que se vea si es cierta la vuelta”, es decir, determinar la ruta del tornaviaje. Para ello Felipe II aceptó la sugerencia de Velasco respecto a que se contase con Urdaneta y, en una carta a éste, le pidió que fuera en la expedición que se quería organizar, “y porque según la mucha noticia que diz que tenéis de las cosas de aquella tierra y entender, como entendéis bien, la navegación della y ser buen cosmógrafo, sería de gran efecto que vos fuesedes en los dichos navíos”.
Urdaneta aceptó el encargo, pese a insinuar al rey que ya le ha servido suficientemente y que se encuentra delicado de salud. Pero añade que:
“El Virrey, Don Luis de Velasco, me ha comunicado el mandato de Vuestra Real Majestad acerca de lo que toca a la navegación que manda hacer al Poniente; y tratado con él lo que me ha parescido que conviene al servicio de Nuestro Señor, e de Vuestra Majestad, acerca de este negocio, a Su Señoria le ha parecido que Vuestra Majestad será servido en que se dé cuenta a su Real Persona dello. E así, juntamenta con esta, va mi parescer sobre ello para que Vuestra Majestad, mandado ver, provea lo que mas fuere su servicio. A V.M. suplico se resciba de mi la voluntad con que sirvo, que es con deseo de acertar en el servicio de Nuestro Señor Dios, y de V.M., cuya Real Persona y muy gran Estado Nuestro Señor guarde y conserve, con augmento de muy mayores Reinos y Señoríos (…)”.
Finalmente a Urdaneta se le encargó la construcción de la flota y la contratación de las tripulaciones y se le confió la dirección. Urdaneta propuso al rey como capitán general a un conocido suyo de Zumárraga (Guipúzcoa), que había sido escribano y alcalde oridenario de Ciudad de México, Miguel López de Legazpi.
LA EXPEDICIÓN LEGAZPI Y URDANETA
Pero la muerte del virrey Velasco retrasó la construcción de la flota y los preparativos nada menos que cinco años.
Hasta 1564 no volvió sobre el asunto la Audiencia de México, que entregó las instrucciones pertinentes con fecha de 1 se septiembre de ese año. Así pues, Urdaneta se volvió a ocupar de los preparativos y se confirmo a Legazpi como capitán general de la flota.
La flota quedó compuesta por cinco barcos, la nao capitana “San Pedro”, de quinientas toneladas, el “San Pablo”, de cuatrocientas, el galeoncete “San Juan “, de cien toneladas, el patache “San Lucas “, de cuarenta toneladas, de cien toneladas, y un bergantín. La tripulación era casi totalmente mexicana: trescientos cincuenta y cinco hombres (otros autores hablan de cuatrocientos), de los cuales cientocicuenta eran marinos, doscientos eran soldados y había también cinco religiosos agustinos. Buena parte del material y los animales eran también mexicanos. Algunos autores, en consecuencia, ven esta empresa, como mexicana o, al menos, hispano–novohispana, lo que es acertado.
Legazpi –que en el viaje llevará a su sobrino, el factor Andrés de Mirandaola — se encargó del aspecto político- militar; Urdaneta de la dirección náutica de la expedición, y, como clérigo –era prior–, será nombrado prelado y “protector” de los “indios” (así se llamaba a quienes poblaban América y, por extensión, a los pueblos de las Molucas y de Filipinas) de las regiones a las que llegasen, o “descubriesen”, los expedicionarios y que se pretendia “poblar” (es decir, llevar colonos para ocupar las tierras de los autóctonos).
Finalmente, Urdaneta y Legazpi salen del puerto de la Navidad (Jalisco, en México}, casi tres meses después de emanadas las instrucciones de viaje, el 21 de noviembre de 1564.
Durante algunos días se dirigieron hacia el suroeste hasta que Legazpi, según las órdenes recibidas, abrió el pliego de instrucciones en alta mar: Urdaneta quería dirigirse al sur del ecuador, a Nueva Guinea, a donde creía que iba la expedición. Pero las instrucciones indicaban que la meta son las Filipinas, que se debían “conquistar” y “poblar”. Así, pues, Legazpi se encaminó hacia el oeste, y llegó hasta algunas islas de lo que es hoy Micronesia el 9 de enero de 1565, como el pequeño atolón de Mejit, en la cadena de Ratak, de las Islas Marshall orientales, que llamaron “de los Barbudos ” –al hallar a un qrupo de personas con largas barbas– y algunas otras de las Marshall, como Jemo, Ailuk, Wotho, en la cadena de las Ralik.
El 22 de enero los expedicionarios cruzaban por entre unas islas que confundieron con las Filipinas; pero Urdaneta, que ya conocía la zona, dijo pertenecer a las Islas Marianas meridionales, que los españoles habían llamado “de los Ladrones”. En concreto tocaron Guahan (o Guam), de la cual los españoles, como era práctica habitual, tomaron posesión (nominal) y donde, al parecer, Urdaneta pudo hablar en alguna de las lenguas locales que había aprendido durante su estancia anterior en el zona. Allí los españoles fueron víctimas de algunos timos y engaños y también de algunas violencias por parte de los habitantes.
El 13 de febrero de 1565 llegaron a la isla de Ybabao (o Samar), que hoy se integra en las Filipinas, de la que también tomaron posesión. Más tarde tocaron Leyte en febrero y Bohol marzo, hasta llegar, el 27 de abril, a Cebú, en el archipiélago de las Visayas –también en las Filipinas–, donde Legazpi, tras algunos enfrentamientos con los cebuanos, fundará una población, la villa de San Miguel, sobre la incendiada localidad de Cebú, el 8 de mayo de 1565. Las Visayas fueron ocupadas pronto, y uno de sus Gobernantes, Tupas, aceptará nominalmente hacerse cristiano y esto arrastró a otros cebuanos. Entonces Legazpi, con la ayuda de Tupas, intentó la ocupación de Manila, cuyos gobernantes eran musulmanes.
El resto es conocido: en 1571 Leqazpi –que morió en 1572—fundó Manila sobre una población ya existente (Maynilad), y consolidó la ocupación española de gran parte de Luzón, pese a las protestas portugueses.
VOLVER A AMÉRICA
Casi inmediatamente, Legazpi ordenó a Urdaneta que hiciera los preparativos para llevar a cabo la segunda misión del viaje, en el cual se habían cosechado tantos fracasos anteriormente: hallar el tornaviaje. Se le encargó que emprendiese el retorno a América en aquel mismo año, y que buscase para ello la ruta más cómoda.
Urdaneta hizo rápidamente los preparativos para el retorno por Pacífico. Poseía la experiencia de los viajes e intentos anteriores, era un buen profesional y conocía bastante bien las corrientes marinas y los vientos. Para el viaje dispondrá de la nave “San Pedro” , al mando de la cual se halla el mexicano Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi. La partida se fija para el primero de junio de 1565 desde Cebú.
Pero antes de que Legazpi y Urdaneta arribaran a las Filipinas, se había producido un hecho que se dio con alguna frecuencia en los viajes y conquistas españoles: la defección de un grupo de personas o de algún barco del conjunto de la expedición. En este caso, las consecuencias fueron objetivamente importantes, aunque sin grandes repercusiones, que los historiadores minimizan o sobre el cual prefieren pasar rápidamente. Se trata de la aventura de Alonso de Arellano, noble venido a menos que mandaba el patache “San Lucas” , una de las embarcaciones menores que formaba parte de la expedición de Legazpi y Urdaneta a las Filipinas. Diez o doce dias después de la partida del puerto de la Navidad , Arellano se separó del grueso de la flota, con la ayuda del piloto, afroportugués o afroandaluz Lope Martín, aprovechando la noche y se dirigió a las Filipinas, ansioso de ser el primero en descubrir Cipango, pasando por varias, islas de las Marshall y de las Carolinas, y arribando a Mindanao unas semanas antes que Legazpi. Aquí no encontraron lo que buscaban, cargaron canela, y el 22 de abril de 1565 partieron de vuelta a México, aprovechando los vientos del suroeste del verano. Pasaron por las Marianas y luego poniendo rumbo al norte, bordeando la costa japonesa, por encima de los 40º de latitud, impulsados por los vientos del oeste, y gracias a la corriente marítima cálida del Kuro Shivo. Así consiguieron llegar a Acapulco el 17 de julio del mismo año, por una ruta muy semejante a la que iba a descubrir Urdaneta meses más tarde.
Arellano es, técnicamente, el primero que dio con la ruta del tornaviaje tan ansiosamente buscada por los españoles, ¡y con un barco de cuarenta toneladas! .
“Son muchos los historiadores que, pese a su precedencia en el tiempo, relegan a un segundo término la navegación de Alonso de Arellano entre Filipinas y Nueva España, para dar la primacía a la consumada por Urdaneta. El hecho obedece a que la relación de la primera travesía citada es absolutamente parca en datos náuticos que pudieran allanar los viajes de vuelta posteriores. No ocurre lo mismo con los diarios de los pilotos de la campaña de Urdaneta, llenos de constantes y minuciosas observaciones. El fraile agustino tenía un plan realista v perfectamente concebido, mientras que Arellano v sus hombres “hicieron esa navegación a punta de milagros”. (Landín 1992:28)
Además, el que hallara la ruta sin proponérselo — parece ser– y el hecho de que se lo considere un “desertor” y un “traidor” por el abandono de la expedición, han hecho que se le margine en cierta ñmedida y no se le reconozca un mérito indudable.
EL TORNAVIAJE
Por su parte Urdaneta partió de Cebú el primero de junio de 1565 en dirección noroeste y atravesó por un laberinto de islas hasta llegar al estrecho de San Bernardino, entre Samar y Luzón, con lo que abandonó las Filipinas y desembocó en el océano abierto.
La “San Pedro”, a diferencia de lo ocurrido en intentos anteriores que buscaban rutas más meridionales, se dirigió hacia el Pacífico norte, pasa cerca de las Marianas septentrionales. El primero de julio está a la altura del 24º de latitud norte, más o menos frente a Taiwan. El 3 de agosto alcanzó los 39°, hasta llegar al paralelo 42°, es decir, la latitud del norte del Japón. Estaba dando un gran rodeo, la ruta se alarga, pero se evita así la influencia negativa de los vientos alisios, que en los intentos anteriores había dificultado e impedido la navegación. A partir de aquí el barco gira al este, siguiendo la corriente marítima del Kuro Shivo, en dirección a lo que es hoy Estados Unidos, avistando tierra el 26 de septiembre de 1565: “esta costa se corre noroeste sueste, y esta punta arriba dicha es el remate de la tierra de California”, superado el cabo Mendocino (al norte de la actual San Francisco, en la Alta California )y, de aquí bajando por la costa de México, el primero de octubre entró la San Pedro en el puerto de Navidad. El 8 de octubre de 1565 finalizaba el larguísimo viaje en el de Acapulco:
“Lunes quando amanesçió, a primera de Octubre año del nasçimiento de nuestro señor y salvador Jesús Cristo de mil e quinientos y sesenta y çinco, amanesçimos sobre el puerto de Navidad, ya esta ora miré en mi carta y bide que avia andado MDCCCXII leguas desdel puerto de çubú fasta el puerto de la Navidad , ya esta ora me fuy al capitán y le dixe que a dónde mandaba que llevase el navío porque estávamos sobre el puerto de la navidad, y él me mandó que lo llevase al puerto de Acapulco, y obedesçi su mandado(…); allegamos a este puerto de Acapulco Lunes a ocho deste presente mes de Octubre con harto trabajo que traya toda la gente. Rodrigo Despinosa, Piloto”.
Fueron ciento treinta días de dura travesía, en gran parte a ciegas, a lo largo de mil ochocientas noventa y dos leguas. Todo quedó anotado minuciosamene por los cronistas: de ahí que sepamos que no faltó el hambre, la sed ni el escorbuto. De hecho, muchos murieron: de doscientos tripulantes sólo quedaron dieciocho en activos al terminar el viaje, y otros muchos estaban enfermos; sólo en la primera parte del viaje, aún en aguas filipanas, murieron dieciseis personas, entre las cuales hay que contar a Esteban Rodríguez, piloto mayor del barco, y excelente cronista de la expedición hasta su muerte- su cronica la completo su sustituto, Rodrigo de Espinosa–. Urdaneta, en cambio, nos ha dejado una relación del viaje demasiado breve y poco interesante. Por otro lado, parece ser que es el primer europeo que constata la circulación de los vientos en el anticiclón del Pacifico.
Arellano, que también había hallado el tornaviaje, fue recibido en Acapulco tres meses antes con cierta sordina –había dicho que todos los de la expedición de Legazpi habían muerto–. Urdaneta –a diferencia de Arellano– es recibido por la Audiencia de México, tras su hazaña, volvió a España para informar al rey de los primeros pasos de la conquista de Filipinas y, sobre todo, del éxito del tornaviaje.
Desembarcó en San Lúcar de Barrameda en 1566, en abril estaba en Madrid y, poco después en Valladolid, donde lo recibió Felipe II, a quien mostró y entregó los mapas, relaciones, libros de navegación y otros documentos. Casi inmediatamente, en 1567, estaba de vuelta en Méjico y se reincorporaba a su convento de los agustinos, donde muere al año siguiente.
EL GALEON DE MANILA
Se había establecido, buscándolo deliberadamente, lo que más tarde se llamó el “paso de Urdaneta” (que también podría llamarse el “paso de Arellano” o “de Arellano y Urdaneta”), es decir, la ruta del tornaviaje, que también se llamada la “Carrera de Acapulco”. El fraile vasco fue el primero que estableció una ruta viable, relativamente fácil de recorrer, que el galeón de Manila –también conocido como Nao de Acapulco, y Navío de la China– recorrerá desde las posesiones españolas de Filipinas hasta América.
Con todo, el viaje no será nunca fácil: de Acapulco a Manila la travesía duraba un par de meses, y a veces tan sólo cincuenta días. Pero de Manila a Acapulco las cosas empeoraban: no sólo se tardaba unos cuatro y cinco meses, y a veces seis, en llevarla a cabo sino que estaba plagada de peligros e incertidumbres por los vientos, las corrientes, el encuentro con barcos japoneses, la presencia de piratas ingleses y, desde su establecimiento en Insulindia en el siglo XVII, la competencia holandesa. Todo esto hizo necesaria una ruta alternativa, con un trazado en zigzag, que bajaba hasta 20º de latitud, y que se utilizaba en determinadas ocasiones.
La ruta del tornaviaje partirá de Manila, continuaba hacia el sur por la costa de Luzón, y salía a mar abierto por el estrecho de San Bernardino. Este trayecto regular permitió unas relaciones más fáciles con la posesión española de las Filipinas, aumentó las posibilidades de visitar otros puntos intermedios y de entablar relaciones con las entidades políticas locales. Como dice Pérez Herrero (1989:449), “El comercio del galeón de Manila no es un circuito cerrado o acabado. La plata procedente de las minas americanas(…) no se consumía en su totalidad en suelo isleño, sino que como pago de las mercancías importadas [de otras partes de Asia] (…), se dispersaba por los mercados asiáticos.” De ahí su importancia para el comercio transcontinental. Pero hablar de esto supondría salirnos del tema.
Estas dos rutas se utilizaron en exclusiva hasta el siglo XVIII, cuando se trató de establecer vías alternativas, por ejemplo, costeando Luzón por el norte, para después salir a mar abierto, según la propuesta de Enrique Herman; o, llegando a América, recalar en los puertos entonces españoles de San Francisco o de Monterrey, en California, casi tan adecuados como el de Acapulco. Una tercera vía, que iba al sur del ecuador, por Nueva Guinea, ya había sido experimentada sin éxito en 1580-1583 por Gonzalo Ronquillo de Peñalosa. En 1773 se buscó un nuevo derrotero para el tornaviaje, también al sur del ecuador, por Nueva Guinea, aprovechando el monzón meridional.
Sea como fuere, la ruta de Urdaneta fue la que utilizaron en el futuro los españoles Y, en concreto, el Galeón de Manila, durante dos siglos y medio, hasta su supresión en 1815: el galeón salía de México con plata y otros productos americanos a comienzos de año hacia Filipinas, y volvía a América, a Acapulco, durante los monzones del verano (el v endaval de los españoles) cargado de especias insulindias, sedas y porcelanas chinas,etc. Se establecía así, una de las rutas marítimas comerciales más antiguas y duraderas de la historia mundial.