Un Exilado granadino descubre Africa. León el Africano (1504-1520)
Teresa Zubillaga
Bibliografía: “Exploradores españoles olvidados de África” SGE. 2001
Durante 300 años, después de su publicación en el siglo XVI, la Descripción de África ha sido obra de lectura obligada para los interesados en el continente africano. En la actualidad es uno de los dos o tres documentos de mayor importancia sobre la situación de esta parte del mundo a finales de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna.
No menos atrayente es su autor, Hasan ben Muhammad al-Wazzan al-Fazi al-Garnati, llamado también León el Africano. Nacido en España, educado en Fez, protegido por el Papa en Roma, León el Africano muestra una personalidad compleja a través de las facetas de viajero, cortesano y erudito. Su vida es la de un nómada empujado por las circunstancias políticas y religiosas.
Los primeros años de Hasan al-Wazzan son inciertos. Desconocemos la fecha exacta de su nacimiento en Granada, aunque debió de ocurrir en los años anteriores a la conquista de Granada o poco tiempo después de ésta. Una época en la que la población granadina, último enclave del Al-Andalus, vivía aislada y sin apoyo de los musulmanes africanos. En abril de 1490 comenzó el asedio de la ciudad por el ejército de los Reyes Católicos. La plaza se rindió el 2 de enero de 1492 y las tropas cristianas entraron en ella. Durante los primeros tiempos después de la toma, aunque las capitulaciones firmadas entre Boabdil y los Reyes Católicos garantizaban el mantenimiento de las leyes, ropas, religión y propiedades de los vencidos, la falta de cumplimiento aumentó el recelo de la población granadina. Los vencedores se habían comprometido a respetar las mezquitas, los bienes públicos y privados, las promesas duraron poco tiempo. La política de los nuevos señores favorecía el abandono de tierras y ciudades. Los musulmanes que continuaban viviendo bajo el poder de Castilla iniciaron el éxodo hacia el norte de África a partir de 1493. La familia de Hasan al-Wazzan formó parte de los que tomaron el camino del destierro, cruzaron el mar y se instalaron en la ribera sur del Mediterráneo. En ambas orillas de este mar, que durante el siglo XVI fue el escenario del enfrentamiento entre fuerzas antagonistas, transcurrió la existencia de León el Africano.
La toma de Granada no sólo significó el final del Al Andalus y el de la Reconquista , sino además la continuación del avance de los reinos cristianos por la costa africana, donde iniciaron una colonización de enclaves estratégicos para la que resultaba muy útil la experiencia obtenida en el cerco de Granada. Según F. Braudel, “la ocupación de algunos enclaves del norte de África resultan poco comprensibles si no se vinculan a las prácticas de la guerra de Granada, que fue el prólogo de las empresas en contra del Magreb… Las razzias, las cabalgadas, golpes de mano dirigidos a destruir las cosechas, los árboles frutales y llevarse un botín abundante, más que alcanzar directamente al enemigo… Estas razzias conducidas por los señores de Castilla, arruinaron la vega de Granada mucho antes de 1492” . Junto a los españoles, la corona portuguesa extendía su poder por la costa occidental africana y abría el territorio a las rutas comerciales del oro y del marfil. León el Africano se refirió muchas veces a la presencia portuguesa en el Mahgreb. También relató las incursiones de Fernando el Católico en Bedis en la costa del Rif y los movimientos de los corsarios españoles en la costa oriental. Españoles y portugueses iban a encontrar un Magreb dividido y en decadencia desde el punto de vista político, que favorecía su penetración y permitía hacer alianzas con las tribus rebeldes hacia los sultanes de Fez y Tremecén. Pero también a la vez, el antagonismo de amplios sectores de la población que vivían el renacimiento del espíritu religioso apoyado en las zawias. Además, la afluencia de los españoles musulmanes expulsados de la península incrementaba este espíritu de lucha. Otro ingrediente presente en las pugnas mediterráneas es la actividad de la piratería. Braudel, en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo, dice:
“Pues también piratear es hacer la guerra, la inevitable guerra contra los hombres, las embarcaciones, las aldeas y los rebaños; es comerse los bienes del enemigo, nutrirse de ellos para estar más fuerte. Muchos marinos se quedarían asombrados de ser calificados de piratas; pero ¿qué son las galeras sicilianas sino barcos piratas que se acercaban a las costas africanas para obtener esclavos, del mismo modo que los portugueses en el África negra?”
Sin embargo no son los sicilianos sino los corsarios berberiscos los que, al mando de los Barbarroja, adquieren un gran poder en el Mediterráneo durante este siglo. Vasallos del sultán otomano, saqueaban las flotas enemigas y los barcos comerciales desde la protección que les proporcionaba el puerto de Argel, bien fortificado y con abundante avituallamiento, fruto no solo de las razzias en el mar sino del comercio próspero dentro de la ciudad.
Paralelamente, en el Mediterráneo oriental Selim I prosigue las conquistas después de la toma de Constantinopla por Mehmet II en 1453 y la extensión posterior de los otomanos por la Europa oriental. Destaca la ocupación de Siria y Egipto, gobernadas hasta entonces por los mamelucos: “Egipto fue conquistada casi sin sangre” dice Braudel en el libro ya citado. Con este hecho se abría para los otomanos el dominio hacia África y la llegada del oro africano procedente del Sudán. Pero más valioso que el oro o los cereales es el homenaje que el sultán Selim I obtuvo en 1517 de los principales emires de Egipto, así como del jerife de La Meca. Se le reconoció oficialmente como el protector de las dos ciudades santas: La Meca y Medina. En agosto de 1517 recibió del hijo del jeque de la Meca las llaves de la Kaaba.
La vida de Hasan al-Wazzan transcurrió dentro de este marco entre el occidente y el oriente del Mediterráneo; entre los reinos cristianos y el califato otomano. Desde los primeros años de su vida, se vio envuelto en las tensiones políticas de su época y formó parte, junto con su familia, de los exiliados al norte de África. La llegada al Magreb de miles de extranjeros andalusíes creó cierto conflicto social y no siempre fueron bien acogidos. No parece que afectara demasiado a la familia de Hasan al-Wazzan, granadinos de buena cuna, que se instaló en Fez donde disfrutó de una buena posición social. Su tío servía de embajador del sultán y su padre poseía tierras en el Rif. Fez fue la ciudad adoptiva de Hassan, donde recibió una buena educación. Comenzó su formación en una madrasa tradicional, alguna de las que describe en su obra. Allí aprendió a recitar el Corán y la lengua árabe. Más tarde se incorporó a la mezquita Quarawwin (?), una de las más prestigiosas en el Magreb, para recibir la enseñanza de las ciencias islámicas. Siendo estudiante desempeñó el cargo de secretario en uno de los hospitales de Fez durante dos años. Él mismo destacaba la importancia que en tiempos pasados tenían los hospitales y la decadencia que sufrían en su época y hace referencia al salario que recibía, tres ducados mensuales por su trabajo.
Muy joven, a la edad de 16 años, en el año 1504 (el 910 de la Égira) acompañó a su tío, enviado por el sultán como embajador a Timbuctú. Las circunstancias del viaje pusieron por primera vez de relieve las cualidades sobresalientes de Hasan al-Wazzan como cortesano y joven culto. Cualidades que irían desarrollándose después a lo largo de su vida y le serían tan útiles, sobre todo en Roma. Encargado de representar a su tío frente al señor de Dara, relata así el desarrollo de la entrevista:
“Al acabar la cena y puesto en pie, le dije: Señor, mi tío os ha enviado unos modestos obsequios como pobre alfaquí que es, pero con el fin de que Vuestra Excelencia sepa de su buen ánimo hacia vos y guarde un recuerdo suyo. Y ahora yo, su sobrino y discípulo, no encontrando otro modo de honraros, os haré otro regalo de palabras, queriendo así contarme entre vuestros servidores, tal cual soy. Dicho lo cual principié a leer mi composición y, mientras la leía, o bien preguntaba el señor por lo que no entendía, o bien me miraba, ya que yo entonces tenía 16 años… Por la mañana temprano me hizo desayunar con él y luego me dio cien ducados para mi tío y tres esclavos para que lo atendiesen en el viaje, obsequiándome a mí con cincuenta ducados y un caballo, y con diez ducados a cada uno de mis acompañantes.”
Al terminar sus estudios hizo su primer viaje a Estambul. A su vuelta entró al servicio de los soberanos de Fez y recorrió Marruecos en misiones comerciales y diplomáticas para el sultán de Fez, el wattasí Muhammad al-Burtugali, llamado el Portugués. Estos viajes le proporcionaron la información que más tarde utilizaría en el libro Descripciones de África. Su inteligencia despierta y la curiosidad abierta a lo que encontraba en sus recorridos le hacían recoger notas detalladas de lo que veía y de lo que le contaban.
Gozó de la cercanía de Muhammad el Portugués a quien acompañó en la lucha contra los portugueses, ayudándole a atraer a su partido a las regiones de Sus y Haha. Asistió personalmente a los intentos que hizo el sultán para rescatar Arzila del poder de los portugueses. Un año después, en 1509, acompañó hasta Tafza, ciudad de Tadla, al comisario del rey de Fez, encargado de cobrar a los habitantes una suma equivalente a los gastos que había hecho el sultán para pacificar la región a petición de los propios habitantes.
Posteriormente lo encontramos en Magran una vez que regresó de Dara a Fez. Y doce meses después, “ por obedecer a lo que estaba obligado” viajó de Marruecos a Siyilmasa y cruzó el monte Dedes. Sus habitantes debieron de causarle muy mala impresión, porque el desprecio hacia ellos no deja duda.
“Los hombres son traidores, ladrones asesinos, capaces de matar a un hombre por una cebolla. En conclusión diré que en ningún lugar de África me arrepiento de haber estado salvo en este.”
En Siyilmasa vivió siete meses. Probablemente después de regresar otra vez a Fez, volvió de nuevo a Timbuctú. Parece que este viaje no era una misión oficial sino que obedecía a motivos particulares. En 1513 viajó de Marruecos a Hea. Después se dirigió a la región de Sus (sudoeste del Magreb), donde realizó algunos cometidos para el jerife de esta región, Ahmad al-Aray, fundador de la dinastía sa’di. Se detuvo en Tagvost trece días con el canciller del jerife, siendo encargado de comprar esclavas para dicho príncipe. Antes de terminar el año, había vuelto a la región de Duccala, pues estuvo presente en la batalla de Buluhahuan, que se dio en este año, según los historiadores portugueses. Fue testigo en 1514 de la reconciliación entre el rey de Fez y su primo, que tuvo lugar en Thagia, jurando ambos sobre la tumba del wali Sidi Bu Yazza. Más tarde se entrevistó con Sidi Yahia Ibn Tafut en la ciudad de Azafi y Tumeglast, tal vez con el propósito de que éste abandonara su alianza con los portugueses.
Este mismo año acompañó a Muhammad, sultán de Fez, a Monte Verde. Da una estampa llena de color de la vida del ejército del sultán pescando y cazando en un territorio virgen y exuberante, poblado de animales:
“Al pie del monte se ve un lago muy hermoso, como el de Bolsena en la provincia de Roma, con gran cantidad de peces: anguilas, albures lucios y otras especies que no he visto en Italia y que son igualmente exquisitas, pese a lo cual nadie las pesca. Cuando Mohammed, rey de Fez, fue a Duccala, acampó ocho días seguidos en el lago con todas sus tropas y ordenó a algunos que pescasen, lo que obedecieron cosiendo, según vi, cuello y mangas de sus camisas, sujetándolas por arriba unas varillas y echándolas al agua, con lo que se hicieron con mucho pescado… Luego de descansar allí los ocho días mencionados, el rey de Fez salió para el monte Verde con un gran cortejo de sacerdotes y cortesanos y en cada oratorio que se topaban hacía detenerse al séquito y con lágrimas en los ojos rezaba… Todo el día lo pasamos en el monte, volviendo a nuestros alojamientos cuando atardeció y a la mañana siguiente, el rey quiso que se hiciera una cacería con sus muchos perros y halcones en los bosques del contorno. Se cazaron avutardas, ocas y patos salvajes, con otras aves acuáticas y tórtolas. Al otro día se reemprendió la caza con lebreles, halcones y gerifaltes; cobrándose liebres, ciervos, puercoespines, corzos, lobos y codornices, de guisa que de perseguir la montería, hubiéramos sido infinitos, pues en aquel monte no se habían realizado monterías desde un siglo atrás.”
Meses después, estuvo presente en la batalla de Ma’mura, 921/1515, en la costa atlántica, entre la flota portuguesa y el ejército del hermano del sultán de Fez, que acabó con la derrota portuguesa.
“Quemadas las naves y hundidas las piezas artilleras, durante tres días seguidos viéronse ensangrentadas las aguas de la mar, y se cuenta que fueron 10.000 los cristianos perecidos de esta empresa…Yo fui testigo de esta contienda y después de estos acontecimientos , partí para mi viaje a Constantinopla”.
Al iniciar el viaje hacia el oriente, en 1515, no sabía que iba a ser su última misión. Tras pasar por Tremecén, presenció en Bugia el encuentro de las tropas del Rey Católico con las de Aruy Barbarroja, cuando éste intentó, sin resultado, arrebatar la ciudad a los españoles. En 1517 embarcó hacia Estambul, no sin antes visitar al sultán en Túnez. A su vuelta de Estambul se dirigió a Egipto, poco después de la conquista de este país por el sultán otomano, Selim I, en 1517. De todos estos lugares recogió información precisa de la vida social y económica. Sin embargo destaca especialmente en su obra la descripción minuciosa de la belleza de El Cairo, donde da muestra de un gran aprecio por esta ciudad en pleno auge. Coincide con el soberano otomano en la ciudad de Roseta, remonta el Nilo, llega al Mar Rojo y a la península arábiga para realizar la peregrinación a La Meca y a Medina.
En el regreso, fue apresado por piratas sicilianos en la isla de Yerba, dice el biógrafo Ramusio, o por una escuadra cristiana, según su contemporáneo Widmannstad. Debió ocurrir en el 916/1519-1520. Fue trasladado a Nápoles y de allí a Roma para ser ofrecido al Papa. Giovanni de Medicis, el Papa León X, lo recibió como esclavo de excepción, porque lo reconoció “tesoro inestimable…por la amenidad de su ingenio y su extraordinaria erudición” según Widmannstad. El prisionero que llegaba a Roma estaba curtido por una vasta experiencia de la vida, particularmente versado en el arte de la diplomacia y de la política. Un hombre de gran saber y erudición. A su conocimiento del árabe y del castellano añadía su formación en las ciencias islámicas y geográficas. El niño que había escapado con su familia del dominio cristiano al finalizar el siglo XV, se encontraba décadas más tarde cautivo en Roma bajo la protección del Papa. León X le instruyó en el cristianismo y al año lo bautizó con su mismo nombre, Juan León, guardándolo en su compañía y dotándole de una generosa pensión. No sabemos demasiado de su vida en Italia, sólo lo que nos suministran Ramusio y Juan Alberto Widmannstad. Vivió varios años en este país donde aprendió a hablar y a escribir la lengua italiana. Se deduce de sus escritos, por las referencias que hace a edificios y a paisajes, que viajó por las ciudades italianas.
Es probable que la muerte en 1521de León X, su valedor principal en Roma, le llevará a trasladarse a Bolonia donde enseñó la lengua árabe al cardenal agustino, Egido de Viterbo. Para él escribió, además, unos rudimentos de gramática en esta lengua. Durante esta época la existencia de Juan, más sedentaria, le había vuelto hacia la escritura. Allí mismo dio por finalizado el Vocabulario arábigo-hebreo-latino en 1524. Regresó a Roma para acabar su Descripción de África según declaró en 1526 y al año siguiente concluyó el Libellus de viris quibusdam illustribus apud Arabes, editado por Hottinder en 1664. Los deseos de volver a África se traslucen en la última parte de la Descripción , al final del libro VIII. En los últimos años de su vida no se le encuentra en Italia y según J.A. Widmannstad, que quiso ponerse en relación con él durante el verano de 1531, ya no estaba en Roma. Para este momento, escribe Widmannstad, según la información obtenida de Egido de Viterbo, “había regresado a Túnez, donde volvió a la fe del Islam”. Desapareció de Italia en silencio. Y a partir de esta fecha no se hallan más noticias de él.
Una incógnita central en la vida de este personaje, Hassan ibn Muhammad al-Wazzan y de la que no hay suficientes datos, es la aceptación del cristianismo cuando era prisionero del papa León X. El clima de Italia en aquellos momentos, estaba exacerbado por los conflictos políticos y religiosos. Los otomanos habían consolidado su poder y extendían su influencia cada vez más cercana a los Estados Italianos. A la vez, por la costa occidental del mediterráneo los portugueses y los españoles recrudecían la actividad proselitista en el norte y oeste de África. En estas circunstancias parece que obedecía a razones pragmáticas una decisión tan trascendental que permitió su vida en Italia. En realidad no sabemos nada sobre sus convicciones más íntimas. Sólo conocemos las opiniones que expresa en la Descripción de África.
Un libro escrito en italiano y dirigido a personas ignorantes y hostiles frente a la sociedad musulmana de donde provenía León el Africano. Sus comentarios manifiestan muchas veces una intención clara de traducir las realidades específicas del Islam a términos familiares para el mundo en el que escribe. Llama Pascua a la fiesta del Id del final de Ramadán, sumos pontífices a los califas; sacerdotes a los imames que dirigen la oración. Habla también de los ducados como moneda en curso en vez de los dirhams. En muchos momentos se muestra muy crítico con los musulmanes, denigratorio de las cofradías sufíes y del Islam en general. Hay indicios en estas actitudes de gran cautela, de querer aparecer distante de toda su vida anterior. No tiene reparos a la hora de criticar la fe, los hábitos y la gente a la que él pertenecía por creencia y educación. A través de su escrito se ve el deseo de mostrarse como alguien enfrentado al Islam. Si bien, cuesta entender esta actitud que toma Hassan al-Wazzan durante su estancia en Italia si tenemos en cuenta además que el cautivo que llega a Italia es un hombre adulto. Una persona bien formada en la creencia islámica, que había participado directamente en las actividades armadas en contra de los portugueses y que acababa de realizar la peregrinación a La Meca antes de caer prisionero . Máxime si, como parece, vuelve a Túnez los últimos años de su vida y recupera la práctica islámica.
La civilización musulmana siempre ha estado en movimiento. Tanto los árabes como los conquistadores del centro de Asia eran nómadas en su origen. Sus ejércitos se movían constantemente y la extensión del califato sobre áreas muchas veces desconocidas precisaba de informaciones detalladas sobre estos lugares. Estudiantes y eruditos recorrían países en busca del conocimiento. La riqueza de las ciudades dependía de las caravanas comerciales e incluso la propia creencia imponía el viaje, la peregrinación a La Meca. Los viajeros abundaban y crearon una literatura geográfica.
La edad de oro de las ciencias geográficas árabes se desarrolló desde el siglo IX al XIV. Durante esta época creció una amplia producción de escritos geográficos y de viaje, que preparó el camino a los futuros descubrimientos y exploraciones del occidente europeo.
León vivió un siglo después de los grandes recopiladores como Al-Wardi, Al-Qazwini, Al-Numairi, y de los grandes viajeros cono Ibn Fadlan, el valenciano Ibn Jubayr y el tunecino Ibn Battuta. Se habían publicado muchas obras que en general trataban la geografía desde aspectos parciales (colecciones de rutas y provincias, genealogías de tribus, ciencias de las longitudes y latitudes…) más que en su conjunto.
La Descripción , que sigue a varios geógrafos e historiadores árabes en particular a Ibn Jaldun, podría englobarse en las “ciencias de las rutas y provincias”. No incluye la situación según la longitud y la latitud, y en vez de ello da las distancias en millas, tomando como punto de referencia los puntos cardinales; no tiene en cuenta las divisiones naturales climáticas y divide el territorio en áreas regionales que irá describiendo después siguiendo las rutas que cruzan la región. Además añade algunas referencias históricas sin extenderse demasiado.
Se observa también la experiencia obtenida como administrador y encargado de misiones comerciales y políticas. Está muy atento al número de familias, pagos de impuestos, a las distancias entre los lugares, clases y precios de los productos etc.
Pero sobre todo, según Louis Massignon que ha estudiado a fondo la importancia de la Descripción , Juan León contribuye a fusionar dos tradiciones geográficas extrañas entre sí: la tradición árabe y la tradición europea. Aunque no siempre sean exactas las localizaciones, hace una selección pormenorizada de las referencias para todas las provincias. “La obra de León fue, por consiguiente una verdadera revelación, aportando un bloque de cerca de 400 nombres geográficos repartidos en la totalidad de Marruecos”.
Durante siglos, como señalábamos al principio, fue casi la única fuente de información geográfica sobre Marruecos. Sin embargo la Descripción no se incorporó fácilmente al saber europeo, debido en parte a las limitaciones de la obra y sobre todo a la gran influencia de las descripciones del mundo clásico. Ya para comienzos del siglo XVIII, econtraremos pocos escritores que hablen de África sin referirse a la obra de León el Africano.
León el Africano asegura haber concluido la redacción del libro en italiano a partir de notas en árabe, el 10 de marzo de 1526. G.B. Ramusio, su editor, lo modificó para su publicación en el conjunto de obras llamado Navigazioni e Viaggi (Venecia 1550). Parece evidente, como señala Louis Massignon, que la Descripción tal como la conocemos actualmente fue escrita en Italia. Hay en ella muchas comparaciones con edificios, ropas, lagos italianos, que indican un conocimiento adquirido en su estancia en Italia. Varias veces señala «que escribe de memoria». Aunque parece disponer de un diario de viaje escrito en árabe con anotaciones de muchos lugares, además de los recuerdos guardados en la memoria.
Divide el libro en nueve partes.
1. Generalidades de África
2. Sudoeste marroquí
3. Reino de Fez
4. Reino de Tremecén
5. Bugia y Túnez
6. Sur marroquí, argelino, tunecino, Libia
7. Tierra de los negros
8. Egipto
9. Ríos, animales, vegetales y minerales de África
La primera sirve de introducción al resto. Expone los asuntos de geografía general. Luego divide el territorio africano, siguiendo, según él, a los escritores africanos, en cuatro partes o zonas paralelas al Mediterráneo: Berbería, Numidia, Libia y Tierra de los negros. A su vez subdivide a estas en reinos y los reinos en regiones. En general se ciñe a esta distribución.
El Magreb recorrido por Hassan al-Wassan se halla sumido en el desgobierno político y en un gran embrollo territorial. Son centenares las divisiones y subdivisiones del territorio explicadas meticulosamente por León el Africano a lo largo de su relato, casi imposibles de seguir. Se suman a las grandes divisiones regionales entre Marruecos, Túnez y Argelia, las diferencias tradicionales entre los habitantes de las montañas, los campesinos de las llanuras, los nómadas del desierto, los ciudadanos de las villas. Además nuevas separaciones fragmentan el país más y más, hasta el punto de que simples ciudades se constituyen en autónomas y soberanas.
Muestra a muchos de los pueblos de las montañas del Atlas, de pastores y ganaderos, con una vida independiente de los emires de las ciudades y también libres de las razzias de los nómadas.
Describe a los montañeses con rasgos negativos, ya que en general los considera ignorantes y brutales. Dice de los habitantes del monte Seusaua , “y este pueblo bestial guerrea de continuo con sus vecinos, a pedradas de honda”. A la vez destaca la salud de los habitantes del monte Sacsiua, salvaje, cubierto de bosques y siempre nevado: “Hombres muy longevos, suelen vivir ochenta, noventa y cien años, y su vejez es fuerte, sin las naturales incomodidades que los años traen consigo”. Llama la atención la referencia a las grandes nevadas, que en varias ocasiones le afectaron directamente. Porque la naturaleza es salvaje, el clima riguroso, marcado por estaciones extremas de nieve y frío, y de calor asfixiante; las llanuras y montañas están habitadas por animales fieros entre los que prevalecen los leones. Las referencias a estos animales se repiten en varios momentos de la Descripción . “Los leones devoran no sólo animales, sino a los hombres también y los hay que, en ocasiones, han llegado a la audacia de atacar a doscientos jinetes”. A través de sus páginas nos llega una sociedad humana que en los viajes y en el vivir tenía en cuenta el peligro de bestias de enorme fiereza. Los leones rondan cercanos, devoran animales, personas y son el terror del territorio que recorre Hassan b. Muhammad:
Los leones que viven en montañas frías son menos audaces…Por el contrario, a medida que el calor aumenta se tornan más feroces y atrevidos. Es el caso de los existentes entre Tamesta y el reino de Fez, en el desierto de Angad próximo a Tremecén y entre Bona y Túnez, donde se hallan los leones más famosos y crueles de toda África.
La juventud y la infancia de este viajero estuvo inmersa en el miedo a estos animales. Todos los años su padre solía llevarle a Thagia, a ciento veinte millas de Fez, para visitar la tumba del wali sidi Bu Yazza, considerado como protector frente a los leones.
A parte de los animales salvajes y respecto a la vida cotidiana de Marruecos pinta en detalle la forma de la vestimenta y la calidad de las telas, a las que da mucha importancia, ya que considera la ropa como un signo relevante del grado de civilización o barbarie en un grupo humano. Su deseo de resaltar la civilización europea le lleva a comparar y a establecer semejanzas entre ambos atuendos, poniendo por delante los ropajes europeos.
También las viviendas merecen su mirada perspicaz; desde las chozas provisionales de los pastores nómadas del monte Magran, fabricadas con cortezas y las cavernas húmedas del monte Dedes donde viven la mayoría de sus habitantes, hasta la belleza de los edificios de Fez, «las casas de Fez, fabricadas con buen gusto, son de ladrillo y piedra, hermosas las más y decoradas con bellos mosaicos. También están enladrillados los patios y los pórticos, con ladrillos añosos de muy variados colores como los que adornan los jarrones de cerámica. Los cielos rasos se pintan con preciosos arabescos con predominio del azul y el oro». En las casas pone de relieve la higiene, “encuéntranse casas provistas de albercas cuadradas de seis o siete brazos de anchura, diez o doce de largo y seis o siete de hondura, al aire y revestidas de azulejos cerámicos, con surtidores cuyas aguas confluyen en una gran fontana de mármol como las europeas. Al llenarse las fuentes, el agua se evacua por canalillos cubiertos que las rodean, pasando a unas conducciones que desembocan en acequias por las cuales el agua pasa al río. Estas acequias se mantienen muy limpias bañándose en ellas toda la familia durante los meses de verano.”
No escapa a su examen la influencia social y económica de los tributos. Detalla los habitantes que pagan tributos, los impuestos que aplastan la vida económica de los contribuyentes, los gravámenes que son relativamente ligeros y aquellas poblaciones que están libres de esta carga. A menudo establece una relación entre la miseria y los impuestos muy altos, y la prosperidad de aquellos que no están sometidos a su peso o éste es muy leve. Sus constantes referencias a este aspecto dan cuenta de su preocupación por la justicia económica. Dice de los que viven en el Monte Zaruil , “Esta montaña, plantada de numerosas viñas, tiene muy buena tierra para los olivos y otros árboles frutales. Sus habitantes que son pobres, están sometidos al señor de Seusagoen quien les hace pagar duros tributos, tales que los infelices no pueden ahorrar nada de lo que les produce el vino”. A esta situación opone la de la población del monte Beni Razin, “sus habitantes viven con desahogo y seguros, porque su montaña es fértil y de fácil defensa. No pagan tributos, recogen trigo y aceitunas y poseen muchas viñas”. También señala respecto a los habitantes del monte Haugustun que “los habitantes están exentos de todo tributo, pero cada año hacen, sin obligación, hermosos y espléndidos regalos al sultán de Fez y, consiguientemente pueden ir allá con toda seguridad a comprar trigo, lana y tela”.
En general los comentarios de León el Africano ponen de manifiesto un carácter inclinado a la benevolencia en el gobierno. Censuraba el despotismo y las luchas civiles que provoca y observa que las autoridades avariciosas y corruptas desprecian también el aprendizaje y la educación.
Respecto al trazado de lugares hay una gran diferencia entre los retratos de unos y otros. Los que le han impresionado merecen una descripción más viva. Como educado ciudadano acostumbrado a la vida urbana desdeña a los agricultores y a los nómadas; por el contrario se deja llevar por el gusto de las grandes ciudades que aprecia. Fez, la ciudad más importante del Magreb en su época, recibe una atención principal y minuciosa que nos acerca de forma gráfica a un modo de comerciar, vestir, lavarse, rezar, formas de edificios, canalizaciones, fuentes y albercas para la higiene. Descripciones muy estimables que nos aproximan al lugar donde se desarrolló la vida del autor durante la infancia y la juventud. Como la que hace del sistema de desagüe de la ciudad, “En medio del edificio hay una alberca baja y honda de casi tres brazas por cuatro de ancha y doce de larga, con corrientes de agua hacia las letrinas. En la ciudad disponen de unos ciento cincuenta retretes de esta clase”.
También merece su atención la gran mezquita de Quarawwin de “milla y media de circunvalación”, lugar en el que recibió la educación superior. Con un par de rasgos explica el desarrollo de la enseñanza. “Adosados a los muros en el interior del templo hay escaños de muchas clases, en los que, desde algo después del alba hasta la una del día, alfaquíes y teólogos enseñan al pueblo asuntos de su fe y de su ley. Más en verano sólo se enseña después de las veinticuatro horas, durando las lecciones sólo hasta la una y media de la noche. La enseñanza versa sobre ciencias espirituales y morales propias del credo de Mahoma”. Sin embargo también la decadencia ha alcanzado a Fez y continúa así: “ Antes cada alumno recibía durante siete años ayudas para comer y vestir, pero ahora sólo la tienen para alojarse, pues en la tan mentada guerra de Sahid fue destruida mucha hacienda y huertos de los que proveían a los gastos de enseñanza, y las exiguas rentas actuales sólo sirven para subvenir a los salarios de los maestros, que cobran entre doscientos y cien ducados. Esta es una de las razones de la decadencia intelectual de Fez y de todas las ciudades de África”.
A través de su narración surge una ciudad llena de color, distribuida en barrios diferentes según las profesiones y los oficios, agrupados en corporaciones. Pone de relieve la corporación de los cargadores, particularmente respetada en la ciudad por su honradez. Nombra a los granadinos comerciantes en paños de lana llegada de Europa; los sitúa en la Plaza de los mercaderes, una pequeña ciudad dentro del recinto urbano en la que se encuentran los mercaderes de sedas, paños y prendas de mujer.
Posadas, baños públicos, hospitales, molinos, nombres de las calles, buscadores de tesoros y adivinos merecen sus explicaciones.
No faltan los alimentos de muchas clases y la manera de cocinarlos. Ni tampoco la aplicación de las reglas de pesos y medidas de los alimentos dentro del mercado, con el castigo que sigue al fraude tanto cuando se reducen el peso del pan como cuando se alteran sus componentes, “este funcionario (el almotacén) hace pesar el pan y, si no encuentra el peso requerido, lo desmenuza en pedacitos y asesta al panadero tal puñetazo en la nuca que lo deja atontado y medio muerto. En caso de reincidencia manda azotar al comerciante en público.
Al mismo tiempo que expresa su estima por la ciudad, esta no le impide calificar a sus habitantes así: “son en su parte huraños y no gustan de extranjeros”.
También habla del desarrollo de las costumbres y fiestas matrimoniales y de la circuncisión de los niños varones. Describe los modos de hacer justicia y el ordenamiento de la corte del sultán de Fez y critica la arbitrariedad de los señores de las ciudades : “desde que faltan esos pontífices (los califas) los señores ejercen la tiranía, ya no tienen bastante con usurpar esos beneficios y repartirlos como les viene en gana , sino que obligan a nuevos tributos, de tal modo que en toda el África son pocos los campesinos que pueden guardar algo más de lo justo para comer y vestirse”.
Menos espacio ocupan los otros lugares de la obra. Cuando introduce la parte dedicada a la Tierra de los negros, León el Africano señala que los geógrafos anteriores a él habían escrito muy poco sobre el Africa negra. Su trabajo va añadir información preciosa y desconocida hasta entonces sobre África occidental. Sin embargo al comenzar el capítulo e introducir la vida social en estas tierras juzga a sus habitantes con una mente cargada de prejuicios, “están habitadas por hombres que viven como animales, sin reyes, ni señores, ni estados, ni gobiernos, ni costumbres ”; aunque esta visión se matiza posteriormente con descripciones particulares como la de Tombuctú, de la que dice: “En Tombuctú hay numerosos cadíes, imames y alfaquíes, todos bien pagados por el rey, que honra mucho a los hombres de letras. También se venden muchos libros manuscritos traídos de Berbería y se saca más beneficio de esta venta que del resto de las mercancías”.
Finaliza con la otra gran región africana, la zona de Egipto, un lugar predilecto para él. Demuestra su simpatía hacia sus habitantes “buena gente, amables y generosos” y aprecia la desarrollada civilización urbana de El Cairo y de las otras urbes de la región, que contrasta con la decadencia observada en las ciudades de Marruecos. La corte de los sultanes mamelucos, las observaciones sobre las crecidas del Nilo, los entretenimientos de los mercados y los temibles cocodrilos son objeto de sus comentarios. Es una aportación histórica notable fruto de su experiencia directa, que recoge el momento crítico de la sumisión del poder mameluco al de los otomanos.
Para concluir se podría decir que la figura de León el Africano representa paradigmáticamente el tipo de hombre mediterráneo dividido entre dos modos de entender la existencia y entre dos culturas. Y al mismo tiempo viajero y penetrante observador de las costumbres y de los lugares, en particular los que son objeto de su famosa obra. La Descripción , como el hombre que la escribe, es una obra controvertida. Por un lado, testimonio insustituible de la geografía física y humana del norte de África del siglo XVI y, por otro, un trabajo indudablemente subjetivo. En ocasiones distorsionado por el prejuicio procedente de la oposición histórica entre el cristianismo y el Islam en el centro de la cual toma lugar su vida, pero en otras magníficamente evocadora de unos lugares y unos seres humanos que solamente se encuentran dentro de sus páginas.