Tres frailes naturalistas españoles en la América Virreinal

Por Elisabeth Eguía, Eugenio Fernández Sánchez, Javier M. Fernández-Rico, Antonio Martínez Mozo y César Pollo Mateos, del CLUB DE FAUNA de la SGE

Bibliografía: Boletín 58 – La Geografía del siglo XXI

 

Suele considerarse que la conquista española del continente americano estuvo dominada por dos preocupaciones: los metales preciosos y la necesidad de evangelizar a los indígenas. Así, los españoles habrían vivido de espaldas a esos vastos espacios desde las altas mesetas del oeste norteamericano hasta las ventosas estepas patagónicas.

 

La realidad no es tan simplista y hubo hombres que recorrerían polvorientos caminos para erigir endebles parroquias y llevar la palabra de Dios a ignotas comunidades indígenas. Hablaremos aquí de tres de esos hombres. Hombres que se sirvieron de su cotidiano contacto con las poblaciones naturales, y, absorbiendo sus conocimientos sobre geografía y naturaleza, observaron, reflexionaron y tomaron conciencia de una naturaleza que se les estaba revelando. Tomaron cálamo y papel y escribieron sus observaciones y reflexiones, difundiendo ese conocimiento por la Europa de su tiempo. Podemos reivindicarlos con todo derecho como hombres que contribuyeron al conocimiento geográfico, etnográfico, botánico y zoológico de América. Como Club de Fauna, vamos aquí a destacar sus aportaciones al conocimiento zoológico de la fauna americana.

 

UN PROCÓNSUL DE IGNACIO DE LOYOLA EN TIERRAS DEL INCA

José de Acosta (1540-1600) fue un misionero jesuita que nació en Medina del Campo. Estudió en varios colegios de la Compañía de Jesús en Castilla, especialmente el de Alcalá de Henares, entre 1559 y 1567.

En 1571, partiría hacia las Indias. Salió de Sanlúcar de Barrameda rumbo a La Española, donde pasó un año fogueándose como misionero. En 1572, llega a Lima, donde se desempeña como lector y predicador del Colegio de la Compañía, poniendo de manifiesto sus dotes de oratoria y elocuencia. Realiza tres viajes por el interior del Virreinato: en 1573-1574, 1576-1577 y 1578. A través de estos viajes toma conciencia de la naturaleza de Perú, así como las condiciones de vida de los indios en las minas de Huancavelica y Potosí. Aprende el quechua y, a través de él, conoce su cultura e historia. En 1576 alcanza el cénit de su carrera al ser nombrado Provincial del Perú. Tras su experiencia indiana, Acosta regresó a España en 1587, donde fue nombrado rector del Colegio de Valladolid, del de Salamanca y visitador de Aragón y Andalucía. Publica entonces (1590) la obra que aquí nos ocupa: “Historia Natural y Moral de las Indias”. Fallece en Salamanca a los 59 años de edad.

Su Historia Natural y Moral de las Indias, en que se tratan las cosas notables del Cielo, elementos, metales, plantas y animales dellas; y los ritos y ceremonias, leyes y govierno y guerras de los indios es un ejemplo de obra magna, a la manera de la de otros sabios naturalistas como Athanasius Kircher o Alexander von Humboldt. La obra se divide en siete libros y cada uno de ellos en capítulos, que facilitan su lectura. Trata de Astronomía y Meteorología, Hidrología y Geografía, Antropología, movimientos sísmicos y vulcanismo, recursos metalíferos -algo decisivo en la época- y su extracción, y sobre recursos alimenticios, verduras y frutas que, a día de hoy, nos siguen resultando exóticas.

En el quinto libro nos habla sobre los Indios y, en el sexto, en un alarde de bonhomía, se estipula que es falsa la opinión de los que tienen a los Indios por hombres faltos de entendimiento.

Es al final del libro cuarto, entre los capítulos XXXIII y XLI, donde Acosta trata la fauna de las Indias, aspecto que se va a resumir.

Acosta distingue la fauna introducida por los españoles, la propia de las Indias y la compartida entre las Indias y Europa. En cuanto a ésta última, Acosta incluye leones, tigres, osos, jabalíes, zorras y otras fieras y animales silvestres, aunque no parece entender que aparezcan en ambos lugares, ya que pasar a nado el océano es imposible. Termina admitiendo con candidez: conforme a la divina Escritura, todos estos animales se salvaron en el arca de Noé, y de allí se han propagado en el mundo, con lo que cierra provisionalmente el círculo que, siglos más tarde, reabriría Alfred Wegener con su teoría de la deriva continental.

Los leones no son bermejos, ni tienen aquellas vedijas con que los acostumbran pintar. Se refiere al puma o león americano, Puma concolor, Los tigres, sin embargo, son mucho más bravos y crueles, y maculosos (con manchas). Se trata del jaguar, Panthera onca, que se caracteriza por sus manchas en forma de rosa. Es habitual que se llame “tigre” en toda Hispanoamérica. La tercera categoría es la fauna autóctona, de la que nuestro jesuita se maravilla al no entender que, si todos los animales salieron del Arca de Noé tras el diluvio y, si los carneros del Perú y los que llaman pacos y guanacos no se hallan en otra región del mundo, ¿quién los llevó al Perú?, ¿o cómo fueron? Pues no quedó rastro de ellos en todo el mundo; y si no fueron de otra región, ¿cómo se formaron y produjeron allí? ¿Por ventura hizo Dios nueva formación de animales? Estas agudísimas preguntas volvería a hacérselas más adelante Charles Darwin tras su viaje en el Beagle.

También se describen los animales de monte: los crueles porquezuelos, con sus colmillos como navajas (se refiere a un pariente americano de los cerdos: los pecaríes, Pecari tajacu), o los armadillos: yo he comido de ellos: no me pareció cosa de precio.

De toda la fauna que Acosta describe en esta obra, la que más despierta su admiración es la familia de camélidos andinos: la llama o carnero de las Indias que, según explica, es el animal de mayores provechos y de menos gasto de cuantos se conocen. Distingue dos tipos de llamas: el paco o carnero lanudo (posiblemente una alpaca) y el carnero raso, de poca lana, más apto para la carga.

 

EL ENFERMERO DE OAXTEPEC

El aragonés Francisco Ximénez de Luna, natural de la villa de Luna, en Zaragoza, se debatía entre servir a Dios o servir a los hombres. El doctor Nicolás León, en su edición de Los cuatro libros de la Naturaleza, Morelia, México, 1888, afirma que Francisco Ximénez estuvo recorriendo España e Italia, antes de embarcarse a las Indias.

En 1605 llega a Nueva España, donde en 1612 realiza su profesión en la Orden de Santo Domingo. Datos que no se han podido contrastar. Lo que sí hemos podido comprobar es que un tal Francisco Jiménez aparece en el año 1603 en la lista de pasajeros del barco Alonso Gómez, que llevaba una expedición de religiosos dominicos con destino a Nueva España, bajo la jefatura del procurador Antonio Gil Negrete. Por tanto, Fray Francisco ya habría profesado en España. Los dominicos viajaban a Indias en expediciones organizadas. Los religiosos se reunían en los puertos de Sevilla o Cádiz hasta que se completaba el número de los expedicionarios y, bajo la dirección de un procurador, se iniciaba la travesía que, en el caso de Nueva España, tenía como destino Veracruz.

Su destino fue encargarse del Hospital del Convento de Oaxtepec, en el actual estado mexicano de Morelos. Oaxtepec era un lugar conocido ya en los tiempos aztecas. Se trata de un pequeño paraíso, situado al sur de la Serranía de Ajusco, y dotado de un clima suave, bosques, fuentes y manantiales sulfurosos. Moctezuma hizo de Oaxtepec un centro medicinal: mandó plantar un verdadero jardín botánico de diversas plantas curativas y aromáticas. Pronto se hizo famoso por sus médicos, sus brujos, herbolarios y agoreros. Y pronto Oaxtepec llamó la atención de Hernán Cortés. Tal como escribía a Carlos I: “Llegamos a Guastepeque, la cual huerta es la mayor y más hermosa y fresca que nunca se vio, porque tiene dos leguas de circuito, y por medio de ella va una muy gentil ribera de agua: y de trecho en trecho, cantidad de dos tiros de ballesta, hay aposentamientos y jardines muy frescos, e infinitos árboles de diversas frutas, y muchas yerbas y flores olorosas, que cierto es cosa de admiración ver la gentileza y grandeza de toda esta huerta”

Fray Francisco hacía algo más que dirigir el hospital. Leía, anotaba y reflexionaba sobre un manuscrito que, “por extraños caminos” había caído en sus manos. Se trataba de una “Historia Natural” que, sobre Nueva España, había escrito el doctor Francisco Hernández. Era un encargo del rey, en 1570, a Francisco Hernández para recoger información sobre plantas útiles, animales y minerales de aquella tierra. El viaje se convirtió en una dura prueba de siete años. Pero la tradicional desidia hispánica hizo que todo su trabajo reposara en un estante del Monasterio de El Escorial sin ser publicado. Pero varios manuscritos quedaron en Nueva España.

Uno de esos manuscritos llegó al Convento de Oaxtepec por desconocidas circunstancias. Cuando Fray Francisco empezó a leerlo se dio cuenta de varios errores en la nomenclatura de ciertas plantas medicinales que él conocía. Y decidió, apoyándose en su experiencia y sus conversaciones con los indígenas, revisar, corregir y aumentar la obra de Hernández. Consiguió publicarla en 1615, con sus aportaciones que sumaban 13 capítulos extra. El título completo de la obra era: Cuatro libros de la Naturaleza y virtudes de las plantas y animales que están recibidos en el uso de la Medicina en la Nueva España.

 

He aquí un pequeño resumen de los animales más notables que menciona:

Ayatochtly

Que quiere decir conejo con concha de tortuga y que en español se conoce como armadillo. Es descrito como un perro de tamaño pequeño, con unas láminas duras como la concha de una tortuga, con pezuñas como los del erizo terrestre.

Themacuilcahuya

Cierto género de lagarto. Tiene la cola larga y las patas cortas, la lengua que mueve de un lado al otro, bermeja, partida en dos, cubierto el cuerpo por un cuero duro con pintas pequeñas leonadas y blancas. Se trata del “Monstruo de Gila” Heloderma suspectum, que tiene mordedura venenosa.

Acuitzpalin

Lo que llaman cocodrilos o caimanes, que viven en muchas lagunas de Nueva España, estanques y otras aguas. México es uno de los países donde coexisten caimanes, con una especie: Caiman crocodylus, y cocodrilos: Cocodrilo de Río (Crocodylus acutus) y el Cocodrilo de Pantano (Crocodylus moreletii).

Axolotl

Un tipo de pez que se encuentra en las lagunas, tiene cuatro patas como una lagartija. El vientre pintado con unas manchas grises, con una cola larga, nada con cuatro pies terminados en cuatro dedos semejantes a los de las ranas. A quien lo come, provoca lujuria. Semejante a la carne de anguila, suelen comerse fritos, asados o cocidos, con pimienta, clavo, con chile. Aunque se describe como “pez”, en realidad el ajolote Ambystoma mexicanum es un anfibio emparentado con las salamandras y tritones. Es endémico de las lagunas de México.

Yhuana

Un tipo de lagarto que los habitantes de La Española llaman yhuana y lo mexicanos Qiauhcuetzpalin. Se duda si es carne o pescado, porque habita tanto en el agua como en tierra, como las tortugas. Se trata de la conocida Iguana iguana, ampliamente distribuida por América.

Lobos marinos

Hay una gran cantidad en ambos océanos de Nueva España. Es un animal muy fiero y enemigo de los tiburones con quien no se atreven, salvo que sean muchos contra un solo lobo marino. La referencia a los dos océanos testimonia la presencia de la foca monje del Caribe Neomonachus tropicalis extinguida en 1952. En el Pacífico son abundantes los otarios Zalophus y los elefantes marinos Mirounga angustirostris.

Gatos paules

Que llaman otzumetli. Se encuentran en las tierras calientes de Nueva España, tienen la cabeza casi como la de los perros, quieren a sus crías al extremo, se mueven de árbol en árbol, pasan los ríos cogidos de las colas. Tiene una sola cría que cuidan con extraordinaria piedad y amor, las crían en las altas cumbres de los montes. En español, se hacía la distinción entre monas, o sea, simios sin cola, y gatos paúles, o simios con cola.

Tapayaxin

Lo que los españoles llaman Camaleón. Una especie de lagartija, pero con el cuerpo redondo y liso. Tiene la cabeza muy dura y horrible por las puntas que tiene dispuestos con forma de guirnalda. Tiene una cosa muy notable y única, y es que apretándole los ojos y lastimándoselos echa por ellos unas gotas de sangre hasta dos y tres pasos de distancia. Es el lagarto espinoso mexicano Phrynosoma orbiculare.

Teuchtlacoçauhqui

La señora de las serpientes. Es una fiera atroz que los españoles por ser su mordedura mortal llaman víbora. Es inequívoco que se está describiendo aquí una de las especies de la serpiente de cascabel: El mismo número de años que tiene la serpiente corresponde al número de cascabeles que le nacen en la parte posterior de la cola.

Yzqviepatli

Que nosotros llamamos zorrillo. Tiene casi dos palmos de largo, el hocico delgado y las orejas pequeñas, el cuerpo negro y con pelo, principalmente cerca de la cola, que es larga y cubierta de un pelo blanco y negro como la misma espalda. Se está describiendo a la mofeta, uno de los mustélidos (familia de las comadrejas) más notables de Norteamérica: Además, todo él tiene un mal olor y su orina y el estiércol huele como ninguna otra cosa en el mundo por lo que cuando se encuentra en peligro basta con orinar o expeler las heces para librarse de cualquier cosa porque nadie se acercará a menos de seis u ocho pasos.

 

VOLCANES Y QUETZALES. LA FASTUOSA NATURALEZA GUATEMALTECA

Fray Francisco Ximénez de Quesada está considerado como uno de los más importantes historiadores dominicos del siglo XVIII. Su obra tiene como objetivo un honesto interés por conocer y valorar la cultura indígena de Guatemala. Nació en Écija, en 1666 y desde pequeño mostró vocación religiosa, por lo que al término de sus estudios ingresa en la orden de los dominicos, y se traslada a América, donde fue párroco en varias localidades de Guatemala, como Chichicastenango, entonces Santo Tomás de Chuilá. El viaje desde España no era fácil. Había que realizar el recorrido marítimo entre Sevilla/Cádiz y Veracruz. Luego había que ganar Ciudad de México y, desde la antigua capital azteca, se tomaba el camino hacia Chiapa de Corzo para tomar el denominado Camino Real hasta Ciudad de Guatemala, conocido desde tiempos aztecas, y que servía para el intercambio del cacao de las Tierras Calientes por la obsidiana y jade guatemaltecos. Allí, Fray Francisco aprendería las lenguas mayas, quiché, cakchiquel y tz’utujil. Moriría en la Antigua Guatemala en 1723.

A principios del siglo XVIII, mientras ejercía como cura en la actual población de Santo Tomás Chuilá, hoy Chichicastenango (Guatemala), descubrió y tradujo el Popol Vuh, el libro sagrado de los quichés, considerado el libro nacional de Guatemala.

Como muchos otros misioneros, plasmó sus experiencias viajeras en una detallada descripción etnográfica y naturalista del país: “La Historia natural del Reino de Guatemala” (1722). El libro describe la flora y fauna de Guatemala y anota las propiedades de plantas y animales, su aprovechamiento medicinal e industrial, así como las creencias indígenas. Nos hemos basado para su estudio en la edición de 1967.

Destacaremos aquí las especies animales más notables mencionadas en su obra.

 

Los animales

Destaca de entre ellos la danta, que se asemeja al elefante. Se cría en las montañas más altas. Feroz e indómito, no se domestica. Se refiere al tapir centroamericano Tapirus bairdii, un pariente de los caballos y rinocerontes.

Describe la cibola, que en un principio se tomó por gran toro o vaca, pero sin duda pertenece a otra especie de animal. Es de hechura del ganado vacuno y tiene cuernos, pero de pelo tan crecido y espeso, que su piel sirve de colchón para los caminantes, sin necesitar de más cama. Es ésta una referencia notable. Los españoles llamaban “cíbolo” al bisonte americano Bison visón, que en Centroamérica estaba extinguido. ¿Tuvo noticias Fray Francisco de poblaciones supervivientes en el Reino de Guatemala?

Habla del lobo, que aquí llaman coyote, y es muy común. Es animal sumamente desvergonzado y atrevido.

Los erizos son parecidos a los de Europa, aunque con las puntas algo amarillas, y sacudiéndolas llenan las bocas de los perros de ellas. Los “erizos”, que no existen en América, son los puercoespines de la familia Erethizontidae, que son roedores.

De los monos, todos ellos poseen cola. Son domesticables y aprenden muchas cosas. Otros, con barbas muy largas y se les hincha mucho la garganta cuando gritan. Es seguro que el mono que grita es el mono aullador Alouatta.

Del animal que aquí llaman tigre, narra que hay dos géneros, y el más común es grande. Los dos géneros de “tigre” se refieren, el grande, al jaguar Panthera onca y el pequeño el ocelote Leopardus pardalis o el tigrillo Leopardus tigrinus.

Al animal que en España se llama comadreja, aquí la llaman cux, y es muy parecida. Es mayor que la rata más grande, entra por cualquier hueco y mata a las gallinas. Aquí se hace referencia a la zarigüeya Didelphis virginiana.

Las culebras

En Guatemala hay tantas que son innumerables. De entre ellas, destaca la que comúnmente llaman Mazatcuat, que en mejicano significa culebra de venados, porque llega a tener un tamaño tan considerable que puede llegar a ser como un buey. Es la Boa constrictor que hoy recibe el nombre de “mazacuata”.

Las aves

Destaca una de las aves más hermosas que existe en América: el queçal, Es como una paloma verde, con tonos azules y encarnados y tiene como una corona en la cabeza, que asemeja una diadema que lo embellece. El espectacular quetzal, preciosa ave nacional de Guatemala, sólo en ese país tiene siete especies. Pertenece al género Trogon.

También habla sobre el tecolote, ave nocturna a la que los indios maltratan ya que dicen que es mensajera del infierno. Es el nombre que en Centroamérica se le da a los búhos.

Los peces

A destacar el manatí, de tamaño de un ternero de año, siendo su cabeza muy similar a este último. De cola ancha, llega a las orillas a comer hierba, como los bueyes. Llama la atención la inclusión del manatí, un mamífero, dentro del grupo de los peces.

 

Menciona también las tortugas, muy numerosas y diversas. Ponen sus huevos todos juntos en la arena y luego los tapa, y allana el suelo para que no se note.