Un proyecto arqueológico en el corazón de Africa
¿De dónde venimos?
Con la misma capacidad premonitoria que caracterizó a Leonardo da Vinci y Jules Verne en lo concerniente al futuro de sus respectivos ingenios mecánicos, Charles Robert Darwin se adelantó varias décadas cuando, en The Descent of Man (1871), propuso que los humanos descendíamos de unas formas primates que vivieron en áfrica. Darwin jamás puso pie en la masa continental africana pero sí que le llamó la atención el estrecho parentesco que guardaban los grandes antropoides africanos -chimpancés y gorilascon la especie humana. Si aplicaba las mismas conclusiones de su obra más famosa, The Origin of Species (1859), al caso del homo sapiens, resultaba evidente que nuestra especie no era inmutable: habíamos evolucionado… ¡cambiado!, es decir, los hombres y mujeres éramos descendientes de otras formas vivas que nos precedieron en el tiempo (acaso íbamos a ser una excepción en la naturaleza). Así, mientras que en las Islas Galápagos existían diferentes variedades de pájaros pinzones que una vez compartieron la misma especie ancestral, era factible pensar que los chimpancés y los humanos procedían de un ancestro común a partir del cual evolucionaron por caminos divergentes. Teniendo en cuenta la distribución geográfica del chimpancé lo más lógico era plantear que la “Cuna de la Humanidad” se ubicase en el continente negro. Tales afirmaciones causaron un gran revuelo entre el establishment científico ya que pocos sabios venerables estaban dispuestos a aceptar que nuestros abuelos fueron simios peludos que se movían por los árboles… peor era admitir que la especie humana -defendida en el siglo XIX por el academicismo europeotenía vínculos con áfrica (cuyos habitantes eran considerados como razas inferiores a la “blanca”).
Tras batallar contra los intentos de ridiculizar el trabajo de Charles Robert Darwin y algunos de sus mayores defensores (recordemos el debate de Oxford entre el obispo Samuel Wilberforce y Thomas Henry Huxley, “el bulldog -o defensorde Darwin”), e incluso enfrentarse a los fraudes y mentiras de aquellos que pretendían demostrar que la noble cuna del ser humano no era otra que Europa (véase la famosa falsificación del fósil de Piltdown), el trabajo de obstinados antropólogos y arqueólogos concedió finalmente la razón a Darwin: los antepasados primates del género humano se localizaban en áfrica. Raymond Dart y la dinastía Leakey, entre otros, fueron descubriendo poco a poco los fósiles de primitivos homínidos emparentados con el linaje humano: Australopithecus africanus, Homo habilis, Homo erectus…
¿Quiénes somos?
Nosotros, los humanos, todos sin excepción, somos simples primates que compartimos unas características morfológicas, genéticas y conductuales con otros simios; eso sí, gozamos de un privilegio exclusivo, es decir, no compartido por el resto de seres vivos. En efecto, gracias al habla, primero, y a la escritura después, hemos adoptado el papel de trovadores de una de las aventuras más apasionantes y bellas del mundo: la historia de la vida, y, consecuentemente, la historia de la humanidad. Como únicos narradores de un marco escénico -el origen y la evolución de la vidaque cuenta y ha contado con innumerables actores, no debería extrañarnos que los humanos hayamos querido representar el papel de principales protagonistas, atribuyéndonos la posición más elevada de un pedestal ficticio. Esta visión antropocéntrica de la naturaleza ha hecho que la ciencia, en ocasiones, no haya prestado la suficiente atención a ciertas disciplinas como la Primatología, la Arqueología y la Paleoantropología…. disciplinas que utilizadas desde una visión interdisciplinar pueden ampliar nuestras miras en los campos de la investigación y la divulgación sobre los orígenes humanos.
¿Hacia dónde vamos?
El ser humano actual, en definitiva, es el resultado de un proceso evolutivo biológico dirigido por la selección natural. Ahora bien, gracias al desarrollo de una cultura compleja los homínidos conseguimos, en parte, independizarnos, del medio que nos rodea: el principal responsable de las presiones selectivas. Efectivamente, después de vernos afectados por los cambios ecológicos que se sucedieron en áfrica y Eurasia hace millones o cientos de miles de años atrás (la desecación del áfrica Oriental, las glaciaciones de la Europa paleolítica…), y que nos permitieron evolucionar dejando a otras especies de homínidos en la cuneta, ahora vivimos bajo la protección y designios de una esfera o burbuja cultural. Reconozcámoslo, ¡no somos más que primates domesticados por la cultura!: a falta de garras y dientes afilados para descuartizar las presas animales inventamos herramientas cortantes de piedra, ante el frío nos abrigamos con pieles o construimos habitáculos, hoy suplimos órganos y miembros de nuestro cuerpo con trasplantes y prótesis, volamos en pájaros de metal y respiramos bajo el agua con pulmones artificiales. Entonces, sin selección natural no existe evolución morfológica, por lo que el ser humano del mañana, anatómicamente hablando, no cambiará (olvidemos aquellas imágenes que plantea la prensa pseudocientífica sobre humanoides del futuro con grandes ojos y cerebros desproporcionados).
Pero la evolución sigue su curso en lo concerniente a la cultura, es decir, aquello que hemos preferido definir como progreso tecnológico. Quizás nuestro futuro -visto que la Tierra tiene unos recursos limitados que ahora explotamos por encima de sus posibilidadesradica en la colonización de nuevos planetas y lunas. Al igual que los homo erectus abandonaron la cuna africana en busca de nuevas tierras en Europa y Asia, y los homo sapiens exploraron y cartografiaron todos los rincones del planeta, hoy viajamos por el espacio para analizar la composición de otros cuerpos celestes. Quién sabe, quizás mañana nuestra Sociedad Geográfica incluya entre sus miembros a varios cientos de astronautas o cosmonautas… los nuevos exploradores, geógrafos y viajeros.
En definitiva, somos primates nietos de una homínida ancestral que vivió en el continente africano hace unos 6 millones de años; dicho esto, absolutamente todos los homo sapiens que pueblan el planeta Tierra compartieron un día una única nación -áfricay un único color de piel -el negro-. Sólo nos queda aprender de nuestro Pasado para conseguir imaginar, entender y construir el Futuro. Bajo este contexto, precisamente, nos propusimos fundar HOMINID Grupo de Orígenes Humanos-Parque Científico de Barcelona en el seno de la Universidad de Barcelona. Arqueólogos, primatólogos, paleontólogos, etnólogos, genetistas, filósofos… todos juntos trabajando en un proyecto único dedicado al estudio interdisciplinar de los orígenes del género Homo (veáse revista de la Sociedad Geográfica Española, núm.11). Tras varios años de trabajo hemos desarrollado múltiples líneas de investigación que nos han llevado a diferentes rincones del planeta y que nos han aportado datos esenciales para el desarrollo de nuestra ciencia. Desde las tierras del Norte de Australia, en Arnhem Land, donde convivimos con la etnia yolngu de Gapuwiyak para aprender los secretos y sabiduría de los pueblos cazadores-recolectores (cultura material, dieta, formas de comunicación gestual, organización social, etc.), pasando por las manyattas de nuestros amigos maasai en Tanzania, hasta los estudios primatológicos de campo en las sabanas de Kenya y Tanzania, los integrantes de HOMINID han reunido observaciones y experiencias que sólo el placer de una expedición puede proporcionar. Sin ir más lejos, esta es una idea que los redactores de la revista de la SGE acertaron recoger a raíz de mi discurso de agradecimiento por la entrega del Premio SGE de Investigación 2001 a nuestro grupo HOMINID:
“Somos un grupo de locos e intrépidos viajeros del conocimiento. No existe mayor placer terrenal que buscar en el pasado y en el presente las claves del origen de nuestra especie” (SGE, 2002).
Y es que la combinación de Pasado y Presente es una condición obligada para entender el origen, evolución y comportamiento de los primeros antepasados de la Humanidad. Quizás por ello, de todos los proyectos en los que interviene HOMINID he querido destacar el que año tras año nos lleva hasta la remota y desconocida región de Peninj, en la orilla occidental del lago Natron. Para este primate domesticado por la cultura, empeñado desde mis primeros años de formación en desenmarañar los muchos interrogantes todavía existentes acerca de nuestros abuelos biológicos, el único sueño era algún día poder investigar en la tierra de los guardianes del lago… los guardianes que hoy guardan el ayer.
Los Guardianes del Lago.
Diario de un arqueólogo en la tierra de los maasai
En áfrica cualquier momento es digno de ser inmortalizado en el diario de todos aquellos viajeros que, desde las expediciones decimonónicas de David Livingstone, Richard Francis Burton, Mary Kingsley… hasta los trabajos de campo de Jordi Sabater Pi, John Desmond Clark o Jane Goodall, una vez sucumbimos a los encantos de tan extraordinaria tierra. Es imposible deshacerse de ese hechizo que año tras año te obliga a regresar buscando la tierna calidez de su regazo; el mismo encantamiento que por el contrario te embriaga de añoranza durante los períodos de enclaustramiento en la dura y fría jungla de asfalto. Por lo tanto, es inevitable que cada día al anochecer, tras cumplir con los requisitos de una jornada laboral, y de vuelta a la hermeticidad del despacho doméstico, mi mente viaje hasta el hemisferio austral para regocijarse con uno de esos nostálgicos momentos que más envidio de las acampadas cerca del lago Natron en Tanzania: las noches de reflexión bajo la única luz de las estrellas y el quinqué.
Todo empezó el verano de 1996 cuando mi gran amigo Manolo, el Dr. Manuel Domínguez-Rodrigo, me ofreció la posibilidad de formar parte de un puñado de jóvenes arqueólogos y paleontólogos que estaba a punto de partir hacia la remota e inhóspita región tanzana de Peninj: una tierra castigada por el Sol y salpicada de espinosas acacias que los mapas elaborados por el arqueólogo Glynn Isaac a principios de los años 60 situaban en la orilla occidental del lago Natron. La empresa era ambiciosa ya que, por primera vez en la historia de la investigación sobre el origen y evolución del ser humano, el equipo estaba integrado exclusivamente por especialistas procedentes de nuestras instituciones científicas: Universidad Complutense de Madrid, Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC, HOMINID Grupo de Orígenes Humanos-Parque Científico de Barcelona (Universidad de Barcelona) y Universidad Autónoma de Barcelona. Después de haber sido casi un coto privado para los buscadores de fósiles y prehistoriadores ingleses, franceses y norteamericanos, íbamos a visitar el continente africano para desarrollar un programa de excavaciones arqueológicas y paleontológicas que, continuado hasta nuestros días, tiene por objeto principal reconstruir el comportamiento de los homínidos fósiles: los primeros representantes de la humanidad.
El viaje hasta la región de Peninj parte de la ciudad tanzana de Arusha, una población que casi no ha cambiado ni un ápice desde que en sus calles se rodasen algunas de las escenas más famosas de la película interpretada por John Wayne: ¡Hatari! (“peligro” en kiswahili). Allí, como cada año, contactamos con el personal de Kibo Safaris para proveernos de los 4×4, material, tiendas y provisiones necesarios para sobrevivir una larga temporada en un campamento levantado en medio de la sabana. El camino -en el caso que se le pueda llamar asíque ha de conducirnos hasta nuestro destino son pistas polvorientas y cuestas pedregosas que obligan a levantar las palas y picos, y no para hallar nuevos fósiles sino para desatascar a los todoterreno en su lastimosa marcha a través de las sendas borradas por las cortas pero intensas precipitaciones de la estación de las lluvias. Ahora bien, los premios superan con creces a las dificultades. Los vehículos circulan flanqueados por los bellos paisajes de la Gran Falla del Rift: el accidente geológico que, según opinamos muchos científicos, provocó los cambios ecológicos que dieron paso a la aparición de los primeros homínidos hace 6 millones de años.
Manadas de animales nos escoltan, el volcán Oldoinyo le Engai -tras disfrutar con la vista de sus compañeros Kerimasi y Kitumbeinese erige majestuoso a nuestro paso y los únicos moradores humanos de estos parajes, los ganaderos y guerreros maasai, los auténticos guardianes del lago, nos acogen en su seno. Siguiendo la tradición, Jon Maseto -uno de los jefes maasai de Peninjcada temporada da la bienvenida al equipo científico en su manyatta: un poblado de planta circular que engloba varias chozas construidas con ramas y boñigas de vaca. Mientras aceptamos una infusión de hierbas y saludamos a la familia, los niños más pequeños huyen despavoridos ante la impresión que causan nuestras pieles de color pálido cubiertas de sombreros, pantalones, botas, etc. (el mismo aspecto que desata las risas y burlas entre las mujeres del clan). Luis Alcalá, Luis Luque, Victoria Medina, Nacho de la Torre y Rafael Mora, mis otros compañeros de expedición, no somos el prototipo de belleza maasai.
La estrategia de trabajo en Peninj consiste en despertarse antes de que aparezca el sol por el horizonte. Las horas dedicadas a la excavación de los yacimientos arqueológicos deben ser exprimidas al máximo, todo minuto de luz es importante antes que el astro rey inicie ese lento descenso que coincidirá, como si de la mejor banda sonora se tratase, con los silbidos de los jóvenes pastores y el tintineo de los cencerros durante el traslado del ganado maasai hasta la seguridad de la boma; es la hora del leopardo y el mosquito Anopheles (transmisor de la malaria), las tropas de babuinos buscan refugio en los escarpes rocosos, las invisibles serpientes abandonan sus escondites diurnos y los fatigados pero satisfechos detectives del pasado regresamos al campamento: un puñado de frágiles tiendas rodeadas por una improvisada pared de ramas espinosas que los maasai, erigidos en protectores de los que ahora son sus invitados, han dispuesto para nosotros.
La noche es el momento idóneo para extender en la polivalente mesa de laboratorio -una tabla aguantada por dos caballetestodo el material hallado a lo largo de la jornada. Fósiles de animales herbívoros y carnívoros que convivieron con nuestros ancestros hace entre 2 y 1.5 millones de años, y que fueron depredados por éstos, se amontonan al lado de las herramientas de piedra que fabricaron los homínidos con el objeto de sobrevivir en las sabanas del áfrica Oriental: los huesos, por ejemplo, presentan las marcas de corte causadas por las afiladas lascas de basalto, tan eficientes como hojas de afeitar. La oscuridad, quietud y silencio de la noche sólo son quebrantados por los tonos rojizos, el movimiento de las sombras y el crepitar de la madera generados por la fogata; qué mejor oportunidad para establecer una comunicación fluida entre los variopintos integrantes de la expedición científica, los cuales -lejos de aletargar y aislarnos en la crisálida del establishment científico más selectopresumimos de incorporar a la discusión cualquier anécdota acaecida a lo largo del día: el descubrimiento de un cubículo de hienas, la avería del veterano Land Rover, el encuentro con una partida de cazadores-recolectores sonjo, etc. Es en medio de esta atmósfera, aromatizada por el tabaco de mi pipa, cuando se aglutinan todos los requisitos esenciales para que las páginas del diario -o libreta de campocaigan, una tras otra, bajo un chorro imparable de desordenados apuntes, esquemas y dibujos que días, meses y años más tarde servirán de muleta a los recuerdos conservados en la memoria, y más aún cuando la edad intente cebarse en la salud de este disco duro biológico que llamamos cerebro.
Pero las noches no siempre son iguales. Tras varias semanas de arduo trabajo suelen escasear los pertrechos para nuestro insignificante asentamiento en las áridas tierras de la orilla occidental del lago Natron. Entonces es cuando se valora cualquier sorpresa que en medio de la ciudad nos pasaría totalmente desapercibida. Sin previo aviso, un santanderino afincado en Tanzania, Julio Teigell de Kibo Safaris, y después de conducir durante más de 12 horas seguidas por los polvorientos e inescrutables caminos que llevan a Peninj, llega al atardecer con su Toyota pick-up cargado de provisiones. Los primeros en aparecer tras la estela de polvo del Land Cruiser, además de los omnipresentes maasai y los asistentes tanzanos del campamento, son, cómo no, los insaciables devoradores de cigarrillos americanos que, dominados por el síndrome de abstinencia y provistos de papel para liar, llevan dos días acosando mis bolsas de tabaco de pipa. Julio les trae varios cartones de Marlboro que se mezclan entre las cajas de fruta, verduras y carne frescas, o las herramientas encargadas para sustituir a las ya rotas tras los primeros golpes contra el sedimento. Picos, palas, piquetas, martillos… (todo lo comprado antes de partir en los establecimientos de Arusha) se rompen con la misma facilidad que el más frágil de los cristales.
Una de la sensaciones más intensas en Peninj es la sed. Excavamos y prospectamos el terreno bajo un sol de justicia. No es extraño que algunos hayan catalogado esta zona como la tierra de los arbustos, un lugar no apto para el hombre “blanco”. Así se entiende mucho mejor el placer que puede suponer abrazar una botella fría de cerveza como las traídas por Julio entre dos enormes barras de hielo. La cerveza comercial en el Este de áfrica -Tusker, Safari, Kibo, Kilimanjaro…se distribuye en envases de medio litro por lo que mientras despachamos, como si del mejor Rioja o Penedés se tratase, los primeros “botellines” recién llegados de Arusha, Manolo da un repaso a los restos de fauna fósil hallados en la Sección Tipo; una zona bautizada por el equipo con la denominación de Paisaje Lunar debido a las características geomorfológicas de los peñascos y a los finos sedimentos grisáceos donde se imprimen, al igual que ocurrió con Neil Armstrong tras descender por la escalerilla del Apolo XI, las suelas de nuestras botas así como las pisadas de las hienas y alimañas que por allí tienen alguno de sus escondrijos. Yo, por el contrario, me sumerjo en la descripción de los trabajos en PE-ES2, el fabuloso yacimiento arqueológico del Escarpe Sur que Manolo ha puesto bajo mi tutela. Para completar el cuadro, los tres guerreros maasai que protegen el campamento se encuentran al lado del fuego con la vista clavada en nuestra labor. Es imposible resistirse a la escena. Levanto la vista por encima del diario y los materiales arqueológicos depositados en la mesa para fijarme en las siluetas de los tres moran que, al igual que estatuas, permanecen inmóviles al resguardo de la fogata. Se mantienen majestuosamente erguidos a imagen y semejanza de sus temibles lanzas clavadas a pocos centímetros; siempre a mano por si cualquier peligro acecha.
Ataviados con el típico tocado de pelo trenzado -que recogen hacia atrásy la característica shuka de color granate, los dos askari más jóvenes guardan un inquietante silencio que sólo es roto por breves comentarios -seguramente sarcásticosasí como por el inconfundible sonido de los salivazos que los maasai proyectan entre sus dientes con relativa frecuencia. Los rostros de Sana y Kadogo -así se llamandibujan un rictus de extrema seriedad combinado con la soberbia y seguridad de aquel que se sabe superior a cualquier otro mortal. Las llamas reflejadas en las largas y delgadas láminas metálicas que coronan sus respectivas cabezas (un ornamento que confiere mayor estatura a la pareja de guardianes del lago) finalmente ceden paso a la tenue y fantasmagórica luz de las brasas; sólo entonces es cuando se acerca el tercero de los guerreros, el de mayor edad y experiencia con su pelo rapado y una capa roja. Se trata de un tipo extrovertido, de sonrisa fácil, que no lo piensa dos veces antes de acomodar entre sus manos uno de los fósiles que reposan desordenadamente alrededor nuestro. La curiosidad le ha vencido: ¿qué hacen los wazungus (blancos) en los dominios del pueblo maasai?
Nuestro trabajo en Peninj es indagar acerca de los orígenes. Precisamente, los maasai de esta zona tienen sus propias opiniones al respecto. Una de ellas es mitológica. Según explican, Engai -el cual habita en la ‘Morada de Dios’, el volcán Oldoinyo le Engaituvo tres hijos. Al primero le dotó de un arco para cazar, al segundo le dio una azada para cultivar la tierra y el último recibió un bastón para conducir el ganado; éste era Natero Kop. Sólo el tercero sobrevivió y es por eso que desde entonces los maasai se dedican a la ganadería… todo el ganado del mundo les pertenece, mientras que detestan las actividades agrícolas y cinegéticas (salvo si exceptuamos la caza del león, la cual se sitúa en un contexto iniciático o de protección de las reses). La segunda explicación sobre los orígenes tiene mucho más que ver con la observación. Amparados por las estrellas de una cálida noche de agosto en nuestro campamento de la orilla oeste del lago, el guerrero adulto devuelve a la mesa el fósil y nos sorprende con una historia ancestral: los ancianos de su boma cuentan que una vez los hombres durmieron en lo alto de los árboles a semejanza de los babuinos y colobos (dos tipos de primates que viven en Peninj); cazaban animales y recolectaban frutos para comer hasta que aparecieron los maasai y construyeron chozas y domesticaron el ganado. Escuchando este bello relato se me antoja paradójico que en Europa no hubiese sido propuesta una teoría parecida hasta que Charles Robert Darwin, durante la segunda mitad del siglo XIX, sugirió que los humanos habíamos evolucionado a partir de unas formas primates que vivieron en áfrica.
Nosotros, en la tierra que los maasai consideran como el lugar de su origen, también buscamos las huellas de la “Cuna de la Humanidad”. Y lo hemos conseguido. Sin ir más lejos, poseemos mucha información acerca de cómo se comportaban los homo erectus que vivieron en los dominios de los guardianes del lago. Para ello contamos con la gran ventaja de que el paisaje actual de Peninj es exactamente igual al que existió hace entre 2 y 1,5 millones de años atrás, por lo que podemos inferir qué plantas podrían haber recolectado los primeros humanos para su alimentación (de ahí la importancia que tienen todos los datos que cada día recogemos al seguir a los maasai en sus marchas en pos de plantas medicinales, nutricionales o para fabricar sus herramientas). Por otro lado, los datos extraídos de las excavaciones nos dan una idea acerca de las especies animales cazadas por los homo erectus y de cómo las descuartizaron con la ayuda de sus útiles; incluso, en un yacimiento arqueológico como el de PE-ES2 hemos constatado que las hachas de piedra allá encontradas fueron empleadas para la tala de madera. Este último descubrimiento ha supuesto un hito científico en el ámbito de la prehistoria africana ya que por primera vez han sido aislados restos microscópicos de naturaleza vegetal en herramientas de semejante antigüedad. éstas fueron abandonadas por los homínidos que se desplazaron hasta esta localidad con la idea de fabricar una serie de utensilios de madera que, a pesar de haber desaparecido al descomponerse la materia vegetal, podemos sospechar que eran lanzas destinadas a la captura de animales, palos cavadores para conseguir raíces y tubérculos, y postes para sus refugios.
Hoy, sentado en mi escritorio a la espera de la siguiente expedición, sigo viéndome de pie enfrente del Oldoinyo le Engai y con la Luna en el cielo iluminando la noche. Astro, volcán y animal son el fiel reflejo de las tres historias más bellas jamás narradas por las voces del Cosmos: la Historia del Universo, la Historia de la Tierra y la Historia de la Vida; ésta última, en una de sus muchas ramificaciones, ni la mejor ni la peor, desembocó en la aparición de unos primates domesticados por su propia cultura: los humanos. En áfrica encontré, he encontrado y encontraré siempre las respuestas a mi viaje en busca de los orígenes.
Para saber más:
SGE (2002).
“Premio SGE de Investigación. Proyecto HOMINID Grupo de Orígenes Humanos”.
Sociedad Geográfica Española, 11, pp.20-21.
Los Guardianes del Lago.
Diario de un arqueólogo en la tierra de los maasai.
Serrallonga, J. (2001). Barcelona: Mondadori.
* Jordi Serrallonga es Profesor de Prehistoria, Etnoarqueología y Evolución de la Conducta Humana, Universidad de Barcelona, Director de HOMINID Grupo de Orígenes Humanos, Parque Científico de Barcelona. Es también Premio Sociedad Geográfica Española de Investigación 2001
Jodi Serrallonga