La gran aventura de los navegantes fenicios

Paraunos, los fenicios fueron grandes comerciantes que jugaron un papel clave como intermediarios entre el mundo oriental y el mundo mediterráneo, mientras que para otros no fueron más que astutos comerciantes que aprovechaban cualquier oportunidad para enriquecerse, incluso practicando la piratería. Sea como fuere, en su afán por descubrir nuevas fuentes de aprovisionamiento de materias primas, los fenicios recorrieron enormes distancias, abriendo rutas de navegación cuyo alcance todavía sorprende hoy en día.

El termino “fenicios” (Phoinikes) parece haber sido utilizado primero por los griegos desde tiempos Homero para denominar a los habitantes de las ciudades cananitas de la costa sirio-palestina, que eran famosas por la producción del tinte rojo o púrpura (phoinix). Sin embargo estas ciudades ya poseían una larga tradición marítima y comercial antes de comenzar a dirigir su atención hacia Occidente durante el comienzo de la Edad del Hierro, 1200 años antes de Cristo.

Las principales ciudades fenicias: –Arados, Biblos, Beirut, Sidón, Sarepta o Tiro– no estaban agrupadas en un único estado sino que cada una estaba organizada independientemente bajo la autoridad de un rey que controlaba un cierto territorio en el interior. A pesar de rivalizar entre sí, todas estas ciudades compartían una misma cultura y una lengua, el fenicio, y de la misma manera se vieron sometidas a las interferencias políticas y militares de los grandes reinos e imperios vecinos como Asiria o Egipto. Fue especialmente el intervencionismo asirio lo que más dificultó el comercio terrestre fenicio, forzando gradualmente a este pueblo a centrase en el mar. De este modo,s se comenzó a definir la proyección marítima que todos identificamos como cosa típica de las ciudades fenicias y que hace de su historia un fenómeno no sólo del Oriente Próximo sino también del Mediterráneo.

Según la evidencia disponible hasta la fecha, los fenicios fueron los primeros en explorar a fondo las costas del mar Mediterráneo hasta la Península Ibérica y los primeros también en atravesar las míticas columnas de Hércules para penetrar en el Océano Atlántico, llevando consigo una sofisticada cultura oriental que ya había madurado durante milenios.

NAVEGANDO POR EL MEDITERRáNEO

Durante sus viajes de exploración en busca de metales preciosos y mercancías exóticas para los mercados del Oriente, los fenicios fundaron colonias como Cádiz en el sur de la Península Ibérica, Mogador y Lixus en la costa de Marruecos, útica y Cartago en Túnez o Mozia en Sicilia, por mencionar sólo algunas. Estos asentamientos fueron construidos siguiendo el modelo de las ciudades orientales fenicias, estableciéndose sobre promontorios o en islotes situados delante de la costa, espaciadas a intervalos bastante regulares, que permitían a las naves fenicias estar siempre cerca de un puerto donde poder anclar, reabastecerse de comida o de agua fresca, reparar daños y comerciar con la población local.

En un pasaje del historiador romano Diodoro Sículo referido a la Península Ibérica leemos: “…el país posee las más numerosas y las más hermosas minas de plata… los indígenas ignoran su uso, pero los fenicios, que son tan expertos en el comercio, compraban esta platacon el trueque de otras mercancías; por consiguiente llevando la plata a Grecia, a Asia y a todos los restantes pueblos, los fenicios obtenían grandes ganancias. Así ejerciendo dicho comercio durante tanto tiempo se enriquecieron y fundaron muchas colonias…”.

Además de plata, sabemos que los fenicios también obtenían bronce y estaño de la Península Ibérica, de minas situadas en la región noroeste del país.

LAS EMBARCACIONES Y LA NAVEGACIóN

El barco fenicio más antiguo se conoce gracias a los frisos de bronce de las puertas de Balawat (siglo IX A.C.). Son pequeñas embarcaciones de transporte provistas de uno o dos remeros, con los extremos redondeados, y mascarón de proa en forma de cabeza de caballo. Se trata de los mismos barcos que transportan troncos de madera en un relieve de Khorsabad. El “gaulós” es considerado como el prototipo de barco mercante fenicio y el medio principal de las expediciones fenicias hacia Occidente.

En un relieve asirio del palacio de Nínive donde se representa la huida del rey Luli de Tiro acosado por el ejercito Asirio, aparecen estos panzudos cargueros escoltados por una flotilla de naves de guerra. Se trata de barcos con la proa y la popa levantadas, cuya fuerza motriz depende casi enteramente de la vela. No obstante, llevan remos de posición que, a juzgar por el relieve asirio, pudieron alcanzar un número de hasta dieciocho ó veinte, que servían exclusivamente para maniobrar, ya que convenía reservar todo el espacio restante para el cargamento. Ignoramos la capacidad máxima que pudo alcanzar una nave mercante fenicia aunque es posible que oscilase entre las cien y las quinientas toneladas.

Siempre que fuera posible, los marinos fenicios navegaban a lo largo de la costa, de día y sin perder de vista la tierra firme aunque también eran capaces de cruzar estrechos de mar abierto y de navegar de noche orientándose por la constelación de la Osa Mayor, conocida en el mundo antiguo con el nombre de “estrella fenicia”. La navegación comercial tenía lugar casi exclusivamente entre los meses de marzo y octubre, durante el buen tiempo aunque la inconstancia de los vientos mediterráneos y su orientación variable obligasen a hacer paradas que podían llegar a durar semanas. Para viajar a Occidente, una nave procedente de la costa siro-palestina tenía dos posibilidades: seguir la ruta meridional a través de Egipto-Libia-Túnez hacia el noroeste de áfrica, que implicaba navegar contra la corriente general casi todo el trayecto, o bien la ruta septentrional de Chipre-Asia Menor-Mar Jónico-Sicilia-Levante español con corrientes mucho más favorables. Según los cálculos de Herodoto con un viento propicio la distancia entre Cartago y Cádiz se podía cubrir en siete días.

Para viajes de largo recorrido de una punta a la otra del Mediterráneo, para un barco cargado con mercancías que fuera parando de puerto en puerto, lo normal eran unos sesenta días, para cubrir una distancia de dos mil millas.

FENICIOS EN EL MAR ROJO

Sin embargo, las actividades de los navegantes fenicios no se limitaron al Mediterráneo. Bajo el reinado del rey Hiram de Tiro, que subió al trono entre el 969 y el 936 A.C., esta ciudad mantuvo una estrecha relación con los soberanos de Jerusalén David y Salomón, a los cuales el rey de Tiro suministró materias primas y mano de obra especializada para la construcción del palacio real y del templo de Jerusalén. Estas buenas relaciones dieron lugar a expediciones marítimas conjuntas entre Tiro e Israel tal y como podemos leer en el Antiguo Testamento (Reyes 9-10, Crónicas 8-9) donde se menciona como Hiram aporta marinos experimentados para varias expediciones que tienen su origen en el puerto de Ezion Geber, cerca de Eliat, y su destino en un lugar denominado Ofir que el texto bíblico sitúa en el país de Edom, en Arabia, desde donde se traía oro, madera de sándalo, piedras preciosas, monos y pavos reales. Sin duda estas expediciones no parecen haber sido concebidas como aventuras esporádicas debido al gasto tan considerable que habría supuesto el acondicionar un puerto en el Mar Rojo y la construcción o el transporte de una flota desde el Mediterráneo.

Los traductores griegos de la Biblia asociaron erróneamente el nombre de Ofir (Ophir en hebreo) con Sophir, el nombre Copto de la India, situando Ofir en diferentes lugares lejanos como en la tierra de Abhira, al este del río Indo, en Sri Lanka o incluso en la Península de Malaya. El Génesis sin embargo claramente menciona Ofir en una lista de nombres entre Seba y Havila (Génesis 10) y si aceptamos la identificación de Seba con el antiguo reino yemenita de Saba podemos concluir que Ofir se encontraba en algún lugar de la costa oeste de Arabia o en la vecina Etiopía.

Vinculada a las expediciones de Ofir podemos mencionar la famosa visita realizada por la reina de Saba a Salomón que también describe el Antiguo Testamento y que pudo haber tenido lugar como resultado de los contactos establecidos por la flota fenicio-hebrea con puertos sabeos del Mar Rojo y que provocaron el desarrollo de relaciones diplomáticas entre los diferentes monarcas.

El acceso a Ofir y las actividades fenicias en el Mar Rojo parecen haberse extinguido después de la campaña militar egipcia liderada por el faraón Sheshonq, que invadió Palestina y saqueó Jerusalén alrededor del año 930 A.C. cortando el acceso a las rutas del Sinaí y del Golfo de Eliat.

LA CIRCUNNAVEGACIóN DE áFRICA

Según Herodoto fueron navegantes fenicios, por encargo del faraón egipcio Necao, hacia finales del siglo séptimo A.C., los primeros en circunna vegar el continente africano de oriente a occidente, casi dos mil años antes de que los portugueses doblasen el cabo de Buena Esperanza.

…Es evidente que Libia (áfrica) está rodeada de agua por todas partes, salvo por el lado en que confina con Asia; que nosotros sepamos, el rey de Egipto Neco fue el primero que lo demostró, ya que, tras interrumpir la excavación del canal que, desde el Nilo, se dirigía al golfo arábigo, envió en unos navíos a ciertos fenicios, con la orden de que, a su regreso, atravesaran las Columnas de Heracles hasta alcanzar el mar del norte y llegar de esta manera a Egipto. Los fenicios, pues, partieron del mar Eritreo (Mar Rojo) y navegaron por el Mar del Sur. Y cuando llegaba el final del otoño, atracaban en el lugar de Libia en que, en el curso de su travesía, a la sazón se encontraran, sembraban la tierra y aguardaban hasta la siega. Y, una vez recogida la cosecha, reemprendían la navegación, de manera que, cuando habían transcurrido dos años, en el tercer año de travesía, doblaron las Columnas de Heracles y arribaron a Egipto. Y contaban cosa que, a mi juicio, no es digna de crédito, aunque puede que lo sea para alguna otra persona que, al contornear Libia, habían tenido el sol a mano derecha. Así fue como se conoció por vez primera el contorno de Libia; y posteriormente han sido los cartagineses quienes lo han confirmado”.

ASOMáNDOSE AL ATLáNTICO

En su libro Historia Natural el escritor romano Plinio el Viejo hace referencia a dos viajeros cartagineses del siglo V A.C.: El primero, Himilcón, realizó un viaje a lo largo de la costa Atlántica de Europa hasta alcanzar la Bretaña y quizás incluso las islas Casitérides (Gran Bretaña e Irlanda) en busca de estaño, un mineral muy apreciado ya que era clave, junto con el cobre, para la fabricación de bronce. El segundo, Hannón, también es conocido a través de un manuscrito fechado en el siglo X D.C. que pudiera ser la traducción de una inscripción original cartaginesa realizada por el propio Hannón y que éste habría depositado en un templo de Cartago.

Según Plinio, Hannón, rey de los cartagineses, se embarcó desde Cartago rumbo al oeste con sesenta barcos y treinta mil personas incluyendo hombres y mujeres, con la intención de fundar nuevas colonias. Después de atravesar las columnas de Hércules la expedición fundó varias ciudades a lo largo de la costa africana incluyendo un santuario dedicado a Poseidón. Hannón, que escribe su relato en primera persona, describe el paisaje de la costa y sus impresiones sobre la fauna y la población local. Más adelante en el texto, relata con sorpresa lo que parece tratarse de una erupción volcánica, y la describe con detalle. Después de varias semanas de navegación a lo largo de la costa Africana la expedición se dio media vuelta debido a la falta de suministros, no sin que antes desembarcaran para un último reconocimiento del terreno durante el cual se produjo un curioso encuentro con los gorilas, cuyas pieles transportaron a Cartago.

LOS FENICIOS ¿DESCUBRIDORES DE AMéRICA?

En el año 1874 se publicó una copia de una inscripción fenicia cuyo original aparentemente se había encontrado cerca de Parahyba (Joao Pessoa), en Brasil, cerca de la costa del Atlántico. Esta copia había sido enviada al Instituto Histórico Brasileño con una carta adjunta cuyo remitente nunca se llegó a identificar y al no encontrarse ningún resto de la inscripción original esta fue rápidamente tachada de falsa por los principales especialistas de la época. De nuevo, en 1968, Cyrus C. Gordon, un estudioso de las lenguas semíticas, publicó una nueva copia del documento reafirmando su autenticidad, lo que sigue a continuación en una traducción del texto de Gordon: “Nosotros somos hijos de Canaan, de Sidón, la ciudad del rey. El comercio nos ha lanzado a esta tierra lejana, un país de montañas. Hemos sacrificado un joven a los dioses altísimos y a las diosas altísimas, el año 19 de Hiram, nuestro poderoso rey. Nos embarcamos en Ezion Geber, en el Mar Rojo y hemos viajado con diez naves. Estuvimos juntosen el mar, durante dos años, alrededor del país de Cam (áfrica), pero fuimos separados por la tempestad de la mano de Baal y ya no estuvimos con nuestros compañeros. Así hemos llegado aquí, doce hombres y tres mujeres en esta costa… que yo, el almirante, controlo. ¡Puedan los dioses altísimos y las diosas altísimas favorecernos!”.

En la actualidad existe un consenso casi unánime entre los especialistas dedicados al mundo fenicio sobre la falsedad de esta supuesta inscripción cuyo original nunca ha sido hallado. Entre las razones que sustentan esta decisión está el hecho de que la información que se nos ofrece es simplemente demasiado obvia y concuerda perfectamente con los conocimientos que se tenían de los fenicios en el siglo XIX y que en parte contrasta con lo que sabemos ahora. Por aquellas fechas, reinaba en Brasil el emperador Pedro II, un personaje bien educado y aficionado especialmente a las lenguas semíticas. Su afición al mundo antiguo es muy posible que motivara a algún erudito de su corte para organizar un montaje que de haber tenido éxito hubiera alargado las raíces históricas del entonces imperio brasileño, uniéndolas directamente nada menos que con el antiguo mundo oriental que refleja la Biblia y que resultaba tan atractivo para el movimiento romántico de la época.

Aunque técnicamente sería posible el hecho de que un barco pudiera alcanzar la costa brasileña desde el continente africano arrastrado por las corrientes y los vientos es improbable que una tripulación resistiera semanas o incluso meses en alta mar sin haber tenido la oportunidad de prepararse para tan larga travesía. Sin embargo, lo interesante del caso es la elección de los fenicios como vínculo entre el nuevo y el viejo mundo explotando su imagen como “portadores de civilización” y demostrando así la reputación alcanzada por estos intrépidos comerciantes del mundo antiguo.

David Álvarez-Mon