Viajes al futuro: el turismo espacial

La carrera por el turismo espacial va cobrando día a día un ritmo vertiginoso: a principios de abril de este año numerosos medios europeos recogían la noticia de que la compañía Ryanair ofrecería a mediados de 2008 vuelos a bajo coste a la Luna. El portavoz de la empresa indicaba que confiaba en que en 2020 este destino “sea tan atractivo para las vacaciones como Alicante o Málaga”. La mayoría de los perplejos lectores no reaccionó: los cam­bios en el desarrollo espacial van a tal velocidad que todo podría ser. Algunos otros no lo creyeron y pensaron que era una más de las noticias que obedecen al viejo y cínico dicho periodístico “No dejes que la verdad te estropee un buen ti­tular”. Sólo unos pocos comprendieron que la información era una broma de las muchas que los anglosajones se permiten en el “April’s fools’ day” del primero de abril, equivalentes a las inocentadas españolas del 28 de diciembre.

Pero del fondo del asunto, lo único que cabe decir es que tal vez se ha antici­pado un poco. Hoy ya existe una oferta comercial sólida, con un programa de­sarrollado, con unas fechas no tan lejanas y con unos precios que si bien no son los que Ryanair y otras aerolíneas suelen ofrecer, tampoco representan las cifras astronómicas (nunca mejor dicho) que sólo unos pocos privilegiados han podido pagar hasta ahora. Por unos 170.000 euros es posible hacer la reserva ya y, natu­ralmente como para comprar cualquier otra cosa, solo hace falta una tarjeta de crédito y una línea de Internet.

El aventurero empresario sir Richard Branson presidente de Virgin ha firmado hace unos meses un contrato para asegurarse los primeros vuelos comerciales a los confines de la atmósfera. Para ello ya ha creado una nueva empresa, Vir­gin Galactic, y ha encargado la construcción de la primera flota “galáctica” de la aviación comercial. Cada aparato llevará cinco pasajeros e incluirá un corto período de preparación de tres días. Está previsto que los primeros vuelos, que pueden durar de dos a tres horas, partan en el año 2008 y Branson ya ha ade­lantado que espera estar en el viaje inaugural. “Con el lanzamiento de Virgin Galactic y la construcción de nuestra flota de aparatos espaciales –ha explicado­, yo espero que un día los niños alrededor del mundo se pregunten por qué pen­samos alguna vez que el viaje espacial era un sueño que leíamos en los libros”. De acuerdo con Virgin, unos tres mil astronautas podrían viajar al Espacio en un período de cinco años.

La carrera comercial por apuntarse al previsible boom galáctico parece llevar una velocidad superior al propio desarrollo espacial. Apenas unos días después del anuncio de Branson, ya se ha dado a conocer la primera compañía española que ofrecerá vuelos turísticos al Espacio. Se trata de Galactic Airways, quien propone que sus naves asciendan hasta los cien kilómetros de altura –lo que ya se entiende como Espacio– y, durante cinco minutos, sus pasajeros experimen­ten la ausencia total de gravedad. Los nuevos cosmonautas podrán contemplar la Tierra desde fuera de la atmósfera y disfrutarán de un vuelo tres horas.

LOS VIAJEROS ESPACIALES

El turismo espacial es una modalidad de turismo que se realiza a más de cien kilómetros de altura de la Tierra, lo que se considera la frontera del Espacio. El primer afortunado en viajar al Espacio fue Dennis Tito, un multimillona­rio californiano de sesenta años que decidió pasar las vacaciones más caras del mundo. En abril de 2001, contrató a la empresa MirCorp un paquete de ocho días que lo llevó a experimentar la gravedad cero a 400 kilómetros de la Tierra. Tito permaneció en la ISS del 30 de abril al 6 de mayo, aunque no salió del módulo ruso y sólo realizó visitas escoltadas al módulo americano Destiny. Se dedicó a tomar fotografías, escuchar música y disfrutar de la mi­crogravedad, que sólo durante los dos primeros le produjo las típicas molestias de vómitos y mareos.

El segundo turista espacial fue el sudafricano Mark Shuttleworth, un joven que amasó su fortuna en Internet y que pagó 38 millones de dólares para viajar al Espacio. La NASA fue más permisiva con este joven multimillonario, que pudo realizar experimentos médicos y biotecnológicos, como monitorear el desarrollo de células animales en condiciones de microgravedad. El viaje duró diez días que le costaron unos tres millones de dólares diarios.

A continuación vino el viaje de Gregory Olsen, un estadounidense que visitó la Estación Espacial en octubre de 2005 en la misión Soyuz TMA-7. Olsen era un científico, además de consejero delegado de su empresa, Sensors Unlimited Inc. dedicada al desarrollo de dispositivos electro-ópticos en frecuencias cercanas al infrarrojo, por lo que su viaje tuvo más contenido científico que los anteriores y, al igual que su antecesor, afirmó no sentirse cómodo con la expresión turista espacial. Como en el caso de su compatriota, a Olsen se le habían confiado algu­nas misiones rutinarias en la Estación Espacial Internacional, pero a diferencia de aquel, no fue tan fríamente recibido.

La cuarta turista espacial ha sido a la vez primera mujer: la estadounidense de origen iraní Anousheh Ansari, Como en el caso de Olsen, Ansari era cofundadora Me voy al espacio ¿qué me pongo? El turismo espacial está a la vuelta de la esquina y los diseñadores no quieren perder este nuevo “mercado”, así que a partir de 2009 será posible adquirir trajes espaciales de marca. Algunos diseñadores están retomando la fantasía cosmonauta diseñada en 1960 por Pierre Cardin y André Courrèges, pero Philippe Starck, el diseñador francés consultado por la empresa responsable de los trajes espaciales Virgin Galac­tic, recomienda que los exploradores del espacio futuros viajen desnudos. En su opinión, la materia es vulgar y sólo la visión del espacio es importante. Como su idea no parece haber gustado a la empresa, Starck está trabajando en unos trajes espaciales sintéticos con apariencia de plástico.  “El estilo del interior del cohete, las ropas y los accesorios, he intentado que todo fuera lo más etéreo posible”, expli­ca Starck. El equipaje de mano espacial está siendo diseñado con la ayuda de Louis Vuitton.

y consejera delegada de una empresa (en este caso Prodea Systems, Inc), pero Ansari provenía del mundo de las telecomunicaciones y su familia era muy co­nocida en el mundillo del turismo espacial por el Premio Ansari X, que busca el desarrollo de un vehículo espacial que consiga llevar a tres tripulantes a más de 100 Km de la Tierra dos veces en menos de quince días.

La empresaria iraní despegó desde Baiconur el 21 de agosto de 2006 en la misión Soyuz TMA-9 junto al ingeniero de vuelo Miguel López Alegría y al comandante Mikhail Tyurin. Regresó el 18 de septiembre de 2006 y en el tiempo que vivió en la Estación realizó varios experimentos en co­laboración con la Agencia Espacial Europea: estudiar algunos efectos de la anemia, estudiar los músculos de la espalda en distintas situaciones y comprobar los efectos de la radiación espacial en la tripulación y diferen­tes microorganismos. También fue la primera persona en publicar un blog desde el Espacio.

Le siguió Charles Simonyi, uno de los fundadores de Microsoft y creador de los programas Word y Excel, que ha viajado en 2007 en la nave Soyuz, también con el cosmonauta ruso Mijaíl Tiurin y el estadounidense de origen español Miguel López-Alegría. Según ha contado el propio Simonyi, la excursión le salió por la módica cifra de entre veinte y veinticinco millones de dólares que pagó a Space Adventures, la empresa estadounidense encargada de proporcionar estos curio­sos viajes. El millonario informático ha batido el récord de permanencia de un astronauta no profesional en el Espacio, con casi catorce días.

El próximo turista astronauta será un español, el lotero Xavier Gabriel, que via­jará a finales del año 2008 en la nave VSS Enterprise, propiedad de la compañía aérea Virgin Atlantic. Previamente se entrenará en una pista en el desierto de Mojave, en California (Estados Unidos), y realizará varios viajes a Estados Uni­dos para recibir la correspondiente formación.

HOTELES ESPACIALES

Aunque la experiencia, según se contempla ahora, será necesariamente limi­tada, ya se estudia la posibilidad de creación o apertura de hoteles o pequeñas estaciones espaciales en la baja orbita terrestre, para unas veinte personas en ingravidez, con estancia de varios días. La primera nave-hotel ya tiene fecha prevista para su inauguración: 2018. La idea de esta iniciativa es de Buzz Al­drin, el histórico segundo hombre que pisó la Luna, el 20 de julio de 1969. Con una inversión millonaria, Aldrin y los ingenieros de la Purdue University, de EEUU, están empeñados en ofrecer el primer crucero espacial. Será a bordo de una nave-ciudad que se conocerá como Cycler y que realizará tra­yectos continuos entre la Tierra y Marte. El poderoso artefacto tendrá hoteles, instalaciones deportivas, centro de diversión y todas las comodidades para la estadía de decenas de personas que llegarán hasta allí a bordo de taxis espa­ciales, pequeños transbordadores que alcanzarán los 21.000 km por hora. La duración del “crucero” será entre 6 y 8 meses. Ya existe una lista de espera.

Otro arquitecto de Dinamarca tiene como proyecto construir un hotel en la Luna para futuros viajeros. Hans-Jurgen Rombaut anunció que la idea de este hotel turístico es construirlo en un complejo cósmico situado cerca del valle más ancho de la Luna, Schroter’s Valley. El edificio tendría un par de torres de unos 160 metros cada una, sobre una base espacial. Pero para pasar unas vacaciones de descanso y diversión en este complejo habrá que esperar hasta el 2050. Too&Goo de Honolulú también estudia la posibilidad de crear un hotel de vacaciones en órbita baja, con capacidad para 100 personas, en los que se podría realizar paseos espaciales y visitar la Estación Espacial Interna­cional. La empresa cree que el hotel estaría en óptimo funcionamiento el año 2017.

Enrique Sancho