José María Cruxent. El Indiana Jones catalán

Conocí al Dr. José Mª Cruxent, practicamente al final de su intensa vida, un hombre con el bagaje de una vida vivida, emocionado por llegar de nuevo a su amada y no olvidada Catalunya. Era de ese tipo de personas que no te dejan indiferente y por eso siempre me había sorprendido la sencillez de sus hijos y familia cuando hablaban de él. Aunque aquí no tuvo el reconocimiento que hubiera merecido, sí lo tuvo en Venezuela y en otras tierras americanas como Colombia, Panamá, Jamaica, Brasil y República Dominicana.

“Hablar de la arqueología y la antropología en Venezuela y en América, es hablar de José María Cruxent. Su nombre está ligado estrechamente al alba científica de las tierras americanas”1, explicaba Camilo Morón sobre Cruxent en su obra El hombre y la piedra pintada. “Cruxent ha sido la guía y la luz para las nuevas generaciones de científicos y artistas”.

Cuando conocí a su hijo me hablaba de él con gran admiración, con respeto y emoción. Aquel chico una vez fue un niño que en el colegio explicaba a sus compañeros con orgullo: “mi padre es arqueólogo y, vive y trabaja en Venezuela”. Podía parecer el sueño de un niño si se tiene en cuenta el contexto de la sociedad de los años sesenta en España.

¿Cómo un hombre de tal dimensión había sido ignorado hasta ahora?. En la década de los 90 del siglo pasado alguien le propuso para el Príncipe de Asturias y en Oviedo lo tomaron muy en cuenta, pero la Fundación no consiguió, lamentablemente, que alguien aportara parte de su trabajo. Mientras, el profesor Cruxent, siguió trabajando y propagando convicciones como la de que «la Arqueología conduce, por fuerza, a la certeza de que no existen pueblos superiores o inferiores, que al principio éramos todos lo mismo».

DE CATALUNYA A LA TIERRA QUE LE ACOGIÓ: VENEZUELA

José María Cruxent nació en el barrio de Sarrià, en Barcelona, el año 1911. Ese mismo año su padre fue alistado para la guerra de Marruecos que tanta resistencia provocó por parte de la población civil, pero decidió marchar junto con su familia a París, ciudad donde José María vivió su infancia hasta que de nuevo regresó a Barcelona con sus padres. Años después volvería a su ciudad natal en varias ocasiones y de camino al exilio.

Durante su juventud se formó en el instituto Montessori d’alexandre Galí. Unos años después, participó en actividades culturales como los “pomells de juventud” o los “jocs Florals”. También practicaba el excursionismo, siendo miembro fundador del Centro excusionista. Él mismo se definía como “un andariego”: su vida fue un continuo andar: “trota patria, trota bosque, trota ríos y trota selva”, dijo alfredo Boulton, quien afirmó que, para Cruxent la tarea esencial fue caminar por venezuela, recorrer sus rutas y explorar sus sitios.

paralelamente, cursó estudios superiores de Bellas artes en la llotja, donde asistió como oyente en las clases de pere Bosch y Gimpera, el padre de la arqueología catalana, al que Cruxent consideraba su maestro y que hizo despertar su fascinación por la arqueología. Durante la Guerra Civil española, entre los años 1936-1939, fue movilizado al frente de Teruel. Una vez finalizó la Guerra Civil española, pasó unos meses en Francia y Bélgica de allí se exilió a Venezuela.

Jamás le gustó que le llamaran «emigrante». “Yo no vine aquí a buscar petróleo, ni oro, solamente a escarbar ideas”, afirmaba. Y añadía que ya era arqueólogo a los diez años, cuando por unas pesetas buscaba trozos antiguos de loza en los alrededores de Barcelona.

Los comienzos en Venezuela fueron muy duros. Se alojaba en una pensión “para caballeros de orden”2 y trabajó primero vendiendo fruta y después como operador de cine en Antímano (probablemente por la experiencia acumulada en la Guerra Civil Española con Laya Films). Gracias a sus estudios artísticos, trabajó también como profesor de dibujo en diferentes instituciones como Santa María de la Victoria y el llamado Instituto Técnico Compás, del cual parece que fue fundador, y fue aquí donde desarrolló estas actividades arqueológicas e inició su verdadera pasión.

En su tiempo libre le gustaba ir al campo, explorar, hacer prospecciones y así encontró los primeros hallazgos cerca del lago de Valencia. También fue entonces cuando entró en contacto con el reducido círculo científico del país de aquella época. Según la arqueóloga Erika Wagner “Hacía auto-stop para ir a excavar a los yacimientos” y tenía ese carácter romántico de las personas que ponen pasión en las cosas que hacen. El contacto con el círculo científico de Caracas, le facilitó un trabajo en el Museo de Ciencias Naturales de Caracas, donde siguió desarrollando sus investigaciones, estudios y trabajos. En el año 1944 fue contratado por el Museo, del cual fue director desde el año 1948 hasta 1962. Como tal formó parte de la expedición franco-venezolana a las fuentes del Orinoco, en calidad de representante del Ministerio de Educación y experto en Antropología y Arqueología. Dada la relevancia de esta expedición merece la pena dedicarle unas breves pinceladas.

LA EXPEDICIÓN FRANCO-VENEZOLANA AL ALTO ORINOCO 1950

Uno de los principales enigmas que se planteaba Cruxent era el origen del ser humano en América, lo que le llevó a realizar varias de sus expediciones. Una de las más populares fue la franco-venezolana al alto Orinoco, en 1950, en la que se descubrieron las fuentes de este río. También participaría en una segunda expedición3 a la misma zona, en la que realizó uno de los primeros contactos con los indígenas.

Las fuentes del Orinoco fueron localizadas por la expedición franco-venezolana el 27 de noviembre de 1951 en el Cerro Delgado Chalbaud a 63º, 15’ O y 2º 18’ N, y a una altitud de 1.100 metros4 “No hubo pérdidas humanas, en cambio sí se perdió preciado material y entre él, la colección geológica. Es este precisamente el motivo de que una vez más se pone de manifiesto el excepcional sentido de responsabilidad y espíritu científico de José Mª Cruxent, no vacila; emprende el regreso a las cabeceras del río acompañado de algunos peones que se ofrecieron voluntariamente. Va a enfrentarse nuevamente con el Orinoco, recogerà las muestras arqueológicas perdidas y regresarà a Caracas el 26 de enero de 1952, cansado, pero satisfecho de su esfuerzo; unas cuantas latas contienen el fruto de su osadia y de su amor a la ciencia.”5

Con Leopoldo III de Bélgica realizó otras exploraciones: la expedición al Congo (1950), la expedición ELATA (1952) para conocer la conexión de la cuenca del Orinoco con el Caño Casiquiare y para contactar con los waika (es decir yanomami), diversas expediciones de la ruta de Balboa para procurar fijar los puntos geográficos que marcan el itinerario seguido en el 1513 por Vasco Núñez de Balboa a la búsqueda de la “Gran Mar del Sur”, el Pacífico actual, una dura travesía del Darién en Panamá. Posteriormente realizó otras expediciones para fijar la situación de Acla, población donde fue ejecutado Balboa y realizó otras muchas exploraciones como la del río Guasare que realizó en 1957 subiendo en solitario al Cerro Colorado.

Las personas que le conocieron en aquel momento de su vida describen el aspecto físico de Cruxent como una persona de enorme temple y fortaleza que en sus expediciones podía vivir en las peores condiciones mucho tiempo, sin inmutarse. a la vez tenía un candor, sensibilidad y agudeza que lo hacían enormemente atractivo.

Cuando yo le conocí, sabía que estaba viviendo algo especial, era consciente del momento que estaba viviendo: estaba compartiendo y conversando con una persona singular, que tenía verdadera pasión por su trabajo y había hecho de éste su vida. era el momento quizás de su última vuelta a “casa”. Catalunya estaba en su corazón. Despues de tantos años fuera, paseamos por sarria: quería regresar donde había nacido y fuimos a ver el lugar en el que estaba la casa de sus padres. Tenía una gran viveza, a pesar de sus ochenta y tantos años y se le notaba emocionado, a la vez que curioso y sorprendido. le pregunté si se acordaba de hablar en catalán. en aquel momento dejó de caminar, me miró de frente y por encima de las gafas y dijo: “lo que se ama no se olvida nunca”. en otro paseo por el parque Natural del Garraf, de pronto se detuvo y dijo: “Me encantaría tomarme “ahora” una copa de “champagne” como las que tomaba en parís”. sus ojos brillaban.

Como todo hombre original dotado de genio, era polémico, pero su honestidad intelectual fue absoluta y muchas veces comprobada. por ello, y a pesar de ser en gran parte autodidacta, pudo realizar una carrera brillante en las ciencias de la arqueología y la antropología.

Entre sus trabajos hay que destacar algunas excavaciones como la que realizó en el año 1957 en sierra de perijá, en la frontera con Colombia, o la excavación del sustrato precolombino de Nueva Cádiz en el año 1954 en la isla de Cubagua o el descubrimiento de los yacimientos neolíticos de jobo (Zulia). También realizó un gran descubrimiento en república Dominicana, donde desenterró la isabela, el primer asentamiento urbano fundado en américa por Cristóbal Colón en su segundo viaje el año 1494.

Las investigaciones realizadas por j.M. Cruxent eran contrarias a las teorías norteamericanas, que se basaban en el hallazgo de Clovis, un proyectil lítico que se descubrió en Norteamérica. j.M Cruxent encontró en los años setenta el asentamiento de Taima-Taima un proyectil más antiguo que el de Clovis y al cual denominó el jovo. este nuevo descubrimiento determinaba que había habido presencia humana en américa del sur desde hacía, al menos, 14.000 años. aun cuando sus hipótesis apuntaban que el poblamiento de américa del sur se remontaba alrededor de 30.000 años, no consiguió encontrar restos óseos humanos aún cuando desenterró mastodontes y cocodrilos gigantes.

Cruxent consiguió realizar una brillante carrera en el ámbito de la arqueología y se convirtió en una de las figuras clave en el desarrollo de la antropología venezo-lana. Algunas de las personas que lo conocieron, como Marcel Roche, fundador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas describen a Cruxent como una persona muy curiosa y observadora, con tendencia a no aceptar las ideas esti-puladas, razón por la cual no perteneció a ninguna escuela ni a ningún dogma.

Escribió innumerables artículos publicados en revistas científicas nacionales y extranjeras entre 1944 y 1993, concentrando su producción a mediados de la década de los sesenta. Una de sus obras más importantes, escrita conjuntamente con Irving Rouse, arqueólogo de la Universidad de Yale, se titula:“Arqueología Cronológica de Venezuela”, y se publicó por primera vez en el año 1958. Posteriormente, en 1966, escribió el libro: “Arqueología de Venezuela”. Además, durante los años cincuenta del siglo pasado fundó la Escuela de Sociología y Antropología de la Universidad Central de Venezuela en convenio con la Universidad de Wisconsin. Obras de J.M Cruxent fueron también: el primer laboratorio de radiocarboni de Latinoamérica, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, en el año 1963; la fundación del Museo Taller de Cerámica Ángel López en el año 1982 y el Parque Arqueológico y Paleontológico Taima-Taima, en 1986. Durante el año de 1962, Cruxent localizó un área similar a Muaco en Taima-Taima, situada a unos 20 kilómetros al Este de Coro, y a 3 km de Muaco (Municipio Colina, Parroquia La Vela).

Taima-Taima era un yacimiento de cacería, un sitio donde nuestros primeros pobladores se trasladaban y cazaban para obtener los alimentos necesarios para su subsistencia. Estudios han encontrado que la gran mayoría de los restos encontrados en Taima-Taima pertenecen a un mastodonte de casi dos metros.

También se han hallado herramientas utilizadas por grupos humanos que poblaron este lugar hace 15000 años. Durante sus últimos años de vida se dedicó a supervisar el crecimiento del Museo Taima-Taima donde se recogen gran parte de sus hallazgos. Con noventa años aún iba a visitar y trabajar.

José María Cruxent ha sido una de las de las figuras más relevantes y clave en el desarrollo de la arqueología de la región falconiana y del país. Trabajó con el instituto venezolano de investigaciones Científicas (iviC), y actualmente la sala de exhibiciones del Departamento de antropología de este instituto lleva su nombre. Fue presidente del Museo de Ciencias en el período de 1948 a 1962 y muchos de los ejemplares presentados en este Museo, en las colecciones de ictiología, Moluscos y Fósiles fueron colectados por él. También fundó el Museo de Cerámica Histórica y loza popular ubicado en el Balcón de los arcaya, en Coro. Hizo innumerables estudios en el área de arqueología y antropología en diferentes y variadas regiones de venezuela y como reconocimiento, a este valioso trabajo recibió en 1987 el premio Nacional de Ciencia en el área de Ciencias sociales y Humanidades otorgado por el CoNiCiT. en los espacios abiertos del instituto venezolano de investigaciones Científicas (iviC) se puede admirar también su faceta como artista y como líder del movimiento de arte kinético en venezuela. Cruxent reconstruyó todo el legado cultural e histórico anterior a Colón de esta región.

PINTOR Y ARTISTA

Cruxent empezó a desarrollar otra de sus facetas significativas, la de artista, en los años sesenta. aunque no resulta menos importante que las otras, los críticos han dicho que es muy difícil desvincular esta faceta de todas las demás.

en el homenaje que se le hizo en Coro en 1997 se comparó a J.M. Cruxent con el artista polifacético del renacimiento, el hombre de las mil miradas, compenetradas todas con la tierra, con la naturaleza, con lo primogénito, con la importancia que tiene estar atento al estudio, al hallazago, al descubrimiento en tanto nos remite a nuestros ancestros, a la trascendecia del Hombre Natural como legado de la Humanidad.

El arte de josé María Cruxent corresponde a la relación intrínseca con la naturaleza, con la tierra y sus elementos a partir de toda una vida de observaciones y de curiosidad. Tenía una mirada comprometida con su tiempo, una visión global que comprendía varias “miradas”: una cuando nos aproximamos como formando parte de la Tierra y otra cuando tenemos en nuestras manos un trozo de loza de hace más de mil años. Todo es un todo y, a veces en nuestra miopía, nos olvidamos que formamos parte de ésta.

J.M. Cruxent confirmó esta relación de manera intuitiva, emocional y vivencial. Dio a conocer sus conocimientos pictóricos y artísticos en el Salón de los Espacios Vivientes, organizados también por otro hombre excepcional, Premio Nacional de Artes Plásticas. Desde 1959 el trabajo de J.M Cruxent se manifiesta como una fuerza impetuosa de la tierra, del hombre compenetrado con ella. J.M Cruxent la imita, la ama y transforma sus elementos, insiste en la visión telúrica y del Cosmos , en la visión universal a partir de las cosas pequeñas y deja que la fuerza de la naturaleza establezaca su orden, su caos, sus propias leyes. J.M. Cruxent establece su creatividad desde la Madre Tierra. Decía sencillamente: “Yo he utilizado elementos indígenas, vernáculos en mi pintura, tales, como el tejido del chinchorro, la fibra vegetal, la tierra” .

Cruxent desarrolló su faceta como pintor a principios de la década de los sesenta. Fue uno de los abanderados del movimiento informalista de Venezuela, participando en la fundación del grupo llamado “El Techo de la Ballena” que integraba junto con otros personajes destacados cómo: Carlos Contramaestre, Juan Astorga o Juan Calzadilla, entre otros. El nombre de José María Cruxent es para la plástica venezolana sinónimo de audacia, compromiso y lealtad para con lo telúrico de nuestra tierra y nuestro pueblo.

Ya tenía este don artístico cuando de niño le regalaron una pared de su casa dónde poder pintar. De adulto, la vida y la obra de José María Cruxent trascurrieron “armoniosas, sin disonancias, por un mismo cauce de equilibrio, reflexión, sencillez y refinamiento. Su actitud vital y su postura artística se hermanan en un todo, que no es sino el resultado intencionado de una labor profunda, cuyo fruto ha sido una obra genuina, libertaria. La vivencia ancestral y la modernidad son dos luces que en J.M Cruxent unen sus fulgores para dar nacimiento a una constelación de obras compuestas con la minuciosidad de un orfebre y la pasión de un aeda.”6

J.M. Cruxent murió el 25 de febrero de 2005. Cuando su hijo me llamó, me dijo: “El profesor nos ha dejado”. Gracias por haberte conocido.

“Cualquier cosa que cae en mis manos, si no tiene alma, no me interesa”