La Cartografía en la Era de los Descubrimientos
En el último tercio del siglo XV, Europa conocía muy poco del resto del mundo; por Occidente se extendía el misterioso Océano Atlántico del que sólo recientemente se habían descubierto algunas islas. Sobre los fabulosos y ricos países de Oriente había vagas y confusas historias aportadas por mercaderes y clérigos. Los conceptos geográficos de Ptolomeo, cuyo sistema tenía a la tierra como centro del universo, eran los únicos aceptados por los cosmógrafos, filósofos y por la Iglesia. Esta situación se alteró en un espacio de tiempo increíblemente corto, y en menos de veinticinco años el mundo conocido por los europeos se ensanchó de una manera sorprendente. En este tiempo de acelerados descubrimientos científicos, Copérnico dio a conocer su teoría del heliocentrismo, caracterizada por la simplicidad en la explicación de los fenómenos celestes y, debido a esto, y con bastantes reticencias al principio, la era de Ptolomeo y el geocentrismo empezó a declinar. Este período de la historia, que podemos denominar como la Edad de Oro de la geografía después del lapso de oscuridad del Medievo, comenzó con las primeras navegaciones de los portugueses y andaluces por las costas de África.
El arte de la navegación se había desarrollado eficazmente en el Mediterráneo por el método del rumbo y la distancia, es decir, manteniendo un rumbo establecido con ayuda de la brújula que medía el ángulo entre la proa de la embarcación y el norte magnético obtenido con la brújula y medido sobre una división del horizonte en 32 partes, vientos o rumbos. La distancia se calculaba a ojo y se medía en leguas marinas, que en España mantenían generalmente la proporción de 17,5 leguas, al grado. Cada legua se dividía en cuatro millas romanas. Además los accidentes costeros estaban siempre a la vista del marino, sirviéndole de indicación.
Se pasó así de navegar por el Mediterráneo, el Mare Nostrum de los romanos, y por el norte de Europa, sin perder de vista las costas y sus accidentes, a engolfarse en el Atlántico, sin referencias geográficas precisas ni antecedentes de otras navegaciones.
Pero en las navegaciones por el Atlántico se pudo comprobar que este método de navegación costera no era el apropiado para un mar abierto y desconocido donde era absolutamente necesario navegar largas distancias y largos periodos de tiempo sin avistar la costa. Por esta razón, a partir de mediados del siglo XV los navegantes portugueses comenzaron a observar las corrientes marinas y los diversos regímenes de los vientos, primeros pasos hacia el conocimiento de la geofísica de las grandes masas oceánicas; también se perfeccionó y progresó la técnica de la construcción lentamente al ideal de una práctica cada vez más segura.
Para estas nuevas circunstancias hubo que desarrollar otros elementos de navegación además de la brújula, como el astrolabio náutico, el cuadrante o la ballestilla que son instrumentos para tomar la altura del sol y determinar la latitud y la posición de la nave.
Los barcos a su vez fueron reformados para adaptarlos a las necesidades atlánticas, sustituyendo los remos por el timón, reformando las velas y elevando el bordo de los barcos; en suma, sustituyendo la galera clásica del mediterráneo por la carabela atlántica, la nao y el galeón.
Una nueva Cartografía
Así pues, el progreso geográfico fue posible gracias al desarrollo, a finales del siglo XV, de la ciencia y arte de navegar y a la invención de un método para determinar la latitud en alta mar por la observación de un cuerpo celeste con instrumentos construidos al efecto, lo que llevó a los marineros a adaptar el astrolabio terrestre, utilizado de antiguo por los astrónomos en mediciones en tierra firme, para que cumpliera la misma función en el mar.
La nueva navegación astronómica que recurría a observaciones de astros a bordo de las naves, implicó el desarrollo de una nueva cartografía con meridianos graduados e indicación de las latitudes.
Para realizarla, los navegantes ibéricos se basaron en los únicos modelos científicos que tenían a mano, es decir las cartas portulanas mediterráneas, especialmente las producidas por la escuela catalano-mallorquina.
La cartografía de los inicios del siglo XVI está íntimamente ligada a todas estas innovaciones náuticas; en este sentido la introducción de la escala de latitudes en las cartas náuticas, colocada en el Océano Atlántico, fue desde el punto de vista de la cartografía científica, el acontecimiento más importante de la primera mitad del siglo XVI. La idea de introducir una escala de latitud en las cartas náuticas, que ya tenían los mapas de Ptolomeo, tuvo que ser lógicamente posterior al descubrimiento de la manera de hallar la latitud en el mar por medio de la observación de astros con instrumentos adecuados.
La Casa de la Contratación de las Indias de Sevilla fue otra consecuencia de los descubrimientos atlánticos y fue creada por Real Cédula del14 de febrero de 1503 como un lugar Indias, recién descubiertas.
En función de estas necesidades, se nombraba un factor, un tesorero y un escribano para atender los aspectos puramente mercantiles y de contratación.
Pronto se vio la necesidad de dotar a esta empresa comercial de un aparato científico que suministrara a los navegantes instrumentos náuticos apropiados para cruzar el Atlántico con seguridad, y recibiera de estos, información de primera mano sobre las tierras que iban descubriendo.
La organización Científica de la Casa de la Contratación
La organización científica de esta institución descansa en un primer momento sobre el Piloto Mayor que debía examinar a los pilotos que iban a las Indias y sellar y dar el visto bueno a las cartas que, de acuerdo con el Padrón Real había hecho el cosmógrafo de hacer cartas de marear. El cargo de Piloto Mayor, el primero que se crea, se legisla por Real Cédula de 1508 y recae sobre Américo Vespucio, descubridor y cosmógrafo, sucediéndole Juan Díaz de Solís en 1512, y Sebastián Caboto en 1518. Todos ellos eran descubridores y sabían más de la práctica de la navegación que de otra cosa.
El cargo de Piloto Mayor de la Casa de la Contratación de Sevilla fue el sistema central de los estudios geográficos de la institución pero, con el paso del tiempo, parte de las tareas que abordaba el Piloto Mayor se repartieron .en dos cargos de nueva creación que fueron: el de cosmógrafo de hacer cartas de marear y fabricar instrumentos de navegar, creado en 1523 y el de catedrático de Cosmografía, instituido por Real Cédula de 1552, que estaba encargado de enseñar la parte teórica de la navegación a los pilotos que iban a las Indias.
El cosmógrafo de hacer cartas de marear y fabricar instrumentos estaba directamente encargado de hacer las cartas y después de selladas por el Piloto Mayor, de entregarlas a las flotas que iban a las Indias, pero de la documentación consultada se desprende que él no hacía materialmente ni las cartas ni los instrumentos necesarios para la navegación, sino que supervisaba este trabajo artesanal en su taller donde tenía distintos oficiales para hacerlos.
El primer cosmógrafo de hacer cartas de marear y de fabricar instrumentos, nombrado por R.C. de 1 de julio de 1523, es el portugués, naturalizado español, Diego Ribera, aunque anteriormente y bajo el título de maestre de hacer cartas trabajó Nuño García de Toreno, encargado de suministrar las cartas a la flota de Magallanes.
El padrón real de la Casa de la Contratación
En 1508 se mandó por Real Cédula a América Vespucio que:
“Se haga un Padrón general y porque se haga más cierto mandamos a los nuestros oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla que hagan juntar todos nuestros pilotos, los más que hallaren en la tierra a la sazón, y en presencia de vos el dicho América Vespuci, nuestro piloto mayor, se ordene y haga un padrón general, el cual se llame padrón real, y por el cual todos los pilotos se hayan de regir y gobernar y esté en poder de los dichos nuestros oficiales y de vos el dicho piloto mayor y que ningún piloto use de otro ninguno, sino del que fuera sacado de él”.
Con esta orden se pretendía unificar conocimientos y que todos los pilotos se guiaran por las mismas cartas contrastadas y puestas al día.
Es significativo que desde entonces la formación del padrón fuera siempre un trabajo en equipo de las personas más cualificadas en el tema, bajo la dirección del Piloto Mayor.
Este sería el patrón o modelo de carta de navegar al que sólo los cosmógrafos oficiales tenían acceso y quedaría en la Casa de la Contratación, junto con los modelos del resto de los instrumentos de navegar como astrolabio, ballestilla, aguja de marear y regimiento de navegación.
Este documento se renovaba y corregía cada cierto tiempo con las novedades que traían los pilotos que, una vez contrastadas en juntas de pilotos, se incorporaban al padrón oficial.
Pero esta cartografía no nació en el mismo momento que se descubrió América por generación espontánea sino que se basaron otra cartografía anterior.
En este sentido el padrón real empieza siendo una carta portulana mallorquina a la que se incorporan los descubrimientos, aunque luego se va complicando con los problemas técnicos derivados de la navegación atlántica, como la determinación de la longitud y latitud, la variación de la aguja magnética. Era lógico que a la hora de describir otro continente se apoyasen en la única cartografía científica existente; ya que los mapamundis medievales en forma de TO tienen poca correspondencia con la realidad y están teñidos de elementos religiosos y míticos, mientras que el conocimiento de la Geografía de Ptolomeo no se generalizaría hasta bastante después.
En 1492 tuvieron lugar dos hechos importantes para esta cartografía: el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos de España con lo que el interés de la Corona se polarizó hacia el Atlántico y se volvió de espaldas al Mediterráneo y los cartógrafos mallorquines, muchos de los cuales eran judíos se trasladaron a otros puertos del interior del Mediterráneo para seguir haciendo esta cartografía pero alejados ya de los centros descubridores del momento que eran Lisboa y Sevilla.
Una buena muestra de esto lo encontramos en el que podríamos llamar el primer padrón real y la primera carta que conservamos que representa América, nos referimos a la carta de Juan de la Cosa de 1500, un portulano al que se la ha añadido la representación de la parte de América conocida entonces, las Antillas y la zona de Venezuela, África y el sur de Asia. Se encuentra en el Museo Naval de Madrid, mide 181 x 92 cm.; es una carta representativa en varios aspectos: primero porque marca la transición de la cartografía mallorquina a la sevillana; en segundo lugar, por ser la primera representación de América que se conserva.
A partir de la carta de Juan de la Cosa los siguientes padrones o cartas universales de la Casa de la Contratación de Sevilla se harán de la misma manera, con ligeras innovaciones estilísticas y bastantes innovaciones científicas.
Así pues para concretar, el padrón real no era ni más ni menos que un mapamundi, en el que estaba señalado tanto el mundo antiguo, como -y esto era lo importante el “Mundus novus” descubierto por españoles y portugueses. Para más comodidad y detalle geográfico estaba dividido en seis partes, llamadas también padrones o cuarterones que correspondían:
– El primero a la fachada atlántica de Europa, el océano Atlántico y la costa atlántica de América del Norte.
– El segundo a la fachada atlántica de África y a la parte atlántica de América en el hemisferio sur, es decir, costa de Brasil y Argentina hasta el Estrecho de Magallanes.
– Tercero desde el estrecho de Magallanes toda la costa pacífica de América del Sur hasta llegar a México.
– El cuarto desde México a Filipinas.
– El quinto, el Mediterráneo y Oriente Próximo.
– El sexto, la costa de África del océano Índico hasta llegar a la península de Malaca.
Según el lugar por donde se fuera a navegar, se adquiría una u otra parte. Creemos que cuando se habla de corregir el padrón, fundamentalmente se están refiriendo a la parte de la carta general que representaba América, que era donde se producían los avances geográficos o a la zona asiática navegada por los portugueses y objeto de una fuerte controversia a partir del viaje de Magallanes – Elcano, pues es poco probable que se corrigiera el padrón que representaba el Mediterráneo, o la parte de África por donde los españoles no navegaban.
La produción cartográfica de la Casa de la Contratación
La labor cartográfica de la Casa de la Contratación estaba, como regla general, encomendada a los pilotos mayores, ya que ellos presidían las rectificaciones del padrón real, pero eran los cartógrafos de hacer cartas los únicos autorizados a sacar copias y venderlas. Al ser la construcción de la carta general oficial, una labor de equipo es lógico que no fuera firmada; el hecho de sacar copias de los distintos padrones tampoco justificaba el que se firmaran.
Por esta razón han llegado hasta nosotros tan pocas cartas firmadas; creemos que sólo lo fueron las que eran un encargo especial para uso distinto de la navegación y cuando el piloto había puesto en ella leyendas cosmográficas, detalles ornamentales o cualquier otra innovación que la hacían personal y distinta del resto. Han llegado hasta nosotros cartas universales firmadas por Diego Ribero, Nuño García de Toreno, Sebastián Caboto, Pedro de Medina, Sancho y Diego Gutierréz, Juan Vespucio etc.
De las firmadas que ha llegado a nosotros, la mayoría lo son de cosmógrafos de hacer cartas de navegar y las atribuciones de las que son anónimas siempre giran en torno a los hombres que eran cosmógrafos de la época. Estas cartas generaban una industria muy importante en torno al taller del cosmógrafo, y desataron a lo largo del siglo XVI varias disputas entre los distintos cargos científicos de la Casa de la Contratación, y entre otros pilotos afincados en Sevilla que querían participar en los beneficios de tan floreciente negocio.
La mayoría de ellas se encuentran en bibliotecas extranjeras y muy pocas veces se han examinado y reproducido en su totalidad. La creencia general es que la mayoría de las cartas universales que ha pervivido hasta nuestros días estaban destinadas a regalos de grandes mandatarios y a resaltar los descubrimientos españoles en las nuevas tierras, es decir, que eran más o menos documentos políticos. Cuando son anónimas y sin fechar es necesario pasar revista a los avances geográficos que reseñan para intentar encuadrarlas cronológicamente.
Los puntos más sobresalientes que sirven para datar las cartas de la Casa de la Contratación son: la línea de demarcación a 370 leguas de las Azores, el problema del Maluco, provocado por el viaje de Magallanes-Elcano de 1522, no toma estado oficial hasta las Juntas de Badajoz en 1524. La costa patagónica a partir del río de la Plata, anteriormente denominado río Jordán, empieza a aparecer hacia 1530 después del viaje de Caboto; la costa chilena y peruana hasta México aparece en las cartas universales de la Casa de la Contratación en la segunda mitad del siglo XVI.