Los misioneros que cartografiaron el mundo
Evangelización, Educación e investigación
La Compañía de Jesús fue fundada en 1540 por el español Ignacio de Loyola; su actividad misionera se extendió a las colonias españolas de América, al imperio comercial portugués en Asia y Brasil y a las posesiones francesas en Canadá. Por obvias razones cronológicas, los jesuitas no figuraron entre las primeras órdenes religiosas que participaron en la evangelización, pero llegaron en un momento en el cual la denuncia contra la colonización violenta ya había sido pronunciada por Bartolomé de Las Casas. Entre las demás órdenes religiosas la Orden se distinguió por un especial interés por la enseñanza, como lo demuestra que en 1750 regían 500 colegios y universidades en Europa, 100 en Hispanoamérica y 270 por el resto del mundo.
Según Ricardo García Cárcel los jesuitas han sido reformadores sospechosos para la Inquisición, intrépidos evangelizadores, promotores de utopías en Paraguay, agentes universales del papismo, confesores de príncipes, y educadores de elites.
En el terreno científico sus integrantes hicieron significativas contribuciones en el campo de la astronomía, cartografía, historia natural, etnografía, botánica y medicina. La tradición científica de los jesuitas en las colonias no fue un accidente sino su razón de ser; más bien fue el resultado de sus estructuras institucionales, misionales, de estrategias y de proselitismo.
La estrecha dependencia de los jesuitas respecto de la Santa Sede y su relativa independencia de los gobernantes de los países donde se implantó la Orden la asimilan a una empresa multinacional sin lazos especiales con ninguna nación.
Por estas razones la Compañía operaba en muchos más territorios que cualquier otro imperio del momento.
De acuerdo a sus nacionalidades, los misioneros jesuitas se distribuyeron en las distintas posesiones de las potencias europeas, y algunas ciudades como Madrid, Lisboa, Sevilla, Paris y Viena, además de Roma, funcionaban, a veces simultáneamente, como metrópoli.
La Compañía tenía un control único sobre sus misiones, colegios y universidades, y en la publicación de los escritos de sus miembros. Los jesuitas no eran una nación ni un poder colonial aunque lo ejercieron en las colonias; tampoco una sociedad científica aunque sus miembros, entrenados en matemáticas y otras materias fueron enviados por Roma para procurar información científica.
La información, requerida desde Roma, sobre la cosmografía de tierras lejanas responde a la curiosidad, reconocida por el mismo San Ignacio, y por las ventajas de poseer y gestionar el conocimiento. Estas informaciones en forma de cartas se enviaban anualmente a Roma (cartas annuas), y fueron publicadas por primera vez en Francia con el título de Lettres edifiantes et curieuses, ecrites des missions etrangéres, par quelques missionaires de la Compagnie de Jesus, 34 vols.3 Las imágenes verbales que contenían estas relaciones dejaron su huella en la mayoría de los mapas europeos realizados durante el período de trabajo misionero, especialmente en Asia.
LA CARTOGRAFÍA DE LOS JESUÍTAS
Queremos en este artículo exponer someramente los trabajos cartográficos que realizaron los jesuitas durante los años en que la Compañía estuvo activa hasta su expulsión de Portugal en 1759, de Francia y España en 1764 y 1767 respectivamente; y por último en todo el mundo en 1773. Por la falta de espacio nos detendremos casi exclusivamente en los cartógrafos más representativos y en los mapas por los que son conocidos.
Teniendo en cuenta los lugares donde levantaron cartografía, su trabajo lleva implícito un componente importante de exploración y descubrimiento, y algunos, como Marquette, Kino, Consag, Fritz, Quiroga y Román hicieron importantes descubrimientos geográficos que plasmaron en sus mapas y diarios que enviaban a Roma, donde se encuentran muchos de ellos. Otros, que hicieron descubrimientos, no realizaron mapas directamente pero sus trabajos están reflejados en mapas de otros jesuitas de la misma época.
Para la elaboración de sus mapas contaron con la información de los indígenas sobre los que ejercían su labor misional, y el conocimiento de sus lenguas. No dispusieron en muchos casos del suficiente aparato técnico y científico para el levantamiento de los mapas, ya que astronómicamente hablando, sólo nos encontramos con los trabajos del jesuita Bartolomé Suarez y José Quiroga que hicieron trabajos de campo y mediciones astronómicas en el Río de Plata. En sus mapas se basaron los cartógrafos europeos de los siglos XVII y XVIII que nunca pusieron sus pies en aquellas zonas para hacer los suyos.
Nos referimos a D’Anville, De Lisle, Bellin, Sanson, Tomás López, Bowen, Cruz Cano, etc.
A mediados del siglo XVIII los únicos mapas del interior de América del Sur con los que contaron los demarcadores españoles en el interior de América del Sur eran los de los jesuitas. También la expedición Malaspina se benefició de los mapas jesuitas que se guardaban en los archivos virreinales.
LOS MAPAS DE ESPAÑA
En lo referente a mapas de España, los jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega, profesores del Colegio Imperial de Madrid, recibieron el encargo del ministro, marqués de la Ensenada, de levantar un mapa de España mediante determinaciones geométricas para utilizarlo en una mejor administración del territorio. Se dedicaron a ello desde 1736 hasta 1743, pero el mapa, compuesto de 36 hojas unidas que mide 225 x 228 cm, quedó inacabado no sabemos por qué razones, aunque es posible que este proyecto se solapara con el presentado por Jorge Juan a su vuelta de la expedición de la medición del meridiano dirigida por La Condamine.
El mapa abarca el territorio español exceptuando Galicia, Asturias, León, Castilla la Vieja (menos Ávila y Logroño), Baleares y Canarias- Aunque incompleto, es el mapa de España más perfecto realizado hasta esa fecha. Fue consultado por el geógrafo español Tomás López para muchos de sus trabajos cartográficos y actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional.
KRUSINSKI Y EL MAPA DE PERSIA
Una de las fuentes del mapa de Guillermo Delisle, Carte des Pays Voisins de la Mer Caspienne de 1723 es con mucha seguridad el jesuita polaco Judas Tadeo Krusin´ski, que fue Fiscal General de la misión de la Compañía en Persia. Su Historia de Persia disfrutó de una gran reputación y fue la base de muchas relaciones contemporáneas que trataban de ese país. Krusin´ski dejó Persia en 1725 y los siguientes cuatro años los pasó en Estambul. El cartógrafo francés lo cita como Crusius en la cartela inserta en el propio mapa.
CANADÁ: MARQUETTE Y EL MISISSIPPI
Louis Jolliet, un explorador francocanadiense, y el misionero jesuita Jacques Marquette (1637-1675) fueron en 1673 los primeros europeos en explorar y levantar mapas del curso alto del Misissippi, desde el territorio del actual Canadá. El curso sur del gran río ya había sido explorado por los españoles de la expedición de Hernando de Soto un siglo antes.
El 8 de diciembre de 1672, iniciaron la exploración desde los lagos Hurón, Superior y Míchigan; el jesuita Jacques Marquette conocía varias lenguas de las tribus indígenas de la región y posiblemente tenía conocimientos cartográficos. Después de explorar el río Fox y el Wisconsin, siguieron por el río Mississippi aguas abajo hasta la frontera actual de los estados de Arkansas y Luisiana. Después de haber recorrido casi 2.000 km, aún faltaban 1.100 km para llegar a la desembocadura en el golfo de México, en territorio dominado por los españoles. Los mapas originales y el diario del padre Marquette se guardan en un archivo jesuita de Montreal.
LA CARTOGRAFÍA DE NUEVA ESPAÑA
Las misiones de los jesuitas en el virreinato de Nueva España, actual Méjico, se ubicaron en las Provincias Internas como se llamaba entonces al territorio de California, Nuevo Méjico, Arizona, Sonora y Texas.
Por Real Cédula de 1699 se permitió a sus misiones de la Baja California y de las Provincias Internas gestionar su labor de evangelización bajo su total control y a sus expensas, para lo que utilizaron los fondos Píos y además, y esto es lo más sorprendente, tenían el poder de mandar y contratar soldados y otros asuntos militares.
A finales del siglo XVII fue el padre Kino junto con sus compañeros jesuitas quienes organizaron la defensa de las misiones. Solamente las conquistas se debían hacer en nombre del rey y bajo los auspicios del virrey. Esto se había hecho ya en las reducciones de Paraguay con notable éxito.
Alrededor de 1683, el jesuita croata Juan María Ratkay dibujó un mapa del territorio de los indios Tarahumara en el actual estado de Chihuahua, Méjico donde se señalan las misiones principales de los jesuitas.
Pero en esta zona es relevante el trabajo del jesuita austriaco Eusebio Francisco Kühn españolizado Kino (1637-1675), que llegó a Méjico en 1681. Cuatro años después Kino participó como cosmógrafo del rey Carlos II en la expedición de Atondo a California y plasmó la ruta seguida y las misiones y asentamientos existentes en la Nueva España en la Tabula Californiae ex autoptica observatione delineata a R. P. Eusebio Chino S. J., 1685.
Otro mapa importante es Teatro de los trabajos apostolicos de la Compañía de Jesus en la America septentrional, de 1696, que parece que fue preparado para ilustrar el libro de Kino sobre el martirio del padre Saeta y fue copiado y publicado por Nicolás De Fer en París en 1703. Aunque Hernán Cortés ya había señalado que California era una lengua de tierra unida al continente, a principios de 1600 se pensaba, basándose en especulaciones y fábulas, que California era la isla más grande en el mundo conocido.
Esta idea estaba tan extendida que durante casi dos siglos, cientos de mapas se publicaron representando a California separada de la tierra firme.
Un ejemplo de este tipo de mapas es el que John Ogilvie, distribuyó en Inglaterra alrededor de 1680; en él encontramos la costa occidental de Norteamérica rodeada de una gran masa de agua, y el fabuloso estrecho de Anián, a través del cual se llegaba a la isla de California.
La idea persistió porque era casi imposible explorar el golfo de California por mar o por tierra atravesando el desierto de Sonora. Desde la Misión de San Xavier de Bac y después de numerosos viajes, el padre Kino determinó que California estaba conectada con el continente en la desembocadura del río Colorado y escribió en sus informes “California no es isla”. Su descubrimiento fue muy importante porque, a partir de entonces, la ruta terrestre podría conectar las misiones de la Pimería Alta del Padre Kino con las misiones de Baja California del Padre Salvatierra, además de facilitar el asentamiento de colonos españoles.
Esta evidencia se resume en su mapa Passo por Tierra a la California y sus confinantes nuevas naciones y nuevas missiones de la Cia de Jesús, elaborado en 1701, que es uno de los mapas más importantes en la historia de América del Norte. Tan preciso es este mapa que ninguna parte importante de él fue mejorada en más de un siglo y medio. Se imprimió en 1705 y fomentó su fama de cartógrafo y explorador en Europa, sirviendo de base a mapas de Guillermo Delisle, Tomás López y Rigoberto Bonne. Un año más tarde, el rey de España emitió un decreto real declarando que “California no es una isla.”
Sin embargo su descubrimiento no fue plenamente aceptado hasta que en 1746 el jesuita Fernando Consag navegó alrededor del Golfo de California y descubrió la costa oriental de California hasta el río Colorado donde se acaba su estrecho, confirmando que la Baja California estaba conectada con el continente. Consag hizo un mapa, que aparece impreso en las Noticias de California y de su conquista temporal y espiritual, 1757, del jesuita Miguel Venegas titulado, Seno de California y su costa oriental nuevamente descubierta y registrada desde el cabo de las Vírgenes hasta su término que es el rio Colorado, año 1747 por el p. Ferdinando Consag de la Cia de Jesús, misionero en la California.
En la década de 1770 los participantes en la expedición De Anza fueron los primeros europeos en utilizar la ruta terrestre cuando se establecieron en la Alta California, pero a pesar de estos avances geográficos la mayoría de los editores de mapas siguieron representando California como una isla hasta 1784.
El último mapa del Padre Kino data de 1710 y representa lo que él llama Reino de la Nueva Navarra, nombre que propone para la América Septentrional en la última parte de sus Favores celestiales, en honor a San Francisco Javier. Sobre la silueta de California escribe las siguientes palabras: Penisla [península] de California nuevamente averiguada por el P. Kino de la Compañía de Jesús en el descubrimiento de el año de 1702. El original se conserva en la Biblioteca Nacional de París.
Las aportaciones geográficas del jesuita al conocimiento de California y Provincias Internas son muy importantes: estableció la posición relativa de los ríos Colorado y Gila, la ubicación correcta de la parte superior de Sonora y Arizona, los cursos de los ríos, de valles y montañas, el redescubrimiento de la naturaleza insular de la isla Tiburón, el descubrimiento de la isla del Ángel de la Guarda, una más exacta ubicación del Río Grande del Norte que fluye desde Nuevo México y desemboca en el Golfo de México. Lo más importante: el Padre Kino preparó el camino para librar a la geografía y a la cartografía de elementos inexistentes, vagos, cambiantes y no comprobados.
Cuando llegó por primera vez a Méjico el Padre Kino tuvo alguna controversia intelectual con Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) que también había sido jesuita entre 1660 y 1667, convirtiéndose en 1672 cuando dejó la orden, en profesor de matemáticas en la Real Universidad de México. En 1680 fue nombrado “Real cosmógrafo del reino”, y produjo su gran mapa de Nueva España que influyó en toda la cartografía posterior y que testifica el gran conocimiento de la región en cuya civilización era un experto. A lo largo de su vida siguió dibujando mapas para ilustrar las distintas actividades que realizó. En 1689, por ejemplo, dibujó un mapa para establecer la ruta de Alonso de León a Texas; en 1691, hizo otro para mostrar la mejor manera de drenar los pantanos en la ciudad de México, y en 1693 hizo un mapa de la bahía de Pensacola que los españoles deseaban ocupar como base contra los franceses.
AMÉRICA MERIDIONAL
Las misiones de los jesuitas en el interior de la América meridional se organizaron a lo largo de los ríos principales y en torno a sus cuencas fluviales, donde estaban asentadas las tribus indígenas que querían evangelizar. Como estas regiones en plena selva amazónica eran desconocidas, el componente de exploración es muy alto y la necesidad de mapas donde plasmar sus descubrimientos para comunicarlos a sus superiores y al mundo es también notable. Si a esto unimos los problemas con los portugueses que se expandían desde Brasil en busca de esclavos y riquezas por la ausencia de fronteras reales, tenemos el escenario donde se desarrolló su labor evangelizadora.
LA CUENCA DEL ORINOCO
No fue hasta finales del siglo XVII con el asentamiento de las misiones jesuitas en el alto Orinoco cuando el curso y la cuenca fluvial de éste comenzaron a ser conocidos con algún detalle.
El “descubrimiento” de la comunicación Orinoco-Amazonas a través del caño del Casiquiare en la primera mitad del siglo XVIII fue debido al padre jesuita Manuel Román (1696-1764) que había comunicado en 1742 al rey de España cómo unos portugueses del Gran Pará habían llegado por vía fluvial al Orinoco, demostrando que un brazo de este río se comunicaba con el río Negro y éste con el Marañón o Amazonas. El mismo Román hizo una exploración en 1744 que confirmó la existencia de este paso natural entre estas dos grandes cuencas fluviales de América. Este descubrimiento está consignado en el mapa de su compañero el padre Rotella de 1747 que hoy es el primer testimonio gráfico de esas regiones.4 Un descubrimiento que sería divulgado por Charles Marie de La Condamine a su vuelta a Europa.
El compañero del padre Román en las misiones del Orinoco fue Joseph Gumilla (1686-1750) que exploró en 1731 la cuenca del río Orinoco y escribió un libro fundamental y de gran valor histórico sobre dicho río: El Orinoco ilustrado y defendido, Historia natural, civil y geográfica de este gran río y de sus caudalosas vertientes, Madrid 1741, que incluye el Mapa de la provincia y misiones de la Compañia de IHS del Nuevo Reyno de Granada por Jose Gumilla. El padre Gumilla no pasó en sus exploraciones más allá del río Guaviare por lo que en su libro asegura que no existía comunicación entre el Orinoco y el Amazonas, lo que en 1744 desmintió el padre Román.
LA CUENCA DEL AMAZONAS
La cartografía de la cuenca amazónica comenzó a explorarse y darse a conocer a finales del siglo XVII, cuando el padre Samuel Fritz (1654-1725) llegó en 1686 al colegio de los jesuitas de Quito, enviado allí desde su natal Bohemia. Su trabajo misional se desarrolló desde 1686 hasta 1725 en las misiones de Maynas y rio Negro y Napo con la tribu de los omaguas principalmente.
Una expedición española desde Quito había llegado a Pará en 1636, por las alarmantes noticias sobre las incursiones portuguesas en ese territorio. Por eso en 1637 el portugués Pedro Teixeira fue enviado a explorar en sentido contrario, tratándose en 1639 de definir la frontera entre las dos potencias europeas por un Acta de Posesión.
Así Fritz entró en un área en disputa y él mismo hizo un viaje de Quito a Pará en 1690-91 y después pasó varios años trabajando en las misiones a lo largo del río.
Han sobrevivido solo cuatro de sus mapas de los cuales el primero es Tabula Geographica missionis Omaguae Societatis Iesu, c. 1689. Aunque anónimo, se le puede atribuir ya que tiene la misma letra que el firmado por él en 1691 y ningún otro jesuita estuvo allí en esa época. Como el anterior la Tabula geographica del rio Marañon o Amazonas, 1690 tampoco lleva el nombre del jesuita pero el Mapa Geographica del rio Marañon o Amazonas. Hecha por el padre Fritz de la compañía de Jesus misionero en este mismo rio Amazonas el año de 1691, está ya firmado.
Este mapa se imprimió en Quito, financiado por los jesuitas, en 1707 con el título El gran rio Marañon o Amazonas con la misión de la compañía de Jesús. Geográficamente delineado por el padre Samuel Fritz misionero continuo en ese río.
El mapa de Fritz fue conocido en Europa a partir de 1745 cuando se publicó la Relation abregée d’un voyage a la Amérique Meridionale de La Condamine que lo incluía.
El padre José Quiroga (1707-1784), que antes de ingresar en la orden fue marino, realizó con los jesuitas Cardiel y Strobel una expedición marítima en 1745-46 desde Buenos Aires por la costa patagónica hasta Puerto Deseado y Puerto de la Cruz. De su viaje existe una relación y cartografía.5 Después de haber determinado con exactitud la posición geográfica de los treinta pueblos de Misiones, y la de las ciudades de la Asunción, Corrientes, Santa Fe, Colonia, Montevideo y Buenos Aires, redactó su mapa Descripción del río Paraguay, desde la boca del Xaurú hasta la confluencia del Paraná, con los datos que le suministraron las relaciones editadas e inéditas de los misioneros, cuando no le fue posible adquirirlos personalmente, el cual quedó terminado en 1749 y se imprimió en la ciudad de Roma cuatro años más tarde, por el calcógrafo Fernando Franceschelli, que, conformándose a la costumbre de su tiempo, le agregó en sus márgenes varias noticias del Paraguay, y la tabla general de los grados de latitud y longitud, según las observaciones del autor. Una de las partes más incorrectas de este mapa es el curso del río Paraguay, y fue precisamente el que el padre Quiroga tuvo la oportunidad de rectificar poco después, cuando en 1752 acompañó al comisario español, don Manuel Antonio de Flores, en la demarcación de la boca del río Jaurú en virtud del tratado de límites de 1750. José Quiroga fue catedrático de matemáticas en Córdoba y Buenos Aires y escribió el Tratado del arte verdadero de navegar por el circulo maximo a la equinoccial, publicado en Bolonia en 1784.
LOS MAPAS DE CHILE
El jesuita Alonso de Ovalle (1603-1651) publicó la Histórica relación del reino de Chile, impresa en español y italiano en Roma en 1646. La obra va acompañada de un mapa, Tabula geographica regni Chile de 38 x 47 cm. El mapa tiene importancia por la fecha en que está realizado y porque excede en información a todos los mapas precedentes como el De Laet, Herrera, Blaeu, Hondius, y Janssonius.
El mapa se extiende desde Perú hasta la Tierra del Fuego y Cabo de Hornos, y desde el Pacífico al Atlántico. Aparte de sus datos geográficos su característica más interesante es la información histórica y las leyendas con las que se rellenan sus espacios en blanco. Las imágenes, ingeniosamente dispuestas sobre el mapa, de hombres, aves extrañas y animales de caza, las costumbres locales, gigantes y hombres con colas en Tierra del Fuego hacen que el gran mapa sea sorprendente.
Su gran cantidad de nombres de lugares, indicaciones de minas, de las misiones, ciudades y pueblos, volcanes, ríos, el reconocimiento del río Bío Bío como el límite entre los españoles y las tribus araucanas, proporcionan uno de los mapas más informativos de la región. El mapa sirvió posteriormente de modelo a los geógrafos de gabinete Sanson, Delisle y a otros cartógrafos europeos que nunca estuvieron en América.
La instalación de la Compañía de Jesús en la zona alta de los ríos Paraná y Uruguay, que ellos llamarían Paraguay, se hizo bajo el sistema conocido como reducciones y requirió por parte de la Orden la implantación de una fuerte organización política, administrativa, militar, y comercial basada en el mate y la ganadería.
Desde el punto de vista geográfico, las treinta reducciones (que lograron subsistir, de las cuarenta y ocho fundadas) fueron edificadas a lo largo del curso de tres ríos: el Paraná, el Paraguay y el Uruguay, en una zona inexplorada y dividida en la actualidad entre la Argentina, Brasil y Paraguay.
FILIPINAS
Las islas Filipinas dependían misionalmente de la prefectura de Nueva España.
En 1734 el jesuita Pedro Murillo Velarde (1696-1753) levantó el único mapa fiable de Filipinas en el que representa las islas a una escala mucho mayor que la de cualquier mapa anterior y aisladas de otra región excepto de una parte de Borneo.
Su Carta Hydrografica y Chorografica de las Yslas Filipinas, hecha en Filipinas en 1734 y dibujada por Nicolás de la Cruz Bagay está formada por cuatro hojas unidas que miden un total de 112 x 120 cm. Lleva en ambos lados ocho grabados con escenas costumbristas y cuatro planos particulares de Manila, Cavite, Zamboanga e isla de Guahan. El único ejemplar conocido se encuentra en la Biblioteca Nacional de España. Una segunda edición de 1744, más reducida y simplificada que la primera, sirvió para ilustrar la obra del autor del mapa, titulada Historia de la provincia de Philipinas de la Compañía de Jesús impresa en Manila en 1749.
El autor, Pedro Murillo Velarde, nació en Laujar (Almería) en 1696 y murió en Puerto de Santa María en 1753. Estudió en las universidades de Granada y Salamanca e ingresó en la Compañía de Jesús en 1718, trasladándose después a Filipinas donde fue profesor de la Universidad de Manila. El grabador tagalo Nicolás de la Cruz Bagay fue un alumno aventajado de la imprenta que los jesuitas fundaron en Manila y realizó numerosas ilustraciones para los libros que salieron de ella.
El mapa de Murillo Velarde fue uno de los primeros que se publicaron de las islas Filipinas y ejerció una gran influencia en los cartógrafos europeos de los siglos XVIII y XIX. Fue el único fiable con el que se pudo contar hasta el siglo XIX cuando en la Dirección de Hidrografía se publicaron los mapas del archipiélago levantados por la expedición Malaspina.