Texto: Francisco José Rosal Nadales

Boletín 78 – Sociedad Geográfica Española

Viajeros ilustrados. El viaje de España.

En la segunda mitad del siglo XVIII, el VI conde de Fernán Núñez, Carlos José Gutiérrez de los Ríos (1742-1795) recorrió España y otros países europeos, en unos casos por obligación, en otros simplemente para conocer mundo y contarlo. Como fiel representante del Siglo de las Luces, utilizó sus experiencias para ampliar sus conocimientos, tratar de mejorar la vida de sus conciudadanos y, en algunos casos, para ayudar a sus amigos. En 1786 escribió una Ruta de viajes para el nuncio del papa, quien debía trasladarse desde Lisboa a Italia. En ella describió los caminos, las ciudades y los monumentos que podía visitar. También incluyó un mapa manuscrito con las rutas y las ciudades que debía atravesar.

Esta guía y el mapa, resultan muy valiosos para el estudio de los viajes en el siglo XVIII, una obra de carácter personal y basada en la experiencia propia de un gran viajero.

Pero también sus viajes por España se vieron reflejados en cartas y diarios, que son un fresco vivo de la realidad de nuestro país en el siglo XVIII. Como el que realizó en 1784 desde Lisboa a Madrid y de aquí a sus tierras de Fernán Núñez, en Córdoba.

Los viajes, incluso los que se realizan bajo la vitola de puro ocio, raramente quedan en eso. Siempre hay una oportunidad en ellos para aprender, conocer, pensar, difundir lo aprendido —si tenemos inquietudes literarias— o mostrar posibles enseñanzas y mejoras de vida a quienes dependan de nosotros —si tenemos espíritu altruista. A este tipo de personas perteneció el VI Conde de Fernán Núñez, don Carlos José Gutiérrez de los Ríos y Rohan Chabot. Viajó mucho, aprendió mucho, difundió mucho, educó mucho.

En septiembre de 1778 iniciaron viaje hasta Lisboa el conde y la condesa. Ella iba embarazada del que sería su primogénito y, años después, primer duque de la casa. Él iba destinado como embajador de Carlos III ante la Reina Fidelísima, María I de Bragança. Como siempre, recogió sus impresiones de los lugares y personas con las que coincidió y, al mismo tiempo, ofreció su ilustrada opinión sobre algunos aspectos que le llamaron la atención.

Desde Lisboa se multiplicó para hacer valer los derechos de España en Portugal, tradicional aliado de Inglaterra, con la que de nuevo se habían desatado las hostilidades. Fueron tantos y tan grandes sus aciertos que nuestro Carlos III, en premio, le concedió el Toisón de Oro en marzo de 1783. Esta alegría solo palió levemente el dolor que, unos meses atrás, había provocado la muerte de su hermana Escolástica.

Sin embargo, estas dos circunstancias, una triste y otra alegre, vinieron a confluir en el viaje que la familia Gutiérrez de los Ríos y Sarmiento de Sotomayor realizó desde Lisboa hasta Madrid para recoger el Toisón de manos del propio monarca borbón y, ya en la corte, gestionar lo referente al testamento de su hermana.

Partieron de Lisboa el 2 de mayo. El día 5 llegaron a Vimieiro, donde fueron recibidos por los condes de dicho nombre. Aquí comenzó, ya, la labor de Fernán Núñez de aprendizaje en este viaje. Las charlas con el conde de Vimieiro resultaron del mayor interés para el embajador español, pues trataron, entre otros asuntos, de las escuelas para niñas pobres que el portugués había establecido en la villa de Estremoz. Como podemos comprobar, el viaje sirve a Gutiérrez de los Ríos para tomar nota, aprender, ver, oír y hablar de los temas que le interesan. Y la educación, como buen ilustrado, le interesaba sobremanera, pues su mente ya ideaba instaurar en su villa cordobesa de Fernán Núñez, de la que era administrador, un sistema educativo similar.

El 18 de mayo arribaron a Ávila. Aquí, Gutiérrez de los Ríos se sorprendió del elevado número de conventos e iglesias que había para una población relativamente pequeña. Incluso recogió una tradición sobre la iglesia de San Vicente:

«En el crucero de dicha iglesia hay una sepultura y una inscripción en la pared que dice estar allí enterrado el judío que hizo esta iglesia. Refiérese que habiendo hecho éste mofa de dichos Santos [San Vicente, Santa Rufina y Santa Cristeta], después de martirizados, salió de entre dos peñas una gruesa culebra que se le enrolló al cuerpo, con lo cual, reconociendo su error, clamó al verdadero Dios, se convirtió y ofreció construir dicha iglesia en honor de los dichos Santos Mártires.» 1

También visitaron el convento del Carmen, levantado donde se suponía estaba la casa de Santa Teresa. Aquí dio el Conde nueva muestra de ser firme creyente pero no crédulo: «En la sala en que nació la Santa hay una imagen suya cuyo báculo y rosario, de un tamaño enorme, se manifiesta en la iglesia y el religioso que nos lo ensañaba nos dijo oliésemos su fragancia, que por más que hice no pude hallar y solo percibí el olor de la madera»2.

Conde de Fernán Núñez

No fue la única ocasión en que se mostró contrario al fomento de la credulidad y superstición entre las gentes iletradas por parte de miembros de la Iglesia. El 22 de mayo, por la tarde, entraron en Madrid. El 17 de julio de 1783, a las 11 de la mañana, tuvo lugar la entrega del Toisón de Oro al Conde de Fernán Núñez y al embajador de Francia, Conde de Montmorein. Ambos recibieron la insignia de manos del propio Carlos III. Los documentos en los que se daba cuenta de toda la ceremonia son magníficos para conocer la etiqueta cortesana en actos de este calado, pero exceden el objetivo del presente artículo.

Con el Toisón sobre su pecho, el conde y su familia iniciaron un nuevo viaje, esta vez hacia el sur, a la que él siempre llamó “su villa” de Fernán Núñez, en el Reino de Córdoba. En dicha localidad estaban dando culmen a las obras para la erección de una capilla dedicada a santa Escolástica, realizada en memoria de la hermana de Carlos José, y anexa al palacio de la familia. Este viaje se inició el 3 de mayo de 1784 y el conde volvió, como no podía ser de otra manera, a relatar en sus diarios lo que vio, conoció y, más tarde, puso en práctica. Así, a su paso por Valdepeñas, perteneciente en aquel tiempo al marqués de Santa Cruz, todos disfrutaron de su vino tinto y el conde puedo tomar como modelo para futuras empresas filantrópicas las obras pías de este noble, al tiempo que justificaba la existencia de la propiedad señorial si esta redundaba en beneficio de sus vasallos:

«Mantiene escuela gratuita para los niños, ha fomentado una fábrica de jabón y colma de beneficios y limosnas a sus vasallos, tanto en éste, como en los pueblos de Santa Cruz y el Viso, que son igualmente suyos. Este pueblo tiene al pie de 1.500 vecinos y todos bendicen la munificencia de su señor que socorre viudas, ayuda labradores y pañeros de que abunda, y fomenta de tal modo todos los ramos de la industria que no puede oírse sin ternura las alabanzas que de él publican todos a boca llena. ¡Oh, dichoso quien sabe ser señor de este modo, y merecer por sí ser aclamado por tal con alegría de su pueblo! No sé con qué razón podrán clamar contra esta especie de nobles, los que o por moda o por envidia, se encarnizan contra los que poseen lo que ellos quisieran tener. ¡Clamen en buena hora contra el abuso del poder y de la riqueza, contra los que solo piensan en arruinar a sus pueblos, pero respeten y conozcan la utilidad de los que no usan de su poder, sino para librar a sus prójimos, que miran como a hermanos, y para sostener el honor de la Patria, del Rey y de sus mayores, que supieron ponerle la corona en sus sienes a costa de su propia sangre!.»3

Es posible que Gutiérrez de los Ríos ya abrigase en su fuero interno el deseo de establecer un hospital y una casa de niños expósitos en Fernán Núñez, por lo que, en este viaje, estaría tomando nota de otras instituciones que le ofreciesen ejemplos a seguir, además de solicitar informes a sus colaboradores. 4

Volviendo al viaje en sí, en El Viso [del Marqués] disfrutó del maravilloso palacio erigido por don Álvaro de Bazán, si bien algo abandonado en aquellos momentos. Al paso por Sierra Morena alabó el camino nuevo que Carlos III había preparado y que mejoraba mucho el tránsito por una zona llena de bandidos.

En La Carolina escuchó «los elogios del desgraciado e imprudente Don Pablo de Olavide (…) vi que todos los que me hablaban le echaban de menos y no pude dejar de sentir que su poca prudencia y combinación de circunstancias le hubiese acarreado un fin que no hubiera tenido en otro país»5. Don Carlos José Gutiérrez de los Ríos, conocedor de la mala organización que había tenido el repoblamiento, con individuos de del Centro de Europa poco acostumbrados al clima (y al vino) de Sierra Morena, mal escogidos, restó a Olavide culpas. 6

Puerto de Lisboa

En el trayecto entre La Carolina y Carboneros encontraron la aldea de Escolástica. El nombre, como puede suponerse, provenía de la hermana del Conde. Así relató don Carlos José el curioso origen de la idea:

«[Tras ser herido en Argel, doña Escolástica] había venido a verme a Valencia y me acompañó a mi villa de Fernán-Núñez. Al llegar a este paraje vimos a Don Pablo de Olavide, que, con otros, estaba trazando aquella pequeña aldea. Llegose al coche, preguntó a mi hermana su nombre, que era Escolástica y éste fue el que dio y conserva aquella pequeña aldea, siempre agradable para mí. Pensé, a su muerte erigir en ella un monumento, pero los respetos de ser población real y otros que hubiera allanado Olavide con gusto me retrajo de poner en planta mi pensamiento.» 7

El día 12 llegaron a El Carpio y, al día siguiente, el conde se separó del grupo para visitar las obras de la torre que estaban arreglando en sus tierras de La Morena. Vuelto a la comitiva, pasaron el Guadalquivir en barca por la zona de Alcolea. Allí se les unió el padre Miguel de Espejo, amigo suyo y quien había pronunciado en Fernán Núñez el elogio fúnebre por doña Escolástica en 1782. Llegaron a Córdoba ese 13 de mayo de 1784 y visitaron, entre otros lugares, la mezquita-catedral. Don Carlos José, con criterio propio, consideró que la Capilla Mayor era de una factura maravillosa, pero que no habían tenido acierto al erigirla en aquella mezquita única . Alabó la custodia de Arfe, la torre y el Patio de los Naranjos. En los alrededores destacó el monumento a San Rafael, las Caballerizas y la sierra con sus casas de campo señoriales.

El día 14 de mayo de 1784, a las cuatro y media de la tarde, llegaron a Fernán Núñez. La entrada fue recogida por los cronistas como algo apoteósico y digno de recuerdo. A la señalada ocasión de bendecir la Capilla de Santa Escolástica se unió el hecho de que en la villa no conocían, aún, a la familia, pues doña Esclavitud Sarmiento y sus dos primeros hijos, Carlos y José, no habían pisado Fernán Núñez: «Todo el pueblo junto, con grandes aclamaciones manifestaban en sus semblantes señales ciertas de afecto y ternura; y habiéndose apeado en la iglesia, según acostumbran siempre, pasaron a su palacio». 9

                          

UN HOMBRE DE LA ILUSTRACIÓN

El VI Conde de Fernán Núñez, Carlos José Gutiérrez de los Ríos, nació en plena Ilustración, el 11 de julio de 1742, en Cartagena. Diplomático, militar y escritor, era heredero de una antigua familia aristocrática andaluza que tuvo un decisivo ascenso social durante el siglo XVIII. Hombre de amplia cultura, Fernán Núñez dejó escritos numerosos diarios de viajes y cartas, una biografía del monarca titulada Vida de Carlos III, cuyo manuscrito original se encuentra en el British Museum, un diario de la expedición de Argel y una interesante carta a sus hijos, donde expone sus ideas en materia de educación, economía y política.

Fue además académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y fue honorario de la sevillana de Buenas Letras desde 1785. En 1791, estando de embajador en París, fue destituido de su puesto por el Conde de Floridablanca, con el que mantenía una pertinaz enemistad política. Tras unos años de autoexilio por distintas ciudades europeas regresó a Madrid, donde murió el 23 de febrero de 1794.

 

La bendición de la Capilla se produjo el 22 de mayo. El grupo de clérigos que participaron en la ceremonia iniciaron una procesión desde la iglesia parroquial hasta la puerta de la Capilla, donde ya les esperaban el Corregidor y demás miembros del gobierno de la Villa. El último en llegar fue el conde, según marcaba la etiqueta. El encargado de bendecir la capilla, tanto en su exterior como en el interior, a los sones del Miserere, fue don Cayetano Carrascal, Canónigo Tesorero de la Catedral de Córdoba, mientras que la primera misa la ofició Don Diego Moreno y Aguilar, Capellán de la condesa, en ofrenda a Santa Escolástica Virgen. Esa misma noche tuvieron lugar festejos que implicaron a todo el pueblo, si bien el protagonismo, como era de esperar en una sociedad típica del Antiguo Régimen, lo detentaron los condes:

«Esta noche a la hora determinada se oyeron repiques generales, acompañando a los de la iglesia parroquial las campanas de los otros templos. Se iluminaron las torres, todas las calles y cada particular quiso distinguirse. Las aclamaciones gloriosas, los gritos de gozo y las bendiciones del pueblo, elevaban sus ecos sobre los de las campanas. Todas las ventanas y balcones de palacio, que hacen frente a la plaza nueva, estaban igualmente iluminados con dos hachas cada uno. Este espectáculo, que duró algunas horas, se hizo más brillante por la presencia de los Excmos. Sres. Condes, que desde el balcón principal y ventanas animaban con su vista las de todo el pueblo.»10

El día siguiente, 23 de mayo de 1784, tuvo lugar la instalación del Santísimo Sacramento y de las imágenes sagradas en sus correspondientes altares de la Capilla, rodeado todo de grandes muestras de fervor popular. Previamente se había celebrado la ceremonia de bendición en la iglesia parroquial, a la que asistieron el conde y su familia, los cleros de Fernán Núñez y Montemayor y personas distinguidas de ambas localidades y otros ilustres invitados. Mientras, un enorme gentío esperaba en la plaza de la iglesia. Finalizada la bendición, tuvo lugar un convite en el palacio al que asistieron los más señalados miembros del clero y de la sociedad de los pueblos citados. Por la tarde de ese 23 de mayo tuvo lugar la procesión por la que se trasladó la Custodia desde la iglesia parroquial a la Capilla de Santa Escolástica.

En ella, los sochantres de Montemayor y Fernán Núñez entonaron el Tantum ergo, al tiempo que el conde les seguía, acompañado de sus hijos a derecha e izquierda según orden de nacimiento. Detrás de ellos iban otras dignidades civiles y religiosas, mientras «las paredes de las calles [aparecían] cubiertas con distintas colgaduras, que hacían un matizado delicioso a la vista. El suelo se miraba alfombrado de tantas especies de flores, que parecía haber trasladado el mes de mayo todas las de los campos, prados, selvas y jardines, para que alabaran a su Criador [sic], santificándolas con su presencia» 11.

Instalada la custodia en su lugar del sagrario, se pasó al palacio donde los condes habían preparado un refresco. Pero fueron tantas las personas señaladas que asistieron, que hubo que preparar dos salas contiguas para acogerlas, al tiempo que los anfitriones honraban a sus invitados colocando «sus asientos el centro de las mismas puertas que dividían las dos habitaciones para repartir con equidad los afectos y sentimientos del corazón, hablando a todos igualmente con afabilidad» 12.

En los días posteriores se nombró capellán de Santa Escolástica al fernannuñense don Juan de Zafra, se festejó la inauguración de la Capilla con espectáculos ecuestres y una corrida de toros en la plaza nueva. De todos ellos gustaron, desde el balcón del palacio, los condes. El día 30 de mayo, el propio don Carlos José rindió culto al Santísimo Sacramento postrándose a sus pies durante media hora. El 6 de junio tuvo lugar el matrimonio de Juan Crespo Hidalgo, vecino de Fernán Núñez a quien el conde había dotado para establecerse como casado 13, y María Jaraba, también de Fernán Núñez. Pero no terminaron ahí las jornadas sociales de los nobles:

«La una fue la de juntar SS. Excas. una tarde en su jardín todos los dotados desde el año de 66, que fueron treinta y dos con sus hijos que eran más de noventa, dándoles a todos una merienda, y haciendo que a cada chico repartiesen a peseta los dos hijos de Su Excelencia. En otro día se hizo esto mismo con los muchachos y muchachas de las escuelas gratuitas que paga S. E. y pasaron de 212.» 14

El 8 de junio dejaron Fernán Núñez y se trasladaron a Córdoba. El 27 de junio ya disfrutaban de su estancia en Madrid, antes de regresar a Lisboa.

Como hemos podido comprobar, aunque en un caso concreto para no hacer inacabable este artículo, los viajes del VI Conde de Fernán Núñez tuvieron siempre esta naturaleza: viajaba, veía, aprendía, conocía, interrogaba y, más tarde, ponía en práctica lo aprendido si su economía lo permitía. Los habitantes de su villa de Fernán Núñez tuvieron muchas oportunidades de comprobar cómo los viajes de su señor acababan en algún beneficio para ellos: educación, asistencia a pobres o mejora de la salubridad.

Izquierda, Carlos José VII, Conde de Fernán Núñez. Dcha. en orden: Pintura de Goya, Familia del VI Conde de Fernán Núñez; Retrato de Carlos José Gutierrez de los Rios y Rohan por Manuel Salvador Carmona

NOTAS

1 Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, fondo Fernán Núñez (SNAHN, FN). Memorias del Excmo. Sr. Dn. Carlos José Gutiérrez de los Ríos, VI Conde de Fernán Núñez. Las publica acompañadas de un estudio biográfico el Duque de Fernán Núñez, Conde de Cervellón. Madrid, obra inédita, 1934, tomo II, p. 66.

2 Memorias, tomo II, p. 68.
3 Memorias, tomo II, pp. 70-71.
4 Sobre esta cuestión, véase VIGARA ZAFRA, José Antonio: “Las obras pías del VI conde de Fernán Núñez: Un ejemplo de distinción social a través de la caritas ilustrada a finales del siglo XVIII”, en De Arte, nº 14 (2015), p. 128. Este investigador ha localizado los planos de los edificios para las obras pías en los Archives Nationales, site de Paris, N/III/Espagne.
5 Memorias, tomo II, p. 72.
6 Memorias, tomo II, p. 74.
7 Memorias, tomo II, p. 77.
8 Véase Memorias, tomo II, p. 79.
9 SNAHN, FN, C. 430, D. 14. Libro que contiene los motivos, principios y conclusión de la capilla de Santa Escolástica. Córdoba, imprenta de Juan Rodríguez de la Torre, 1786, p. 3r.
10 Ídem, p. 4r.
11 Ídem, p. 5r.
12 Ibídem.
13 El dinero de la dote comprendía la adquisición de muebles, ropa, una yunta de vacas, un
arado y una cerda, entre otros elementos. Véase Memorias, tomo II, p. 83.
14 SNAHN, FN, C. 430, D. 14. Libro que contiene los motivos, principios y conclusión de la
capilla de Santa Escolástica, p. 6v.